15- Plan en marcha y expectativas
La aparición de Shura en la cocina hizo que Shun, el más joven de sus pequeños sirvientes, gritara y cayera hacia atrás de su silla.
-Aioros está dormido. Necesitarán gasas, agujas, hilo y sábanas limpias para limpiar el desastre. Necesito que le venden el hombro...
Espetó el demonio.
-Si se despierta antes de que yo regrese... no dejen ningún líquido en su habitación excepto vino... y asegúrense de que esté mezclado con algo que lo vuelva a dormir.
Esta última instrucción estaba dirigida a Seiya.
Hubo asentimientos ansiosos, nerviosos, por toda la cocina. Los jóvenes sabían que Shura nunca se los comería, pero también sabían que él no estaba impedido de lastimarlos de otras maneras si no hacían todo lo posible para mantenerlo feliz.
Shura, que no se tranquilizó en lo más mínimo, frunció el ceño y se alejó de sus sirvientes.
Murmurando maldiciones lo suficientemente crueles como para convertir el aire en vapor, se movió, cediendo a la llamada que le estaba quemando en la parte posterior de su cráneo.
Esperando el rostro sombrío de Káiser, el pelinegro se sorprendió al encontrarse en el dormitorio de una dama.
Milo estaba cerca de un escritorio pintado de blanco, hojeando con impaciencia una pequeña pila de cartas.
-¿Qué es lo que quieres ahora?
El tono de Shura era duro y exigente. Estaba furioso por haber sido arrastrado lejos de Aioros tan pronto.
Milo podría conocer el encantamiento y estar dispuesta a pagar por sus servicios, pero ella no era su amo principal y nunca lo sería. El demonio de Esparta podía darse el lujo de ser grosero con ella.
La chica estaba haciendo todo lo posible para no verse intimidada por la presencia enojada del pelinegro, pero fallando lastimosamente.
Milo fue al grano inmediatamente.
-Necesito enviarle un mensaje a Aioria y ninguno de los hombres de Kardia puede encontrarlo. Quiero que lo localices y lo traigas aquí... a la torre del Palacio Real.
Cogió una nota de su escritorio y se la tendió.
Shura bien se habría vuelto contra esa maldita chica y le habría arrancado el corazón en ese mismo momento, si su atadura lo hubiera permitido. En su lugar, tuvo que hablar para salir lo antes posible de su presencia y entregar el recado.
-¿De verdad crees que el Príncipe Aioria es tan estúpido, niña tonta? ¿No sabes que tan pronto como reveles que tienes el mando sobre mí, se dará cuenta de que fuiste tú quién me dijo que me llevara a Aioros?
Milo frunció el ceño, sus dedos jugueteando con la carta que solicitaba la devolución inmediata del príncipe heredero al trono.
-Bien, entonces usa a algún joven local para entregar la nota... pero debes garantizarme que será puesta en manos de Aioria.
-Será como lo ordenes...
Shura se acercó para tomar el papel, pero Milo lo retuvo.
-Hay otra cosa...
Parecía pálida, perturbada y el demonio resopló con impaciencia. Podía saborear sus pensamientos en el aire.
-Ya te lo dije, niña. NO puedo matar al rey por ti. Mis ataduras no lo permitirán...
-Revisé el libro...
Explicó Milo, cadenciosamente.
-No puedes matarlo directamente, pero puedes hacer lo que necesito que hagas...
Ella endureció su determinación y miró directamente a los ojos negros de su sirviente.
-Una vez que Aioria esté de camino a casa, quiero que encuentres a un chico castaño absolutamente hermoso... uno que sea lo suficientemente desagradable y vicioso para hacer el trabajo, pero que no lo parezca. Armalo con un arma que los guardias no puedan ver, y colócalo en algún lugar donde Káiser seguramente lo pueda notar. Ofrece pagarle al muchacho lo que quiera para matar al rey.
Shura tuvo que darle crédito a Milo por un plan bien pensado. Káiser estaba agotando a los niños en un flujo bastante constante últimamente.
La mayoría de ellos estaban muertos a los pocos días de que el rey se interesara por ellos. No sería una sorpresa para la corte si uno de los mocosos se volviera contra su violador y el monarca fuera asesinado.
Sin embargo, ese plan chocaba con las intenciones de Shura. Para sus propósitos, Aioria debía ir a Corinto y él necesitaba un poco de tiempo para enredar al joven a su conveniencia.
Shura tampoco estaba ansioso por invertir ese tiempo tan necesario para localizar al chico adecuado y ponerlo en el camino de Káiser.
-El veneno sería más rápido...
Observó el demonio.
-El veneno suscitaría preguntas. Haz lo que te digo, demonio, y no más discusiones.
Milo extendió su brazo para pagarle.
Shura podía escucharla cantando dentro de su mente que esta sería 'la última vez'.
Ella tembló con una mezcla de anticipación y temor por su mordedura.
Todavía tibio por alimentarse de la carne y la sangre de Aioros, el pelinegro pudo ejercer suficiente control sobre su hambre como para negar con la cabeza ante la ofrenda.
-No quiero beber de aquí esta vez.
Deslizándose, Shura le hizo cosquillas con la punta de un dedo por la curva de su garganta.
-Kaíser siempre te alimenta de su muñeca...
Argumentó colérica Milo.
-Por mi elección, por supuesto.
Le respondió.
-Discute conmigo sobre esto y exigiré probar el interior de tu muslo en su lugar...
A Shura se le permitía hacer muy pocas demandas a la casa real, pero esta era una de ellas.
-Bestia repugnante...
Murmuró la muchacha, pero su cabeza se inclinó amablemente hacia un lado. Cuando el demonio se inclinó sobre la piel que se le ofrecía, la nariz de Milo se arrugó ante los claros olores a sexo y sangre que se aferraban a él.
-Kaíser me ofreció a ti y a Kardia por el regreso de su favorito...
Susurró el demonio contra la piel perfumada, disfrutando del olor al miedo.
-Tal vez debería aceptar. Ustedes dos podrían tener y criar hijos suficientes para que yo me alimentara... así nunca tendría que buscar a los descendientes de mis hijos a lo ancho de toda Grecia cuando tenga sed...
Milo se estremeció. Shura se dio cuenta de que ella estaba tentada de noquearlo y desterrarlo de su presencia sin dejarlo beber, pero logró controlar el impulso.
Si Shura era enviado sin pago, no estaría obligado a realizar las tareas que ella había solicitado.
Su lengua salió disparada.
-Káiser podría incluso estar tan agradecido conmigo por el regreso de Aioros, que él mismo llenaría tu vientre con el primer hijo si se lo pidiera amablemente.
-¡ESTATE EN SILENCIO!
Milo espetó, manteniéndose inmóvil con sólo un hilo delgado de fuerza de voluntad.
Como sucedía desde que era un sirviente de la familia real de Esparta, justo después de la toma de sangre y esencia, Shura se vio obligado a cumplir con la demanda.
La pesadez del sueño tardó en rendirse a Aioros. Era lejanamente consciente de una suave almohada contra su mejilla y la leve caricia de unos dedos, mucho antes de que sintiera el deseo de abrir los ojos.
Todo estaba empañado por el calor, el cosquilleo de la respiración y la succión.
Los labios ansiosos quemaban sus pezones y luego se arrastraban hacia abajo.
-Mantén los ojos cerrados.
La orden de Shura hizo cortocircuito a través de los nervios del castaño, sacándoles emoción.
-Quédate quieto y déjame devorarte, mi amor...
Entonces la boca del pelinegro lo envolvió y Aioros no pudo hacer nada más que gemir y arquearse ante el delicioso contacto.
Las atenciones de Shura eran intensas, pero lo suficientemente lentas como para que la satisfacción quedara fuera del alcance del príncipe.
Cada vez que Aioros estaba seguro de que estaba a punto de llegar al clímax, la presión se aliviaba lo suficiente como para encontrarse en otra meseta más alta en lugar de la cima.
Los pensamientos del muchacho eran una mezcla de su mente febril y astillada y su cuerpo quemando.
-¡POR FAVOR!
No podía haber sido lo primero que gritaba Aioros. Teniendo en cuenta lo áspera que se sentía la garganta, probablemente había estado gritando durante bastante tiempo sin darse cuenta.
-¡MISERICORDIA! Por favor, oh por favor...
Un lametón lento y deliberado y una risa llameante de su amante, hicieron que el menor gimiera y se agitara, levantándose para volver al calor de la boca de su amante.
-Aún no mi amor...
Shura agarró las piernas de Aioros y las levantó, presionándolas suavemente hacia el pecho.
El rostro cayó una vez más contra la almohada, provocando un chillido involuntario, mientras Shura metía los testículos del castaño en su boca.
Dividido entre agarrarse las piernas para mantenerse abierto al tormento erótico del que era víctima, y estirar los brazos para mantener el equilibrio, Aioros gimió de frustración.
Fuertes manos agarraron el trasero del castaño, sosteniéndolo mientras los pulgares separaban las nalgas para exponerlo.
La barba de Shura raspaba contra la piel sensible. El príncipe podía sentir cada uno de los dedos de su amante en su trasero y, sin embargo, un rastro de fuego húmedo se trazó en la grieta.
La realización tronó en la mente de Aioros al mismo tiempo que la lengua del demonio perforó su cuerpo.
Impactado por el orgasmo increíble, Aioros se retorcía y arañaba las sábanas, pero Shura lo mantuvo en posición.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, Shura comenzó de nuevo, incluso de forma más invasiva.
El castaño se sentía maravillosamente desarmado bajo las atenciones, como si estuviera flotando en agua tibia.
Esta segunda estimulación fue incluso más lenta que la primera. Aioros se fundía con los sentimientos que estaba provocando el pelinegro.
En algún momento, la lengua de Shura debió haber sido cambiada por dedos, ya que el desastre de fluidos, estaba siendo lamido como crema de su vientre, pero aún así, Aioros no podía decir cuándo había cambiado.
-En todas mis largas vidas...
Susurró Shura, acercándose más.
-Nada se ha sentido mejor que esto...
Aioros se sobresaltó al darse cuenta de que había sido atravesado por algo mucho más grueso y largo que los dedos. Un ritmo lento de arrastres y luego poderosos empujones subrayaron las palabras que le hacían cosquillas en los oídos.
-Tu cuerpo debajo del mío...
Murmuraba Shura
-...es más dulce que cualquiera de mis noches de bodas...
Su cuerpo rozó el del castaño.
-Mejor que el primer trago de un nuevo rey...
Los dientes rasparon la carne.
-Sabes lo que soy y, sin embargo, todavía me deseas, me aceptas... Tan dañado, pero tan hermoso... Tan dulce en mi lengua...
El aliento de Shura ardía en su piel.
-Muy humano...
El elogio calentaba a Aioros tanto como lo que su amante le estaba haciendo a su cuerpo.
-Te amo, Aioros. Te amo...
Los trazos intercalaban las palabras.
-Te amo.
Los dedos de Shura tiraron suavemente de la erección del castaño.
-Di que me amas. Prométeme que te quedarás conmigo para siempre. No hay nada más que tú y yo. Nadie más importa...
Aioros no podía entender cómo Shura podía manejar oraciones enteras. Su propia comprensión del lenguaje se había reducido a gemidos, maldiciones y súplicas.
-¡Dime que me amas!
La demanda del demonio fue subrayada por la quietud de su cuerpo, mientras su miembro aún estaba profundamente dentro del príncipe.
-Dilo. Di que me amas...
Aioros tembló. Su cuerpo aún palpitaba de placer, pero esas palabras, en ese tono de voz, se parecían demasiado a algo que Káiser exigiría.
Envió un temblor de miedo arrastrándose por su espina dorsal.
Al darse cuenta de su error, Shura se puso en movimiento una vez más, susurrando sus súplicas, pero sin retener la sensación para obtener una respuesta.
-Te amo. No hay nadie que importe más que tú y yo, mi vida... Nadie jamás ha conmovido tu alma como yo. Dime, mi amor. Por favor. Dilo...
-¡SHURA!
Aioros se estremeció violentamente.
-¡POR FAVOR AIOROS!
Las uñas del príncipe se clavaron en los brazos de su amante. Incluso atrapado por la posición en la que Shura lo había acomodado, Aioros trataba de levantarse en cada embestida. Su cabeza estaba echada hacia atrás y un gemido sin palabras salió de él.
Gruñendo, Shura renunció a escuchar las palabras esta vez y se arrojó con todo su ser al goce de su acoplamiento, empujando lo suficientemente fuerte como para golpear a Aioros contra la cabecera, se estrellaba contra el cuerpo de su amante, entregándole todo de sí.
Mostró los dientes y tan pronto como Shura sintió el comienzo del orgasmo de Aioros, rompió la piel.
Una bruma de satisfacción desgarradora, gemidos guturales y temblores terminaron con Shura deslizándose hacia un lado de la forma inerte de su amante.
Lamió la pequeña herida justo debajo de la oreja de Aioros. El demonio sólo había tomado un pequeño trago, lo suficiente para patear su sistema más allá del punto de ruptura.
El pecho de Aioros estaba agitado. Se estremeció y rodó para poder enterrarse con fuerza en Shura. Era tan erótico cuando tomaba el liderazgo en el sexo. Suspirando satisfecho, el pelinegro alcanzó con su uña, perforó la piel en la base de su propia garganta, dónde se presionaron los labios de su amante.
Sólo brotaron unas pocas gotas de sangre, lo que sería suficiente para empujar a Aioros el resto del camino hacia sueños sensuales, mientras se seguía empalando en su espada.
Shura le daría a su amante un breve descanso y luego lo despertaría haciéndole el amor nuevamente. Necesitaba a su amado príncipe completamente perdido en una neblina sexual, para cuando llegara Aioria.
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