El niño del manantial
Claus los tomó cegado por el hambre y los devoró. ―Muchas gracias.
― ¿Te importaría si me acuesto a tu lado? Tengo mucho frío.
El joven miró y se dio cuenta que estaba cubierto por la manta que él había puesto en el morral, dudoso miró al anciano y le dio un poco de espacio, pero también le dio la espalda para no tener que verlo.
Ambos compartieron el abrigo y aunque el viejo abrazaba a Claus éste no hizo nada para sacárselo de encima y a pesar de todo el asco que sentía al comienzo comprendió que el hombre era una persona muy gentil y le debía la vida.
Tuvo que soportar todo el resto de la larga y casi eterna noche los ronquidos y toses del anciano, pero por respeto y agradecimiento guardó absoluto silencio para que él pudiera dormir lo más cómodo que pudiera.
Al amanecer, Claus despertó con un rayo de luz proveniente del sol que apuntaba en su rostro. Buscó al anciano y no estaba por ningún lugar. Vio cerca un arroyo y sintió la gran necesidad de beber agua y corrió hacia él.
Al asomarse descubrió que una figura se reflejaba en la cristalina agua. Era un joven de oscuro cabello y marrones ojos quien estaba en vez de su reflejo. Su apariencia era casi la de un chico de su misma edad que llevaba consigo la sonrisa que a Claus cautivó de inmediato, ni él se lo podía creer, pero era imposible pasar en desapercibido su gran encanto.
― ¿Quién eres? ― Claus preguntó.
― Soy el viejo a quien conociste y diste abrigo anoche Claus.
― ¿Q-qué? ¿Tú eres el anciano de anoche? ― inquirió con asombro ―. ¡¿Cómo es que sabes mi nombre?!
― Yo pensé que no eras digno de merecer nada, por eso te he seguido hasta acá. Yo no he de permitir que nadie que no sea una persona honesta pueda seguir aquí con vida. Soy el guardián del bosque y el manantial es parte de mí.
― Dime... ¿Cómo es que llegaste aquí y estás atrapado al otro lado del agua?
― ¿Cuál es tu deseo? Lo mereces por haber caminado cuarenta noches y haber pasado el peor de los fríos que alguien pudo haber pasado, lo superaste todo por seguir tus sueños...
Claus entendió... estaba frente al manantial y ese chico era el reflejo de ello.
Claus sonrió con timidez. ― ¿Por qué estás atrapado allí? ― Repuso una vez más.
― Es una larga historia, hace muchos años vine en busca de un manantial que jamás existió en ese entonces y unas brujas me castigaron por algo que hice, me hicieron parte de todo esto.
― ¿Hay alguna manera de poder ayudarte como tú lo hiciste conmigo?
― ¿Q-qué quieres decir?
― Mi deseo es salvar a quien salvó de mí, mejor dicho, quiero estar con el lindo y amable niño que salvó mi vida y me permitió llegar tan lejos.
Dicho eso Claus se acercó al reflejo de aquel lindo niño para sus ojos y posó sus labios encima de los del otro sabiendo que él estaba al otro lado del agua, o era simplemente un reflejo...
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