Capuchas Rojas
Estás cansada de la guerra contra los Lupinos. Todos confían en tus habilidades, por eso te volviste una Capucha Roja. No conocen tus miedos. Ser Capucha Azul era interesante: cuidabas el faro, hablabas con las ondinas, los silfos y las sirenas e informabas a los barcos acerca de las mejores rutas. En verdad querías ser una Capucha Verde y trabajar en el bosque con los elfos sanadores. Lo intentaste y sucedió algo que cambió tu rumbo: un ataque de los Lupinos. Todas las Capuchas Verdes escaparon, menos tú. Estabas furiosa. El bosque era tu hogar y no iban a echarte. Tomaste un hacha, y antes de que el primer Lupino se lanzara sobre ti, cortaste su cabeza. La sangre tiñó parte de tu capa y cuando llegaron las Capuchas Rojas, que alabaron tu valentía, lo tomaron como una señal. Desde ese momento, serías una de ellos.
Dejas de recordar, y suspiras. Enfundas tu nueva arma; un invento que las Capuchas Rojas descubrieron en otro mundo. Ya no más espadas o hachas de plata. Te sacas la capucha. Querías encontrar al Lupino que perdiste en la cascada, te hubiera gustado probar el arma contra él, pero ya habrá tiempo. De pronto, escuchas un grito. Sacas el arma, y corres hacia el lugar. Reconoces su voz. ¡Es Virginia, una de mis compañeras!, piensas. La llamas, pero no responde. Cuando llegas la encuentras inconsciente, recostada sobre su capa roja, apenas ensangrentada. Respira. No sabes si es mejor encontrarla así o muerta. Abre los ojos. Siempre te costó creer lo que te enseñaron tus maestros. Ahora, con ese brillo nuevo en la mirada de Virginia, no puedes dudar.
-Gracias por venir a rescatarme. -Te abraza, y te alejas en seguida. La mirada de ella se endurece.
-¿Qué te sucede?
-El Lupino te mordió. -Señalas la marca en su brazo. Virginia sonríe.
-Estuvimos equivocados todo este tiempo. -Tu compañera se lleva las manos al pecho-. Estoy conectada al cielo, a la tierra y a los árboles. Hablo el lenguaje de los animales del bosque. Siento una gran fuerza y poder. Mi vida anterior, incluso como una de las mejores Capuchas Rojas, era nada. -Sus ojos empiezan a cambiar, sus orejas se ponen en punta, el pelo negro la recorre, su voz cambia-. Esto es estar viva y puedo compartirlo contigo.
En otros mundos los Lupinos son diferentes, y desearías que uno de esos la hubiera mordido. Así, quizás, tu amiga sólo hubiera convivido con el espíritu de un lobo y habría formas de domesticarlo, pero en tu mundo los Lupinos nacieron de espíritus oscuros, demonios que absorbieron al humano y al lobo, robando sus características; no conviven con su huésped, controlan su cuerpo y su mente.
-Aléjate.
-Es algo sin igual, las Capuchas Rojas sólo quisieron ocultárnoslo.
-¡Por favor! Sé lo que eres. Cualquier Capucha Roja lo aprende el primer año: tendrás el cuerpo y los recuerdos de Virginia, pero eso es sólo una máscara.
Silencio.
-Puedo dejarte hablar con ella, si quieres. -Virginia sonríe, mostrando los dientes filosos.
-Imposible. Su alma ahora está presa observando cómo tomas su lugar. Sólo hay una forma de liberarla.
Tu amiga vuelve a su forma humana, y te mira con tranquilidad.
-No es como piensas, querida. -La expresión y la voz son tan parecidas a las de Virginia. Quieres abrazarla-. Es incluso mejor que en los otros mundos. Somos tres en uno: un lobo, la fuerza de la naturaleza; un humano, el conocimiento de la razón; y un espíritu antiguo, el poder del cosmos.
Extiende sus brazos. Retrocedes con los ojos vidriosos y una mano en el interior de tu capa. ¿Y si dice la verdad? Su sonrisa cambia a una mueca, su mirada tiembla. Por un segundo ves a Virginia, atrapada en algún rincón de esa conciencia sombría. Te pide el mayor sacrificio, mientras un cuerpo que ya no es el suyo crece y se llena de pelos. Lo aceptas, y desenfundas el invento de otro mundo: dos cañones largos, que sostienes con ayuda de una base de madera. El monstruo avanza y gritas antes de apretar el gatillo.
Es tarde. Debes volver a informar a tus maestros, pero caes de rodillas sobre la tierra removida y lloras. Escuchas un aullido. No puedes perder más tiempo. Observas el arma del otro mundo: una escopeta. Cuando te dijeron el nombre, ¡sonó tan extraño! Ahora disparas balas del metal sagrado que acabará con los Lupinos. Te cubres con tu capa roja, abrigándote del frío, y das una última mirada a la tumba antes de sumergirte en la oscuridad del bosque.
***
Hola! El pasado 14 de abril fue mi cumpleaños y para celebrarlo con ustedes quería subir este cuento de la versión impresa de Cuentos del Multiverso como una sorpresa. Estuve a las corridas y me fue difícil hacerlo ese día. Al final lo dejé pasar y me quedé con las ganas, pero hoy pensé... ¿y si lo subo igual? Más vale tarde que nunca, dicen ;) Gracias a todos por las 1.6k lecturas de Cuentos del Multiverso, valen mucho para mí.
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