Capitulo 14.
Haruca.
Después del grito del conductor, solo se escuchó el impacto del primer bazucaso y la primera camioneta volar por los aires, en esa camioneta iba la mayoría de los integrantes de la tropa de las águilas, lo último que se escuchó de sus intercomunicadores fue sus gritos por el impacto y después nada, sola la estática de la señal perdida.
La segunda y la tercera camioneta derraparon por ambos lados del camino tratando de evitar el impacto con lo que quedaba de la camioneta.
—¡Maldición!, Artilleros tomen posiciones para eliminar a los hostiles, ¡ahora!, ¡ahora! Halcón uno a Halcón dos, maniobras de ataque para eliminar a los hostiles ¡ya!, ¡ya!
(.)
Seiya penetraba lento pero fuerte a Cere cere , las piernas de Cere cere estaban enredadas en su cintura los mas que podían, enterrando sus talanes en las nalgas de Seiya, llevándolo lo más adentro posible.
Le devoro los labios en un beso sucio y morboso terminándolo para deslizar la lengua por su mejilla siguiendo por su cuello dejando un par de besos húmedos ahí, para seguir bajando terminando en uno de sus pechos, chupando y mordiendo el pezón dejándolo sensible y duro ante el tacto, con su otra mano libre acaricio desde el muslo, subiendo por las caderas, las costillas asta aprisiona su pecho libre y torturara con los dedos el pezón poniéndolo igual de duro y sensible que el otro.
—Sei-iya.. más, más duro.
— ¿Más duro? — Seiya aumento las envestidas asiendo las más fuertes y rápidas.
—¡Sí! Así.
(.)(.)
—¡Alfa uno, a base respondan, base respondan! ¡Tenemos...... maldición! ¡¡Esas son malditas balas antitanques! —Haruca intentaba comunicarse a la base para pedir refuerzos con el coronel Alfa, pero la señal estaba muerta y no podían comunicarse.
Ya no eran dos vehículos —camionetas— los que perseguían a las dos camionetas del ejército, dos jeeps, tres racers, y un camaro los perseguía.
La voz del capitán Tsukino se escuchó por la radio.
—¡Luna!, ¿Pudo comunicarse con la base de mando?
—¡Nadie responde capitán!
—Esto es un puto cuatro, ¡nos vendieron y mandaron a una puta trampa!
El camión del capitán Tsukino era una de transporte de elementos, por lo que unos treinta o ya no sabía cuántos soldados vivían, las balas llovían de los dos lados y los helicópteros no ayudaban mucho esquivando los disparos de bazuca y lanza granadas que los malditos traían.
A la mierda eso de ir detrás de la camioneta del preso cuidándola, era una cuestión de vida o muerto y la camioneta del preso estaba blindada, así, solo por las malditas balas anti tanque que empezaban a pasar el blindaje.
Le había dolido tirar el cuerpo de su piloto, el mismo había adiestrado al chico y llevaba cinco años en servicio activo, lo había elegido por que era el más diestro al volante, pero ¡Ja, maldita se! al intentar girar el camión — que él había tomado sin autorización, después de mandar a la mierda la orden de solo tres camionetas con cuatro elementos y solo una con blindaje, para subir a los elementos que faltaban sin que lo cuestionara. — una bala de lo que supuso era calibre cincuenta por que había destrozado todo el costado del chico matándolo al instante.
(.)(.)
Los tobillos de Cere cere estaban clavados en las nalgas de Seiya intentando tenerlo lo mal adentro posible le encantaba tener a Seiya así de desesperado y sediento por ella.
Seiya de un movimiento rápido subió ambas piernas sobre sus hombros, un gemido largo y lleno e placer salió de los labios de Cere cere al sentirlo llegar más adentro.
—¡Así! Así.
—¿Te gusta?
—Me encanta, no pares.
(.)(.)
Las camionetas estaban repeliendo las balas habían logrado tumbar al helicóptero del halcón dos, y el artillero del halcón uno había hecho volar al camaro y a un recers, pero los jeeps les habían cerrado el paso con lanza granadas.
Al no tener más escapatoria y sin el cuartel de mando respondiera el coronel Tsukino tomo la decisión de hacerles frente cuerpo a cuerpo respondiendo el fuego con todo el parque que tuvieran.
Atravesó el camión de tal modo que formaba una V con la camioneta del prisionero para poder hacerles frente.
Las armas tronaban, las balas silbaban y los cuerpos caían, soldados de un lado y sicarios del otro, Haruca sabía que su gente disminuía, las probabilidades de salir con vida eran muy bajas, su única esperanza era que el helicóptero de Galaxia no fuera derrumbado, una cosa era segura el maldito recluso no podía escapar o todo su esfuerzo y la de sus compañeros caídos seria en vano y eso ella no lo permitiría.
—Ríndete niña.
—No.
—Salva a tu gente.
—Cállate.
—Terca, acepta mi trato y no seas estúpida como lo fue tu hermano.
—Bastardo.
No lo pensó simplemente el coraje la domino, la impotencia de ver caer a su gente, a sus amigos, padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, nunca más volverían a casa.
El grito más de la impresión que del dolor que salió de la boca del psicópata sorprendió a uno o dos, los demás ni caso le hicieron, no podían, la piedad no cabía en esos momentos, dos disparos uno en cada rodilla lo había dejado tirado a los pies de Haruca.
—No te atrevas a nombrar a mi hermano
—Perra, tus soldados están muertos.
Haruca dio un golpe con la cacha de su arma desmallándolo al instante, para que dejara de hablar.
Una fuerte explosión se escuchó por lo cielos, al mirar para arriba el aliento se le corto. El helicóptero de Galaxia caía haciendo giros sin la hélice trasera.
— ¡Galaxia!
(.)(.)
Las caderas de Cere cere se movían de adelante para atrás frenéticamente, las manos de Seya la sujetaban y ayudaban para que lo montara con más fuerza, podían sentir el clímax estaba cerca, las contracciones en el bajo vientre.
— ¡Seiya!.
Cere cere cayó en el pecho de Seiya cansada, sudada, y con la mente perdida un poco por el pos orgasmo, Seiya la penetro unas cuatro estocadas más hasta que el orgasmo lo golpeo cayendo en la cama, con la mente nublada y el cuerpo más relajado.
Con la mente en calma Seiya abrazo a Cere cere y le dio un beso en la cien cerrando los ojos para descansar un poco.
— Te quiero. — susurro contra su cabello.
(.)(.)
Galaxia estaba aturdida, la cabeza le dolía, sabía que sangraba, tal vez una herida grave, pero aun así tenía que ayudar a Haruca, se quito el cinturón de seguridad que la mantenía en el asiento haciendo que cayera sobre los cristales de lo que antes eran la parte delantera del copiloto.
Su mano dolía, la caída había sido dura, pensó por un momento que no lo lograría, pero afortunadamente pudo hacer un aterrizaje aun con el helicóptero en mal estado, se arrastró hasta la parte trasera y se topó con el cuerpo sin vida de su compañero; la explosión lo había alcanzado quemando parte de su cara y cuerpo, en algún punto un pedazo de lámina se había clavado en su pecho matándolo.
Intento ponerse de pie. Se mareo un poco, pero lo logro, no podía salir al descubierto sin un arma así que tomo la ametralladora pesada con todavía dos tiras de parque para usar, el tirón que sintió en la mano derecha la hizo dar un chido de dolor, no estaba fracturada pero tal vez el hueso se había estrellado, el arma cayo al no poder sostenerla.
No podía rendirse, de sus bolsillos, saco la navaja que siempre cargaba, un regalo de Sabio.
— Las armas, las navajas entre otras cosas son como los codones, preferibles tenerlos y no necesitarlo que necesitarlos y no tenerlos.
La había dado un guiño y una sonrisa moja bragas para después desearle suerte en su primera misión. Desde entonces nunca la soltaba.
Como se lo agradecía en estos momentos.
Busco entre los escombros un pedazo de metal que le sirviera de soporte para su mano, corto un poco de su chaqueta para amarrar lo, una vez listo, volvió a tomar el arma soporto el dolor de su mano, se acomodó sobre los hombros las dos tiras de balas, y cargo la ametralladora, salió de entre los escombros de helicóptero.
La vista que la recibió no era de los más agradable, cuerpos tirados de soldados y mercenarios a sueldo, se escondió de tras de los escombros de auto que terminaba de calcinarse.
A la vista tenia a ambos grupos, con manos temblorosas se acomodó el arma y disparo.
(.)(.)
—¡Carajo!
—Coronel ¡cuidado!
Las balas pasaron por arriba de su cabeza rosándole casi el casco.
Respondió disparando su arma en la dirección y pudo ver como el maldito que le había disparado caía con las entrañas por fuera. Un bastardo menos del que preocuparse.
La radio emito un sonido y rápido intento encontrar señal para poder comunicarse.
—¿Hay alguien del otro lado?, responda cambio ¡carajo! ¾ mas disparos lo hicieron soltar la radio para contra atacar, los sicarios se estaban acercando, poniendo más empeño por el lado donde se encontraba Haruca y el resto de su equipo que quedaba de pie.
Estaba seguro que venían por el maldito preso que estaban trasladando.
—¡Hay alguien en línea conteste?, cambio.
—Soy el coronel Tsukino necesito refuerzos, cambio.
—¿Refuerzos?.
—¡Maldita se mi gente está cayendo!, necesito malditos refuerzos ¿Por qué carajos las líneas de comunicación están serradas?.
—Lo siento Coronel, las bases estaba vacía, se supone que aquí debería a ver gente del Coronel Alfa pero no hay nadie en la habitación; soy el guardia de turno el cabo Martinés. Cambio
—¡Maldito Alfa! Escúcheme cabo. Tengo soldados muriendo bajo mi mando busca al Mayor Hunter. Dile que nos pusieron una trampa y necesito refuerzo; vidas depende de usted soldado ¡corra!, Cambio.
Las ráfagas de balas que vinieron desde un lugar diferente donde ambos bandos se enfrentaban los tomaron por sorpresa, una leve esperanza nació en el pecho de Haruca, las balas venían de donde el helicóptero de Galaxia se había estrellado.
—Kaio, Hernández. Llévense a este maldito, traten de alejarse y esconderse ellos vienen por él y es nuestro deber impedir que eso pase. —las balas volvieron a llover sobre ellos, Haruca y los demás se agacharon cubriéndose, cuando las ráfagas pararon. —Kaio escucha esta esta nuestra oportunidad, García, Tommilson, Martínez y —con su arma señalo a otros dos soldados que no eran de su tropa— Los cubriremos, traten de alejarse los más posibles ¿entendido?
—Si sargento.
—Bien.
Haruca asomo la cabeza sobre el escombro solo para ver a los hombres que los atacaban respondiendo el ataque que venía de los escombros del helicóptero.
—Listos, ¡fuego!
En cuantos las balas empezaron a dispararse Kaio y Hernández cargaron el cuerpo del recluso y trataron de correr y alejarse los mas que podían tratando de que los mercenarios no consiguieran rescatar a su líder.
Por desgracia uno de los mercenarios los al canso a ver cuándo Haruca y su equipo recargaban sus armas así que con una señal a su gente empezaron a disparar contra ellos.
—¡Maldición! ¡Cúbranlos, cúbranlos! —grito Hauruca arremetiendo otra vez contra ellos.
Hernández llevaba en hombros al prisionero corriendo todo lo que podía cuando a sus espaldas escucho un grito de dolor. Al voltear Kaio esta tirada con una herida de bala en la pantorrilla.
—¡Kaio!.— el tiro el cuerpo y regreso los pocos pasos de distancian para revisar la herida.
—¿Qué?, idiota tienes que irte.
—No voy dejarte. — la jalo con cuidado del brazo derecho para pasarlo por su hombro y pudiera sostenerse del él.
—Tienes que irte con el recluso.
Avanzaron los poco metros que los separara van del reo.
—Ambos resistiremos no te voy a dejar Kaio.
—Vamos a morir.
—Entonces no nos iremos solos. — con su arma señalo al reo desmallado.
Kaio sabía que no lograría convencer a su compañero de abandonarla. Iban a morir eso era un hecho las balas seguían oyéndose a sus espalda, se habían acabado las opciones.
Se miraron a los ojos eran amigos compañeros y colegas de grandes aventuras vividas en el comando, se habían conocido desde hace cuatro años durmiendo en el mismo suelo y compartiendo comida del mismo plato.
—Fue un honor servir a tu lado Hernández.
—Lo mismo digo Kaio.
Antes de siquiera poder tirarse pecho tierra para responder el ataque una fuerte explosión los mando a ambos volando unos metros adelante.
La caída no había sido tan potente, lo suficiente para a aturdirlos pero no para las timarlos ambos se levantaron tratando de aclarar la vista, al mirar al frente sus caras se pusieron pálidas y una expresión de absoluto terror los domino.
—¡NO!.
(.)(.)
Haruca intentaba abatir a todos los sicarios que podía, le quedan pocas balas, en si R15 y una semiautomática con doce tiros, Tommilson tenía una nueve milímetros en cada mano, García solo una calibre 32 en la mano y en la funda de su tobillo una calibre 22.
No podía ver a los demás miembros de su tropa por la distancia pero por el ruido de las balas solos tres o cuatro más tenían armas largas, los demás ya solo contaban con sus armas cortas de reserva.
—Se me terminaron las balas sargento—dijo Garcia.
—Solo me queda mi cuchillo. — dijo uno de los dos chicos que no eran de su tropa.
—Quedan cinco tiros sargento—dijo Tommilson.
Haruca miro a su tropa ya no había salida, y ya no se escuchaban las ráfagas de balas venir del lado de Galaxia, había llego la hora del final.
No lo aceptaba. No aceptaba que hoy familias se quedarían llorando esperando a algún familiar en casa y ya no llegaría, pero ya no había salida,
—Fue un placer... .
El impacto los tomo por sorpresa, el aire escapo de sus pulmones para después sentir un inmenso dolor en el cuerpo y después nada.
Un pitido se escuchó en sus oído no sintió el impacto con el suelo, su vista estaba borrosa y de algún modo sabía que eso caliente que escurría por su nariz y boca era sangre, a unos metros delante de ella el cuerpo de García estaba tirado con un pedazo de metal enterado a la mitad del estómago casi cortando por la mitad.
—Gar-rci-a.
El dolor se disparó por su cuerpo al intentarse levantar concentrándose en sus costillas y en alguna de sus dos pierna. Se arrastró todo lo que podía con su mente bailando entre la inconciencia y el querer estar despierta.
Solo unos centímetros más y pudo tocar la punta de los dedos de García con los suyos.
—Ga-rr-cia.
—We-n-dy. — una pesada tos lo ataco haciendo que expulsara un bucle de sangre por la boca.
—No-o no hables.
—Wen-dy está embarazada n-oo no sabe-emos que es, si es, si es niño, dile que me gusta Jordan ,y-y..
—No.
—Y si es ni-iña quiero que-e se llame como tú, Haruca.
—No, tú se lo vas a desir vas aa...
—Promételo. E-eres fue-erte, mi niña tiene que ser fuerte, promételo.
Haruca sostuvo su mano con fuerza, miro directo a los ojos cafés llenos de lágrimas de García. Con los labios temblando trato de que su voz no le fallara.
—Lo prometo.
García le sonrió y cerro sus ojos su mano callo y las lágrimas de Haruca con ella, había perdido a otro hermano, la oscuridad la reclamaba y ya con la mente arrastrándola más en la inconciencia cerro los ojos dejándose llevar por la oscuridad que la reclamaba, escuchando por último el ruido de un helicóptero acercándose.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top