XVI. Lazo.

Los lazos son un impedimento para convertirnos en lo que anhelamos ser, los lazos nos atan a un millar de promesas sin cumplir o sentimientos hechos para perecer. Empero, no hay peor lazo habido y por haber en esta tierra, que el lazo que nos une al fatal destino que aguarda por nosotros al final de nuestros caminos.

No solo es un lazo a lo más pesado de esta vida; la fatalidad, sino que, por no decir más, se trata de una atadura inquebrantable que jamás podremos eliminar. Viviremos atados a este imaginario que tejió un ser supremo, estaremos condenados a seguir el lazo imperdurable del destino por toda la eternidad que nos espere.

Un día intenté quebrar este hilo, este lazo abominable que nos condenó a todos, inmortales y mortales. Mi castigo fue perder lo que más amaba, la libertad que tanto añoraba.

Por ello, hoy me dedicó a relatar las tragedias que trae consigo la fatalidad de estos lazos maquiavélicos. Quiero narrar cada escenario de este cuento enrevesado, esperando que algún día alguien recolecte las piezas necesarias del rompecabezas celestial y consiga darle sentido a lo que yo no le pude dar; con suerte, seré libre al final de esta narrativa, sino, entonces viviré eternamente atrapado entre los ramajes podridos, asquerosos y malditos que él tejió para mí.

Ah, Eleos, hija mía, si puedes oírme, si puedes entender lo que quiero decir: sácame de aquí.

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