CUATRO


Con sus dientes cepillados, su pijama lista y la fatiga incrementando, se acerca al colchón de la cama y abre la sábana ocre para meterse dentro. Su cuerpo se va calentando poco a poco con ayuda del edredón y la tela que la cubren, los párpados se cierran solos y su cabeza se hunde dentro de la almohada sin la intención de querer moverse, estaba lista para descansar de un largo y cansado día.

Pst... pst...

Hoy trabajó horas extra en la oficina y su jefe no paraba de darle tareas largas. Su cansancio era grande y estaba dispuesta a ignorar cualquier cosa que impidiera su placentera visita a la cama, decidió no escuchar el constante llamado de su conciencia sin éxito alguno.

Hey, Jazmín

—Estoy durmiendo.

No mientas, si yo estoy despierto pues tú también lo estás.

—¿Qué mierda quieres?

¿Apagaste la plancha que ocupamos?

Sus ojos se abrieron cansados y frustrada trató de recordar los pasos que siguió al apagar la plancha, a pesar tener presente las imágenes suyas desconectando el objeto correctamente, comenzó a cuestionarse.

—Sí lo hicimos ¿no?

Yo no lo recuerdo...

—Sí, está apagada ¿recuerdas que la desconectamos después de planchar la blusa para mañana?

Mmm... no, no tengo ningún recuerdo de haberlo hecho hoy, todas las imágenes son de tiempo atrás.

—Bueno, yo recuerdo que sí lo hice —Cerró nuevamente sus ojos intentando descansar despreocupándose por lo que le dijera su conciencia.

Bueno, despreocúpate... Si la plancha se daña será tu puta culpa, yo traté de advertirte. Es más, creo que dejamos la plancha conectada encima de la blusa con la que iremos mañana a trabajar, si se quema no te sorprendas ¿eh? Pero digamos que te da igual que se queme la blusa, ¿y si se quema la casa? Yo solo digo que cuando Mario regrese de su viaje a Quito y se encuentre con toda la casa hecha cenizas nos pedirá los papeles del divorcio inmediatamente.

—¡Ya! Iré a ver la maldita plancha.

Nuevamente sus ojos se abrieron con pesadez y levantó la cobija justo a tiempo para que el frío acariciara su cuerpo, bajó sus pies del colchón y los colocó encima de la fría baldosa. Su cuerpo se estremeció al sentir como su ser se congelaba. Jazmín estaba segura de que había cerrado las ventanas de toda la casa, pero al parecer se le había olvidado alguna por la cual el frío estaba aprovechando para colarse dentro de la casa.

Tal vez sea la ventana de la sala, te dije que no la abrieras. Sabía que se te iba a olvidar cerrarla.

Rodó los ojos harta de que su conciencia se crea mucho más lista, si era tan inteligente ¿por qué no le recordó cerrar la ventana antes de subir? Seguramente ya había entrado algún desagradable insecto. Encendió la lámpara que se encontraba en su mesa de noche y se dirigió hacia la puerta de la habitación para salir al pasillo, al girar la plateada manija se encontró con la penumbra que su pasillo otorgaba únicamente iluminado por la débil luz que desprendía la lámpara dentro de su habitación.

Muy bien... está demasiado oscuro afuera, te diría que volviéramos a la cama, pero de verdad debemos ir a revisar la plancha, y también tenemos que cerrar cualquiera de las ventanas que esté abierta abajo. Si no cerramos la ventana seguramente un ladrón entre a robar, o peor aún, algún pervertido intentaría hacernos daño, y también está el problema de la plancha...

Tratando de ignorar las constantes preocupaciones que su conciencia aumentaba, intentó pasar debajo del dintel de la puerta para salir al obscuro pasillo. Esperó a que sus ojos se adaptaran a la oscuridad y comenzó a caminar rápidamente por la izquierda, palpando con su mano la estructura de la pared blanca, tratando de encontrar el interruptor que encendiera la luz para que estuviera más iluminada la casa.

...el ladrón entrará a casa mientras esta se esté consumiendo por las llamas del incendio producido por la plancha y...

Jazmín se irritaba cada vez que su cabeza no paraba de hablar y hablar, pero le jodía mucho más cuando esta se quedaba completamente en silencio.

—¿Pasa algo?

¿Escuchaste eso?

—No, ¿De qué hablas?

Jazmín, se escuchó algo desde abajo.

Su cuerpo dejó de moverse ante la noticia, lo único que corría era su corazón que brincaba de un lugar a otro dentro del pecho advirtiéndole que no avanzara. Sus piernas querían retroceder por el camino trazado y correr dentro de la habitación para esconderse debajo de las sábanas. Su cabeza seguía callada. Jazmín muchas veces ha pensado que su conciencia se queda sin habla en momentos tensos solo para hacerla enojar, y que su desenfrenado corazón sea lo único que se escuche en una situación que amenaza contra su seguridad.

—¿Qué fue lo que se escuchó?

Escuché algo caerse.

Tomó aire suficiente y echó a andar más deprisa por el pasillo buscando frenéticamente el interruptor de la luz, comenzó a palpar el sitio donde se supone que se encuentra el botón que iluminaría el oscuro cuarto. Su corazón seguía brincando y sus dedos comenzaron a temblar al no encontrar el botón en el mismo lugar de siempre.

Jazmín, algo se acerca por detrás.

Su conciencia iba intensificando las alertas de peligro y a pesar de que han pasado pocos segundos Jazmín se encontraba incrédula ante el hecho de no acertar aun con el interruptor de la luz.

¡Dios mío, Jazmín! Es algo gigante y se nos acerca a toda velocidad ¡Gírate y mira!

Se dejó guiar por el miedo y sin girar su cabeza quedó completamente paralizada, cerrando sus ojos fuertemente esperando el contacto de aquella criatura anunciada por su conciencia. Después de esperar unos segundos y no oír nada, reclamó a su subconsciente.

—¡Aquí no hay nada!

Jazmín, está detrás nuestro...

Inmediatamente sintió una presencia a sus espaldas mientras sus ojos seguían cerrados, sin embargo, podía sentir que era algo enorme. Su cuerpo seguía quieto pero su mano derecha se aventuró a continuar palpando la pared en busca del interruptor. Trataba de no emitir ningún sonido para que aquello que se encontrara a sus espaldas no la atacará. Algo en ella le gritaba que la luz ahuyentaría al peligro.

Su mente continuó hablando.

Quiere tocarnos.

Su mano quedó inmóvil y su conciencia le pedía que siguiera buscando el botón de la luz, pero ella no podía mover un solo músculo al sentir que una parte de su cabello era retirado de su nuca. Su mente y cuerpo no reaccionaban, quería gritar y advertir a los vecinos del peligro dentro de su casa, pero parecía haberse olvidado de cómo alzar la voz. Dejó de respirar al sentir algo viscoso recorrerle el cuello y su mente buscaba desesperadamente explicaciones para el suceso que estaba viviendo.

Sintió algo afilado recorrer su brazo izquierdo, era de algún material metálico, aquello fue lo que ayudó a Jazmín para que abriera los ojos. Seguía a oscuras, pero sintió más seguridad para alejarse de aquella presencia a sus espaldas y apegando su pecho contra el frío cemento de la pared siguió con más desesperación en busca del interruptor de la luz.

Jazmín, nos quiere hacer algo malo, eso sigue parado atrás nuestro. ¡Prende ya la maldita luz!

Jazmín sintió una ligera presión en su espalda, parecían ser unos largos y huesudos dedos los que se paseaban por detrás. Lo que incrementó su miedo a una alerta de peligro fue el sentir como esta ligera presión comenzaba a arder por encima de su pijama, sintió los largos huesos rodear y tomarla de la cintura para apretar con fuerza. Percibió como la tenebrosa criatura se acercaba una vez más a su cuello olfateando ligeramente su piel...

¡Ya lo sentí! ¡El interruptor!

Al momento de encontrar el tan buscado botón decidió presionarlo a toda velocidad, la habitación quedó iluminada y Jazmín finalmente volteó a sus espaldas para presenciar qué es lo que la estaba acechando. No había rastro de algo fuera de lo normal, aunque a primera vista parecía todo estar en orden fue precavida y paseo con su mirada el pasillo ahora iluminado.

¿A dónde fue?

Jazmín no respondió, deslizó su espalda por la fría pared y se dejó caer en el suelo pensando qué fue lo que había pasado segundos antes, no entendía porque su pasillo parecía estar en completa paz. Sus ojos estudiaban con calma el cuarto de cuatro paredes rectangulares, por más que lo revisara una y otra vez no hallaba algo extraño a excepción de la puerta entreabierta que daba a su habitación. No se preocupó por ello pues sabía que ella había dejado la puerta de esta forma.

¿Segura que no quieres revisar dentro?

—No, solo quiero ir a ver si la plancha está prendida y ya irme a dormir.

¿Y qué pasa con la criatura?

—No hay ninguna criatura aquí, estamos cansadas y ya estamos imaginando cosas donde no las hay —Se levantó del suelo y se dirigió a las escaleras que la llevarían al piso de abajo.

¿Cómo? ¿Acaso no la sentiste?

—Ya cállate, estoy demasiado cansada para discutir contigo justo ahora.

Comenzó a bajar los escalones de uno en uno, frotaba las palmas de sus manos con sus brazos para entrar en calor, se arrepintió de no bajar una cobija con ella ya que el frío era insoportable. Llegó hasta el final de las escaleras y antes de dirigirse a la lavandería para verificar el estado de la plancha decidió ir a la sala y revisar cuál de las ventanas estaba abierta.

Los focos de la sala permanecieron apagados pues la luz de la calle atravesaba los vidrios y permitía mirar entre la penumbra. Revisando bien el lugar se impresionó al ver que todas las ventanas permanecían cerradas y no entendía por dónde podría estarse colando el aire frío de la noche.

Supongo que hoy la temperatura de la ciudad bajó drásticamente para todos.

Suspiró resignada, dio media vuelta y se dirigió hacia la lavandería para verificar el estado de la plancha de ropa, pero para esto tenía que pasar primero por la cocina. Antes de entrar por completo, su cuerpo descansó debajo el dintel de la puerta buscando con su mano derecha el interruptor que iluminaría la cocina, enseguida lo encontró y prendiendo la luz procedió a entrar por completo.

En su cabeza nuevamente comenzaron a llover reclamos por haber salido descalza de la habitación. Era cierto que sus pies se sentían helados al hacer contacto con la fría losa de la cocina, pero ella esperaba volver rápidamente a su cuarto una vez esté segura de que su plancha estaba apagada.

Estaba cerca de la perilla de la puerta, estiró su brazo tratando de alcanzar la manija metálica hasta que sintió un ardor en su pie izquierdo el cual la hizo retroceder. Por instinto alzó su pierna tratando de hacer presión en su pie lastimado y enseguida sintió algo húmedo recorrer sus manos, era sangre.

Te dije que escuché algo caerse.

En el suelo de la cocina descansaban varios cristales trizados, observando con más detalle parecía ser un vaso de vidrio. Dejó de lado las dudas sobre cómo cayó aquel objeto y entró más apresurada a la lavandería prendiendo el foco de esta habitación velozmente y buscando entre las repisas el botiquín de primeros auxilios. Al encontrarlo se sentó en uno de los bancos de la cocina y desinfectó la herida para luego vendarla como pudo.

Entró nuevamente a la lavandería para guardar el botiquín y buscar una escoba y un recogedor, al encontrarlos recogió los vidrios y los botó en el basurero que descansaba debajo del lavaplatos. Limpió las gotas de sangre con una servilleta y teniendo el camino despejado decidió entrar a la lavandería con más calma, no era tan grande el cuarto por lo que encontró con facilidad la plancha encima de la tabla de planchar.

—¡Te dije que estaba bien! —Regañó a su conciencia con el pie adolorido reclamando lo cansada que estaba y lo absurdo que fue regresar a revisar algo que ella recordaba haber hecho con claridad.

Pues tan segura no estabas ya que estamos aquí abajo

—Escucha, no quiero pelear, solo quiero subir y descansar —Dijo apagando el foco y cerrando la puerta de la cocina—. Mañana tengo trabajo y debo despertar temprano.

Se disponía a subir las escaleras dando por hecho que no había más tareas pendientes, sin embargo, por el rabillo del ojo logró percatarse de una luz amarillenta. Girando la cabeza por completo se dio cuenta que la puerta de entrada estaba completamente abierta y la luz amarillenta era causada por el alumbrado público de la calle.

Jazmín, la puerta antes estaba cerrada... te juro que recuerdo haber visto la puerta cerrada cuando bajamos.

La chica estaba segura de que algo no estaba yendo bien, sin embargo, no quería ser ella la que tenga que averiguar lo que estaba pasando, el miedo logró vencerla deseando volver abajo de las cobijas de su cama. Giro rápidamente su cuerpo volviendo al último escalón, sus pies comenzaron a moverse con más velocidad, descalzos por el suelo lograron parar únicamente frente a la puerta para cerrarla. Aseguró la puerta de la entrada y en ese mismo momento su conciencia le advirtió una vez más:

Está detrás de nosotros.

No lograba explicar el coraje y valor que nació dentro de ella para darse media vuelta con la vista únicamente clavada en el suelo, corriendo como pudo hacia las escaleras. Sintió nuevamente aquella presencia pisándole los talones así que no tuvo más remedio que salir corriendo escaleras arriba, su pie recién lastimado ya no le interesaba.

Nos está alcanzando, está a unos pocos centímetros. ¡Más deprisa, Jazmín!

El caminar de sus descalzos pies era lo único que se escuchaba dentro de la casa, eso y su mente que no se callaba dando las alertas de peligro. Las escaleras por un momento parecieron ser infinitas y sin despegar la vista del suelo las siguió recorriendo con temor y desenfreno, no acababan y ella sentía que estaba recorriendo más de la cuenta.

Nuevamente comenzó a sentir aquella mano huesuda en su espalda tomándola por detrás, emitió un pequeño grito de sorpresa y aceleró su velocidad como pudo. Tomó aire y levantó la vista hacia el frente para encararse con el final de las escaleras, estaba a tres escalones de pisar la superficie plana del segundo piso.

¡Cuidado!

Se tropezó en el último escalón, sus manos y piernas recibieron el duro impacto, pero esto no la detuvo consiguiendo incorporarse de manera inmediata. Su pie adolorido quería detenerse a descansar en el suelo, por otro lado, su instinto de supervivencia y razón eran la voz dominante frente a la situación.

¡La habitación!

Sus ojos alcanzaron a ver la puerta de la habitación entreabierta dejando pasar la débil luz de la pequeña lámpara que alumbraba en esos momentos. Incrementaba cada vez más la velocidad de sus pasos al sentirse más cerca del cuarto. La persecución de aquello seguía atormentándola, pero su consciencia le susurraba que dentro de las sábanas todo iba a estar bien.

Estiró su brazo y sintió el pomo de la puerta en sus dedos, sin embargo, al momento de jalar la perilla de la puerta y abrirla, algo desde adentro que contaba con más fuerzas le cerró la única oportunidad que tenía dejándola sola en completa oscuridad.

Jazmín, nos está tocando otra vez... 

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