La pareja ideal
Martín estaba un poco raro las últimas semanas. Llegaba tarde del trabajo y no se preocupaba en armar ninguna excusa.
Martina, por su parte, no indagaba. En realidad hacía bastante tiempo que su marido dejó de importarle, al igual que su matrimonio, que carecía de sorpresa o entusiasmo. Eran quince años de algo que comenzó como simple atracción física, ya que él siempre fue muy apuesto, y sumado a eso tenía un buen trabajo y carácter tranquilo. Pese a todo, ella muy pronto se dio cuenta que jamás sentiría pasión, esa pasión arrolladora que derriba muros y se enfrenta a todo, y decidió dejarse querer.
Según opinaban los conocidos, que miraban de afuera, formaban la pareja ideal y hasta sus nombres parecían destinados a unirlos. No tuvieron hijos, ambos desarrollaron una carrera y si bien, Martín, no tenía pensamientos más que para su esposa, ella contaba en su haber con varios romances pasajeros y alguna que otra aventura más o menos estable a lo largo de los años de matrimonio. A veces, no muchas, se cuestionaba su comportamiento a sabiendas del amor que su marido le profesaba, pero luego continuaba sin modificación. Él, por su parte, sentía que no era correspondido con la misma intensidad en sus sentimientos, aun así, jamás dudó de la mujer y su honestidad, atribuyendo el desamor a su propia incapacidad para conseguir que ella lo amara.
Para los aniversarios de boda, la pareja acostumbraba reunirse con amigos y festejar en su casa. En esta oportunidad, el hombre, buscando sorprenderla, pensó en una cena íntima y romántica dónde pudiera vaciar su corazón y contarle cuánto la amaba y lo feliz que estaba de tenerla a su lado.
Las tardanzas se debían justamente a los preparativos que llevaba a cabo para la ocasión. Personalmente recorrió joyerías hasta encontrar la pulsera perfecta de esmeraldas que hicieran juego con sus ojos. Buscó el restaurante más exclusivo y lo reservó seis meses antes. Quería una orquesta, velas, rosas rojas y que el lugar fuera solamente para los dos. Un cliente de la firma le recomendó un sitio exquisito, con el esplendor que ella merecía: sillones dorados que hacían juego con las alfombras, mantelería bordada a mano "como en el cine"—pensó Martín, creyendo que la impresionaría.
Cuando faltaban pocos días para el evento, se acercó al lugar para comprobar que todo estuviera a su gusto, lo recibió el encargado y lo hizo pasar a un salón aparte dónde ordenó que se le presentara el menú elegido para que lo aprobara, las bebidas y el pastel de aniversario que cerraría el festejo.
Todo era exactamente como lo había imaginado. Martín estaba feliz e impaciente como un niño pequeño. Se despidió del encargado y ,se dirigía a la salida, cuando se detuvo en el hall para observar a la pareja que ingresó y era acompañada hasta su lugar por un anfitrión.
El hombre le resultaba conocido, recordó que era cliente de Martina y ella misma se lo presentó en una oportunidad. Ahora estaba allí y acompañado de la mismísima Martina.
"Tal vez sea una reunión de negocios"—quiso convencerse.
Pronto vio que el galán aquel llevaba la mano de su mujer hasta sus labios para besarla amorosamente. No tenía fuerzas para moverse, estaba clavado al piso, atónito y resignado.
Cuando el encargado vio que seguía allí luego de haberse despedido, se acercó a preguntarle si necesitaba algo más.
Martín miró al hombre, sentía que el pecho se le oprimía y le dolía la garganta por las ganas de llorar.
De pronto, se recompuso. Saldría sin ser notado para no arruinar la sorpresa del aniversario. Seguramente, Martina estaría muy complacida—se dijo— y antes de irse pidió que le dejasen enjuagar la boca con un poco de vino. Sería una buena manera de pasar el mal trago.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top