34- Sanación concluída, entrega brutal...

El curso que seguían era el de un río ancho y lento bastante cerca de la bahía. Habían surgido muchos asentamientos a poca distancia del agua, así que esa era la ruta que habían elegido.

Ese día, sin embargo, Shura y Aioros habían hecho una pausa en sus viajes para disfrutar de un día extraordinariamente bueno. Sus caballos estaban amarrados a una larga soga mientras pastaban en una franja de hierba exuberante.

Aioros se sentó, apenas vestido, sumergiendo sus pies descalzos en el agua, pero el pelinegro se había metido y estaba nadando.

-¿Qué tan cerca crees que está el bebé de nacer?

El castaño miró a su alrededor, asimilando el próximo cambio de estaciones. Si el sol no hubiera estado tan increíblemente brillante ese día, ninguno de los dos habría considerado desvestirse.

-Pronto, debería consultar mejor los astros...- Shura se deslizó hacia las aguas poco profundas. No necesitaba preguntar 'qué bebé'. Solo había un próximo nacimiento que le importaba a su adoración. -Pero no tan pronto como para correr el riesgo de perdérnoslo. La cosecha aún no ha terminado. Marín probablemente tardará otro mes, si no más, antes de que aparezca...

-Aún así...- reflexionó Aioros. -Creo que debemos acelerar nuestro progreso para volver a casa...

Levantó la cabeza, comprobando cada dirección, antes de decidirse por Shura. Una sonrisa iluminó la expresión del castaño.

Las cejas del pelinegro se levantaron en respuesta.

-¿Ves algo que te guste, mi adorado?

Dio otro paso más cerca de la orilla, bajando el nivel del agua hasta la mitad del muslo.

-Bastante.

Aioros se deslizó de la roca en la que había estado sentado y cayó al borde de las aguas del río. Le llegaba a las rodillas, incluso justo al lado de la orilla. La humedad empapaba sus delgadas mallas, refrescando la piel dorada por febo.

Caminando lentamente hacia adelante, empujó a Shura hasta que ambos estuvieron sumergidos hasta la cintura en el agua fría.

Las manos del menor, aún calientes por haber tomado el sol en la orilla del río, se deslizaron sobre el pecho fresco y húmedo del contrario.

-Tienes frío...- observó, acercándose para poder envolver sus brazos alrededor del otro. Inclinándose, el castaño le robó una serie de besos que recorrieron la boca, la mandíbula y la garganta de Shura. -Deberíamos salir del agua, pero primero...

Arrastrando sus labios entreabiertos por la piel del pelinegro, Aioros pudo saborear poco más que agua de río. Succionar un pezón endurecido hizo que el otro soltara un gemido.

-Tu boca está caliente, amor...

Dedos chorreantes ahuecaron la barbilla cubierta de suave barba apenas creciendo del castaño.

-Entonces te gustará esto...

Aioros dejó que sus rodillas flaquearan. Un rápido destello de miedo tuvo que sofocarse cuando el agua llegó a su cuello, pero el toque de Shura era ligero, sólo una caricia en su cabello. Él no estaba siendo forzado bajo el agua, sino que estaba eligiendo hundirse.

El sonido se desvaneció cuando Aioros se agachó. Cerró los ojos contra el frío. Aferrarse a las caderas del pelinegro fue suficiente. El castaño sabía exactamente dónde colocar la boca.

Shura se estremeció en el lugar, su cuerpo se sacudió temblando en reacción a que Aioros metiera su flácido miembro en su boca abrasadoramente caliente.

Después de haber sido entrenado de la manera más difícil a contener la respiración, el castaño podía hacer que la excitación de Shura cobrara vida, a pesar del agua fría del río, antes de soplar su última bocanada de aire contra la piel sensible y volver a emerger a la superficie.

Si las maldiciones hubieran podido calentar el aire, entonces habrían podido permanecer en el río gracias al lenguaje de Shura, pero igual el pelinegro ya estaba instando a Aioros a la orilla del río cuando recuperó el aliento.

-...¿cómo... por todo lo que es sagrado puedes...?- La frase se perdió en otro beso. -...necesito... amarte... mi luz, por favor... tierra...

La constante presión de Shura los llevó a un refugio de dos formaciones rocosas en cuestión de unas pocas respiraciones. Cayeron, uno al lado del otro, en el barro y la maleza desaliñada entre las rocas.

-Te deseo...- las manos de Aioros irritaron la piel fría. -Te quiero fuerte y duro...- Sus dedos se envolvieron alrededor de la erección de su amante, persuadiéndolo. -Te necesito dentro de mí...

El castaño rodó hasta quedar a horcajadas sobre el otro, y luego se inclinó y acarició la barbilla de Shura. Su cuerpo se balanceó agresivamente contra el cuerpo atrapado debajo suyo. La tela mojada, empapada de las calzas de Aioros raspaba agradablemente la piel sensible. La mayor parte de su peso estaba concentrado en sus manos, que descansaban sobre los brazos de su amante.

-Dime que me amas.- La orden fue dada sin aliento y llena de emoción por la inversión de sus posturas habituales.

-Te amo...- respondió el pelinegro sin dudarlo. -Te adoro. Tu felicidad es lo más importante en el mundo para mí. Por favor, mi luz. Te necesito desnudo. Te necesito apretado contra mí...

Un sonido de diversión estremecedora brotó de Aioros.

-Piedad, eres tan...- Se retorció, extendiéndose para acostarse sobre Shura. Se dieron más besos, con un cuidado más lento y escrutador. Las manos de Aioros se deslizaron de la piel para cavar en el suelo delgado debajo de ellas. -Me asombra... que estés conmigo, que me quieras, que me correspondas y desees tanto como yo te necesito a ti...

Cuando el castaño comenzó a deslizarse por su cuerpo una vez más, Shura gimió y se levantó del suelo para arquearse en los besos dispersos de su amante. Mientras se movía, Aioros untaba huellas dactilares sucias en la piel mojada y deseosa. Los dedos de los pies se sumergieron en el agua brevemente, solo para arrastrarlos, arrastrando lodo y todo lo que trajera el pequeño oleaje que se formaba.

Levantándose sobre sus manos y rodillas, Aioros miró al dueño de su alma con una expresión hambrienta. A propósito, volvió a equilibrarse para poder presionar una mano fría y sucia contra el pecho de Shura. Sonriendo, arrastró el punto de contacto hacia abajo, observando el rastro oscuro que dejaba, hasta que sus dedos embarrados envolvieron la erección una vez más. Apretó, arrastrando un gemido de su amante. Cuando parecía que el pelinegro intentaría incorporarse, el agarre del menor volvió a apretarse.

-Quédate abajo.

Gruñó. Una sonrisa traviesa tiró de sus labios. Shura se calmó con un siseo de excitación.

-Todo lo que quieras... estoy en tus manos...

La oferta hizo que Aioros sonriera aún más. Su cabeza se hundió y probó la cabeza de la erección de Shura justo por encima de las oscuras manchas de barro. Su lengua empujó a un lado la capa de piel para jugar de un lado a otro. En poco tiempo, gotas de saliva y líquido preseminal hicieron que las sucias huellas dactilares corrieran aún más.

-Oh, por favor, mi luz...

Las uñas del ex demonio se clavaban en el suelo, sus hombros se torcían y su cabeza se sacudía, pero no alcanzaba para acelerar las acciones de su adoración. Cuando Aioros abrió de par en par su boca y tomó completamente el miembro del pelinegro, gimió. Sus caderas se movieron hacia arriba, más allá de su propio control.

Tan repentinamente como el castaño había tragado, le soltó, provocando otro estallido. Sin prestar atención a la suciedad en el cuerpo de Shura, Aioros arrastró su boca abierta hasta el estómago y el pecho de su amante.

-Te lo dije...- le gruñó -Te quiero dentro de mí...

Se arrodilló para luego casi arrancarse la piel frenéticamente tratando de liberarse de las sucias calzas que le colgaban y finalmente tuvieron que ser arrancadas, antes de moverse para poder montar a horcajadas sobre las caderas de Shura.

Tenían que moverse rápido, no queriendo que el aire secara al pelinegro. Alcanzando detrás de sí mismo, Aioros usó una mano sucia para mantener quieto el miembro de su amante. Presionó la punta constantemente hasta que su cuerpo se rindió, permitiendo que el ex demonio lo penetrara. Ambos hombres jadearon en reacción.

Shura agarró las caderas de su hermoso amante. Le temblaban los brazos, pero se abstuvo de arrastrar a Aioros hacia abajo o empujar hacia arriba.

-Por favor...

El tono de voz suave casi se perdió entre los sonidos del agua, el viento y los pájaros distantes.

-Lo haré... cuando esté listo.- La total confianza en esa declaración hizo que la carne de Shura se contrajera en respuesta. Un pulgar golpeó el pezón del pelinegro, marcándolo con barro. Aioros exhaló y amplió su postura para poder hundirse ligeramente. Las manos de su amante se movieron para acunar el trasero del castaño. Sus pulgares se asentaron en el pliegue extendido. Uno de ellos se deslizó hasta quedar contra el punto donde se unían sus cuerpos. -¡Ah! Shura... me aterra lo mucho que te amo.

-Hermoso... adorado... mi amor...- exhaló el pelinegro con reverencia. -Yo también te amo.- Sus manos vagaron una vez más, pintando diseños primitivos con barro fino sobre piel suave. -La necesidad que siento por ti me invadió a las pocas horas de haberte visto, Aioros... se hundió hasta lo más profundo, encontró mi alma y me devolvió la vida. No había sentido nada durante demasiado tiempo. Estaba vacío, congelado... a la deriva...- Shura jadeó. -Me salvaste... aunque ninguno de nosotros lo sabía- Los dedos se movían sobre la piel, adorando con cada toque. -Te adoro, mi luz...

Echando la cabeza hacia atrás, Aioros dejó escapar un largo suspiro mientras bajaba aún más. Una vez que sus cuerpos estuvieron al ras, dejó caer su rostro hacia adelante. Los ojos azules se abrieron lentamente y miró a su amante. El deseo de Aioros era tan evidente que casi parecía brillar desde dentro.

Atrevido en gran medida, Shura dejó que un claro tono de mando se filtrara en su voz. Su agarre también se hizo más fuerte, clavándose en las caderas del castaño.

-Móntame, chico.

Miró, esperando ver cómo reaccionaría su amante ante la feroz demanda. Aioros contuvo el aliento y sus ojos se abrieron como platos. Un simple estremecimiento sacudió el cuerpo de su amante antes de dejar escapar un grito ahogado en una risa débil.

-Ruégame.

La contrademanda fue considerablemente menos poderosa, pero fue suficiente para romper la tensión que los rodeaba. Aioros se balanceó ligeramente, provocando con sólo un toque de movimiento.

-Eso es perfecto, mi amor... asi será...- Un largo y sentido gemido retumbó en la garganta de Shura y sus pestañas revolotearon, cerrándose. -Por favor... Misericordia, Aioros... Mi amor, mi vida misma... más, por favor... Te necesito... Te amo... Por favor, mi luz. Me estás deshaciendo. Te necesito, por favor...- suplicó el ex demonio descaradamente mientras Aioros se acercaba burlándose de él.

Shura continuaba con el movimiento de sus dedos amasando, persuadiendo sin cesar. Su lengua se movió hacia los labios húmedos y secos. El castaño maldijo en voz baja. Se inclinó y robó un beso que tiró del labio inferior del pelinegro, antes de enderezarse y cambiar a movimientos más amplios. Apoyando sus manos contra el pecho de Shura, Aioros se elevó y dejó caer. Sus dedos se tensaron, clavándose en el músculo, cada vez que el movimiento golpeaba el lugar correcto dentro de él. Los ascensos y descensos constantes y decididos se volvían más frenéticos, más serios, con cada empuje hacia atrás. Aioros jadeaba y el sudor comenzó a cubrirle toda la piel. Un débil gemido retumbó en el fondo de su garganta. Levantó una mano para agarrar su cabello, donde caía frente a su rostro. Sus dientes presionaron su propio antebrazo y sus piernas comenzaron a temblar.

-Más duro- instó Shura en un susurro. Su propio agarre se volvió cada vez más insistente, pero cuando el agarre comenzó a magullar, el castaño ya no objetaba las marcas de huellas dactilares que se formaban en sus caderas. Aioros se entregó al ritmo que marcaba Shura, dejándose empalar una y otra vez, un mero instante después de que lograba tensar las piernas para levantarse.

Cuando una de las manos de Shura soltó su cadera para capturar su erección, Aioros no pudo contener el grito de felicidad que provocó. Pasando la quemadura de los músculos de sus piernas, el castaño se arrojó feliz al deslizamiento de carne contra carne. Shura estaba murmurando una relajante letanía de palabras cariñosas sin aliento para contrarrestar la casi violencia de su unión. Los dedos exigieron una reacción de Aioros, tirando de su miembro y deslizándose sobre la punta.

El orgasmo, cuando finalmente llegó, fue tan feroz como su acoplamiento. La columna vertebral de Aioros se curvó bruscamente y gritó de placer hacia el cielo. Shura estaba más tranquilo, pero su cuerpo compensó la falta de animosidad. Gruñó, se agitó y las uñas sacaron sangre de la cadera y la cintura de su amante. El castaño se estremeció unas cuantas veces más, antes de inclinarse hacia adelante para descansar su peso sobre sus manos y brazos. Gotas de sudor resbalaban por su rostro y la garganta. Su cabello castaño se había oscurecido aún más y se le pegaba a la piel.

-Está bien...- dijo Shura en voz baja. El aliento siseó cuando se deslizó fuera del cuerpo del otro. -Relájate...- Una mano sucia se alzó para rodear el cuello de Aioros y tirar hacia abajo. -Acuestate conmigo...

Colapsando mitad arriba, mitad al lado de Shura, el castaño trató de controlar su respiración. Las primeras palabras que realmente pronunció fueron: -Te amo...

-Yo también te amo.- Shura giró su rostro para besar la piel que se estaba enfriando rápidamente. -Eso fue maravilloso!- Le acarició con dulzura. -Ojalá pudiera yacer aquí contigo para siempre...- Las yemas de sus dedos se arremolinaron a través del charco de lodo, sudor, sangre y semen en su estómago. Sus dedos jugaban lentamente en el charco, como en un sueño. Shura entonces se movió ligeramente hacia un lado. Su mano se extendió y sus dedos dibujaron un conjunto de líneas húmedas por el rostro de su adoración, marcando a su amante. La línea más oscura seguía el puente de la nariz hasta sus labios.

Aioros parpadeó pero no retrocedió ni protestó por la extraña acción. De hecho, cuando Shura pintó sus labios, llegó a probar la extraña mezcla. Era amargo y arenoso, pero no demasiado repulsivo.

Shura sonrió dulcemente a su amante, antes de que su mirada cambiara. Se miró los dedos un momento y luego se los lamió.

-Deberíamos limpiarnos.- observó pensativo.

-El agua está fría...- Se escapó un suspiro. La sensación del sol quemando la piel desnuda era algo difícil de abandonar.

-Pero deberíamos limpiarnos antes de que todo esto se seque y empiece a picar...

-Todavía no...yo...- Aioros presionó su mejilla contra el hombro de Shura. -En un momento...- No pudo evitar emocionarse por la forma en que el cuerpo tenso del ex demonio se calmó ante su pedido. -Además, todavía podríamos ensuciarnos más... no hay prisa alguna.

















































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