13- Manipulación e intrigas

Los dedos de Milo se movían inquietos. Hizo una trenza en el largo cabello azulado como el mar de Kardia y luego volvió a peinar con los dedos la maraña. De vez en cuando, uno de ellos se estremecía y se agarraba al otro mientras el ritmo cardíaco se estabilizaba y el sudor se enfriaba.

El toque de Kardia era más audaz. Sus dedos recorrían la curva de la cadera desnuda de su hermana. Cuando la acción rozó un punto con cosquillas, Milo agarró su muñeca y la arrastró hacia arriba y lejos.

-Me estás haciendo temblar.

La queja fue entrecortada y juguetona.

-Me gusta hacerte temblar...

Kardia trazó sus labios con sus dedos. Cuando ella los lamió en respuesta, Milo pudo probarse a sí misma.

-Ojalá...

Comenzó el peliazul.

... quiero el resto, Milo...

Él le acarició la mejilla.

-Esto es maravilloso. Tu boca, tus manos... pero por favor, Milo...

Ella frunció el ceño.

-No.

Su cabeza se sacudió.

-No podemos arriesgar un bebé. Te lo he dicho una y otra vez. Si quieres eso, tendrás que ir con otra persona...

-Sabes que no quiero a ninguna otra mujer. Te amo...

Su declaración fue febril y los dedos de Kardia se contrajeron como si quisieran agarrarla y sujetarla con fuerza.

Suspirando, Milo rodó sobre su espalda.

-Tenemos que convencer a Aioria de que vuelva a casa, amor...

Afirmó.

-Lo revisé, busqué todas las posibilidades y... necesitamos a Aioria.

-No es justo.

Kardia se sentó, su expresión severa.

-No hay más que un pequeño paso entre un hermano y un medio hermano...

-Pero es un paso suficientemente grande para ser legal, querido...

Ella insistió.

-Con mi padre desaparecido y Aioria en el trono, él y yo podemos casarnos... entonces los niños ya no importarán. Él te dará Atenas, tú y yo sabemos que lo hará. Pasaré la mitad del tiempo allí y la mitad del tiempo en Esparta. Tú y Aioria también pueden viajar para verse. Todos nos compartiremos. No importará de quién es el bebé que tenga. Podemos decir que es de Aioria incluso si es tuyo... y de cualquier manera, nuestros hijos heredarán un reino o el otro... si no ambos...

Milo se incorporó para poder apoyarse en la fuerte espalda de su hermano.

-Sé que amas a Aioria, y él también te ama. Esto funcionará, Kardia. Es la única forma en que funcionará y nadie saldrá lastimado. Ni tú, ni yo, ni él.

Un puchero salió de los labios del mayor

-¿Y harías que todos compartiéramos una cama grande, Milo? ¿Te recostarías a un lado y me instarías a besar a nuestro hermano para tu entretenimiento? No me sorprendería si me lo pidieras... y yo lo haría... haría absolutamente cualquier cosa para hacerte feliz...

Sus hombros se encogieron.

-Te amo, Milo, pero a veces odio lo que pasó entre nosotros tanto como el que no puedo vivir sin eso...

Unos ojos azul oscuros y penetrantes se volvieron hacia ella.

-Ha habido una chispa siniestra creciendo en ti desde que se llevaron a Aioros... algo misterioso y agudo, algo poco más que aterrador, algo que me recuerda constantemente que eres la hija de nuestro padre.

Milo frunció el ceño. Debió haberse detenido justo en aquel momento, pero había convocado al demonio dos veces más desde entonces, para que se ocupara de tareas que estaban más allá de su habilidad y, obviamente, había tenido que pagar.

La primera vez que Milo sintió que los dientes del monstruo se hundían en su muñeca, la aterrorizó.

La segunda vez fue algo por completo diferente. Suspiró ante el recuerdo, cerrando los ojos. La segunda vez lo había llamado con un entusiasmo que la asustó en retrospectiva. Si Kardia podía ver un cambio en ella, entonces tenía que parar.

Ese había sido el error de Káiser. Había perdido demasiado de su esencia interior por culpa del demonio. Había perdido toda perspectiva.

Si iba a evitar caer en esa misma trampa, Milo sabía que no debía volver a usar a la criatura.

-Lo siento, amor...

La muchacha extendió la mano para acariciar la mejilla de su hermano.

-Es la única manera para poner las cosas en movimiento, si podemos convencer a Aioria de que vuelva a casa una vez más y mantenerlo con nosotros...

-¿Y padre? ¿Crees que se va a caer muerto sin ninguna razón, o que hará que las cosas sean más cómodas para nosotros?

-Me ocuparé de Káiser

Dijo Milo en voz baja.

-Milo...

-Me ocuparé de ello... Es un hombre horrible, hermano... Sólo conoces la mitad. No puedo soportar cargarte con todo eso, pero... oh Kardia, por lo que le ha hecho a nuestro reino, a las personas que confiaron en él... a nuestra madre...

Se inclinó y besó a su hermano suavemente.

-A veces me preocupa que él pueda... ahora que Aioros se ha ido... A veces tengo miedo de que se aburra de esos niños sin rostro que ha estado usando y vuelva su atención hacia tí o hacia mí, mi amor...

-No te preocupes por mí, Milo. Yo debería de estar a salvo...

La tranquilizó el peliazul.

-Aparentemente me parezco demasiado a nuestro tío muerto y no lo suficiente a mis hermanos. Sin embargo, debería cortarme el pelo. La última vez que estuvimos solos, Káiser se olvidó de sí mismo por un momento...

Kardia se estremeció al recordar a su padre tratando de mimarlo de la misma manera que Milo lo había estado haciendo unos momentos antes.

El recuerdo de su padre jugando con su cabello y murmurando lo parecido que era a una niña, lo hizo estremecerse de repugnancia.

-Lo tiré contra la pared y le dije que si alguna vez me tocaba así de nuevo, le cortaría las bolas. Lo hizo pasar por una broma, muy consciente de que soy el único hijo que le queda en la Torre en este momento, pero sabía que estaba furioso...

Kardia rió sombríamente.

-Sin embargo, debo admitir un miedo que tengo clavado en mi ser. Si Aioria no se hubiera escapado, sería él en lugar de los sirvientes, ocupando el lugar de Aioros.

Káiser habla con más urgencia de encontrar a Aioria y llevarlo a casa cada día que pasa...

Él suspiró.

-No podemos permitir que eso suceda, mi amor. No creo que nuestro hermano tenga la fuerza para enfrentarse a nuestro padre. Aioria es un alma gentil y está demasiado impactado por lo de Aioros, sería fácilmente manipulado por Káiser.

Milo asintió con la cabeza. Su medio hermano no podía regresar a la Torre mientras su padre siguiera sentado en el trono.

No era seguro que su hermano regresara, pero anhelaba su regreso. Todo su mundo había estado compuesto por ella misma, Kardia y Aioria durante demasiado tiempo.

Había una herida abierta en su corazón que se volvía más dolorosa con cada día que pasaba separada de Aioria.

Sólo había una solución.

-No podemos continuar viviendo bajo su gobierno, Kardia. Será la ruina de los tres. Conozco una manera de deshacernos de mi padre. Nadie sabrá que fui yo quien estuvo detrás de esto. Es un hombre horrendo con mucha vileza en sus hábitos. Si uno de esos hábitos le cuesta la vida... que así sea.

-¡No!

Kardia la agarró por los hombros y obligó a su hermana a mirarlo a los ojos.

-Puedo manejar a mi padre. Debería ser yo. Puedo cuidar de ti. No quiero que te arrastres a su nivel por más tiempo. Te está arruinando. Por favor, Milo!.

-¿Y harías que Aioria se mantuviera alejado de nosotros para siempre? ¿Querrías que nuestro hermano muriera solo en el camino durante esta estúpida búsqueda para traer de vuelta a Aioros... quién mantendría a Aioria alejado de nosotros tan seguro como lo hizo Káiser con él?

Milo sabía que había dado en el blanco. Podía ver a su hermano estremecerse ante las palabras.

-Es demasiado tarde para Aioros. Padre lo arruinó irremediablemente antes de que lo conociéramos... pero Aioria... oh Kardia. Sé que lo amas tanto como yo...

Milo se inclinó para descansar su frente contra la de él.

-Necesitamos su naturaleza gentil, su calma a pesar de su carácter, su mente inteligente... y él necesita que seamos fuertes y hagamos lo que se debe hacer...

-Podría hacerlo para protegerte a ti y a Aioria. Sé que ya debería haberlo hecho, pero pensé... mataré a Káiser si eso es lo que hay que hacer...

-Y todo el mundo sabría que fuiste tú porque eres demasiado honesto para quitarte la mancha de culpa de la cara, mi amor...

Su sonrisa era cansada.

-Hay una manera, Kardia. Ninguno de nosotros lo hará. Simplemente tengo que negociar con una fuerza de la oscuridad... no convertirme en parte de ella...

Milo acarició la suave piel de su labio superior.

-Cuando Káiser se haya ido, Aioria podrá volver con nosotros sano y salvo y los tres seremos verdaderamente felices de nuevo...

Rozó un beso en los labios de Kardia. Su tono cambió a una cálida provocación.

-Y TE VERÉ besar a nuestro hermano, porque en el fondo de tu corazón sé que quieres estar con él tanto como yo. Cerraremos nuestro círculo una vez más y finalmente todo será perfecto, mi amor...

Milo se lamió la comisura de la boca.

-De hecho, tengo muchas ganas de ver los hermosos cuerpos tuyo y de Aioria enredados... tanto como estoy ansiosa por probarlo yo misma...

-Milo, no hables así...

Kardia apartó la cara, sus mejillas teñidas de rosa bajo la sombra de su largo cabello ensortijado. Un suspiro hizo que todo su cuerpo se agitara.

-¿Y me prometes que terminarás con eso?

Suplicó.

-Una vez que Káiser se haya ido y Aioria esté en casa, no habrá más retoques en la vida de las personas. Confías en Aioria y en mí para manejarlo todo... una vez que las cosas sean como deben ser, volverás a ser tú misma...la que has sido siempre... Prométemelo, Milo... Odio que te hayan obligado a ensuciarte.

-Una vez que estés en el trono en el Salón Dorado de Atenas y Aioria sostenga el trono de Esparta...

Susurró Milo para tranquilizarlo:

-Les dejaré todo a ustedes dos. Confío en ambos...


El temperamento de Aioria amenazaba con estallar en furia, pero respiró hondo.

Después de más de un año de estrellarse contra una pared tras otra de silencio e ignorancia, debería haberse acostumbrado a la decepción, pero cada vez era tan brutal como las primeras.

El rastro particular de ancianos sabios, ancianas curanderas, soldados retirados, maníacos despotricantes, rumores, especulaciones y completa tontería se había reducido a eso.

Aioria se paró frente a una casa de campo que se derrumbaba en las afueras de otra polis perdida, sólo para que le dijeran que el hombre al que había ido a ver había muerto hacía una semana.

La posibilidad inminente de que Aioria tuviera que volver a Esparta y empezar de nuevo por otro camino era abrumadora.

Aioria ni siquiera estaba seguro de que se le permitiría entrar en los niveles superiores del palacio, después de su última y desastrosa visita allí.

'Si mi padre estuviera lejos de Esparta, sería más fácil'.

Milo le había dicho que haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudarlo en su búsqueda. Un mensaje de ella podría hacer que él volviera a la Torre para poder saquear los archivos una vez más.

-Disculpe, señor...

Una chica vestida provocativamente tiró brevemente de la manga de Aioria antes de retroceder de nuevo. Las campanillas tintineaban en sus tobillos mientras se movía, el símbolo de la prostituta en esa parte del reino.

-No gracias...

Aioria ofreció una sonrisa cansada. Reajustó su gastada capa.

-No busco compañía...

La chica sonrió y se encogió de hombros.

-No es eso, señor. Tengo un mensaje de alguien para usted...

Dio unos pasos para alejar al muchacho de la choza en ruinas.

-Tuve la visita de un caballero que me envió para decirle algo...

Ojos sombríos miraban a su alrededor.

-El caballero me pidió que le dijera que estaría dispuesto a tener una pequeña charla con usted en la posada Olimpo del Placer... siempre que prometa mantener su información confidencial...

-¿Qué caballero?

Aioria no se atrevió a emocionarse demasiado. La chica podría estar atrayéndolo a algún lugar fuera del camino para poder robarle.

Su voz bajó hasta que apenas se oyó.

-Lord Regulus, señor. El hermano de su madre, su señoría. Dice que hablará con usted, en privado, pero no en la mansión... y negará todo lo que le diga si menciona su nombre a su padre...

Más cerca ahora, para poder escuchar a la chica, Aioria se dio cuenta de que era más bonita y saludable de lo que debería ser una chica en su línea de trabajo de esa parte de la ciudad.

-Llévame con él...

Ya no había ninguna razón para que se quedara donde estaba.

Por supuesto, ella podría estar llevándolo a algún tipo de trampa, pero el príncipe había estado en una buena cantidad de problemas desde que se fue de casa. Una pelea casi sería un alivio en este momento, para quitar la ansiedad que lo estaba embargando.

Ese último pensamiento hizo que Aioria frunciera el ceño molesto consigo mismo y lo bajo que había caído desde que le quitaron a Aioros. Pelear no iba a ayudar.

Sin embargo, con suerte Regulus sí lo haría. El Señor de la Acrópolis donde había nacido su madre, tenía la edad de su Padre. Tal vez la información que el rey no había estado dispuesto a compartir podría obtenerse de la reunión.

Shura sintió el tirón en el borde de su conciencia que le dijo que se estaba recitando el canto de invocación, pero por primera vez desde el amanecer de su servidumbre, el demonio haría esperar a un rey de Esparta.

Para el momento en que Aioros estuvo a salvo en un sueño encantado, la llamada era un dolor ardiente que devoraba rápidamente a Shura de adentro hacia afuera.

Con un giro vicioso en la estructura del mundo, el demonio dio un paso y se encontró en el centro del bullicioso esplendor de la blanca torre, en el balcón de uno de los edificios más altos de la antigua propiedad.

Káiser estaba apoyado en la barandilla, contemplando las luces nocturnas de la ciudad.

Fue el trabajo de sólo un segundo para que Shura absorbiera la situación.

La ciudad no era el problema, ni ningún gran asunto de estado irritaba al rey de Esparta.

Era el trozo de papel que apretaba en su puño lo que había despertado la ira de Káiser esa noche.

El demonio notó que un sirviente castaño muy usado yacía, apenas respirando, en la cama del rey.

Milo había sido la siguiente conquista prevista de Káiser antes del secuestro de Aioros, pero esa opción se había descartado con bastante rapidez.

La descendencia del rey, nacida en Atenas, había demostrado ser mucho menos complaciente que su primogénito y Káiser se habría visto obligado a utilizar una violencia evidente, en lugar de engaños y coerción, si hubiera querido tener a Milo en su cama.

-Veo que estás usando más diplomacia en el manejo de tus dos hijos menores que la que empleaste con los mayores. El joven Kardia está demostrando ser mucho más difícil de manipular que tu primer heredero...

Dado que la descendencia del rey iba a ser el tema de la reunión de esta noche, Shura quería el poder de las primeras palabras.

-Regulus se reunió con Aioria...

Ignorando la burla del demonio, Káiser arrojó el informe arrugado a su esclavo.

-Mátalo.

Shura sonrió. Consideró a medias partir para cumplir las instrucciones sin aclarar el orden. El hecho de que Káiser matara a Aioria, ciertamente pondría fin a que Aioros quisiera volver al mundo de los hombres.

Aún así, eso podría destruir demasiado a su amante, y ciertamente enfurecería al rey.

-¿Debo matar al Príncipe Aioria o a Lord Regulus, mi Rey... o a ambos?

Bromeó el demonio y Káiser lo fulminó con la mirada, un ceño fruncido verdaderamente venenoso estropeó sus rasgos.

-No juegues conmigo, engendro de la oscuridad. Mata a Lord Regulus. Sabes que me refería a eso...

Pero Káiser modificó la orden un segundo después.

-Pero primero averigua cuánto le dijo a mi heredero.

-Como usted ordene, mi señor...

Shura inclinó la cabeza preparándose para partir cuando la mano levantada del rey detuvo la desaparición.

-¿Quién le dijo a Aioros el secreto?

La pregunta sonaba vieja y gastada, como algo que Káiser había estado masticando durante mucho tiempo.

La verdad era la única respuesta que permitían las ataduras de Shura, cuando se enfrentaba a una pregunta directa de uno de sus amos.

-Nadie le dijo a Aioros cómo invocarme, mi señor...

Hablando rápidamente para evitar preguntas formuladas con mayor claridad, el demonio agregó:

-Te sugiero que encuentres un escondite más seguro para el diario que explica mi existencia y describe mis tareas anteriores así como mi invocación...

Las cejas de Káiser se juntaron y bajaron.

-El libro está en mi habitación secreta.

Le dijo en voz baja.

-La habitación fue descubierta, mi señor...

Shura se apresuró, necesitando distraer al rey de esa serie de preguntas.

-¿Debo regresar a ti para que me pagues por mis servicios tan pronto como Regulus me diga lo que le ha confesado al príncipe Aioria, o debo esperar otra citación, mi señor?

Alimentarse de Aioros era adictivo, pero el demonio necesitaba una comida más sustanciosa. La sangre de Káiser era amarga en comparación, pero una pequeña porción de la fuerza vital del rey sería entregada además de la comida... eso era lo que anhelaba Shura.

-Hay otra cosa...

Los brazos cruzados y la barbilla levantada, Káiser se irguió en toda su altura majestuosa y fulminó con la mirada a su sirviente demoníaco.

-Lo quiero de vuelta. Devuélveme a Aioros.

La respuesta tenía que ser cuidadosamente enmarcada.

-Me lo entregaron como parte de un trato anterior por parte de un heredero legal de Esparta. No puedes revocar el trato, mi rey.

-Pero ya no es un príncipe...

-Lo era cuando se cerró el trato.

Shura respondió, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

-Aioros fue el pago por su propio secuestro. No lo liberaré. Ahora es mío.

-Pero lo necesito...

Siseó el rey, su voz rebosante de tormento.

-Sólo por una noche, sólo por unas pocas horas. Te daré el doble de tu alimentación normal. Iré al Istmo de Corinto si no me lo traes. Entraré de buena gana en tu territorio. Solo di tu precio...

La cabeza de Shura se inclinó hacia un lado y examinó a Káiser de adentro hacia afuera.

La esencia interior del rey estaba plagada de fracturas, delgada, quebradiza y oscura. Káiser ya había entregado gran parte de sí mismo con su constante invocación del demonio, quién había sido mejor alimentado por el rey que cualquiera de sus encarnaciones anteriores por los amos a los que servían.

-Le queda poco de sobra, mi señor...

-Entonces te cambiaré...

Ofreció Káiser.

-Llévate a uno de los otros... llévate a los tres, sólo devuélveme a Aioros... Te liberaré. Debe haber una manera. Revisaré el libro. Recuerdo que había una manera de liberarte de tu servicio a mi casa. ¿Sería ese pago suficiente para el regreso de Aioros?

-En tu juventud podrías haberme liberado. Cuando abriste el libro por primera vez, podrías haber elegido ese camino. Podrías haberme liberado en lugar de estar al mando de mi servicio, sujetando una correa a mi cuello... Cualquiera de los reyes de Esparta podría haber cortado este vil vínculo, SI hubiera sido su primera orden... pero después de que se da el primer comando es demasiado tarde...

Explicó con tranquilidad Shura.

-Ahora estamos obligados, mi rey. Cumpliré cualquier otro deseo que puedas tener, pero no puedes obligarme a devolver a Aioros. Ese trato está concluido.

El odio absoluto en los ojos de Káiser era bastante delicioso, pensó el demonio.

-Si eso es todo, iré y atenderé a Regulus y luego te informaré de inmediato. Tengo un amante esperándome en casa y deseo enormemente volver con él...

La burla era ciertamente bastante tonta, pero Shura disfrutó la forma en que hizo que el rey se estremeciera y frunciera el ceño.

-Bien. Vuelve a mí una vez que te hayas deshecho de Regulus. Todavía no hemos terminado, demonio...

Káiser saludó con desdén a Shura, pero su expresión traicionó que su mente estaba trabajando duro en lo que implicaría su próximo encuentro.



















































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