3. En una caja de cartón
Era 25 de diciembre, día de noche buena, festividad que alegra los corazones de las personas y las hace unirse más a sus familias. Es un día en que la mayoría está en casa, y algunos pocos festejando en los locales que ofrecen bebidas y comidas a un precio de oferta debido a la época.
Estaba nevando, las calles estaban siendo cubiertas poco a poco con la sustancia blanca y fría; las luces adornaban la calle, los basureros se llenaban gracias al gran consumo de los productos y los animales callejeros como Kaká se aprovechaban de esa oportunidad.
Aquel felino de ojos verdes, piel manchada de tonalidades grises y garras delicadas color obscuro estaba urgando en uno de los contenedores de basura del restaurante “Lemúr”, por suerte halló un poco de sardina a medio comer y una cabeza de pescado de hace unos días.
—¡Es mi día de dicha! —expresó la bola de pelos con alegría, ya que hacia más de una semana que solo cazada roedores para sobrevivir.
La historia de Kaká comienza dos años atrás, cuando aún era un pequeño gatito; pasó solo dos meses en la casa en donde su madre le dió a luz junto a sus hermanitos, luego de eso lo separaron de su madre y él y sus hermanitos fueron dados en adopción en una tienda de animales llamada “Animales fiesta” junto con el eslogan que decía: “Adopta a tu mascota ideal y celebralo, le das un hogar”.
Lo que no sabía la señora mayor cuando entregó a los gatitos, era que si los recién nacidos no eran adoptados, tendrían que soportar los horribles experimentos del doctor Cecil, el veterinario que “supuestamente” consultaba a los animales enfermos y les daba cuidado, una vil ilusión para las criaturas. Pasaron dos semanas y solo dos de los cinco gatitos fueron adoptados, tristemente tres incluyendo a Kaká tenían sus días contados.
Eran las ocho de la noche, Animales fiesta ya había cerrado y Cecil estaba en una habitación en el edificio del local que hacía la función de laboratorio, habían órganos de animales que parecían frutas encurtidas puestas en un contenedor de vidrio, una gran colección de plumas y garras de aves de diversas especies, herramientas de disección y una cama para “curar” al paciente.
Los tres felinos fueron llevados allí, dejando la jaula que contaba con una cómoda colcha para reemplazarlo con el frío y muerto paisaje. Dos de los felinos fueron apartados y enjaulados junto a un gato siamés mucho mayor que ellos, con la cabeza perforada y los ojos desorbitados. Kaká iba a ser el primero de los tres que sería tocado, con un par de guantes de látex puesto, el veterinario comenzó hacer una examinación rápida en el minino, en ese entonces Kaká se sintió aterrorizado al ver la cara de fascinación de su captor al estudiarlo. Luego de hacer el chequeo general, tomó una prueba de sangre con una aguja delgada y puntiaguda; sacó unos cincuenta milímetros del líquido rojizo, colocó una etiqueta con la raza del animal y continuó con sus hermanos.
Después de eso, los dejo a todos con el gato abatido y sin cordura que el doctor le decía Charlie cada vez que se emocionaba; se fue y los dejó a merced de la noche en compañía de un siamés perturbado, órganos, plumas, garras, excremento y sangre de animales sacrificados por el veterinario. Los gatitos estaban con miedo, temblando del frío y abandonados.
Pasaron cinco meses en aquel infierno, Kaká era el favorito de Cecil ya que no importaba que tanto lo alterará, él no maullaba de dolor a diferencia de sus hermanos, era usado en la genética y el hombre solo alteraba su ADN. De vez en cuando por su negligencia no lo alimentaba, pero después de ahí lo trataba como si fuera su mascota, ya que el animal era su bolsa de sangre y sus hermanitos fueron usados en la alteración física colocándole órganos de animales muertos, quitando y poniendo partes, como si fueran un juguete de uso ilimitado.
Kaká sufrió una transformación, su piel blanca y peluda con la cual nació y el par de ojos azules profundos como el mar fueron cambiando mientras más cosas le hacía Cecil; hasta que logró su cometido, cambiar su raza; con una simple fórmula genética, alteró la naturaleza.
Cuando el animal estaba en su nueva forma, dos semanas después sus hermanos murieron al Cecil experimentar de la misma forma que con Kaká, ellos no pudieron resistir debido a la poca alimentación y cuidado que le daba el hombre de mediana edad y murieron. A uno de ellos le explotaron los cuernos que le habían implantado, en cuanto al otro, le salieron los ojos de sus órbitas y le dió un paro cardíaco.
Kaká perdió a los únicos familiares que le quedaban con solo con siete meses de edad, estaba devastado y sus maullidos fueron escuchados en todo el local; el sufrimiento que experimentó esa noche era horrendo, pero no hubo nadie que calmara sus tristezas, no era un ser humano que pudiera demandar al monstruo que mató a sus hermanos, era solo un mero gato alterado por la ciencia, con ojos verdes, piel con tonos grisáceos y garras teñidas de negro.
Al día siguiente el felino se preparó para huir, quería desfigurar la cara de quien lo dejó sin familia y le alteró su cuerpo, quería matarlo y ver su cara agonizante, así como él lo hacía con todos sus experimentos.
Llegó la noche, y como de costumbre el veterinario llegó a hacer sus chequeos de rutina en su nuevo especímen, creado a partir del dolor y la miseria de distintos animales que han sido tocados por sus manos.
—¡Mi hermoso Kaká! Ya estoy aquí ¿cómo te encuentras hoy? Es hora de una revisión, necesito ponerte en tu mejor estado, en una semana vamos a la feria científica y tú serás la estrella de la noche —exclamó emocionado el moreno de tez bronceada al gato, mientras lo cargaba y lo balanceaba como si estuvieran en un baile.
Los maullidos incesantes ante ese monólogo, expresaron sed de sangre y odio hacia el veterinario.
“Te asesinaré”.
Eso era lo que decía en lenguaje gatuno, en respuesta a las palabras del doctor.
—Bien Kaká, estás perfecto como siempre —enunció minutos después de examinarlo —Es hora de mudarnos —habló tomando de nuevo al animal en sus brazos, ya que al ser chequeado estuvo en la camilla —No puedo dejar a mi tesoro en este lugar de mala muerte —agregó poniendo al minino cara a cara.
Sus oscuras garras se clavaron en los ojos del hombre, la sangre no dejaba de correr y Kaká fue liberado instintivamente tras Cecil querer detener la hemorragia causada, el felino aprovecho la oportunidad y con un leve movimiento de los estantes con órganos y demás objetos hizo que todo cayera sobre el veterinario, luego de ver como era sepultado por todo lo que tenía en su laboratorio, el gato huyó; corrió hasta que sus patas no dieron para más, y se ocultó en una caja de cartón que vió en un callejón.
Desde entonces Kaká ha vivido en esa caja de cartón, trasladándose de un sitio a otro con el miedo de encontrar al veterinario lunático que jugaba a ser un dios.
Al recordar aquellos acontecimientos traumatizantes, Kaká apartó la cabeza de pescado y, miró estaba sin ojos justo como uno de sus hermanos al fallecer.
—Humanos imbéciles, por su culpa mataron a mis hermanos y me convirtieron en un monstruo —enunció con maullidos lanzando la cabeza de pescado como si fuera una pelota de tenis.
Kaká salió del basurero y arrastró su caja hasta otro lugar, todo por su seguridad. Hacía frío y el felino deseo tener a alguien que le diera esa calidez, que los seres humanos comparten en la época de fiestas.
Llegó a un bosque alejado de la ciudad entre tanto pensar en los lujos de ser la mascota de un humano; tener comida, tu propia caja de arena, una chimenea caliente y leche y sardinas hasta que quedes satisfecho.
¿Pero quien aceptaría un gato mugriento y con una rara apariencia para tenerlo de mascota?
Nadie.
No había, al menos en la ciudad en donde deabulaba Kaká desde su exitoso escape; las personas lo miraban con asco, como si fuera una abominación; aunque el animal fue sometido a serlo, a él no le preguntaron, ni siquiera pudo elegir su destino; un destino del cual se arrepiente de haber nacido.
En compañía de un suéter viejo que obtuvo en uno de los basureros de una tienda de ropa, se arropó y cerró la caja, durmió hasta el amanecer, con la meta firme de sobrevivir.
Al día siguiente la caja se estaba tambaleando de un lado al otro, un humano estaba cargándola, el gato desde uno de los agujeros del contenedor vió los zapatos del individuo que tomó su casa sin su permiso teniendo al gato secuestrado en contra de su voluntad.
Tres horas pasaron, el humano puso la caja en una mesa y la abrió, vió al felino saltar sobre él y quedó debajo del minino.
—Oye te salvó ¿y así es cómo me pagas? —interrogó sin esperar respuesta, tomando al gato que trato de aruñarlo y lo liberó para darle un plato con leche —Debes de tener hambre. Puedes irte si quieres, eres libre de hacerlo —agregó al ver el animal comer del plato dentro de la pequeña cabaña en donde se encontraban.
“Después de este bocado me largo”.
Pensó el animal lamiendo la bebida tibia, el ser se puso a preparar su comida y como el gato degustó su desayuno.
—¿De verdad te vas? —interrogó el hombre de nombre Wilson al ver los arañasos que recibió su puerta por el animal —Esta bien. Nos vemos gatito con garras punk —Se despidió abriendo la puerta hasta que Kaká saliera con su caja de cartón.
Después de esa acogida, el animal volvió a la ciudad y comenzó a observar más de cerca a los seres humanos.
Era año nuevo tras muchos fuegos artificiales que perturbaron los sensible oídos de Kaká mientras paseaba por las calles se encontró con Wilson otra vez, el único humano que lo respeto y ni lo juzgo por su apariencia o lo ignoró por la misma razón, lo dejó elegir, aunque él no entendiera los maullidos del animal hubo una comunicación.
Bajo esa noche de alegría y júbilo por el nuevo año, un gato y un humano se hicieron compañeros de vida.
Fin.
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