24- Liberación, angustia y espera
La mujer escondida debajo de las pieles en la esquina de la choza era típica de la estirpe local.
Era de ojos oscuros, cabello oscuro y músculos magros. Si Shura no podía tener lo que quería, quería evitar cualquier posible recordatorio de su dolorosa pérdida.
Había apretado los senos suaves mientras enterraba tanto los dientes como la erección en la mujer debajo de él, esperando que eso aliviara el dolor dentro suyo.
Dejándola dormir y recuperarse, y necesitando irse antes de que sus hijos regresaran de la caza, el demonio se deslizó hacia el crepúsculo creciente. Otra larga noche estaba sobre él y Shura no estaba seguro de cómo pasar el tiempo ahora que había saciado su hambre.
Tal vez era hora de establecer un nuevo hogar. Eso lo distraería por varios días. No deseaba volver al Istmo, no en esta generación al menos.
Establecer una pequeña cabaña en lo profundo del bosque que rodeaba el lugar con algunos sirvientes nuevos, esta vez niñas, podría funcionar como una distracción.
El pelinegro estaba justo enfilando para explorar las profundidades de ese bosque oscuro, cuando un fuerte tirón en sus entrañas lo hizo cambiar completamente de dirección.
Sin siquiera darse cuenta de que había cambiado de rumbo, el siguiente paso de Shura lo depositó en el centro absoluto del campo de entrenamiento principal de la Torre de Esparta.
Aioria cerró el pesado libro que sostenía con un golpe fuerte y dejó caer el volumen en la superficie arenosa a sus pies.
El ruido tenía claramente la intención de captar y mantener la atención del demonio, tal vez para evitar que pasara inmediatamente de una posición defensiva a una ofensiva.
De haber estado solo, la extraña acción no habría significado nada, pero Shura no pudo evitar encontrar desconcertante la compañía que su nuevo amo mantenía a su lado, como guardianes de su bienestar.
De Aioros, lo había esperado, pero ver a Kardia y al principal maestro de armas del reino, Dohko, presentes, los tres vestidos con el uniforme completo, era más que un poco perturbador.
-Hazlo rápido...
El susurro de Aioros sonaba triste y preocupado.
-Yo, Aioria, hijo de Káiser, rey de Esparta, te he convocado, Shura de la casa de Capricornio, recipiente de Ilias, esclavo de Esparta...
-¿A qué estás jugando, niño?
Espetó el nombrado.
-Por el poder que se me ha otorgado como descendiente de la línea de los Vasileiuos ... te libero de tu servicio al trono de Esparta para siempre. Recupera tu mortalidad, Shura, hijo de Cid, y sé libre.
Shura abrió la boca para gruñir al presuntuoso muchacho, pero todo el aire de su pecho se desvaneció; trató de extender sus sentidos y examinar la mente de Aioria para descubrir qué tipo de tonterías estaba haciendo, pero una extraña sensación de vértigo se apoderó de él.
A través de la neblina que estaba superando rápidamente los sentidos de Shura, vio que Aioros comenzaba a dar un paso adelante, sólo para que el brazo envuelto en un guantelete de Aioria bloqueara su camino.
-¡DIJISTE QUE NO LE HARÍA DAÑO!
El grito no podía parecer más lejano.
-Dije que no lo mataría...
El contraargumento del rey fue aún más difícil de escuchar.
-No sé todo lo que va a pasar. Por eso están aquí Kardia y Dohko.
Shura tenía numerosos recuerdos vagos de extractos de la vida mortal de sus muchos cuerpos, que a veces habían salido expulsados de su interior, pero ninguno de esos recuerdos distantes se comparaba con lo que le estaba pasando ahora.
Su cuerpo se sentía como si estuviera tratando de darse la vuelta y salirse de su boca, desde los dedos de los pies hacia arriba. Había un dolor agudo que irradiaba desde sus rodillas, donde habían golpeado la grava y su cuerpo se sentía como si de repente pesara cinco veces más que hace unos momentos.
-Va a estar enfermo, supongo...
La voz no era familiar.
-¿Le traigo un poco de agua?
-¡Aléjate de él!
Espetó Aioria.
-El libro no podía decirme todo. Sólo eran conjeturas porque nunca antes nadie lo hizo. Eran sólo suposiciones.
-¡NO! ¡Algo anda mal! ¡SHURA!
Aioros sonaba genuinamente preocupado, el pelinegro se daba cuenta en la parte más pequeña de su mente que todavía estaba funcionando.
Se oyó un ruido sordo y el rocío de arena y grava revueltas. Shura tenía muchas ganas de mirar y ver quién había logrado derribar a Aioros, pero al momento siguiente fue un completo caos cuando su cuerpo entró a convulsionar. Cada pizca de fuerza vital que había absorbido durante toda una era, se le arrancó en ese mismo instante por completo.
Una luz pura se desgarró desde su interior y se roció hacia el cielo. Pedazos de reyes pasados y sus herederos, tanto grandes como pequeños, y cada alma desde Ilias hasta el momento, cuyos cuerpos habían sido anfitriones del demonio de Esparta, salieron del cuerpo de Shura en el mismo instante y se arremolinaron en una tormenta huracanada que habría avergonzado a un tornado.
-¡Milo!
El tono de Kardia era tenso, pero reverente.
-Padre...
La exclamación de Aioros fue puntuada por un jadeo de dolor.
Colapsando en la tierra, Shura, quien había sido capaz de alterar la estructura misma del mundo hasta hacía unos momentos, ni siquiera pudo reunir la fuerza para darse la vuelta para que la grava no le cortara la mejilla. La oscuridad detrás de sus ojos era abrumadora y el pelinegro no recordaba haber estado tan cansado nunca, incluso cuando era un simple mortal.
En realidad, sólo quería dormir.
-¡Déjenme ir!
Más forcejeos en la tierra precedieron al crujido de la grava cuando alguien se acercó.
-¡Ten cuidado!
-Está herido, sufre... Puede que se esté muriendo... te equivocaste... ¡Lo mataste!
-Aioros, estás sangrando... Déjame ayudarte...
Las voces cortaban como cuchillos, apuñalando el cráneo de Shura, sus tímpanos a punto de estallar. Fue levantado y girado, con bastante delicadeza, pero aun así lo hizo gemir de dolor. El acero se deslizó de una vaina no muy lejos.
-Cuido su espalda, su majestad...
Dedos calientes y dolorosos recorrieron el rostro del pelinegro y lo apretaron contra la seda y la cota de malla.
-Lo siento, Shura... Lo siento mucho...
-¿Está respirando?
'Malditos sean, pero ¿no podrían estar todos en silencio y dejarme morir en paz?'
Pensaba Shura. Estaba frío... frío como un cadáver.
Los brazos que lo sujetaban se apretaron con más fuerza a su cuerpo.
-¡Dohko! Trae una litera y algunos cobertores. Kardia, trae un curandero.
Aioria daba órdenes desde muy cerca.
-Lo siento. Arreglaré esto, Aioros. No lo perderemos...
No dispuesto a escuchar más, Shura dejó que la oscuridad del sueño y la inconsciencia se apoderaran de él por primera vez desde que había perdido su alma ante el demonio.
Aioros yacía en la cama junto a la forma inmóvil de Shura. Los dedos apartaban el cabello oscuro de la frente del ex demonio con un movimiento inquieto. Era extraño, el castaño nunca había estado despierto al lado de su amante durmiente. Ni siquiera estaba seguro de que el pelinegro hubiera dormido antes de esto.
-Me gustaría que dejaras que los curanderos te echaran un vistazo también...
Dijo Aioria en voz baja desde su lugar a los pies de la cama.
-Vi... esa... cosa... pasar a través de ti...
Su expresión era preocupada, ansiosa de respuestas. Se acercó a la cabecera de la cama.
-Pareció que dolía. Te hizo sangrar la nariz...
La forma brumosa había derribado a Aioros cuando lo golpeó. Él y Kardia habían sido los únicos tocados por el poder que había salido de Shura, pero los había afectado a ambos de maneras muy diferentes.
El viento suave se había enroscado alrededor de Kardia, levantando su cabello y girándolo ligeramente en su lugar. La fuerza que había derribado al castaño había sido considerablemente más violenta.
-No fue nada...
El tono de Aioros era desdeñoso. Su cabeza no se levantó, ya que estaba concentrado en el rostro inmóvil de Shura.
-Por un momento podría haber jurado que mi padre estaba allí, que me estaba tocando, apretándome. Me sobresaltó, eso es todo...
Había un borde de mentira en las palabras, pero Aioria lo dejó pasar.
-Por lo que puedo decir... como puedo adivinar...
Se corrigió el rubio.
...fueron las porciones de las almas que los recipientes de Ilias han absorbido desde su creación. Creo que esos fragmentos se liberaron, tratando de encontrar y volver a unirse con sus seres originales, tal vez sin darse cuenta de cuánto tiempo había pasado.
-Kardia envió un mensaje con un paje de que algo tiró a Milo al otro lado de la habitación y contra una pared. Ahora mismo tiene fiebre y habla dormida...
Aioria frunció el ceño, no queriendo realmente hablar de su media hermana, pero necesitando usarla como ejemplo.
-Sólo puedo esperar que el resto de los espíritus encontraran su camino. Me pregunto si, donde sea que esté... si mi padre finalmente se dio cuenta de que lo que hizo estuvo mal... y si finalmente lo lamenta...
-Lo dudo. No se arrepintió ni lo hará jamás...
Murmuró Aioros, sin levantar la vista siquiera, toda su concentración permanecía puesta en Shura.
-Tengo miedo, Aio...
Los dedos acariciaron la piel fría.
-¿Qué pasa si todo se fue? ¿Qué pasa si lo que lo hace a Shura también se ha ido volando y se ha perdido? ¿Qué pasa si no queda nada dentro de él ahora? Está tan quieto...
-Está respirando... su corazón está latiendo...
Repitió Aioria lo que los curanderos les habían dicho antes.
-Dale tiempo. Acaba de sufrir un cambio terrible en su sistema, en su organismo, todo esto le puede causar angustia y dolor. Tal vez solo le esté tomando un poco de tiempo. Es posible que aún se esté recuperando, acostumbrándose a su nuevo ser... a estar vivo de nuevo...
Moviéndose tentativamente, Aioria se arriesgó a pasar una mano por el hombro de su hermano, ofreciéndole consuelo.
-Lo siento. Ojalá hubiera sido diferente. Ojalá me hubiera atrevido a dejarlo intacto, pero me temo que hubiera sido demasiado tentador usarlo. No tuve el coraje...
-Ambos hemos hecho esto, Aioria. Te dije que entendía. Es solo que... nuestra despedida en el Istmo aquella vez, fue tensa, luego lo hicimos esperar tanto tiempo, luego lo regresamos para quitarle todo lo que era y se veía tan... traicionado... Él podría morir, sin tener jamás la certeza de lo que significa para mí...
Suspirando, Aioria retrocedió.
-¿Por qué no te quitas el uniforme y te acuestas con él, Aioros? Hay un soldado justo afuera. Puedes llamarlo si necesitas algo...
Estaban en la suite del heredero, que Aioria había insistido en que Aioros volviera a habitar.
-Debería... estaré arriba si me necesitas...
Los cansados ojos azules finalmente se levantaron lo suficiente para mirar la cara del muchacho a su lado.
-Podrías quedarte...
Sugirió el castaño mientras se sentaba.
-... si quieres...
El estómago de Aioria se tensó.
-¿Estás seguro? Todo esto es mi culpa. Sé que estás enojado conmigo...
Sacudiendo la cabeza, Aioros se puso en pie cansinamente y abrió los broches que permitían quitarse el sobreveste de cuero.
-No estoy enojado contigo, Aio. Tus razones eran sólidas...
Un puñado de seda se enredó en los lazos y Aioros se quitó la camisa por sobre la cabeza en lugar de forcejear con ella, arrojándola para que aterrizara en una pila con sus guantes, armas y armadura.
-Justo cuando pensaba que podía tenerlo todo... Debí haberlo sabido mejor. Me volví codicioso...
Se inclinó levemente, amenazando con caerse, cuando se agachó para trabajar en sus botas altas.
-Siéntate.
Aioria se arrodilló para lidiar con el cuero apretado y pesado.
-Volverá a ti... sé que lo hará... Lo vi en sus ojos y acciones... Te ama. Hará todo lo posible para volver a ti, para estar contigo. Inspiras eso en las personas, Aioros... Cuanto mejor te conoce alguien , más esencial te vuelves para esa persona... yo lo sé...
El menor instó a su hermano a pararse brevemente para que pudiera terminar de desnudarlo. Agarrando un lado de las sábanas, Aioria las retuvo.
-Entra y abrázalo fuerte. Volverá por ti si le es posible. Lo sé...
Apartándose para quitarse su propio uniforme, Aioria murmuró:
-Yo lo haría si estuviera en su lugar...
Deteniéndose en sus calzas, Aioria se detuvo un momento, sin saber qué hacer a continuación.
Exhalando un largo suspiro, finalmente caminó hacia el otro lado de la amplia cama y se arrastró al otro lado del cuerpo de Shura.
-Háblame, Aioros. Cuéntame todo lo que recuerdas del tiempo que pasaste con él...
Aioria realmente no quería escuchar nada de eso, pero esos cuentos eran el señuelo más probable que se le ocurría, y compartir los preciados recuerdos calmaría a su amado hermano.
-Sólo si te acercas...
Regateó Aioros, se acurrucó al lado izquierdo de Shura y se estiró intentando alcanzar la mano de Aioria.
El primer contacto hizo temblar al rey. La forma fría del pelinegro fue un impacto contra la longitud de su propio cuerpo, pero los dedos del castaño estaban calientes.
-Estoy aquí...
Acomodándose, Aioria estiró una pierna para que los dedos de sus pies tocaran los de su hermano.
Una larga pausa precedió a las primeras palabras de Aioros, como si estuviera decidiendo un lugar seguro para empezar.
-Conocí muchos lugares increíbles fuera del Istmo, Shura me llevó allí. Visitamos un lugar frío y nevado, pero hermoso... muy hermoso, jamás olvidaré ese paseo... allí fue mío...
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