Cuando hablamos (1° parte)
Antes de que se presten a leer, quiero decirles un par de cositas.
"Cuando hablamos" esta inspirada en una de las historias, episodios o subquest, como quieran decirle, del videojuego de Pokémon Negro2 (la versión que jugué).
En este videojuego, mientras sigues la historia principal, llegas a un punto en el cual te encuentras con un objeto perdido en Ciudad Mayólica, el cual resulta ser un videomisor antiguo al que únicamente le funciona el audio. Palabras más, palabras menos, al final logras encontrarte con el dueño/a (dependiendo de cual de los dos protagonistas elijas) y le devuelves el dicho objeto.
Una vez hecho esto, tienes la opción de elegir si seguir en contacto o no con el dueño del objeto perdido, a lo cual yo accedí. Sin embargo, el universo a querido que ya no pueda contactarme con Belinda (o Yancy).
Entonces, como esta fue la historia de amor más breve que jamás viví, y que me duele profundamente (es un videojuego, pls), decidí escribirla para no olvidara jamás, pues a sido el episodio secundario de los videojuegos de Pokémon mas interesante y lindo que nunca haya tenido la oportunidad de vivir.
"Cuando hablamos" es la historia de como Gasti (nombre del protagonista) entabla una curiosa amistad con una misteriosa chica por medio de un videomisor perdido, al cual lamentablemente sólo le sirve la función de audio, y también la historia de como Gasti pierde completamente su rastro de la noche a la mañana, siendo incapas de localizarla.
Ciudad Mayólica es grande como de costumbre, repleta de centros de entretenimiento y desbordante de personas de todos los rincones del mundo, no sólo de la región. En palabras simples, Mayólica es como un centro de recreos o un perfecto hábitat vacacional.
Muchos turistas y entrenadores se acercan a la ciudad para disfrutar de su mayor atracción: el Gran Musical. Este enorme complejo teatral cuenta con un impresionante escenario, con capacidad para cincuenta personas al mismo tiempo, las tribunas para los miles de espectadores, y un área igualmente de grande para los participantes del musical y sus Pokémon, las verdaderas estrellas del espectáculo.
Sin embargo, y a pesar de que la cancha y el metro son igualmente frecuentados, para un joven como yo, entrenador a medias y sin aspiraciones verdaderas, el único lugar tranquilo de la ciudad que puede ser perfectamente disfrutado en calma es el área recreativa en donde se emplaza la Noria y el antiguo y nuevo Gimnasio Pokémon.
En realidad, vine hasta aquí esperando poder echarle un buen vistazo a la Líder Camila. Puede parecer, y tal vez lo sea, una actitud de acosador, pero lo cierto es que estaba esperando poder verla junto a sus Pokémon. La única información que tengo de ella es que es una modelo de tiempo completo y una líder de gimnasio, entre desfiles de moda, experta en Pokémon de tipo eléctrico.
‒Al final, ni se apareció...
Un largo suspiro bastó para animarme a levantar el culo de la banca donde descansaba y comenzar a caminar derecho hacia cualquier parte. La ciudad no tenía casi nada divertido para mí, salvo quizás la Noria, aunque era más la intriga que la posible diversión lo que me atraía.
La observé detenidamente durante un buen rato y llegué a la conclusión de que era demasiado alta para mí. Siendo un adolescente de 15 años que ha viajado más lejos que cualquiera de sus compañeros de guardería, una pequeña Noria de cien metros de altura no debería ser nada en comparación, pero lo cierto es que le temo a las alturas.
‒Paso... ¿Y esto?
Me acerqué al suelo para observar más detenidamente al brillante objeto del tamaño de mi puño. En cuanto lo tomé en mis manos y lo di vueltas para analizarlo, noté que era un videomisor, aunque éste era un poco diferente del que se venden en las tiendas. Probablemente se tratara de un prototipo antiguo, por lo maltratado que estaba. Para empezar, su pequeña pantalla estaba trisada, y la correa que lo sujeta a la muñeca estaba gastada y maltrecha.
En un segundo, éste comenzó a sonar, lo cual me sobresaltó bastante y casi me hace llevarlo al piso de la sorpresa. Logre reconocerlo al instante, pues se trataba de una de las canciones que se utilizan con bastante frecuencia en el Gran Musical. Era muy relajante y suave, perfecta quizás para un ballet o uno de esos bailes vanguardistas.
Lo sujeté nuevamente con nerviosismo y apreté su tecla lateral para atender la llamada. Hubo un primer zumbido como de interferencia, luego silencio y finalmente se escucho una voz del otro lado.
‒¿Hola?
¿Una chica? Tiene una voz muy suave. Debe ser una niña pequeña. Espero que sus padres no la castiguen.
‒Hola. Encontré este videomisor en el suelo. ¿Eres la dueña?
‒¡Ah! ¡Sí! Muchas gracias por haberlo encontrado.
‒No te preocupes. Vaya, la pantalla no se ve, así que supongo que tampoco puedes verme, ¿cierto?
‒Hum... es una pena, pero ese videomisor fue el primero que me regalaron, y lo atesoraba mucho. Lamentablemente, en un accidente de trabajo golpee su pantalla y quedo así.
‒Cierto, pero es una suerte que todavia funcione el audio. Soy Gasti, y soy un chico, por cierto.
‒¡Si, es cierto!‒se rió.‒Yo soy Bel-... hum, Belinda. Soy un chico también.
‒¡Ja! Ya quisieras. Por cierto, antes dijiste trabajo. ¿No eres muy menor para trabajar?
‒¿Por qué no resulto?‒parecía estar murmurando.‒¿Hum? Pues... yo no creo que sea el caso. Además, mis papás no dejan que el trabajo ocupe todo mi tiempo, aunque es cierto que no tengo mucho tampoco.
‒Vaya. Entonces, ¿qué tal si me dices donde vives y cuando puedo verte para devolverte el videomisor? No queremos que te castiguen por haberlo perdido, ¿o sí?
‒¡Ah! ¡Shhh! No lo digas tan alto. La compañía me regalo el que tengo ahora, pero necesito ese que tienes tú para que mis papás no se enojen. Tampoco quiero perderlo tan fácilmente...
‒Por supuesto que no. ¿Entonces? ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Me dices donde encontrarte?
‒Hum... no estoy segura. Casi no tengo tiempo por el trabajo, y la escuela es muy exigente. ¿Hum? Hablando de trabajo...
‒¿Tienes que cortar?
‒Sí. Lo siento. ¿Te parece si te llamo luego, cuando tenga más tiempo libre, y así nos encontramos para que me devuelvas el videomisor?
‒¡Perfecto! Estaré esperando tu llamada, Belinda. Suerte en el trabajo, hagas lo que hagas.
‒Jiji. Gracias, y llamare pronto. Hasta luego, Gasti.
La llamada se cortó y me sentí completamente desorientado. Tomé el videomisor entre mis manos y lo volvió a inspeccionar. Justo en la parte trasera estaba escrito con marcador permanente rosado su nombre, o eso creí que pusiese ser, pues estaba igualmente gastado.
Lo guardé con mucho cuidado en uno de los bolsillos laterales de la mochila, sólo por si ella volvía a llamar y así tenerlo a mano. Una vez lo hice, observé mis alrededores mientras trataba de ubicarme, pues mientras tenía una charla tan amena con una desconocida, mis piernas habían estado en automático. Fue una suerte que no me llevaran a ningún lugar extraño.
‒El viejo Centro Pokémon. Creo que me iré a dormir y mañana retare el Gimnasio Pokémon.
Espero que sus papás no la castiguen. Me sentiría culpable de ello.
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