7- Cambios inminentes y medidas a tomar

De pie junto a un ventanal, Milo, Kardia y Aioria, contemplaban el paisaje, los campos de entrenamiento y más allá las cosechas, en los niveles inferiores de la torre, muy por debajo de ellos.

-No tenemos mucho más tiempo... Todo va a cambiar en el cumpleaños de Aioros el próximo año...

Dijo Kardia, su brazo izquierdo colocado posesivamente alrededor de los hombros de su hermana y su expresión era solemne.

-Ambos cumpliremos dieciséis el próximo año, Aioria. Hay tantas cosas que tenemos que resolver antes de los cambios que se avecinan. Todavía hay muchas cosas que quisiera aprender...

-No es tan grave...

Argumentó el otro adolescente en un tono sombrío.

-No para nosotros. Es sólo la vida de Aioros la que va a cambiar...

Su mirada se desvió hacia el noroeste, como si buscara a su hermano y Atenas.

-Creo que te equivocas.

Kardia frunció el ceño aún más severamente.

Dohko me insinuó que necesito estar listo para el campo de batalla, para esta época el próximo año. También dijo que necesito poder administrar adecuadamente una empresa, que la tierra que se me asigne estará bajo mi escrutinio para entonces al igual que su ejército...

Aioria parpadeó.

-Él no me ha dicho nada de eso...

-Se rumorea que mi padre tiene la intención de enviarte al oeste... y yo estaré en Tebas.

-¿En dónde has oído eso?

El propio rubio frunció el ceño y su atención se centró de nuevo en sus compañeros.

-Por ahí...

Evadió el peliazul. Había recopilado algunos fragmentos mediante la forma fácil de escuchar a escondidas, otra información de boca de los soldados en la torre, y Milo también había encontrado algunos fragmentos de datos importantes, aunque no había divulgado su fuente.

-No importa cómo me enteré. Lo que importa es que para esta época del año que viene, es probable que los tres estemos separados. No estamos listos, Aioria. Hay tantas cosas que debemos hacer antes de eso, tanto que debemos aprender y no podemos hacerlo cada uno por su lado...

Milo se estremeció y se aferró con más fuerza al brazo de su hermano.

-Me asusta, Aioria.

Ella volvió sus grandes ojos azules en su dirección.

-Estar sola en la Torre... o algo peor...

Ella susurró las siguientes palabras.

-¿Y si él quiere que me case?

-¡Solo tienes catorce años!

Aioria no podía ni pensar en esa situación siquiera.

-Tu madre tenía quince años cuando nuestro padre se casó con ella.

Le recordó su medio hermana. Un suspiro salió del adolescente.

-No es como si pudiéramos hacer algo al respecto...

-Ay, Aioria...

Milo se movió, tirando de Kardia con ella, hasta que pudo sostener los brazos de los dos chicos al mismo tiempo.

-No es nuestra intención molestarte. Nosotros solo...

Su cabeza se sacudió, haciendo que su cabello morado iluminado por el sol cayera sobre sus hombros.

Kardia se volvió, exhalando un profundo suspiro. Con un movimiento lento y preciso, los encerró en un círculo donde todos estaban frente a frente.

-Te amamos, Aioria.

El aliento del Kardia contra su oreja hizo temblar al rubio.

-Eso es lo que queríamos transmitirte. Sólo queremos que entiendas que... ahora... mientras todavía estamos todos juntos... está todo bien pero... ya luego no sabemos qué sucederá...

Milo inclinó la cabeza hacia un lado para aumentar su contacto con Aioria. Si sus planes tentativos llegaban a buen término, entonces la buena voluntad de su medio hermano iba a importar mucho.

-Queridísimo Aioria...

Se atrevió a darle un beso en la mejilla. Por su lado, la mano de Kardia ahuecó la nuca del otro adolescente. Sus dedos acariciaron la piel sensible allí, en una acción extrañamente decidida, como si estuviera probando una nueva sensación.

-Se vienen cambios...

Repitió innecesariamente, sólo para romper el silencio.

-A veces, la enormidad de lo que nos espera me asusta, pero mientras nos tengamos el uno al otro...

Una mirada de determinación brilló en el rostro de Kardia.

-Mientras tenga a Milo... y a ti...

Sus labios se fruncieron brevemente y se movió para rozar un beso en la mejilla de Aioria.

Estamos mucho mejor y somos más, juntos que solos...

Cansado más allá de la creencia en todos los problemas que se avecinaban en el horizonte, Aioria se dejó hundir en la comodidad que le ofrecían sus medio hermanos.

Junto a Aioros, Kardia y Milo eran las personas más queridas que tenía en el mundo. Quería decirles que todo iba a estar bien y que no tenían que preocuparse, pero Aioria sospechaba que eso sería una mentira.

Suspirando, se conformó con envolver sus brazos alrededor de ambos y agarrarlos con fuerza.

Era lo único que podía hacer por ellos y por él mismo en esos momentos.


Cada uno de ellos había estado desde hacía un buen tiempo, de pie frente al escritorio de Káiser en su oficina.

Sin embargo, era extraño que los cuatro descendientes del rey hubieran sido convocados al mismo tiempo.

Káiser dejó a un lado el pergamino que había estado estudiando y miró a sus hijos con el ceño fruncido.

Permanecían en una fila silenciosa, de mayor a menor, esperando las palabras de su padre.

Aioros estaba pegado a un costado de Aioria, el hombro de éste tocaba el de Kardia, y él sostenía la mano de su hermana.

No había esperado que todos ellos se colocaran tan juntos. El frente unido que le estaban presentando era un poco inquietante.

-Nuevas tareas los esperan a todos durante las próximas semanas... Al final de las celebraciones del cumpleaños de Aioros, tres de ustedes partirán de Esparta. Aioros partirá hacia Atenas, como todos saben...

Káiser miró a su hijo mayor durante varios largos momentos. Su expresión era solemne, como si ya estuviera resignado a lo que fuera que le esperaba.

Quitar los ojos de Aioros para mirar al siguiente en la fila, parecía una gran tarea.

-Aioria, llevarás una compañía a Creta para recoger a una joven y traerla aquí, a la Torre.

Aioria comenzó a cuestionar la orden, pero una mirada del rey ahogó las palabras antes de que se formaran.

-Kardia se irá al sur de Tebas con una compañía diferente dos días después de la partida del príncipe heredero...

Continuó Káiser en un tono monótono y aburrido.

-Milo se quedará aquí conmigo.

Su mirada recorrió la línea apretada y de regreso.

-Milo y yo escoltaremos a Atenas a la joven que Aioria va a buscar, una vez que haya confirmado que es una novia digna para Aioros.

Sonrió levemente a su única hija.

-Estoy seguro de que te encantará la oportunidad de visitar el hogar de tu infancia una vez más, Milo.

-Quiero ir a Tebas con mi hermano...

Protestó la niña.

-¡Disparates!

Káiser desestimó la demanda.

-Una chica no pertenece al campo. Kardia va a aprender a trabajar con madera y las costumbres de un soldado, no a jugar a la niñera.

-Entonces déjame ir con Aioria...

Insistió Milo.

-Seré una compañera y hasta una amiga para esa chica que estará trayendo a Esparta...

-Te quedarás en la torre conmigo...

Káiser rechazó la idea rotundamente.

-Con todos mis hijos lejos, necesitaré de tu compañía.

Milo se quedó en silencio. Su mirada se dirigió a Aioros y luego volvió a su padre. Una mirada de horror absoluto marcó su hermoso rostro.

Káiser estaba seguro de que había sido lo suficientemente discreto con Aioros y sabía que su amante nunca había hablado de su relación, y mucho menos con sus hermanos. Sin embargo, parecía como si Milo pudiera saber, de alguna manera, exactamente lo que se esperaba de ella desde el momento de la partida de su favorito.

-Mi señor padre...

El tono de Aioros fue incluso más humilde y sumiso de lo habitual, lo que levantó sospechas en Káiser al instante.

-¿Qué pasa, Aioros?

-Una vez que hayas inspeccionado a la joven de Creta, ¿podría Aioria continuar escoltándola? ¿Podría él llevármela a Atenas? Por favor, mi señor...

-¿Debo entender que preferirías hospedar a Aioria en Atenas que a tu padre?

La pregunta fue planteada en un tono decepcionado.

-No, mi señor... Nunca...

Aioros intentó apaciguar a su padre. Se estremeció, casi como si estuviera a punto de caer de rodillas y luego abortó el movimiento en el último instante.

-Simplemente pensé que su señoría tendría cosas más importantes de las que preocuparse. Me sentiría honrado de tenerlo en el Salón Dorado. Después de todo, es suyo. Me doy cuenta de que mi residencia allí sólo está hecha a su gusto...

La mano de Káiser se agitó.

-Cálmate, hijo mío. Tal vez tengas razón. Te enviaré allí para probar tus habilidades... el que yo aparezca para mirar por encima de tu hombro tan pronto, sugiere una falta de confianza.

Te lo dije, Atenas será tuyo tan pronto como te instales, y será tuyo hasta ese día lejano en que yo me haya ido y se lo entregues a tu hijo mayor en su vigésimo primer cumpleaños.

Debo dejar que te acostumbres a tus nuevas responsabilidades... y a la novia que te envíe... antes de que vaya y te inquiete con mis atenciones.

Káiser se recostó en su silla.

-Muy bien. Aioria puede escoltar a la joven hasta tí... Puede quedarse dos semanas para asegurarse de que esté instalada, y luego esperaré que regrese a Esparta.

La atención del rey ahora se desvió, observando el estado de sus otros tres hijos.

Aioria parecía extrañamente angustiado, algo que Káiser no esperaba. Teniendo en cuenta lo cercanos que eran Aioria y Aioros, el chico debería estar encantado de que se le permitiera reunirse con su hermano en Atenas, incluso si su tiempo juntos fuera limitado.

Kardia intentaba ofrecer una expresión en blanco, pero Káiser podía ver el resentimiento que bullía en los ojos del joven.

El estado de ánimo de Milo fue el más difícil de precisar. La ira, el miedo o la tristeza tendrían sentido, sin embargo, todo lo que el rey veía en su hija era una resolución sombría. Era como si la muchacha ya se hubiera decidido por una respuesta a la situación y estuviera trazando un curso de acción dentro de su propia cabeza.

Separar a su hija menor de los dos adolescentes iba a ser mucho más complicado de lo que había supuesto, si esa era la respuesta que obtendría de la niña. Era obvio que los dos jovencitos defenderían a su hermana de cualquier tipo de mal momento que pudiera acontecer.

Volvió a mirarla discretamente y lo que vio le encantó, ese carácter fuerte sería más que domado, sí, esa chiquilla iba a ser una distracción maravillosa después de perder a su precioso Aioros.

Poniéndose de pie, Káiser sonrió fríamente a su descendencia, parada aún estoicamente frente a él.

-Fueron criados en medio de la comodidad y el privilegio. Nunca... jamás... les faltará nada, no conocerán las necesidades de la vida, pero hay un precio que pagar por todo lo que tienen.

Aioria y Kardia deben asumir las tareas de viajar por el resto de nuestras tierras, ahora que la responsabilidad de Aioros estará fija en las regiones de Atenas.

La necesidad de discutir era clara tanto en el rostro de Kardia como en el de Aioria. En una escalofriante coincidencia, Aioros y Milo agarraron simultáneamente el brazo de su hermano como para contener los arrebatos de ambos.

Káiser entendió el comportamiento de Aioros, pero ahora quedó claro que había más en Milo de lo que el rey esperaba.

-Están todos disculpados...

El rey los despidió con el ceño fruncido.

Hablaré con cada uno de ustedes sobre los detalles de sus asignaciones en los próximos días, pueden retirarse...

Ya esperándolo, Káiser vio el frío formal en cada una de sus reverencias. Ninguno de sus hijos le presentaba respeto correctamente, salvo Aioros, quién había recibido muchos y severos castigos hasta aprender la forma indicada de saludar a su rey.

Sí, Aioros era su obra y estaba más que orgulloso de ello.

Su separación no se produciría demasiado pronto, decidió Káiser.

Había aguantado mucho, no quería separarse de Aioros, ya vería la manera de poder seguir teniendo a su amante consigo.

Una vez que los cuatro estuvieran separados, tendría que hacer un esfuerzo bien coordinado para asegurarse de que no se vieran por más de uno o dos días durante los próximos años. Eso debería ayudar a romper los lazos exasperantemente fuertes entre ellos.










































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