IV. Sombrero
El pequeño y dulce fénix tiene un sombrero. Está hecho de papel añejo, tiene decoraciones hechas con basura y chatarra, pero al pequeño fénix no le importa; pese a lo poco estilizado que parece ser, sigue siendo su sombrero. Como es suyo, está diseñado solo para él, por tanto, no le incomoda al caminar, no enreda su plumaje y sobre todo le permite volar.
Sin embargo, a dondequiera que vaya el pequeño fénix, siempre es despreciado por su sombrero. Cuando camina en los mercados o sobrevuela las plazas, todos dicen que es demasiado feo, que no resalta su plumaje anaranjado, que es indigno de él, que merece más.
Un día, un grupo de magníficos héroes dijeron al dulce fénix que podría tener algo mucho mejor que un sombrero hecho de basura y papel, le prometieron una corona que resaltaría sus plumas, que brillaría con la misma fuerza de sus ojos. "¿Por qué me darían algo así?" preguntó el precioso fénix, los caballeros respondieron con alegría "Queremos que nos acompañes en nuestros viajes, que nos protejas. A cambio te daremos una preciosa corona."
El fénix se enamoró de la idea de una corona hecha solo para él, una corona que le permitiese sentirse hermoso y amado, pues, aunque el fénix adoraba su sombrero, también añoraba algo mucho más valioso que unas cuantas baratijas sacadas de la inmundicia.
Es por ello que se unió a los héroes, quienes cumplieron su promesa y le entregaron una sorprendente corona. Esta corona estaba hecha del mejor oro, tenía rubíes incrustados a su alrededor y brillaba ante el mínimo reflejo de la luz.
El sombrero hecho de papel se quedó atrás, y el fénix que avanzó demasiado rápido para poder seguir a los héroes, no supo en donde lo dejó; pero no importaba, pues tenía su nueva corona, la cual lo hacía merecedor de un centenar de halagos y ovaciones. A donde quiera que iba, la gente diría lo hermosa que era su corona, lo mucho que resaltaba sus plumas y el brillo que le otorgaba durante el día.
Pero, con el tiempo, el pequeño y dulce fénix se dio cuenta que la corona no estaba hecha para él. La corona en ocasiones brillaba demasiado al punto de molestar sus ojos, se enredaba en su plumaje y sobre todo era demasiado pesada, impidiéndole volar.
Los héroes decían que se veía hermoso, la gente también, ¿Pero realmente lo veían a él? ¿O solo veían la corona? Cuando intentó quitarse la corona para corroborarlo, los héroes le reprimieron: "¿Por qué lo harías? La corona te hace hermoso, es digna de ti, ¿Despreciarás nuestro trabajo?" y eso lo hizo sentirse como un ingrato.
Fue así que el fénix comenzó a extrañar su sombrero hecho de papel añejo, con decoraciones hechas de basura. Sin embargo, ya no sabía dónde lo había dejado, se alejó demasiado de él mientras seguía a los héroes, persiguiendo sus constantes halagos, por lo cual no tenía ni idea de dónde encontrarlo. No podía volar, la corona no le permitía hacerlo, estaba atrapado.
El fénix extrañaba su sombrero, ese que era solo suyo, ese que no enredaba sus plumas, que no le molestaba los ojos y que le permitía volar.
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