Códigos familiares
Cuando era adolescente miraba con desconcierto a mis padres, que parecían divertirse mucho empleando frases tomadas del cine o inclusive su realidad cotidiana y compartirla como recuerdos comunes que los hacían cómplices. Desde pícaras miradas hasta grandes carcajadas formaban parte de esa unión que yo no entendía y, por ende, quedaba fuera de la algarabía.
Poco a poco, mi madre me fue confiando parte de esos códigos que utilizaba con mi padre para amenizar el rato. Una frase se destacaba entre todas, por su repetición, y un día me fue explicada. Contaba mamá que en el barrio donde vivían de solteros, había un matrimonio de ancianos que llevaban cincuenta años de casados. La mujer era una señora delicada y culta, toda suavidad, que fue unida en matrimonio con un hombre grosero y tosco, quien solo tenía para ella palabras ofensivas seguidas de insultos, a los que la encantadora señora respondía indefectiblemente con la frase "sí, amado esposo mío". No pasaba tarde sin que se le escuchara al hombre palabras tales como "¡callate vieja de mierda". Sin embargo, los años no consiguieron agriar el carácter de la anciana y él ni siquiera la lloró a su muerte, continuando con su vida como si nada y ocupándose de insultar al viejo perro.
Esta extraña relación siempre impresionó a mis padres que afirmaban que el maltratador aparte de odioso era un señor muy feo y ,ella, parecía hecha de delicada porcelana. Por esa razón los tenían presentes y si un día papá estaba serio o molesto por algo, inmediatamente, mamá le preguntaba "¿qué ocurre, amado esposo mío? y la sonrisa aparecía disipando todas las nubes.
Los códigos existen y son muy íntimos. Con mi hija somos fanáticas de la película Volver al futuro y si nos preguntamos nuestro parecer en alguna cuestión, rápidamente acertamos a responder "usted es el doc, doc..." y nunca dejamos de reírnos. Tenemos miles de códigos que se cruzan y entrecruzan, con mi esposo, con mis hijos y, cada vez que aparece alguno, surge el recuerdo de mis padres y todas las historias de los suyos "Casi tan alto como Ramón", "Anque, Tito, Corque y Ababeto" esos, quizás, los cuente en otro momento.
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