XXVI. Diadema.

El pequeño y dulce fénix perdió su sombrero hace mucho tiempo.

Como nunca se le permitió volver a casa, no logró recuperarlo y fue condenado a vagar con una pesada diadema que lo privaba de volar, sometiéndolo a caminar. Extrañaba volar, extrañaba su precioso sombrero, pero solo podía olvidar, no solo aquel recuerdo, sino también debía olvidarse de quien solía ser, un ave majestuosa que podía volar.

Entonces, un día, una dama de la guerra se posó en su camino y cuando el fénix le pidió que se moviese, ella le respondió con vehemencia: "Quítate la corona, esa endemoniada diadema que no te deja volar y sobrepásame". El fénix sabía que podía hacer eso, pero quienes le regalaron tan valioso —como desgraciado— artificio, fueron los héroes, los salvadores y ¿Cómo podría el pequeño fénix ser tan malagradecido? Entonces respondió "No puedo deshacerme de ella, fue un regalo."

Ante su hilo de pensamiento la dama de los caídos se burló de él, fuertes carcajadas resonaron e hicieron eco en el camino de piedra.

"¿Llamas regalo a la maldición que te impusieron?" Se mofa, golpea el suelo mientras sigue riendo, "Lo que está sobre ti es una cadena que te ata al suelo, pequeño pajarito." pero esas palabras al fénix no le hacen ningún sentido, ¿Cómo podrían los héroes darle tal maleficio? Además, durante su largo camino obtuvo un montón de halagos, personas que veían con adoración su gran diadema, añorando poder poseerla.

"Todos quieren tener tu corona, ¿Es eso? ¿El anhelo de los demás te hace sentir culpable y te abruma?" la voz de la dama petulante hace eco en su cabeza, un razonamiento tan certero que lo hace asustarse "¿Por qué inquietarse? Desearán lo que se les haga más bello, sin importar si eso significa condenarse a una vida de esclavitud" y es ante esta afirmación que el fénix se pregunta la razón, entonces la intimidante doncella le responde sin titubear "Ellos nunca han sabido lo que es volar, no conocen la maravillosa libertad."

No se puede perder lo que no se posee, tampoco duele renunciar a lo que nunca se tuvo. El fénix, empero, se arrepiente cada noche cuando piensa en su viejo sombrero, su viejo yo, aquel que podía volar y es innegable que solloza cuando se compara con quien es hoy, un ave sin la capacidad de alcanzar el firmamento.

La dama de los caídos y protectora de los infames se mueve, se hace a un lado bajo la mirada atenta del fénix. "Puedes seguir tu camino, pequeño pajarito" afirma, golpeando la diadema y tirándola a un costado del sendero "Tú eliges si recogerla o dejarla atrás, fénix. Sé libre, o continúa viviendo al son de los falsos héroes."

Ella se va, ella le deja escoger, y, el pequeño fénix se pregunta si es demasiado tarde para volar de regreso a casa. 

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