La Oscura
Arcania es distinta, algunos rasgos lo marcan, pero eso no le quita igualdad frente al resto. Su pasado, sí.
La Cúpula Infinita del Castillo de las Viajeras contiene en su espiral distintas esferas: oscuras, turbulentas y gélidas; pacíficas, brillantes y templadas; de fuego, niebla o líquido; y otras como la que muestra el universo original de Arcania: grises, silenciosas, frías, con la mayoría de sus mundos muertos.
La actual candidata al trono del Reino de las Viajeras y al control de la Cúpula Infinita y de la Llave Maestra, no había sido responsable de tremenda destrucción; tan sólo del perecer de tres o cuatro planetas. En ellos, Arcania fue, en sus antiguas encarnaciones, seres de magia profunda y oscura. Sus dedos estaban acostumbrados a recorrer volúmenes amarillentos y pergaminos encontrados en expediciones secretas. Fue una experta en hierbas, brebajes y cultivos. Supo abrir y sellar la energía en piedras, gemas y cristales.
Derramó sangre, colaboró con lo que está más allá. Abrió las puertas a los Antiguos, y luego del éxtasis y la devastación, cuando emergieron los paisajes con arena de huesos, cielos mustios y aire rojo, ningún poder o conocimiento le devolvió lo perdido. Y ya era tarde para cerrar las puertas.
Aunque podía engañarse volando de un mundo a otro, agrietando la tierra y el firmamento o manipulando las vidas miserables de los homúnculos, siempre sería una esclava de los Antiguos. Eso creía, hasta que llegaron ellas.
***
Unas alas quirópteras atravesaban el cielo carmesí, desarmando las nubes verdes. Cuando aterrizaron, se transformaron en una capa-sombra. Arcania avanzó sobre el mármol brillante hacia su trono. Desde el suelo su reflejo la acompañaba, vestido con una armadura de obsidiana negra y portando un báculo con un gran cuarzo de ónix en la punta. Su cabello, bruno y sedoso, se deslizaba con parsimonia.
Ya en el trono, Arcania devolvió la mirada al reflejo. De su casco salían tres cuernos: uno del entrecejo y dos de las sienes, todos cubiertos de gemas. Hacía años que sus ojos eran amarillos como los de esos seres de antaño cuyos nombres no podía recordar, sólo sabía que habían transmutado hacia unas criaturas que cruzaban el éter, navegando en las líneas de poder.
Un homúnculo verde se acercó a ofrecerle el alimento: cristales cargados bajo los dos soles. Arcania tomó varios y los sostuvo en su mano. Observó a la criatura de mirada perdida, encorvada y con quistes en la piel y volvió a experimentar la compasión.
Su cabello la alertó. Se incorporó dejando los cristales vacíos en la bandeja. Antes de que el homúnculo se retirara, le obsequió las piedras energizadas. La golpeó un viento fuerte desde las puertas abiertas del balcón donde había aterrizado. Allí apareció una luz desgajando el aire. Arcania sostuvo el báculo, aguardando a las Viajeras, ya que imaginó que iban a ofrecerle un buen combate.
Del portal surgieron: una chica de ojos rasgados, con un traje de algún planeta pos-colonizado por las Hélix; otra de cabello negro y pecosa, de aspecto terrestre, y una mujer morena con una armadura inspirada en los Eónidas. Las tres custodiaban a una cuarta, oculta bajo un manto violeta. Arcania elevó su báculo.
—Alto —dijo la mujer, descubriéndose y mostrando su corona plateada y fulgurante.
—Eres Astrid, la reina de las Viajeras —afirmó Arcania—. ¿Por qué te arriesgas en territorio de los Antiguos?
—Tenemos una propuesta para hacerte —contestó.
***
El techo abovedado era una ventana circular que daba a un vacío púrpura, donde había infinitas perlas brillantes que flotaban componiendo nubes espiraladas. Astrid caminó sobre las losas blancas y negras, sin perturbar los ojos maravillados de Arcania, y descendió por unos escalones hacia un pozo de piedra gris. Extendió sus manos y llamó a una esfera que se posó ante ella. Arcania ya estaba a su lado, y ambas hundieron la mirada en un mundo de esqueletos de piel transparente, órganos negros y alas que planeaban en una urbe gaseosa y titilante, habitada por fantasmas perdidos. Astrid dejó ir a la esfera, y ésta regresó a las nubes. Las contemplaron un rato.
—¿Qué ves? —preguntó Astrid, señalando la cúpula.
—Unas nubes en forma de espiral, hechas de esferas —dijo Arcania.
Astrid empezó a reírse.
—Lo veo tal como lo describes. Este lugar, más allá de todos los espacios y tiempos, es muy especial. Algo inconcebible para la magia, la ciencia o la abraxis, creado posiblemente por las Guardianas junto a una fuerza primordial, para reunir a las Viajeras.
>>Quien llega a la Cúpula Infinita, la ve y la comprende de acuerdo a su conciencia, historia e imaginación; para algunas, es una enorme biblioteca con escaleras, y cada universo es un libro; para otras, un bosque con árboles a los que trepan para hallar mundos en cada rama. Hay Viajeras que al entrar aquí encuentran laberintos o mansiones fastuosas con cuadros, esculturas, armarios y ventanales al cosmos. Recuerdo a un niño Viajero (porque sí, son excepciones, pero hay hombres Viajeros) que veía a esta Cúpula Infinita como un desván sin límites, con cajas llenas de cuadernos y juguetes; también cofres que guardaban mapas, dibujos y talismanes. Cada uno era una pantalla al Multiverso.
>>Las Viajeras no tenemos barreras para entendernos o para comprender un mensaje en un mundo extraño, siempre que estemos conectadas al pleroma. Algunas se vinculan antes de pisar el Castillo de las Viajeras.
—¿Por qué me dices todo esto? ¿Y por qué me es tan familiar?
—Porque viviste mucho. Y porque ya viniste en tus sueños.
—Debe ser un error —dijo Arcania. Se alejó de Astrid y hundió su mirada en la nube de esferas plateadas—. Podía viajar de un mundo a otro en mi universo, pero siempre con magia. No soy capaz de trasladarme de un universo a otro.
—No era la magia. Eras tú —afirmó Astrid—. Los hechizos fueron sólo un canal. Y algunos mundos que visitaste, eran de otros universos. —Arcania la miró, asombrada.
***
Pasaron los días en el Castillo de las Viajeras.
—No existe una sola Tierra —explicó Astrid en otra lección—. En algunos universos hay más de una y muchas veces se llamó Agua o Cristal.
>>El Multiverso es recorrido por ondas que se imprimen como moldes en la materia. Estos son arquetipos que se traducen, combinan y transforman, sintetizándose. Formas, cuerpos, sentimientos, pensamientos y personalidades. También, invenciones, eventos, sociedades y saltos evolutivos. Existieron más de una Arcania y una Astrid, pero no éramos nosotras.
Arcania asintió. No pudo seguir preguntando porque escuchó unos pasos. Detrás de ella, Dorice, la pecosa, traía a una niña de la mano.
—Acércate, Sara. —Astrid la llamó. La pequeña fue corriendo a abrazarla—. Estarás a cargo de ella —dijo, mirando a Arcania.
—No tengo nada bueno que enseñarle —susurró Arcania a Astrid, cuando ésta se incorporó.
—No es la niña la que tiene que aprender.
La mano pequeña tomó la de Arcania, y otra lección comenzó.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top