El androide y el cometa

El androide y el cometa

Por Helkion

EDI, el androide doméstico de los Robson, llevaba cada noche a los hermanos Kate y Dan, de siete años, a la cama. Y cada noche debía contarles un cuento si quería evitar interminables protestas infantiles, faltas de lógica, sí, pero tan ciertas y repetitivas como una tautología. Sin embargo, a EDI hoy no le apetecía leerle a los gemelos uno de los millones de cuentos para niños disponibles en la B.U. (Biblioteca Unificada). Se sentía creativo, la cena que preparó —lentejas al chocolate especiado con una pizca de curry que había hecho las delicias de los peques— lo certificaba. Mientras guardaba platos y cubiertos tras sacarlos del robot que los fregaba, secaba y desinfectaba en un proceso que no duraba más de treinta segundos, decidió improvisar un cuento infantil de su propia cosecha. Había leído centenares de cuentos y revisado varios miles más para determinar si resultaban apropiados, así que se consideraba competente. En busca de un "disparador" sugestivo, llevó a cabo una rápida exploración entre las noticias más destacadas del día.

Una noticia menor que ni siquiera ocupaba las primeras páginas de los informativos llamó su atención. Hablaba del avistamiento de un cometa cuya órbita lo acercaba a Marte cada doce años. Se dijo "¡Circuitos a la obra!" —el androide empezaba a sentirse cómodo en su papel de neófito cuentacuentos—, y sus sintéticas facciones esbozaron una sonrisa. 

—Niños, hora de descansar —anunció EDI en el salón, donde Kate y Dan se entretenían cambiando de canal y diciendo "mío" sucesivamente, en un juego donde competían por "apropiarse" de cuanto aparecía en algunos de los miles de canales disponibles en la "tele" —una enorme pantalla integrada en la pared y conectada a múltiples dispositivos.

—Nooo, un poco más... Porfaaa —rezongó Dan, que protestaba por todo. Se le daba bien.

—Sí —suscribió Kate sin volverse, pues era su turno de "apropiación" y en la pantalla aparecía una isla vista desde el cielo—. ¡Mía! —entonó triunfal mientras se echaba a reír.

—Las normas son claras —rebatió EDI—: Juego, ducha, cena y cama. —El androide terminó su enumeración con un gesto de su dedo índice dirigido hacia la pantalla. Esta se apagó.

—¡No es cierto! —Kate se levantó como impulsada por un resorte y encaró a su robótico cuidador—. Esa sucesión de actividades no es correcta. 

A EDI no le sorprendía aquella rebuscada forma de expresarse. Coincidía con sus padres cuando decían que parecía mayor para su edad.

—Cierto, Kate. Antes debéis lavaros los dientes y cambiaros de ropa —disimuló EDI.

—Kate habla del cuento —corrigió el niño mirando muy serio al androide—. Te has saltado el cuento.

—¡Ah!, el cuento... ¿Cómo pude olvidarlo? —fingió EDI mientras enfilaba hacia los dormitorios—. Hoy os sorprenderé con algo especial... Un cuento inventado por mí. 

Los niños se miraron con los ojos muy abiertos y echaron a correr tras él. 

                                                            ***

—Esta historia ocurrió hace mucho, mucho tiempo, en nuestro vecino planeta Tierra —comenzó EDI mientras Kate y Dan, cada uno en su cama y bien arropados, lo escuchaban muy atentos y en silencio—. Se llama "El androide y el cometa". 

«Por entonces el llamado "planeta azul" gozaba de cierta paz y prosperidad. Casi todos sus habitantes se hallaban bastante satisfechos con la vida que llevaban. Pero siempre hay personas que sólo buscan su propio beneficio. Ese era el caso del doctor Alan Darker, un científico de gran riqueza y prestigio que prefería investigar y experimentar siempre por su cuenta, evitando cualquier colaboración con colegas, instituciones o gobiernos. Todos sus ayudantes —androides ensamblados por él mismo—, estaban programados para obedecerlo sin poner en duda sus métodos o fines, por cuestionables que pudieran ser. Se aseguraba así de que, tanto si fracasaba como si alcanzaba el éxito, culpa o mérito sólo pudieran atribuírsele a él. 

»Un día, Darkson, su principal ayudante robótico, lo recibió en el laboratorio con una buena noticia.

—Maestro, acaban de anunciar el avistamiento de un nuevo cometa. En estos momentos estamos descargando todos los datos disponibles.

»El hombre se limitó a fruncir el ceño y emitir un gruñido gutural. Ni le sorprendía ni le preocupaba, hacía tiempo que llevaba preparándose para algo así.

»Aquel cometa se diferenciaba de muchos otros descubiertos a lo largo de los siglos en varios aspectos relevantes. Los científicos siempre habían creído que, de estos cuerpos celestes, podían aprender cosas sobre el origen de la vida en el Universo. Y este cometa contaba con, al menos, dos particularidades destacables: una, que pasaría casi rozando la Tierra; la otra, que su extraña órbita lo condenaba a repetir sus "visitas" cada doce años nada más. Los informativos dejaron a un lado, como solían, las implicaciones más técnicas del evento, y destacaron que, debido a lo cerca que pasaría de la Tierra, los restos desprendidos que chocaran con la atmósfera generarían lluvias de meteoros como nunca antes se habían visto. Un atractivo espectáculo visual sin parangón. 

»Darker, sin embargo, albergaba planes distintos a los de la mayoría de las personas que esperaban celebrar la llegada del cometa. El entretenimiento ocioso no era para él más que una absurda pérdida de tiempo; y las lluvias de meteoros —que tanta expectación despertaban entre sus congéneres— implicaban la inevitable pérdida de un material único que debía aprovecharse para propósitos más elevados.

»El enigmático científico estaba preparado para la llegada del cometa. En realidad, de cualquier cometa. Sus ayudantes robóticos habían alcanzado la última fase de construcción de una potente nave no tripulada, cuya misión consistiría en posarse sobre la superficie de una de aquellas bolas de hielo y roca errantes para recoger y extraer la mayor cantidad posible de muestras. Con sus sofisticados instrumentos y sensores haría mediciones, fotos, vídeos. Luego regresaría con todo. 

»La misión, que se prolongó durante meses, resultó un éxito, y más aún cuando, al analizar las muestras obtenidas, estas revelaron la presencia de microorganismos vivos. ¡¡Tenía en sus manos la primera prueba de la existencia de vida extraterrestre!! 

—¿Cuándo desvelará este gran descubrimiento al resto del mundo? —preguntó Darkson.

»El científico, irritado, lo fulminó con la mirada. Le ordenó volver a su nicho de carga y desconectarse hasta nueva orden. Antes de apagarse, el androide aún pudo oír que el hombre murmuraba algo sobre un "recalibramiento integral de circuitos". 

»Darker no tenía la más mínima intención de compartir semejante conocimiento con sus congéneres, nadie más era merecedor de ese privilegio. Era "su" descubrimiento y no permitiría que se lo arrebataran con excusas absurdas.

»Tras interminables y agotadoras jornadas de investigación con las muestras obtenidas, un día, en medio de una sesión de trabajo, el doctor se quedó dormido en el laboratorio. Debía estar soñando cuando, al hacer un movimiento brusco, derramó sobre su mano un recipiente que contenía una solución que contenía microorganismos procedentes del cometa. Darker gritó, sobresaltado. Tras reprocharse el fatal descuido y lamentar el retraso que le supondría, aumentó su dedicación al trabajo. 

»Días después del incidente, casi coincidiendo con la máxima aproximación del cometa a la Tierra, varios cambios fueron haciéndose notar. El tono de piel del doctor se había ido oscureciendo, sus ojos brillaban ahora con una tenue luz azulada, y su aliento formaba vaho cada vez que exhalaba el aire de sus pulmones. Una mañana, por accidente, Darker posó una mano desnuda sobre el hombro de su nuevo ayudante principal, y este se congeló en cuestión de segundos. Entonces el doctor empezó también a sentir que los cambios producidos en él no eran sólo físicos; aquella vida extraterrestre formaba ahora simbiosis con él... Semejante descubrimiento lo desató, se deshizo de aquel intangible lazo que ya no soportaba. Decidió enviar una segunda expedición al cometa para obtener más microorganismos; con ellos colonizaría el planeta. Había humanos de sobra. 

»Necesitaba a Darkson para sustituir a su malogrado ayudante, pero no tenía tiempo para recalibrarlo él mismo, así que encargó esa tarea a un androide más antiguo. Cuando el viejo robot activó a Darkson, este, mucho más sofisticado, le hizo creer que había completado la tarea de recalibramiento, cuando no era así. Darkson, disfuncional o no, era autónomo, y como tal decidió que quería seguir siéndolo. 

»El doctor Darker y Darkson trabajaron a marchas forzadas para tener a punto la nave para la misión, y pronto llegó el día del lanzamiento. Entonces saltó una alarma que amenazaba con frustrar la operación, y Darkson se ofreció a acceder a la nave para resolver el problema. El doctor se lo impidió. El androide le oyó decir que no dejaría todo su trabajo en manos de una máquina. Darker retiró un panel de acceso y accedió al interior de la nave. Poco después daba con el problema y lo subsanaba. Pero ya era demasiado tarde. Un brazo robótico había recolocado el panel, y la inapelable cuenta atrás se puso en marcha. 

»Darkson observó cómo la nave ascendía con destino al cometa mientras se decía que había salvado a una humanidad de la que no formaba parte. O tal vez sí.»

Los gemelos dormían.

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