27- Boda real, futuro heredero y prometida en camino
La boda del rey de Esparta había transcurrido con total normalidad, siguiendo las bases de costumbres antiguas, donde resaltaba más la política e intereses personales que los sentimientos.
Ambos contrayentes se habían mostrado de acuerdo a las circunstancias, Aioria dando la imagen que el reino necesitaba ver.
Un joven soberano tomando una digna reina para dar herederos, un rey que borraría los estragos que el fallecido tirano había sellado a fuego en todo sentido.
Una hermosa reina que sonreía dulcemente mientras su mirada se desviaba cada tanto hacia donde se encontraba el capitán del ejército del reino.
Eran todo lo que necesitaban ser, más no lo que ellos deseaban.
Aioros y Shura habían estado al lado del monarca en todo momento, siendo un frente unido de lazos fraternales y amistad que no dudarían en defender y apoyar al rey en lo que fuera necesario.
Todo el camino desde el salón principal hasta la suite real estaba cubierto de flores. Algunos de los pétalos blancos aterciopelados habían caído de la corona, la cola del vestido o el ramo de flores que llevaba Marín, pero el resto había sido esparcido a propósito por las niñas y damas que componían la corte de la nueva reina.
Aioria se había demorado en seguir el sendero florido tanto tiempo como era socialmente aceptable, pero no podía posponerlo más.
Cuando Gestalt se movió para pararse en el arco y golpeó su pie con impaciencia, el rey supo que era hora de seguir a las mujeres escaleras arriba.
Todo un séquito de damas había acompañado a la reina a la suite, pero Aioria sólo tenía tres acompañantes.
Gestalt caminó adelante con uno de los viejos ministros del reino. Los dos estaban de pie como testigos como representantes del consejo y el imperio.
Aioros era una presencia reconfortante al lado del recién casado. Era el testigo representante de los ejércitos reales.
-Sé que tienen que estar aquí...
Suspiró Aioria, manteniendo su voz en un susurro bajo.
-Pero no están ayudando a sofocar este deseo que siento de huir a los establos y de allí, a las afueras de la ciudad...
-Sólo trata de ignorarlos por ahora y concéntrate en la tarea en cuestión, Aio. Hay una franja de tela sobre la cama aproximadamente al nivel de la cintura...
Aioros mantuvo su propio tono suave.
-Ellos... nosotros estaremos fuera de la sala de estar cuando salgas y se lo darás... nos lo darás... Yo también estaré allí... Viene con mi posición. Aio, tiene que estar manchado de sangre o habrá problemas...
Reduciendo un poco su paso, Aioros hizo que se alejaran un poco de los nobles.
-Si no sangra cuando la tomas, o no hay mucha sangre... córtate la mano y frótala en la tela si quieres quedarte con Marín. La tela tendrá que colgarse en el pasillo por todos a ver...
Aioria maldijo las tradiciones arcaicas y se miró los pies.
-Esto es barbárico!
-Padre hizo flamear las sábanas sobre las que acostó a mamá desde los postes junto a la puerta de su tienda. Ella me lo contó...
El castaño inclinó la cabeza e hizo un gesto para indicar lo cerca que estaban de la suite real.
-¿Puedes hacer esto?
-No lo sé. Supongo que tendré que hacerlo, ¿no?
Gestalt y el ministro mantenían abiertas las puertas de la suite real. Una avalancha de mujeres brotó un momento después, murmurando con algarabía que la reina esperaba feliz a su esposo.
-Déjame actuar como tu ayuda de cámara, Aio... Te ayudaré a quitarte el atuendo y te prepararé para ir a la cama. Se supone que debe ser alguien en quien puedas confiar para ver a Marín medio desnuda, alguien como su hermano... pero si me dejas...
Asintiendo con vehemencia, Aioria se puso en movimiento una vez más, liderando el camino esta vez.
Los señores los siguieron y cerraron las puertas detrás de ellos.
Cuando Gestalt se movió como si fuera a seguir a Aioria hacia el interior de la suite, el castaño le indicó que se fuera.
-Yo voy con él...
-Aioros, no lo sugiero...
Gestalt frunció el ceño, luciendo incómodo.
-Será mejor que te mantengas alejado de la nueva reina esta noche. Ella...
Hizo una mueca.
-Marín te quiere demasiado, primo. Lo ha hecho desde que era una niña pequeña. Tal vez debería ser yo quién ayude a Aioria.
-Cerraré las cortinas de la cama a su alrededor...
Se comprometió el rubio.
-Aioros va a venir a ayudarme a quitarme toda esta maldita frivolidad que tuve que usar para la ceremonia.
El vestuario de la boda tenía una intrincada decoración, una mezcla excesivamente elaborada de blanco, oro y verde, de cuatro capas de espesor. Ninguno de los nobles que formaban parte del ritual central podrían ayudarlo a desvestirse.
Aioria puso fin al desacuerdo simplemente alejándose. El castaño sonrió fugazmente y siguió a su hermano al dormitorio.
Cerró la puerta entre ellos y la habitación exterior, deslizando el pestillo en su lugar por si acaso.
Gestalt y el ministro podrían estar molestos por la barrera, especialmente si Aioros se demoraba demasiado en el dormitorio, pero ninguno de ellos compartiría la historia de la transgresión más allá de esas paredes.
A Gestalt incluso le gustaría pensar que un hijo de Aioros vendría de la consumación de esa noche en lugar del de Aioria, aunque nunca hablaría de ello en voz alta.
-¿Mi señor?
Marín se sentó en el borde de la cama agarrando una bata blanca transparente y espumosa sobre sí misma.
-¿Mis señores?
Corrigió, con los ojos muy abiertos cuando se dio cuenta de que los dos hermanos estaban en la habitación.
-Dame sólo unos momentos, por favor...
El rey se acercó e instó a su nueva esposa a sentarse en el colchón, tiró de las pesadas cortinas que rodeaban la cama para cerrarlas herméticamente.
Aioros caminó por la habitación, apagando la mayoría de las velas. Dejó solo un grupo de ellas ardiendo cerca de la cabecera de la cama.
No dejaba mucha luz para desvestir a Aioria, pero las sombras eran sus amigas teniendo en cuenta que Marín podía asomarse fácilmente entre las pesadas cortinas de terciopelo si sentía la necesidad.
-Por aquí, Aio...
Llamó Aioros en voz baja desde el rincón más alejado de la habitación donde se hallaba la cama.
Parpadeando para ajustar sus ojos, el menor siguió la voz de su hermano hacia la densa penumbra cerca de uno de los armarios altos.
-Botas primero...
Aioria sintió que el castaño se arrodillaba ante él, en lugar de verlo. Cuando unas manos fuertes agarraron su pierna, el rubio extendió la mano para sujetarse.
Una mano agarró el armario, la otra se acomodó en el suave cabello de Aioros. Se quedó sin aliento cuando las manos de su hermano se pusieron a trabajar.
-¿Dónde está Shura? No lo he visto en horas...
-Está merodeando por las habitaciones de invitados mientras todos están en la celebración...
El susurro entrecortado de Aioros era difícil de escuchar.
-Supongo que estará revisando la suite de Gestalt ahora mismo, ya que él estará atrapado aquí hasta que saques la sábana.
Aioria se habría reído entre dientes si hubiera tenido algo de aliento, pero la calidad claramente sexual del toque del castaño lo estaba poniendo nervioso más allá de las palabras.
-Shura está preocupado de que puedas tener problemas con todo esto. Él es quien me detalló las costumbres...
Las dos botas del rey se apartaron, pero Aioros no se levantó. Todavía de rodillas, levantó la mano y se dispuso a liberar a su menor de su cinturón y la espada.
Su voz continuó en un susurro dolorosamente silencioso:
-Me sugirió que hiciera lo que fuera necesario para prepararte para el lecho matrimonial...
Los dedos acariciaban al pasar mientras le quitaban el cinturón a la demasiada complicada vestimenta.
-Aioros...
Aioria pronunció el nombre como un grito ahogado cuando éste se levantó, la longitud total de sus cuerpos se deslizaron juntas mientras se ponía de pie.
-Ella te aceptaría en la cama... si la quisieras...
-Yo no...
El castaño se estiró y aflojó los lazos ocultos bajo la faja del hombro del rubio.
-Tienes más experiencia que yo con este tipo de cosas, pequeño... Nunca he tenido una mujer. No espero tenerla ahora...
Su aliento alborotó el cabello rubio, delimitado por la corona.
-No quiero... No quiero a nadie más que a Shura... y a ti...
Aioria reprimió un gemido.
-En silencio, amor...
El mayor le rozó un beso en la mejilla antes de volver a la tarea de despojar al rey de todas las complejas prendas que vestía. Gradualmente, la piel desnuda comenzó a aparecer debajo del atuendo en capas.
Más besos pulularon sobre cada trozo de piel, escondidos dentro de las acciones de quitarle la ropa.
Temblando, Aioria luchaba por mantenerse quieto y en silencio bajo la provocación prolongada.
-Tengo que dejar la puerta abierta cuando me vaya para que los demás puedan presenciar la consumación. Intenta que ella haga algún tipo de ruido si puedes...
-Esto es... bárbaro... horroroso...
-Hace sólo unas pocas generaciones, podían entrar y observar...
Le informó Aioros.
-Piensa en todo lo que se detalla en los papeles que tú y Gestalt firmaron, luego considera cuánto más complejo habría sido si él fuera de un país vecino en lugar de tu vasallo...
La última de las camisas de Aioria finalmente se levantó. Suaves dedos recorrieron la columna vertebral del menor y la boca de Aioros presionó la nuca, erizado todo su vello.
Cerrando los ojos, Aioria se arqueó hacia el contacto.
-Podrías quedarte aquí y mirar si quisieras...
-No, amor... Si sale un heredero de lo que suceda esta noche, el ministro no debe tener ninguna duda de que es tuyo... y no mío...
Unos dedos se deslizaron dentro de la cintura del rey y la deslizaron cuidadosamente hacia abajo. Labios justo en la oreja de su hermano menor, susurró.
-¿Quieres que yo...
Presionó su mano más adentro de las calzas de Aioria y envolvió su mano alrededor de la erección que encontró allí. Los dedos le hacían cosquillas, acariciando ligeramente.
Tuvo que agarrar la mano del castaño y detener la acción.
-No duraré si lo haces y luego ¿qué?
Su sonrisa era amarga. El mayor asintió y, quedándose detrás de él, se arrodilló para ayudar a Aioria a quitarse los pantalones.
Levantándose, Aioros estaba a punto de retirarse cuando el rubio agarró la parte delantera de su camisa y lo arrastró en un beso apropiado.
-Desearía ser alguien más, además del rey de Esparta...
Murmuró Aioria.
-Desearía, por todo lo sagrado, ser Shura en lugar de ser yo mismo. Te amo...
-Yo también te amo... no lo dudes nunca...
Susurró, y con un último golpecito de su mano sobre la mejilla del rey, Aioros se acercó como un fantasma a la puerta, la abrió de par en par y desapareció en el resplandor de la luz de la habitación exterior.
-No es algo que esperaba ver...
Comentó Aioria mientras se dejaba caer para sentarse con las piernas cruzadas en la hierba junto a Shura.
La luz se estaba desvaneciendo en el cielo y el olor de la comida recién cocinada flotaba sobre el campamento recién erigido.
No muy lejos, las damas de Marín estaban ocupadas, intentando crear un lugar lo suficientemente cómodo para que la reina descansara.
En el borde mismo de la colección de carretas, caballos y personas, Aioros estaba entrenando alegremente con la última incorporación a la corte, mientras el pelinegro observaba.
El compañero de entrenamiento del castaño tenía un estilo diferente a cualquier soldado de Esparta y en realidad estaba probando las habilidades recientemente recuperadas de Aioros para igualarlo.
La técnica compartía algunos elementos con los golpes giratorios y las acciones audaces de Shura, pero era menos extravagante. Los pasos eran más defensivos que agresivos.
-Los argivos son combatientes de escaramuzas. Guardabosques y cazadores en lugar de soldados...
Comentó Shura mientras afilaba su propia espada con golpes largos y constantes.
-Yo crecí en la Acrópolis de Argos, en Larisa, y allí se acostumbra a luchar a la defensiva... solos o en grupos muy pequeños cuando surge la necesidad...
Observaba el combate con una sonrisa jugando en la comisura de su boca. Aparte de la prueba temporal de que el pelinegro y Aioros se habían extrañado mientras Shura había ido a buscar a la novia de Kardia, ese viaje parecía haber hecho maravillas en el ex demonio.
El lado oscuro estaba fuera de su sistema, de su temperamento y estaba mucho más cómodo consigo mismo como un hombre normal de lo que había estado cuando dejó Esparta para viajar al norte.
-¡Atrápalo, mamá!
Berenice gritó animándola mientras saltaba arriba y abajo al otro lado de Shura.
La pequeña niña sabía lo suficiente como para mantenerse fuera del alcance de las espadas centelleantes, pero no podía mantenerse completamente inmóvil.
Tanto Aioros como la mujer con la que estaba peleando estaban sonriendo salvajemente, pero era de uno para el otro y no para su audiencia.
Ni Violate ni el castaño estaban dispuestos a dejar que su atención se desviara por temor a perder terreno en el simulacro de batalla.
Fue un cambio sorprendente desde la primera vez que probaron las habilidades del otro. Aioros ya no se contenía por temor a lastimar a la prometida de Kardia y Violate había perdido toda la timidez que había sentido cuando Shura la llevó por primera vez a Esparta.
-Lo juro...
Aioros resopló las palabras entre golpes.
-Si hubiera más mujeres como tú, vería un buen punto en tenerlas cerca...
Riéndose por el cumplido ambiguo, Violate se agachó y golpeó juguetonamente la ingle del castaño para que saltara lejos de ella.
-No es que cualquier mujer con el sentido común de un caballo se molestaría en perder el tiempo con gente como tú...
Le espetó ella.
-Cuide sus pies, capitán. Hay agujeros de ardillas detrás de usted...
-Entonces será mejor...
El ataque de Aioros se volvió más agresivo, lo que obligó a la muchacha a retirarse.
-que vaya en la otra dirección...
El leve sonido de las faldas casi se perdió entre el sonido metálico del acero, pero fue suficiente para que tanto Aioria como Shura se pusieran de pie.
El combate de entrenamiento se detuvo un momento después, ambos combatientes retrocedieron y bajaron sus espadas.
Marín esperó a que la pequeña Berenice se quedara en silencio, al igual que sus mayores, antes de que siquiera intentara hablar.
Era una señal de la posición de reina que nunca intentara gritar por encima de otras voces. Prefería confiar en que todos los demás guardaran silencio antes de hablar, lo que todos, desde el soldado más rudo hasta el más malhumorado de los sirvientes de la Torre, parecían estar dispuestos a hacer ante su joven majestad.
-Me disculpo por interrumpir...
Comenzó Marín en un tono suave y dulce.
-Pero me han informado que nuestros suministros se están agotando. Tendremos que desviarnos de nuestro camino hacia un asentamiento para reabastecernos o enviar un pequeño grupo a buscar productos secos...
La mirada de Aioria recorrió el gran campamento.
-Nos desviaremos. Incluso en tierras tan seguras y pobladas como estas...
Volvió su atención de nuevo a la cara bonita de su esposa primero, pero sus ojos se posaron en su cintura por voluntad propia, como sucedía tan a menudo últimamente.
-...no me arriesgaré a disminuir tu escolta, querida Marín.
La mano derecha de la muchacha se extendió sobre su estómago, llamando aún más la atención sobre el leve redondeo que se había desarrollado allí recientemente.
-Creo que te preocupas demasiado por mi bienestar, esposo mío, pero debo admitir que encuentro tu preocupación halagadora...
Marín sonrió, mirando a Aioria por debajo de sus pestañas y a través de una maraña de rizos castaños rojizos.
-Y me agradaría mucho la oportunidad de disfrutar de las comodidades que nos ofrece una posada...
Casi por accidente, la atención de Marín pareció desviarse hacia donde estaban parados Aioros y Violate.
-Nos acercamos cada día más a Atenas. El Príncipe Kardia bien podría cabalgar para encontrarse con nosotros en cualquier momento...
Observó.
-¿Quizás a Lady Violate le gustaría aprovechar las atenciones de mis doncellas? ¿Quizás podría cambiar el cuero y pieles de su vestuario por algo más... elegante?
Los ojos oscuros de la aludida brillaron y una sonrisa de complicidad apareció en un lado de su boca. Miró a Shura y levantó las cejas.
Cuando finalmente rechazó la oferta, lo hizo en un tono cortés pero firme.
-No, pero muchas gracias, majestad. Prefiero permanecer con el atuendo de mi gente hasta que lleguemos a destino. Una vez que estemos allí, la vestimenta de las doncellas escuderas de Atenas probablemente será mi opción preferida.
Volviéndose hacia Shura, Aioria inclinó la cabeza.
-¿Escuderas?
-Una costumbre que tu padre hizo todo lo posible por abolir...
Proporcionó la información el pelinegro.
-Atenas está mucho menos poblada que otras polis de Grecia. A veces se necesitaba a todo el mundo capaz para defender el hogar y el reino... sobre todo de los ejércitos de Esparta.
Aioria asintió, recordando la naturaleza poco dócil de Milo y su preferencia por entrenar con él y Kardia, en lugar de perseguir las virtudes tradicionalmente femeninas.
Con cada día que pasaba, apreciaba aún más la elección de Shura, como futura esposa de su hermano.
Sí, era unos años mayor que Kardia, pero a él le vendría bien la estabilidad y la experiencia de Violate.
Sí, ya tenía un hijo, por lo que no era la típica novia virgen que un príncipe esperaba, pero eso era una indicación segura de que la mujer era fértil.
Berenice, siendo una niña, ciertamente tampoco era una amenaza para el linaje de Kardia. Lo más importante, Violate no era el tipo de mujer que Milo iba a poder atormentar, o incluso descartar por debajo de su atención.
-Aioros y yo podríamos cabalgar hacia el sureste...
Ofreció Shura.
-Hay un pueblo no muy lejos en esa dirección, pero no estoy seguro de la calidad del terreno entre aquí y allá.
Tenían bastante más que unos pocos carros con ellos, en un esfuerzo por mantener a todos cómodos a lo largo de la ruta.
Aioria no pudo evitar lanzar una mirada de complicidad en dirección a su hermano al escuchar la sugerencia.
Con todos en tiendas de campaña o bajo las estrellas por la noche, la relación sexual de Shura y Aioros había sido bastante tranquila durante este viaje. Sin duda harían algo más que explorar el paisaje si se iban juntos.
-¿Estarás de vuelta por la mañana?
-Por supuesto...
Se acercó el castaño, quitándose el pelo mojado de sudor de los ojos con los dedos.
-De lo contrario, nuestra búsqueda no serviría de mucho.
-¡Yo voy! ¡Yo voy!
Berenice gritó y saltó sobre Shura. Pequeñas manos se aferraron a su largo abrigo de montar.
-Yo también quiero ir a s'plorar...
Envainando su espada, Violate se acercó y cogió a su hija.
-Esta vez no, querida...
Berenice se acomodó en la fuerte cadera.
-Es mejor que empecemos de inmediato entonces...
Shura captó la mirada de su amante.
-Voy a buscar algo de comida mientras te enjuagas. No necesitamos molestarnos con las antorchas. Solo faltan unos días para la luna llena...
Volviéndose hacia Marín, el pelinegro se tocó la frente con dos dedos curvados y se inclinó levemente en reverencia.
-Haremos todo lo posible para encontrarle un alojamiento digno y adecuado, mi reina...
-Gracias, Shura.
Su mano se extendió hacia un lado, invitando a Aioria a tomarla.
-¿Vendrá y se sentará conmigo, mi señor? He extrañado mucho su compañía y después de pasar todo el día en el carro con las damas, sería agradable escuchar la voz de un hombre... especialmente la suya...
-Por supuesto, mi señora...
Aioria lanzó solo una brevísima mirada a Aioros antes de centrar toda su atención en su esposa. Ella se acercó y él curvó un brazo alrededor de ella mientras caminaban de regreso a los fuegos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top