Marzo: El pájaro de mi ventana.

Veía Diego a un pajarito que tocaba a su ventana, la profesora le llamaba a Diego con gran insistencia, las clases presenciales con Diego eran difícil porque su atención se iba muy rápidamente, pero en clases online no solo eran difíciles, eran imposibles.

—¡Sr. Ojeda!

Diego dió un salto en su silla antes de prender su micrófono y contestar.

—¿S-si?

—Responda el ejercicio tres.

—Eh —pensó la respuesta.

Si el ejercicio era ax + a⁴b² entonces la respuesta debería ser...

a(x+a³b²)

—Correcto.

La profesora volvió a seguir explicando la clase mientras Diego veía al pájaro.

Al poco tiempo el pájaro se fue, y Diego sigo distrayendo se con los esféros, los globos, el espejo, las líneas, sus uñas y la cama. Que él juraba que le pedía llorando que volviera a ella, y él sin poder verla llorar de tal manera, volvió con ella y se durmió. Faltando a las clases restantes.

A la hora del almuerzo fue al baño y ahí el pájaro picaba la ventana.

—¿Quisieras entrar, pajarito? —abrió la ventana haciendo que el pájaro, al sentir movimiento, se fuera.

Así se repitieron los días; Diego se despertaba, iba a clases, se distraía, se dormía, sacaba cero, almorzaba, veía al pájaro e intentaba hacerlo entrar mientras el pájaro se iba.

En esa rutina se pasó un mes, y él esperaba ancioso la hora de que él fuera a visitarle.

Más un día no apareció, salió a buscarlo y lo encontró a unos metros de la ventana, inmóvil, con las patas para arriba, sin respirar; había muerto.

Se suponía que ese era el ciclo de la vida, y Diego lo sabía, pero cuando te encariñas con alguien y ese alguien se va, él no sabía que dolería tanto.

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