DIEZ
Prólogo: Primera parte de una obra, en la que se refieren hechos anteriores a los recogidos en ella o reflexiones relacionadas con su tema central.
Cierra la puerta detrás suya y comienza a descender por las escaleras para llegar al sótano. Deja la mochila de su universidad en el suelo del polvoriento lugar y de esta saca el soplete que encontró en el taller de su padre. Prende el objeto para ver la flameante llama azul y sonríe entusiasmada pensando en el cuento que puede salir esta vez.
Guarda el soplete en uno de los grandes bolsillos de su negra chompa tejida y comienza a retirar una por una las cajas de cartón pesadas que utiliza arriba de la escotilla para esconderla disimuladamente. Abre la pequeña puerta de madera y nuevamente comienza a descender por el oscuro lugar ayudándose con el flash de su celular. Al llegar al final de las escaleras, se dirige a la alfombra que está frente a la puerta metálica, levanta la roja tela de peluche para sacar las plateadas llaves que descansaban debajo.
Abre la cerradura e ingresa en la habitación, un olor fuerte a humedad e inmundicia hace que tape sus fosas nasales y arrugue las facciones en su rostro. Alumbra con el flash a la persona que está acostada en el suelo de la habitación, era Emilia, su compañera de la universidad.
Iba a comenzar a gritarle por haberse orinado encima, sabiendo perfectamente que debía esperarla para ir al baño. Sin embargo, al ver el estado deplorable en el que estaba durmiendo, decide abrir el bloc de notas de su celular y describir las horribles condiciones de aquella chica desaparecida.
"Su cara y cuerpo entero están llenos de suciedad, su cabello está tan grasoso que ha formado mechones espesos, su cuerpo tiembla bajo la ropa manchada y rota que trae puesta. Tiene la boca abierta de la cual bota saliva que cae en el suelo de la habitación y su cuello parece estar enrojecido por la cadena que trae puesta.
Apaga su celular y alumbra todo el lugar encendiendo el foco de la habitación, esto provoca que su compañera se sobresalte interrumpiendo su momento de descanso.
—¡Buenos días, creatividad!—Saluda con una sonrisa de oreja a oreja—¿Que te dije sobre orinarse encima?—Nuestra protagonista mantiene su sonrisa psicópata haciendo asustar a Emilia.—Sácate ese pantalón.
La chica temerosa obedeció las órdenes de Sonia para no hacerla molestar, sabía que no le convendría hacerla enfadar. Sacó su pantalón y lo dejó a un lado del cuarto. No tenía con qué tapar se desnuda piel, por lo que se sentó en una esquina inclinando su pecho sobre sus piernas, tratando de tapar su feminidad cubierta por la fina tela de su interior.
Sonia la miraba con detalle, grabando en su mente cada minúsculo movimiento que hiciera, le servirá para cuando se encuentre frente a la pantalla del ordenador. La chica tomó asiento en la silla de la habitación y comenzó con su ronda de preguntas habitual.
—¿Qué tienes para mí el día de hoy?
Emilia se comenzó a asustar, sabía que si no le daba una respuesta temprana le iría muy mal, sin embargo, en su mente no surgía ese chispazo de inspiración para contarle una nueva historia.
—¿Me escuchaste, creatividad?
Su captora la seguía hostigando, pero esto no ayudaba para aflorar la imaginación de la pobre chica y fue por esto que comenzó a llorar. Sonia la veía sin ninguna expresión en su rostro, observaba las lágrimas caer por la cara de la chica sin ningún tipo de remordimiento por dentro, no le iba a gritar, eso solo estropearía su proceso creativo.
Pero tampoco nació con el don de la paciencia.
—Por favor, déjame ir con mis padres—Rogaba su rehén poniéndose de rodillas frente a ella.— Te juro que no se lo diré a nadie, te lo juro, diré que me escapé de casa porque ya no los soportaba ¡Me van a creer eso!
Pero Sonia no respondía, solo la observaba en silencio manteniendo el contacto visual.
—Te ayudaré a terminar tu obra, te lo juro.
Agotándose la paciencia, decidió intervenir en el piadoso monólogo.
—Mi sueño desde muy joven siempre fue ser escritora, una de las más grandes, una de esas que esté en boca de todo el mundo—Desvió la mirada a un punto aleatorio de la habitación e imagino aquellos días donde aún tenía grandes sueños— Comencé bien, editoriales estuvieron interesadas en mis escritos y como a cualquier escritor, esto lo motiva para seguir creando.
Sonia se levantó de la silla y comenzó a caminar tranquila y lentamente por la habitación mientras continuaba hablándole a aquella chica.
—Pero como a cualquier artista, la creatividad fue decayendo y mi imaginación se fue desvaneciendo, todo lo que creaba quedaba a medias, no lograba completarlo— Se quedó quieta a un lado de Emilia mirando fijamente el suelo—Y cuando a un artista se le acaba la creatividad, es como un frasco lleno de tinta sin saber como esparcirla o utilizarla.
Sonia se agacho a la altura de Emilia y cogiéndola suavemente de la cara le reveló el motivo que la pobre chica estaba pidiendo hace mucho.
—Y en mi peor momento fue cuando tuve una idea, estaba muy emocionada por empezar a escribir literatura de terror e iba a necesitar ayuda de alguien.—Metió la mano en su bolsillo acariciando el objeto metálico que había guardado hace poco—Torturar a personas para que me describan sus peores pesadillas es algo nuevo y que nunca antes se había escuchado.
Emilia comienza a llorar nuevamente y más desesperada que antes.
—Por favor, déjame ir, ya te ayudé bastante.
—Querida creatividad, que no se te olvide que tú y yo tenemos un trato, me ayudas hasta el último segundo o no volverás a saber de tu vida pasada—Sonia estaba consciente de que no la iba a soltar, pero debía darle falsas esperanzas para lograr exprimir hasta la última pizca de fantasía que habitase en su mente.
No podía quedarse sin su fuente de ingenio, no hasta conseguir otra.
—Ahora dime—se alejó nuevamente de su víctima para dejarla respirar y pensar bien en sus próximas palabras—¿Tuviste nuevas pesadillas anoche?
Emilia no podía controlar su respiración y su habla estaba entorpecida, comenzó a ofuscarse mientras daba varias miradas rápidas al monstruo que tenía delante, tratando de llegar a su corazón con esos ojos llenos de piedad. Pero de nada sirvió, y ya debería saberlo pues Sonia no daba su brazo a torcer cuando se trataba de terminar su obra.
A pesar de lo que pudieran pensar de Sonia, ella jamás llegó a cumplir sus amenazas, utilizaba la tortura mental conminando de muerte, pero jamás usó dolor físico. Sin embargo, si esta vez requería hacerlo, tenía que usar todos los recursos a su alcance, por esto fue que de su chompa tejida sacó una herramienta que le servirá para este bloqueo creativo.
Emilia no necesito que Sonia le dijera absolutamente nada, sabía que ese artefacto lo usaría en ella. Con más desesperación que antes empezó a sentir como le faltaba más y más el aire, puso su mano en el pecho tratando de pedirle a sus pulmones y corazón que resistieran un poco más.
—No puedo... no puedo respir....porfa...—Ni siquiera podía acabar sus frases, obviamente a la rival no le importó esta situación.
—Tranquila, con un poco de candela obtendrás la adrenalina suficiente para que me cuentes cómo acabar mi historia.
Prendió el soplete y la llama azul se ve reflejada en los ojos de Emilia, Sonia se acerca lentamente a su indefensa amiga, como si de un lobo se tratase. El pobre cordero solo podía retroceder más y más, esperando algún milagroso cambio de actitud en el lobo feroz, obviamente esto nunca pasó. El escenario era una digna escena de terror, ella acercándose con su soplete en mano y sus ojos abiertos como platos, sedienta de sangre para escribir las últimas líneas que necesitaba.
Fue en ese momento de desesperación que Emilia soltó.
—¡¿Y porque mejor no escribes sobre una psicópata escritora que tortura a inocentes para terminar su maldita historia?!—No tiene idea de donde consiguió esas agallas, pero para terminar soltó—¡Maldita perra!
Sonia ignoró el último comentario, ya que la inspiración había surgido nuevamente.
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