✞ XXXVI ✞

El pequeño Diego despertó en plena madrugada. Un ruido proveniente del ropero le mordió los nervios.

Era el... Era el monstruo. Nadie quería creerle, pero el estaba seguro de  haberlo visto. No estaba loco, no lo inventaba.

Asustado, solo y tembloroso, se acercó lentamente hacia el ropero.
Una vez allí, apretó los dientes, se seco el sudor y colocó las manos en la puerta.

La abrió súbitamente y adentro, encuentra a su hermanita.

-Diego, buenas noticias: ya me he desecho del monstruo -dijo la niña mientras masticaba el último trozo de carne.



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