31- Negocios, diversión y compromiso pactado

Shura había dejado la posada hacía un rato después de hacer bañar a la fuerza a Milo y dejarla atada a una silla bien resistente.

De hecho, era una vista extraña. Evitando la mordaza que el pelinegro había insistido en dejar puesta, la sirvienta de Milo estaba intentando trenzar el cabello de su dama en un estilo que involucraba torzadas, cuentas brillantes y trozos de cinta oscura.

Un vestido elegante que Shura había tomado de una de las muchas bolsas que habían sacado de Atenas estaba sobre la cama, listo para ser puesto en la muchacha, quién solo vestía una combinación de seda en ese momento, por temor a que las cuerdas estropearan el material de su vestimenta de corte.

Aioros todavía vestía su mejor traje, ya que había pasado la mañana con Lord Krest, dos de sus hijos y su nieto mayor.

La reunión había sido una especie de revelación. Al ser informados de que la novia real que Shura le estaba ofreciendo al nieto de Krest no estaba dispuesta y necesitaría ser restringida por un tiempo, los tres hombres de origen galo simplemente se sonrieron y dejaron entrever que ella no sería la primera mujer casada a la fuerza con un miembro de la familia, más aún porque se había mostrado reacia a establecerse en un lugar tan lejos del centro del imperio.

El novio en cuestión, un chico alto, de largos cabellos aguamarina, un rostro de admirable belleza varonil pero muy serio y callado, llamado Camus, parecía levemente decepcionado por la noticia de que tendría que tomar una novia en contra de su voluntad, pero no se había quejado.

La vida allí era dura, labrar el terreno, criar ganado y en los meses de fortuna, guardar para cuando los víveres y el agua escaseaban. Tener una buena mujer, hijos sanos, un buen pedazo de tierra propia era todo lo que anhelaba el jovencito, que ahora esperaba para conocer a quién le habían traído desde lejos y parecía no desear ese enlace.

-Cuando Kardia descubra lo que has hecho, derramará un rastro de sangre hasta aquí y de regreso a Atenas...

Milo había logrado que su sirvienta quitara la mordaza y negaba con la cabeza violentamente, estropeando una larga e intrincada trenza que estaba casi terminada.

Cansado más allá de cualquier cosa, sin preocuparse por el decoro, Aioros le espetó:

-¡Cállate la boca, niña estúpida!- Sus dedos se apretaron en un puño. -Para cuando finalmente se sepa dónde Shura te ha escondido, tu hermanito estará firmemente envolviendo sus brazos alrededor de su esposa y tu vientre se habrá llenado con el hijo del joven Camus. Lo peor que puede llegar a pasar es que Shura tendrá que disculparse y deberá proporcionar alguna prueba de que no estás siendo maltratada aquí.

-¡No me quedaré aquí! No pueden mantenerme aquí para siempre... y cuando me libere, lo primero que haré será encontrarte a ti y a Shura... luego mataré al que sea más feliz de ustedes,- juró ella. -Arruinaré a Aioria. No importa si me lleva toda la vida, me ocuparé de ello. Mataré a Shura, destruiré a Aioria y a cualquier niño que pueda traer a este mundo, enviaré las fuerzas desde Atenas y hacia Esparta... y luego volveré y me reiré de que todo lo que alguna vez amaste se convierta en polvo...

Aioros se abalanzó, golpeando la silla a la que la muchacha estaba atada hacia atrás y casi destruyéndola. La rotura de la madera le dio a Milo la oportunidad de liberarse de los nudos que la retenían, pero su libertad era limitada. El castaño se agachó sobre ella con una expresión de intenso odio en el rostro. Su palma cayó, cubriendo su boca, con un lado de su mano bloqueando el aire lejos de su nariz también. Fue solo cuestión de segundos antes de que los ojos entrecerrados de Milo se abrieran de terror, al darse cuenta de que no podía respirar y que su medio hermano no la soltaría.

-Señor, no... por favor. Su majestad, no... no lo haga...

La sirvienta de Milo agarró el brazo de Aioros y tiró sin éxito.

-Te escapaste a las montañas... Tu caballo te tiró... caíste por un acantilado y te rompiste el cuello...- El castaño recitaba la historia en un tono aburrido y monótono. Las uñas de Milo lo arañaron, rompiendo la tela de la parte superior de su manga antes de encontrar carne desnuda en su muñeca. -No permitiré que amenaces a mi hermano el rey, mi único hermano...- El dedo de Aioros se movió ligeramente, lo que le permitió respirar superficialmente. -Si alguna vez... alguna vez... vuelves a amenazar a mi amado Aioria, será lo último que hagas. ¿Entendido?

Su asentimiento fue solo un movimiento mínimo, contenida como estaba por la mano pesada del castaño. -Tu vida pende de un hilo, pequeña niña estúpida... Kardia se enfurecería por tu muerte, pero casi vale la pena matarte de todos modos. Estoy seguro de que podríamos inventar alguna historia u otra que evitaría una guerra que nadie quiere luchar. Quedarte aquí en Arcadia es tu única oportunidad. Es esto o la muerte. Lo más inteligente que puedes hacer es volverte absolutamente indispensable para Camus y su familia...

-Príncipe Aioros, por favor, la está lastimando...

La voz de la sirvienta era una tímida súplica.

-Una palabra contra Aioria... sólo una palabra...- Dejando la amenaza en suspenso, Aioros se bajó del cuerpo de Milo. Atrapándola por el cabello, la arrastró hacia atrás y la arrojó sobre la cama. -¡Ahora solo siéntate!

La barbilla de Milo se levantó en un intento de mostrar orgullo, pero la pose solo sirvió para resaltar los moretones de las huellas dactilares que comenzaban a oscurecerse alrededor de su boca.

-Pagarás por esto, Aioros...

Susurró la muchacha enfurecida, herida en su orgullo por quién odiaba desde el fondo de su corazón.

-Ya veremos...

Aioros se encogió de hombros y se dejó caer en el banco debajo de la ventana, claramente consciente de que ella había vuelto a amenazarlo a él en lugar de a Aioria.

-No puedes hablar en serio...

Marín tuvo que gritar un poco para que su voz se escuchara sobre el chapoteo del agua contra la roca.

La reina estaba sentada sobre una manta lejos del delgado rocío de la pequeña cascada. Su mirada incrédula estaba fija en Violate.

-Está seco aquí en este lugar. Podría hacerlo...

Los dedos de Violate se estiraron experimentalmente por la cara del acantilado mientras miraba hacia arriba, juzgando la superficie mayormente vertical. Había muchos asideros. Echándose hacia atrás, se anudó su largo cabello oscuro con un rápido giro.

-Te caerás y te romperás el cuello...- continuó protestando Marín en un tono asombrado. -¡Aioria! ¡Razona con ella!- Girando en su lugar, la reina apeló a los hombres. -Kardia, tu esposa se va a suicidar!

Las quejas llamaron la atención de Aioria, pero Kardia seguía frunciendo el ceño ante la vegetación circundante y retorciendo distraídamente una ramita entre sus dedos.

-Kardia, ¿estás bien?

La pregunta del rubio fue pronunciada en voz baja, mientras estaba agachado junto al arroyo, recogiendo un poco de agua fría. El lugar había sido abandonado por las demás personas de la comitiva, en favor de que pudieran caminar de un lado a otro y mantener en privado su interacción con su hermano.

-Está tomando demasiado tiempo...- Kardia descartó un trozo de corteza destrozada que había arrancado. -No confío en Shura... NUNCA he confiado en Shura...- La ramita hecha jirones fue arrojada violentamente hacia abajo y el peliazul se dio la vuelta. -Tengo que ir tras Milo yo mismo...

-No tienes idea de a dónde se han ido...- razonó Aioria una vez más, dando vueltas para tratar de captar la atención de su hermano. -Nadie, excepto la mujer de la cocina, los vio irse, y ella no sabe qué dirección tomaron. No ha habido informes de ninguno de ellos en Atenas... Si Milo quisiera que la encontraras, habría hecho una revuelta entre tu gente a estas alturas...

-Shura le ha hecho algo. Lo sé...- Los labios de Kardia se curvaron hacia atrás con disgusto. -Te lo he dicho una y otra vez. Es malvado, hermano. No sé cómo puedes confiar en él para algo...

Era un argumento muy usado a esas alturas. Aioria alargó la mano para tocar el rostro del peliazul.

-¿Niegas que Aioros es un hombre honorable, hermano mío? Él está con Shura.

-La lealtad de Aioros es contigo y con Esparta, Aioria... en ese orden. Su honor no protege a Milo...- Las cejas de Kardia estaban juntas e inclinadas hacia abajo. -Cuando se llevaron a Aioros, descartaste todo para perseguirlo. ¿Por qué no debería hacer yo lo mismo?

-Las circunstancias no son las mismas. Cuando me fui... mi padre estaba en el trono y parecía probable que se quedara allí durante años. Tampoco tenía conexiones personales que me detuvieran...- Aioria hizo un gesto. -Tienes que cuidar Atenas y tienes una nueva esposa...- Una mínima sonrisa tiró de su boca. -...Quién es muy probable que se suicide en los próximos cinco minutos...- Volviéndose, gritó el rey. -¡VIOLATE! ¿Qué crees que estás haciendo?

-Escalada.

Su respuesta fue amortiguada, ya que se dirigió directamente a la cara del acantilado en lugar de volverse hacia los hombres. Una bota blanda resbaló brevemente, antes de encontrar apoyo en una grieta de la altura de dos hombres altos en la pendiente.

-¿Por qué lo haces?

Aioria se acercó, con la cabeza inclinada hacia atrás para mirar a la aguerrida muchacha. Se había subido la sencilla falda y parecía haberse metido el exceso de tela en la cintura. Sus calzas no dejaban nada a la imaginación.

Kardia se unió a su medio hermano al pie del acantilado.

-He escalado esto antes, cuando yo era solo un niño...

Aquel valle en el bosque estaba a solo unas pocas horas de viaje de Atenas. Había sido uno de los retiros favoritos de Kardia cuando era pequeño. Él había sido quien sugirió ese lugar cuando Marín había expresado el deseo de un picnic íntimo sólo con ellos cuatro.

El carro, algunos sirvientes y un pequeño grupo de soldados estaban justo afuera de la arboleda, esperando el final de la salida de placer de las dos parejas reales.

Un fuerte grito de angustia probablemente traería ayuda si la quisieran, pero Violate no parecía estar en peligro.

-¿Quieres seguirla?- Aioria toqueteó la superficie irregular que tenían delante. Ni él ni Kardia usaban armadura restrictiva ese día. -¿Es seguro para ella subir hasta la cima? ¿Qué hay ahí arriba?

Miró hacia arriba.

-Solo más árboles... y agua un poco más rápida, por supuesto...- El fondo de la cascada estrecha era lento y profundo ya que había un estanque en la base para recoger el agua cristalina de la catarata. -Sin embargo, no sé nada de animales...- evadió el peliazul.

-Violate, tal vez deberías volver a bajar...- sugirió el rubio sonriendo. -Puede que no sea seguro allá arriba...

-Estoy bien, sólo quiero ver la parte superior, luego volveré a bajar...

-Subiré con ella.

Kardia movió el cinturón de su espada para que su arma colgara más detrás de él que a su lado. Eliminarlo por completo simplemente no era una opción. Consideró la pared de roca por un segundo antes de estirar la mano y clavar los dedos en un nicho y levantarse del suelo.

-Solo ten cuidado...

Advirtió Aioria antes de alejarse. Caminó hacia atrás hasta llegar a la manta en la que estaba sentada su esposa.

El rey y la reina observaron el ascenso, estremeciéndose ocasionalmente cuando Violate o Kardia parecían tener problemas para mantener el agarre.

Primero Violate desapareció por el precipicio, Kardia la siguió unos momentos después. El sonido de las voces se desvaneció y no se podían distinguir las palabras gracias al constante estruendo de la cascada. Las probabilidades eran que la pareja tampoco escucharía sus voces en sentido contrario.

Marín igual se inclinó para poder mantener la voz baja.

-Trate de no preocuparse, mi señor. Si Kardia fuera a salir corriendo, ya lo habría hecho...

Sacudiendo la cabeza, Aioria miró hacia donde los otros dos habían desaparecido.

-Esto podría volver a atormentarnos más tarde, incluso si Kardia no se escapa... especialmente si Kardia confía en mí y no persigue a Milo... Si Milo muere, gracias a que lo detuve... Kardia nunca lo hará, jamás me perdonará...- Aioria suspiró. -Espero que Shura sepa lo que está haciendo...

-No he pasado mucho tiempo con Shura,- Marín acarició el cabello de su esposo que se escapaba de su mínima  corona. -Aún así, parece terriblemente capaz.

Aioria se enderezó cuando un trozo de tela voló por encima del acantilado y se deslizó hacia abajo, atrapado en los extraños remolinos de aire que creaba la cascada. Estaba de pie y a punto de gritar a los guardias que se demoraban al alcance del oído de su posición, cuando se dio cuenta de qué material era exactamente. El vestido de Violate aterrizó no muy lejos. Un brillante destello de risa cayó en cascada con el agua plateada, sugiriendo que todo estaba más que bien en lo alto del acantilado.

-Siéntate, mi señor... -La voz de Marín sonaba divertida. -Parece que nuestros compañeros tardarán un tiempo. ¿Te importaría compartir algunos melocotones en rodajas conmigo?

Dejando escapar el suspiro de pánico que había aspirado, Aioria dejó que sus piernas se doblaran y se sentó sonriendo al lado de su esposa.


Aioros se paseaba a lo largo de la cámara en la que les habían dicho que esperaran. Cada cierto tiempo se detenía para mirar a través de la puerta y ver si la familia de Lord Krest estaba lista para recibirlos. Todo su cuerpo estaba tenso y el ceño fruncido marcaba su expresión.

-Tal vez puedas obligarme a pasar por esta farsa de una ceremonia de matrimonio...- Milo miró fijamente los dedos de Shura, que estaban envueltos alrededor de su muñeca. -pero no estarás aquí para siempre...

-Niña estúpida...- la sacudió ligeramente, arrastrándola aún más hacia la esquina. Su siseo era bajo, no destinado a ser compartido con Aioros. -¿No comprendes el regalo que te estoy ofreciendo?

-¿REGALO?

La exclamación se interrumpió cuando la muñeca de Milo se torció en señal de advertencia.

-Sí, regalo...- Los ojos de Shura se entrecerraron. Su voz era un simple susurro. -Piénsalo, niña tonta... Si te hubieras quedado en Atenas, nunca serías más que el vergonzoso secreto de Kardia. Él estaba bajo estrictas instrucciones de nunca permitirte alcanzar tu potencial, bajo el riesgo de perder el reino de Atenas.- Milo frunció el ceño ante lo que debió suponer y nunca hizo, pero se mantuvo en silencio. -Aquí en Arcadia nadie te pondrá limitaciones. Eres la hermana del rey para esta gente. No hay mancha en ese título aquí. También serás la esposa de su futuro señor...- Su tono era seductor, provocando las reacciones que quería de Milo. -La esposa de Krest está muerta, la esposa de su heredero es una muchacha común a quién la mayoría de la gente ignora... Seraphina no desea poder al igual que su esposo Degel... Podrías brillar aquí, Milo... Podrías ser la dueña de esta corte y de la gente de esta región si quisieras...

-Bestia engañosa. Este es sólo otro de tus trucos, una telaraña de bonitas mentiras diseñada para mantenerme exiliada en silencio...- Golpeó el agarre de Shura sin éxito. -No tengo ningún deseo de prostituirme sólo para vivir en una prisión adornada con terciopelo...

-Pero eso es todo lo que hacías en Atenas,- razonó el pelinegro, sin ofenderse por su intento de escapar. -El chico con el que te vas a casar es bastante atractivo y también ingenuo en comparación contigo. Será un mero juguete en manos de alguien tan talentoso y experimentado como tú, milady. Serás una princesa criada en la corte, entre granjeros y pescadores. Esta es tu oportunidad para tomar el control de tu propia vida, niña. Este es un lugar donde podrías desarrollar tu potencial...

-Es un truco.- Los ojos de Milo se lanzaron a Aioros, y luego de vuelta otra vez. -No tienes ninguna razón para querer verme feliz...

-Ah, pero ahí es donde te equivocas...- El agarre de Shura sobre ella se alivió. -Tengo todas las razones para querer que encuentres satisfacción en un lugar lejos tanto de Atenas como de Esparta. Por supuesto que podría matarte...- Él sonrió y se estiró para pasar el pulgar por una mejilla lívida. -Pero siento que te lo debo por darme a Aioros...

La mirada del ex demonio se desplazó hacia su amante y sus ojos parecían de fuego.

-¿Y cómo sabes que no convertiré a Arcadia en una amenaza?- Milo probó suerte.

Uno de los hombros de Shura se encogió.

-En primer lugar, no se puede hacer mucho con una provincia llena de granjeros y pescadores en comparación con el poder del imperio...- Volvió toda su atención a la muchacha. -En el segundo... no creas que no estaré viendo tu progreso, niña. Haz lo que quieras de tu vida aquí. Te deseo toda la felicidad...- Shura hizo una pausa. -Pero a la primera señal de una amenaza hacia Aioros, Aioria o Esparta... no mostraré piedad, y he estado cultivando agentes en todas partes...- La mirada de Milo pareció medir a Shura. -Nos quedaremos dos semanas para ver cómo te instalas...- presionó el pelinegro. -Me gustaría llevarme cartas conmigo... una de las cuales debería ser para Kardia de tu parte... asegurándole que estás a salvo y contenta...

Dio un paso atrás, permitiendo a Milo más libertad de movimiento. Metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta, Shura sacó un collar con un hermoso colgante.

-Tenga cuidado con esta baratija, milady. Uno de los bordes de la joya parece estar un poco afilado. Podría sacar sangre lo suficiente como para poner una mancha desagradable en las sábanas nupciales si se pasara por la piel sensible, como el interior de su muslo...- Lo sostuvo en ofrenda. -Hazte un favor y utilízalo con cuidado, porque me decepcionaría enormemente si descubriera que has intentado emplearlo en la garganta del joven Camus...

Milo dejó que la brillante piedra azul colgara de la mano de Shura durante un minuto completo antes de estirarla para arrebatársela.

-¡Es la hora!

La exclamación de Aioros hizo saltar a Milo. Su mirada de expectación preocupada en su dirección fue un pequeño alivio para su orgullo herido. Aioros, al menos, parecía desconfiar de sus acciones incluso si Shura se veía confiado con aires de suficiencia.

-Como tu hermano mayor...- comenzó Shura, -sería lo correcto si tomaras el brazo de Aioros, princesa Milo... Es lo más adecuado que una joven dama de tu posición en la vida, sea escoltada por el Capitán de los ejércitos de Esparta...

La elección estaba en ella si seguir pateando y gritando todo el tiempo, o si debía seguir el juego que sugería Shura. Poniendo a prueba la paciencia de los hombres, Milo se robó otra larga pausa antes de cruzar el piso para aceptar el brazo envuelto en seda y cota de malla de Aioros.

-No estoy prometiendo nada...- le informó a Shura en un tono altivo pero no tan punzante.

-No estoy pidiendo una promesa, princesa, simplemente que consideres todas tus opciones...

Shura se colocó detrás de los medio hermanos. Aioros miró de uno a otro confundido, pero cuando un sirviente abrió la puerta de un tirón ante ellos, su expresión se quedó en blanco. Años de vida en la corte lo habían entrenado para no revelar nada, siquiera sus miedos o dudas frente a una audiencia.

















































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