Perras vacaciones


¿Qué tan difícil puede ser cuidar un perro por 15 días? ¡Nada!—siempre y cuando,  el peludo amigo, no se encuentre en la fase de "soy un joven y saludable ejemplar con la sangre en ebullición".

Empezaré por la ingenua conversación que mantuve con mi amiga antes de que saliera de vacaciones: "Nos vamos 15 días, pero te tengo que pedir un favor"... y el favor tenía cuatro patas y cuatrocientos cincuenta dientes.

—¡Claro, no hay problema, seguro que se llevan bien—refiriéndome al perro de casa—andá tranquila.

Ese fue el momento en que no debí haber abierto mi enorme boca. No tuve en cuenta que mi amiga vivía en una casa tipo departamento en planta alta, relativamente aislado del entorno; en cambio la mía es de una planta, sobre calle de tierra y con amplias veredas en toda esta parte del barrio. Al parecer, el contacto con la naturaleza despertó los instintos dormitados de aquel can que olfateaba el aire con los ojos cerrados, como quien disfruta de un aroma irresistible. El radar perruno localizó la docena de hembras de las inmediaciones y enloqueció.

Como siempre lo había visto dócil, decidimos dejarlo suelto en la galería del fondo, con alimentos, agua, juguetes y hasta una manta por si tenía frío, pero nuestro amigo tenía decidido complicarnos la vida, ¿alguien escuchó ladrar un perro durante 7 horas seguidas? No hace falta aclarar que no pegamos un ojo las primeras 3 noches, el tipo levantaba la nariz, olfateaba y corría de un extremo al otro y, como le devolvían el ladrido, sin poder a acercarse al objeto de su deseo optó por desquitarse los nervios con todo lo que encontró a mano. Las macetas fueron su primer objetivo, siguieron los sillones y de alguna manera consiguió abrir la puerta del cuarto de lavado; allí, desparramó el jabón líquido, destrozó los canastos para la ropa, la ropa sucia que había en ellos y como la puerta se cerró, y esas paredes son frágiles, hizo un agujero para poder salir, pero le quedó la cabeza atorada. Cuando oímos los quejidos, era de madrugada, al verlo nos dio un gran susto y nos costó un buen rato poder sacar su cabeza sin herirlo, para ello tuvimos que agrandar el agujero.  Después que salió se acostó suspirando enojado y se durmió, eran las 3 de la mañana. Los días siguientes seguía caprichoso, al darle la comida nos dirigía una mirada de desprecio y procedía a tirarla, al igual que el agua y entonces debíamos permanecer a su lado para verificar que ingiriera algo. Sacarlo a pasear tampoco solucionaba nada, ya que quería meterse en cada lugar que había una perra y nos dejaba los brazos doloridos de tanto tironeo.

Como me preocupaba mucho su estado de nerviosismo, empecé a buscar información para tratar de tranquilizarlo. Las notas encontradas decían que la alteración del comportamiento, podría deberse al estrés por el cambio repentino, angustia de abandono, etc. intenté toda sugerencia, hasta le puse "música para dormir profundamente a los bebés", y nada... sus ojos parecían dos platos, seguía rompiendo cosas, sobre todo los caños de desagüe, las mangueras y cañillas del patio. Una mañana amanecimos inundados, así que por ahora, anulamos casi toda boca de agua, hasta que nuestro inquilino se mantenga aquí. Atado ladraba más fuerte, entonces, una noche cansados le colocamos bozal y a la media hora era una montañita de hilachas de cuero.

Jamás pudimos lograr la cercanía con nuestro perro, porque el invitado, pretendía hacerlo víctima de sus impulsos amorosos y el nuestro se lo quería comer crudo. La casa hubo de dividirse en dos para poder manejar el conflicto, uno en la parte de adelante, otro atrás. Y descartamos el intento de acercamiento cuando advertimos que el bicharraco se restregaba contra paredes, plantas y un zapato que no sabemos de donde sacó. ¡Mi pobre Agapanto mancillado en su hermosura! y recién pasó una semana.

Espero que Dios me otorgue la paciencia suficiente para no cometer perricidio, falta menos... falta menos...falta...


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