Andy Knox

De no ser por aquel infierno en el que se encontraba, aquel cielo estrellado podría ser el más bello paisaje que alguna vez hubiese visto Nico. La cadena comenzaba a hundirse en su cuello, marcando sus eslabones alrededor de su garganta mientras lo apresaba, aún seguía sin entender por qué ese psicópata estaba torturándolo de tal manera. A su mente venían vagos recuerdos, pero de solo pensar su cabeza retumbaba como si fuese golpeada por un martillo de forma consecutiva.

Una silueta hizo presencia en la puerta de madera, sabía quién era. Pero resultó peor saber por qué venía. Andy se acercó hasta quedar frente a su víctima, un hombre indefenso, atado de cabeza a pies con cadenas extremamente gruesas. Su cara se encontraba repleta de sangre, y su cuerpo lleno de moretones.

— ¿Me extrañaste?

Nico trató de levantar su mirada, aunque le fue imposible, su cuerpo parecía de plomo en ese momento.

— ¿Por qué no terminas de una vez con esto? —Su voz quebrada, luctuosa, podía reflejar el estado de flaqueza en que se encontraba.

— ¿Terminar? ¡Si tu pesadilla recién comienza!

Andy salió de aquel cuarto oscuro, no sin antes dejarle a Nico un pequeño regalo. Un cuervo hizo acto de presencia encarándose hacia el hombre, esa mirada penetrante sin soltar un parpadeo le hizo abandonar la última gota de cordura que quedaba en su mente. Comenzó a picotear su ojo derecho, el dolor causado era tan abismal, que logró moverse un par de centímetros aun con el peso de las cadenas, pero fue en vano, el siniestro animal había aferrado su pico al ojo, mientras aleteaba sin cesar para mantener el equilibrio. Los gritos sollozantes de aquel desdichado eran tan fuertes, que sus venas parecían a punto de reventar. Luego de un par de segundos, el dolor le había consumido por completo, hasta desmayarlo. El demonio alado hurgó hasta conseguirlo. El ojo de Nico se mantenía sostenido solo por un pequeño tejido, mientras se balanceaba cual péndulo en su arremetida. Acto seguido, la emplumada bestia comenzó a arrancar poco a poco el tejido que lo separaba de engullir su objetivo, cada picotazo cercenaba lentamente, rasgaba la córnea, rompiéndola como si fuese cristal, mientras la sangre caía gota por gota.

...


—Niiiiicoooooo... despierta bella durmiente — dijo Andy con una voz canturrona mientras soltaba un balde de agua fría en la cara del chico, quien ahora se encontraba con una venda en su ojo derecho, repleta de sangre.

El pobre desgraciado abrió el ojo izquierdo, parpadeando de manera leve, apesadumbrado, y sin ganas de seguir respirando.

— ¿Conoces el juego de la rata querido amigo? O pensándolo mejor ¿Qué tan bueno eres para aguantar la respiración?

El silencio invadió la sala durante un par de segundos, a lo que Andy Formuló otra pregunta.

— ¿Qué pasa Nico, te ha comido la lengua el gato? — soltó, mientras dejaba escapar una risa, complacido.

Andy se alejó de la sala, para volver segundos después con tres elementos: un cubo metálico que llevaba una rata en su interior, un balde con agua y un soplete.

Se dispuso a llevar el pequeño cubo hasta su víctima, sosteniendo el encendedor en la mano contraria. Se tomó un par de segundos y su paso a seguir fue dejar el cubo en el estómago de Nico. Haló la parte inferior del cubo, dejando las frías patas de aquella rata hambrienta sobre el vientre del desdichado. Llevó el soplete hasta la parte superior iniciando su funcionamiento. Luego de algunos segundos, la rata comenzó a moverse de forma circular buscando un método de escape, al minuto y debido a la desesperación causada, la rata empezó a morder y rasguñar el abdomen de Nico quien trataba de mantenerse consciente, el dolor no tardó en aparecer, gritos desgarradores fueron expulsados aun teniendo un tejido de tela en su boca, entre más segundos pasaban, los gritos se convirtieron en suplicas repetidas, hasta que su victimario alejó por unos segundos aquel cubo con la rata. El tejido subcutáneo podía notarse a simple vista, la rata había cumplido su objetivo.

—Debes estarte preguntando ¿por qué a ti? ¿Qué me has hecho para odiarte tanto?

Nico seguía tratando de mantenerse consciente, pero el dolor era insoportable.

— ¿Acaso no recuerdas a Jim Knox? Aquel hombre que torturaste por capricho de tu jefe, aquel hombre que humillaste frente a su esposa e hijo, ¡aquel hombre que te suplicó que pararas su sufrimiento! — Andy pareció perder su enfoque, pero luego de tomar una gran bocanada de aire, prosiguió con su intervención — Déjame presentarme de nuevo, mi nombre es Andy Knox.

La inexpresión en lacara de Nico cambió de manera abrupta. Una risa nerviosa lo invadió porcompleto antes de que de su ojo comenzara a emanar un río de lágrimas.

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