I. El portal.
Frente a un inmenso portal de tonos violáceos, yacía en silencio la dama de los caídos y protectora de los infames. Dubitativa entre dar el paso faltante para cruzar el umbral o no, la doncella se balanceaba entre el delgado filo de la vida y la muerte.
En sus ojos se escondía el desgaste de un alma vieja, incluso si su rostro y cuerpo eran propios de una dama de tan solo veinte seis primaveras, el peso que había cargado en sus hombros desgastó cada fibra de su espíritu guerrero. Podía ver su reflejo en el portal, podía ver las cicatrices invisibles de la guerra y podía admirar el eco de una sonrisa que se desvaneció hace tiempo atrás.
No temía a la muerte, y, de hecho, había rogado en silencio por ella en más de una ocasión.
Sin embargo, todavía dudaba de si cruzar el portal o no, si dejar atrás su trágica vida como un inmortal para ascender a un plano celestial. Por una parte, quizá en el más allá encontraría a la hija que perdió durante la batalla, quizá, volvería a dar con sus amigos y camaradas fallecidos; pero, por otra, dejaría a los vivos a su suerte en una guerra que muy seguramente no ganarían sin ella.
Era esperanza de su pueblo, la desesperación de sus enemigos. No obstante, también era humana, y como todos, estaba cansada.
El portal estaba allí, un alivio para su fatiga, una oportunidad para abandonarlo todo y con suerte encontrar la parte de ella que murió el día en que asesinó por primera vez. Sollozó al ver el portal y darse cuenta de que al otro lado muy probablemente estaba el hogar que perdió entre el fuego de la contienda, podría regresar antes de que los prados de flores se marchitaran, antes de que la hambruna se llevase a padres, madres e hijos
Ella volvería a sonreír, pero los demás morirían.
Ella regresaría a casa, pero los demás perderían la suya.
Si cruzaba el portal, ¿La recordarían como una heroína o como una villana?
Gritó y maldijo a Dios por ponerla en un camino que jamás pidió, enfrentándola contra su más grande anhelo: la muerte, pero recordándole el peso que acarrearía esta infame decisión. Desde el otro lado del portal, su reflejo se movió y su «yo» más joven le regresó la mirada, no recordaba haber visto una sonrisa más nostálgica que esta.
'No somos lo que queríamos ser' dijo su fantasma, desde el otro lado derramó lágrimas 'Pero nos convertimos en lo que ellos necesitaban, nuestra gente, nuestro pueblo' aseguró.
Dolía, dolía tanto que se derrumbó allí mismo y de rodillas le rogó a su reflejo que la tomase: "Quiero ir a casa" suplicó, "Quiero volver a ser tú"
Su reflejó, sin embargo, se negó: 'No puedes ser lo que solías ser, no puedes ser yo, porque esta parte de ti ya murió' esta verdad sacudió a la doncella, regresando su mirada a quien le observaba con tristeza: 'Hemos muerto tantas veces ¿Por qué crees que cruzar este portal hará la diferencia?'
La inocencia de su pasado debió morir para traer consigo la madurez de su presente, su antiguo yo solo era un cadáver y un recuerdo glorificado de lo que había sido alguna vez. Morir hoy no marcaría diferencia para quien era, para quien fue, para las almas que vio morir y no fue capaz de salvar en el ayer.
"Entonces, ¿Qué debo hacer?" con desesperación, la doncella se cuestionó a sí misma y la respuesta vino acompañada del crujir del portal: 'Piensa en quienes todavía viven, ellos están gritando tu nombre con angustia, olvida a quienes enterraste y si debes recordarlos, entonces hazlo pensando en lo mucho que deseaban verte con vida'.
El reflejo se desvanece, el portal se quiebra y la doncella sabe que, si no lo cruza ahora, quizá no pueda cruzarlo jamás.
Sin embargo, ella no cruza el portal.
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¡El primer relato del reto! Este escrito esta ligeramente inspirado en uno de mis personajes de una saga que me encuentro escribiendo, dime ¿Te sentiste identificado con nuestra doncella? ¿Te causa curiosidad? ¡Aprecio cualquier comentario!
—Nevtaon.
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