Eres un fastidio.

Cuando te veo soy capaz de darme cuenta que tan grande es mi desprecio hacia ti. Te repudio con todo el asco que habita en mí.

Un rabia se presenta sobre mi corazón en cuanto te veo acercar a la persona que he jurado proteger: Mi amiga.

¿Crees que no sé distinguir tus intenciones enfermas? Puedo notar los gestos que en tu rostro se presenta, buscas más de lo que mereces, y esa sonrisa socarrona te delata.

Odio la persona que eres, y me odio por tener que ser yo quién deba enfrentarme al demonio que ocultas dentro.

Es una locura tener tantos sentimientos negativos dentro de mi alma, es una toxicidad que me sacude los huesos, me llena de toxinas dañinas, alimenta mis pensamientos agresivos de una manera peligrosa.

La sensación no ha dejado de crecer, se vuelve enloquecedora y solo pensarte causa todo un revuelto en mi cerebro.

Molesta, irritante, y desagradable criatura que no logró hacer desaparecer de mi vista.

Te repugno por el simple hecho de que estés vivo, pero me detesto tanto por ser yo quién esta metido en está encrucijada de emociones que se vuelven todo un torbellino dentro de mi cabeza.

Porque él problema no eres tú, ni ella, solo soy yo.

Quien no sabe aceptar una derrota, porque en medio de todo este odio hay una sola verdad. Son mis celos enfermos los que hablan por mí. Ellos son los que me llenan el alma de oscuridad, envidia e ira.

Porque sé que es a ti a quién yo quiero, más soy consciente que este sentimiento no es reciproco, y por eso mismo...

Te odio.