29- Entrega de amor... el inicio de una venganza...

Shura llevó a Aioros a la trastienda de la herrería.

El herrero debió haber sido enviado a otro lugar durante la extensión de su visita. También parecía como si el alojamiento habitual del herrero se hubiera visto reforzado por unas mantas afelpadas y una lámpara de aceite.

La habitación era pequeña, pero el nido de mantas y almohadas parecía bastante cómodo. Colgaron sus armas en ganchos junto a la puerta y colocaron sus armaduras y abrigos sobre la única silla de la habitación.

Sus botas fueron arrojadas a las sombras.

Shura, desnudo de sus ropas mundanas hasta quedar sólo con la ropa interior y las calzas, acomodó al castaño en su cama improvisada.

-Recuéstate, amor... Relájate...

Murmuró suavemente mientras se arrodillaba a su lado.

-...cierra los ojos y déjame tocarte... Déjame mostrarte cuánto te amo...

Suspirando, Aioros volvió a hundirse en las mantas, pero sus ojos permanecieron abiertos y fijos en su amante.

La tenue iluminación de la única lámpara podría no ser mucha, pero era suficiente para él.

Extendiéndose, las yemas de los dedos del pelinegro comenzaron a trazar el hermoso rostro. El toque se deslizó por la frente de Aioros y luego hacia abajo, para rodear los tristes ojos azules.

Al darse cuenta de que los ojos de su amante iban a permanecer abiertos, Shura encontró su mirada y la sostuvo mientras su pulgar acariciaba la línea de la nariz contraria.

El pelinegro trazó un mapa de los labios, las mejillas y la mandíbula de su amante, siguiendo las líneas cuidadosamente recortadas del fino bigote y la suave barba de Aioros.

-Eres tan bello... perfecto...

El dorso de los dedos dibujó una línea de una oreja a la otra, dibujando la curva de cada oreja a su vez.

-Una verdadera obra de arte...

El toque de Shura descendió por la barbilla del castaño para seguir la línea de su garganta hasta que pudo sumergir los dedos en el cuello abierto de la camisa, para acariciar la tierna piel.

Exhalando, siseando, Aioros se arqueó ante el toque. Comenzó a estirarse, solo para que su muñeca quedara atrapada y presionada firmemente contra las sábanas.

-Déjame por favor... Confía en mí...

Shura se movió para quedar sentado a horcajadas sobre Aioros.

La presión de su toque aumentó luego que la capa de tela delgada que separaba sus dedos del pecho fuera corrida sin preámbulos. Pulgares callosos encontraron y rodaron contra pezones que se endurecieron con el contacto.

Riendo ante la ansiosa respuesta, Shura tiró del lazo que mantenía cerrada la parte superior de la camisa del castaño. Deslizando su mano bajo la tela suelta, acarició los pezones de Aioros.

-Shura...

Aioros se estremeció, retorciéndose bajo la lenta seducción.

-Ayúdame a quitarte esto...

Permitió al pelinegro, tirando de la camisa pálida, la que fue arrancada y arrojada a un lado en dos movimientos elegantes, y luego, una vez más, Aioros se encontró presionado hacia abajo por manos firmes.

La mirada hambrienta del pelinegro recorrió el pecho y el estómago expuestos de su amante. La mata de cabello castaño brillaba a la cálida luz de la lámpara y Shura se tomó un momento para trazar la línea de cabello escaso hasta donde se espesaba un poco justo en la cintura, pero luego sus dedos volvieron a subir.

La definición de músculos que se había suavizado durante el tiempo de Aioros en el Istmo, estaba de vuelta una vez más. Sus músculos se habían tensado nuevamente por los combates diarios de trabajo con la espada y la actividad constante.

La piel se estremeció bajo los ligeros toques y el pecho de Aioros se elevaba con respiraciones rápidas y superficiales.

-Podría pasar días enteros mirándote, amor...

Shura rió suavemente.

-Pasé días haciendo eso en el Istmo... Tan fuerte por fuera y tan frágil por dentro...

Pasó a los brazos del castaño, masajeó sus bíceps y luego levantó cada brazo, uno a la vez, para poder lamer la piel desde el codo hasta la muñeca.

-Déjalos así...

Pidió Shura, mientras colocaba los brazos junto a su cabeza. La pose hizo que el pecho de Aioros se destacara aún más.

Las manos de Shura recorrieron el pecho, el estómago y los lados del cuerpo debajo suyo con adoración. La piel se estremeció y los pelos se erizaron a medida que la estimulación se hizo más intensa.

Cuando ambas manos del pelinegro bajaron cerca de las caderas de Aioros, este gimió y levantó las caderas de las sábanas a modo de invitación.

-Todavía no, mi luz...

Agachándose sobre él, Shura pudo sujetarlo, mientras que al mismo tiempo, se aplastaba contra su amante. Sólo soltó un suspiro de advertencia y se inclinó para poder tirar de un pezón mientras sus dedos tiraban del otro.

-Shura, oh... Shura...

La cabeza de Aioros se sacudió y gimió, pero sus brazos permanecieron donde estaban presionados.

Cuando la boca y la mano del pelinegro cambiaron de lugar, su barbilla barbuda se arrastró sobre la piel sensibilizada. La mano libre de Shura se deslizó sobre el estómago tembloroso del castaño para jugar con su ombligo.

-Shhhh... estás temblando demasiado...

Una sonrisa depredadora tiró de los labios de Shura. Sentado, se bajó y se movió, instando a su amante a sentarse para poder deslizarse detrás de él.

-Cálmate amor, o se acabará antes de empezar...

-¡Estás bromeando!

La acusación fue pronunciada en voz baja.

-Sí, lo estoy...

Shura se quitó la camiseta por sobre la cabeza y la arrojó a un lado, queriendo estar piel con piel.

-Y te encanta...

Un beso rozó un hombro, luego los dedos de Shura se hundieron y comenzó a masajear los músculos tensos.

-Nunca debes dudar de mí, amor. No debes dudar de lo que eres para mí...

Shura le hablaba a la nuca del castaño, queriendo grabar las palabras directamente en su piel.

-Te amo con todo lo que soy...

Sus brazos serpentearon alrededor de las costillas de Aioros para que sus manos pudieran frotar el pecho de su amante una vez más.

Cada aliento que el castaño tomaba podía ser sentido por ambos. La piel caliente se volvió abrasadora por el contacto. Shura esparció besos sobre la nuca de su amado y lamió los lóbulos de sus orejas.

Cuando el temblor de Aioros se volvió demasiado intenso para contenerlo, Shura se apartó lentamente de él.

-Acuéstate... vamos... ahora, mi luz...

Manos acariciadoras relajaron al otro hombre una vez más. Retrocediendo solo por un momento, Shura se quitó los pantalones, sabiendo lo que la vista de su cuerpo desnudo le haría a Aioros.

-Eres tan hermoso... Déjame cuidarte. Déjame mostrarte lo que significas para mí. Quédate quieto para mí...

Usando sus manos y boca, el pelinegro presionó al castaño, amasando su pecho y costillas, jugueteando con sus pezones y ombligo.

Las manos de Aioros se apretaron, recogiendo puñados de manta. Su respiración estaba áspera en su garganta y un escalofrío constante sacudía su cuerpo, que inconscientemente se arqueaba hacia Shura.

Cualquier pensamiento que pudiera haberlo atormentado había huido ante el ataque de esa sensación puramente física.

Cuando una mano cubrió la entrepierna de Aioros, no pudo contener el grito que salió de su garganta.

-¡SÍ POR FAVOR!

Los dedos presionaron, trazando el contorno del miembro duro del castaño a través del material de sus calzas. Shura se inclinó para susurrarle al oído a su amante al mismo tiempo que frotaba la tela tirante.

-Vamos a sacarte esto antes de que los ensucies, amor...

Enganchando los dedos, Shura comenzó a bajar las calzas de las caderas de Aioros, exponiéndolo lentamente al aire cálido.

-Están terriblemente apretados por alguna razón. ¿Te darás la vuelta para mí?

El pelinegro tiró de la tela. Obedeciendo ansiosamente, se retorció. Sus manos empujaron, ayudando a bajar las tercas polainas.

-Tómame...

La oferta fue sin aliento. Apretando las rodillas, Aioros se ofreció tan pronto como la tela estuvo fuera de sus tobillos.

-No todavía...

El tono de Shura era calmo incluso cuando sus manos acariciaron el interior de las piernas de su amante. Las pantorrillas duras y los muslos suaves temblaban con anticipación bajo los dedos expertos del ex demonio, pero aun así sus manos simplemente recorrían arriba y abajo las piernas sin otra intención aparente.

-¿Cuándo?

La pregunta era medio un sollozo.

-No mientras estés tan tenso...

La voz de Shura sonó áspera, finalmente comenzando a mostrar intención. Lentamente, sus dedos recorrieron y rodearon el trasero de Aioros, clavándose en la piel pálida.

Los glúteos se separaron y el dedo índice del pelinegro se hundió para acariciar suavemente hacia abajo.

-¡POR FAVOR!

Shura le dio un beso en la curva y lo soltó. Arrastrándose hacia arriba hasta que pudo susurrar directamente al oído de Aioros, murmuró:

-Tú primero. Date la vuelta, amor...

Gruñendo, el castaño se movió, retorciéndose contra las mantas. Su erección era oscura y la punta brillaba en la penumbra.

Con una sonrisa maliciosa, atacó el pecho del muchacho una vez más, lamiendo y acariciando sus pezones y estómago.

Aioros gimió y su pene latía al ritmo de los latidos de su corazón. Las manos recorrieron el estómago y bajaron más allá del eje duro hasta sus muslos.

Shura evitó deliberadamente tocar la erección de su amante, acariciando la piel que la rodeaba. Dejó que sus dedos se sumergieran para acariciar la piel tensa de los testículos, sonriendo ante el ruido que provocó.

-Hueles maravilloso...

Shura rozó su mandíbula contra la carne tensa, atormentando la punta goteante con su mejilla barbuda.

-Dime lo que quieres, Aioros.

Sus labios casi tocaron la piel mientras hablaba. Las uñas roma de Shura jugueteaban con el cabello castaño oscuro rizado y la piel acalorada.

-Dime lo que quieres que haga, y lo haré...

-Tómame

-¿Estás seguro de que eso es lo que quieres, amor?

El labio inferior del pelinegro presionó justo debajo de la punta acampanada del miembro de Aioros, provocando un gemido de excitación.

-Lo que quieras... ¡sólo hazlo!

-No.

La negación en la voz de Shura era firme.

-¿Qué quieres?

-Yo... yo sólo...

Las caderas de Aioros rodaron. En un movimiento casi vicioso, se agachó, cogió un mechón de pelo oscuro y sedoso y tiró.

-Chúpame, sólo sécame...

Asintiendo, el pelinegro extendió la mano y agarró suavemente la erección para mantenerla firme. Gotas de líquido se derramaban y goteaban. Con su pulgar, frotó la superficie resbaladiza sobre y alrededor de la cabeza del miembro de Aioros.

-¡OH SI!

La mano en el cabello de Shura se tensó dolorosamente.

Primero con las manos y luego con la boca, el pelinegro se dispuso a adorar el duro eje que tenía delante. Los dedos lo rodearon con firmeza, acariciando arriba y abajo. Su lengua recorrió en una larga raya desde la base hasta la punta.

La carne se volvió resbaladiza bajo las atenciones del pelinegro y Aioros se estremeció.

La mirada de Shura se levantó, observó el rostro de su amante mientras sus dedos y labios jugaban, las manos aferradas a caderas torcidas y piel ardiente.

El juego continuó hasta que comenzó a mostrarse una verdadera tensión y las súplicas de Aioros se hicieron más duras.

-Solo un poco más, mi luz...

Le susurró, trepando por el cuerpo que se retorcía debajo de él. Permaneció boca abajo el tiempo suficiente para robar un beso escrutador de los labios de su pareja, luego se incorporó de un empujón para quedar de rodillas.

Estirándose detrás de sí mismo, una de las manos mojadas de Shura capturó la tensa erección del castaño. Les tomó varios momentos dolorosamente largos cambiar y alinear las cosas, pero una vez que encontraron la posición, ambos lo supieron.

Aioros siseó, levantando las manos para agarrar las caderas del pelinegro, quién tuvo que moverse lentamente.

Tan resbaladizo como estaba el miembro del castaño, su propio cuerpo todavía no estaba preparado para la extraña intrusión, y cada centímetro parcial tenía que ser tomado con cuidado.

Ambos estaban cubiertos de sudor y temblaban cuando al fin Shura se acomodó contra el cuerpo de Aioros.

-No te muevas...

Advirtió el castaño con voz débil. Su mano temblorosa se elevó hacia el miembro semiduro de su amante y comenzó a masturbarlo.

Con un gruñido, Shura cayó hacia adelante, sus manos aterrizaron a ambos lados de la cabeza de Aioros. Los ojos verdes ardientes buscaron el azul cielo.

-Te quiero...

Cada palabra fue como una mordida.

Aioros jadeó, incapaz de manejar las palabras mientras el cuerpo de Shura se balanceaba ligeramente sobre él. Tembló en reacción, empuñando el miembro con más fuerza a medida que crecía dentro de su mano.

Las palabras podrían estar fuera de su alcance, pero con toda la fuerza de voluntad que poseía, Aioros trató de sostener la mirada ardiente del ex demonio.

Sus cuerpos se unieron, retozando y se tensaron durante lo que parecieron horas. Sólo cuando finalmente se acercaba al orgasmo, la mirada vaciló.

Shura se sumergió para bloquear bocas en lugar de ojos. Mientras sus cuerpos chocaban uno contra el otro, estremeciéndose hasta completarse, el pelinegro devoró a Aioros.

Si hubiera podido succionar el alma de su amante a través de sus labios en ese momento, lo habría hecho.

El beso se rompió de mala gana, permitiéndoles a ambos jadear por aire, cuando al fin la ansiada liberación llegó con la fuerza de un tornado. Sostenido por los codos, Shura desenredó su cuerpo del de Aioros con cuidado, antes de dejarse caer.

-Nunca dudes de mí, amor. Duda de las estrellas en el cielo o del progreso de las estaciones... pero nunca dudes de mí. Yo... lo que soy ahora... te amo por quién eres ahora... no te amo por haber bebido de Káiser, te amo porque me enseñaste a hacerlo, porque hice el amor por primera vez cuando te conocí, porque diste luz a mi vida oscura y, sin importar quién era, me amaste a mí, demonio en su momento, mortal ahora... yo te amo como a nada y no necesito recuerdos de nadie para saber que eres lo más importante de mi vida...

Un beso cansado rozó la sien de Aioros.

-Te amo...

Suspirando, el castaño dejó que su cuerpo rodara, un brazo cubrió a Shura y tiró de él con fuerza, sin importarle el sudor o cualquier otro lío que pudiera haber entre ellos.


Siendo una extraña mezcla de tradiciones de dos culturas diferentes, la ceremonia de la boda fue bastante más larga de lo que sería si se hiciera con personas del mismo reino.

La parte de Shura en la ceremonia consistía en escoltar a Violate y Berenice al gran salón del palacio. Como representante de los ancianos de su 'tribu', Shura fue quien le pasó la mano de Violate a Aioria, quién, como rey, era el líder de la tribu de Kardia.

Casi todos los que estaban preocupados por el ex demonio, se quedaron atrapados en su lugar durante al menos otra media hora.

Aioros estaba de pie como guardia ceremonial. La pequeña Berenice ahora estaba sentada a un lado con Marín y sus damas.

Aioria estaba empezando a unir las muñecas de Kardia y Violate. Era el mejor momento posible para que Shura se desvaneciera de la reunión y se ocupara de otros asuntos.

Con la mayoría de los habitantes del Salón Dorado concentrando su atención en la boda, los confines de la estructura en expansión estaban inquietantemente desiertos.

Caminando con cuidado para evitar que el sonido de los pasos lo delatara, el pelinegro se dirigió hacia las recámaras reservadas para la familia real.

No pudo evitar fruncir el ceño y que se le estrujara su ahora latente corazón, al darse cuenta de que estaba volviendo sobre el camino exacto que Káiser había tomado hacía casi diez años, uno que terminó con la destrucción de la inocencia de Aioros.

La puerta de la suite principal se abrió sin hacer ruido. Giró hacia adentro, revelando una habitación que era bastante diferente a los recuerdos que el demonio había recibido de Káiser.

Por supuesto que Kardia había hecho cambios. Su última impresión de ese lugar habría sido tan horrible como la de Aioros. La madre de Kardia y Milo había muerto en esa habitación. Tenía sentido que el joven peliazul reemplazara especialmente la cama.

Shura comenzó con la cama y se abrió camino hacia afuera, prestando especial atención a las decoraciones temporales de la boda.

El camisón que había sido preparado para Violate tuvo que ser arrojado a la chimenea. El hormigueo en sus dedos le sugirió a Shura que algo vil había sido rociado sobre el material puro.

Fue necesario mover algunas velas para evitar incendios cuando se quemaran en unas pocas horas.

Shura también recogió la jarra abierta de vino endulzado y las copas que esperaban. Ambas eran tentaciones demasiado obvias para ser manipuladas.

Cargando la jarra y las tazas, Shura salió de la suite de Kardia.

Aunque en realidad no había visitado allí antes, el ex demonio sabía dónde estaban las habitaciones de Milo. Fue sólo un corto paseo por el pasillo desde las habitaciones de su hermano.

Se rumoreaba que Milo había pasado muy poco tiempo en su propia suite.

Shura se sorprendió de que no acabaran de abrir una puerta en la pared que compartían.

La sala de estar de la habitación de Milo estaba desierta. No fue hasta que Shura entró como un fantasma en su habitación que encontró alguna señal de vida.

Una sirvienta bastante joven estaba sentada en el suelo junto a la chimenea vacía, con los brazos alrededor de las rodillas.

Milo estaba con las piernas cruzadas en su cama en medio de una colección de pergaminos dispersos y varios libros pesados.

La niña chilló sorprendida, lo que provocó que Milo levantara la vista de sus estudios.

-Casi esperaba que vinieras a golpear mi puerta anoche...

Los labios de la pelimorada formaron una sonrisa.

-Pero supongo que llevar a Aioros a la cama y darte el gusto fue más divertido que apresurarte a defender su honor bastante empañado.

-No estoy aquí por él...

Shura cruzó la habitación y se acomodó en la cama de la joven sin dudarlo.

-Pensé que podrías sentirte abandonada, tal vez te gustaría compartir un trago conmigo...

Una de las copas que había tomado de la habitación de Kardia se ofreció con una sonrisa.

Un parpadeo lento precedió a la respuesta de Milo.

-No tengo sed, gracias, pero siéntete libre de tomar un trago...

Casi distraídamente, comenzó a recoger y apilar los papeles sueltos esparcidos sobre su edredón.

Agarrando el que ella estaba buscando, Shura miró por encima de la escritura arácnida que lo cubría. Era una historia de la época en que uno de los reyes de Esparta entregó por primera vez Atenas a sus antepasados.

Descartando esa hoja, Shura recogió otra. Parecía como si estuviera investigando las leyes y costumbres más antiguas de su reino, si estos eran buenos ejemplos de sus intereses.

-Se ha sugerido...

El pelinegro se echó hacia atrás, dejándose reclinar en la cama de Milo.

-... que un tercer matrimonio por tratado ayudaría inmensamente a las cosas...

Él sonrió.

-¿Alguna vez has oído hablar de Arcadia? Es un lugar encantador, muy tranquilo... bastante pastoral. Krest, el señor de allí... está buscando esposa para su nieto...

Eso llamó su atención. Milo se enderezó, los ojos llameantes.

-¡Kardia nunca lo permitiría!

Shura se encogió de hombros.

-No ahora, tal vez ni siquiera dentro del próximo año si se lo pidieran, pero puedo ver que sucederá poco después de eso... una vez que Violate tenga un hijo...

Su tono era ligero.

-Una cosa es tratar de envenenar a Violate, pero sospecho que una vez que llegue el primer bebé, la tolerancia de Kardia disminuirá con respecto al tipo de juegos que podrías tener, mucho menos de tu tentación de jugar con su preciosa descendencia.

El nieto de Krest es joven, acaba de cumplir dieciséis años. Él podría esperar un año o unos pocos si fuera necesario... si eso significara conseguir a la hermana del rey, aunque actualmente estés en un estado de desaprobación.

Aioria podría incluso estar dispuesto a volver a reconocerte formalmente... una vez que estés en el otro lado del imperio y él sepa que no tiene que mirarte nunca más...

Negando con la cabeza, Milo le frunció el ceño.

-Kardia me ama. No hay nada que la mujer que trajiste aquí pueda hacer para cambiar lo que hay entre él y yo. Será una yegua de cría, nada más.

-Tenía muchas ganas de que todo llegara el próximo año...

Dijo Shura en voz baja.

-Habría sido bastante divertido, la forma en que lentamente te volvieras menos y menos importante a medida que avanzara cada semana. Te imaginé rechinando los dientes y tirando de tu propio cabello con frustración cuando te dieras cuenta de que estabas perdiendo el control sobre Kardia. Yo ya tenía a alguien en el lugar que prometió enviarme descripciones de tus frenéticos intentos de conservar el favor de tu hermano...

Las copas vacías fueron arrojadas a un lado y Shura dejó que el vino cayera al suelo y se derramara sobre la madera reluciente.

-...Es el mismo que te ha estado dando bloqueadores durante el último año para asegurarse de que no concibieras un hijo de Kardia...

Trepando sobre sus manos y rodillas, Shura se arrastró sobre la cama.

-Pero me estás obligando a cambiar mis planes, pequeña niña...

Milo, con los ojos muy abiertos, se retiró a la cabecera, solo para encontrarse atrapada en su lugar un momento después.

-No te tengo miedo...

Soltó la mentira obvia.

-Cualquier cosa que me hagas... es solo una prueba de que soy importante... y que tienes que lidiar conmigo porque Aioros y Aioria son demasiado débiles para hacerlo ellos mismos...

-Podría matarte...

Shura levantó la mano para tocar una mata de cabello morado que había caído sobre sus ojos.

-Pero en este momento, tu asesinato complicaría las cosas entre Kardia y Aioria.

Él frunció el ceño.

-Pensé en arrancarte la lengua o dejarte ciega... en parte por lo divertido que sería...

El pecho de Milo se elevó mientras recogía el aliento para gritar.

-Shhh...

Dos dedos en sus labios se anticiparon a esa reacción.

-Ese es el tipo de cosa que me hace favorecer la idea de silenciarte para siempre. No me tientes, niña, o te sacaré la lengua antes de que alguien pueda llegar a esta habitación...

Se desinfló con un pequeño escalofrío que se hizo más intenso cuando Shura levantó la mano y la colocó contra su garganta.

-Por mucho que me moleste admitirlo... tú, mi querida princesa, requieres mi atención. Tan divertido como sería, esperar a verte desaparecer, es una política demasiado peligrosa...

Shura presionó suavemente, observando cuidadosamente el pánico que brotaba de las facciones de la muchacha.

-Creo que lo mejor para todos los involucrados es si eliges este momento para huir de casa en un ataque de temperamento infantil...

Todavía manteniendo la presión constante, esperando que Milo se desmayara, Shura volvió la cara para mirar a la aterrorizada sirvienta.

-Reúna todo lo que su señora pueda necesitar para un viaje de varias semanas... rápido ahora, o su pequeño cuello será el próximo que apriete...

































































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