XXIX. Barco.

El barco donde navegaba esta hermosa hermandad se hundió hace tiempo atrás, decir el cuándo y el cómo sería mentira. Solo se sabe que zarpó años atrás, cuando el amor todavía sostenía las velas del navío, los vientos del anhelo potenciaban su movimiento y no había avistamiento de algún obstáculo que lo hiciera colisionar.

Quizá fue algún glaciar lo que hizo al barco naufragar, un glaciar construido con el frio de la indiferencia, o puede que una tormenta fuese aquello que agito las olas con demasiada fuerza. Una tormenta creada por las peleas, por los desacuerdos; pero siempre salía el sol, incluso cuando el firmamento estaba demasiado nublado a causa del enojo y la tristeza.

Nadie sabe la verdad, lo que terminó con este buque solo lo conocen sus únicas navegantes. Esas hermanas que nacieron de diferentes padres, pero que se encontraron en esta vida llena de caminos infames y que eligieron navegar en un embarque construido con los sueños infantiles que crearon juntas.

Un barco que naufragó, una amistad que se perdió, una hermandad que se ahogó y murió.

Puede que nadie sepa que fue lo que este barco destruyó, pero entre los callejones, en las canciones, en las baladas se dice, se canta con fuerza, que, muy seguramente, Dios fue el culpable de que ese barco se perdiese entre los oleajes del destino.

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