ZOOLÓGICO HUMANO PARTE 2 (FINAL)

Había sido cuestión de tiempo para que Matt Davis se abriera más a Steve Howard. Matt era de aquellos que se reservaba partes de su vida, no quería hablar mucho de ello, los recuerdos que le traían antes del año 1999 lo ponían deprimido. Matt había estado pensando que debía ser el momento de que diera más información de sí mismo a una de las personas que le hizo el favor más grande de todos. Terminó de leer los libros que le quedaban de la saga y Matt no pude sentirse más que contento, Steve sonreía por haberlo ayudado. Discutieron el final del libro y un poco sobre el autor, Matt deseaba leer más de lo que publicó años después, al menos hasta la época en la que Steve sabía que King seguía vivo.

Y Steve ayudó. Le pasó algunos libros, usando el mismo truco de pasarlo bajo la mesa y el papel. Y Matt leyó cada cosa, incluyendo algunas recomendaciones que Steve le decía. Se habían vuelto muy buenos amigos, Matt era la persona que más hablaba con Steve. Conversaban mediante lenguaje de señas a través del cristal a menudo y cualquiera que los viera, los encontraban riéndose.

Pero Matt no quería hablar de su vida privada, la gente allí también aprendió el lenguaje de señas y podían entender lo que ellos hablaban, pero claramente ellos elegían el tema de conversación antes de arriesgarse a que el mundo entero se les ocurriera meter las narices.

―Tengo dos hermanos―empezó a decir Matt. Solía evitar los asuntos de su familia con cualquiera, sin embargo, Steve le caía demasiado bien que prefirió que sea la primera persona en aquel tiempo en saber sobre él―. Bueno, una hermana. En cuanto a mis padres, yo no lo sé.

―¿Qué es lo que sucedió con ellos? ―preguntó Steve, colocando los codos sobre la mesa. Ambos estaban en la sala de tiempo libre fuera de las cárceles.

―Mis padres se divorciaron, al parecer, el problema de dinero en casa fue más fuerte que el amor que antes se tenían. Mi papá trataba de mantener el orden, por otro lado, mamá parecía que sólo quería pelear y discutir hasta cuando no había motivos. Eso afectó mucho el matrimonio y lo que les pareció correcto fue separarse. Mi madre se había ido con un blanco que tenía dinero, un tanto mayor, pero con el que contrajo matrimonio. A mi papá le rompió el corazón darse cuenta de lo rápido que había sido reemplazado; la angustia, depresión y varias botellas de alcohol lo terminaron matando.

» En cambio mis hermanos tuvimos que hacer lo posible por continuar, yo no era el mayor. Mi hermano mayor, Wallace, tenía la responsabilidad de cuidarnos porque ya era lo suficientemente mayor como para comprar alcohol. Mi hermana menor, Rose, tenía un problema, era sordo muda.

Matt hizo una pausa. Steve entendía la razón del por qué sabía lenguaje de señas, al principio creía que era algo entre los reos de esa época, pero había empezado con él.

―Así que, tanto Wallace como yo, aprendimos a comunicarnos con ella a través de ese lenguaje―continuó Matt―. Wallace trabajaba, hacía lo posible por ayudarnos. El tipo era muy responsable, créeme Steve; pero había sido ese maldito ladrón que lo mató en su trabajo, el que puso a mi hermana y a mí en una situación agobiante. Nuestra madre nos rechazaba, diciendo que ya no somos sus hijos y que ya no quería saber de nosotros. El esposo de ella logró hacerse con algunos documentos legales que pudieron asegurar de que no nos acerquemos a ella. Rose y yo, sin tener a Wallace como apoyo, tuvimos que quedarnos un tiempo más en una habitación alquilada hasta que nos corrieron a patadas.

» Entonces tuvimos que vivir en la calle―dijo Matt con pesar―. Tardé en conseguir empleo y logré que dejemos las calles. Había sido una semana difícil, no había forma de bañarnos y no teníamos comida. El frío de los callejones eran lo peor para Rose porque se había enfermado, y ser limosneros apenas nos daba para comprar algo; casi todo se lo daba a ella, yo me quedaba con una pequeña porción de la comida. Fue la peor experiencia que tuve en mi vida.

Steve miró a Matt, que tenía la mirada en la mesa, había estado mirándola todo el tiempo, evitando el rostro de Steve en todas las reacciones que hiciera mientras hablaba. Matt había soportado demasiado, sin personas que la pudiesen ayudar. Steve quería hacer algo para que él se sintiera mejor, sacar la verdad a la luz sobre un pasado trágico podía ser doloroso para cualquiera, las lágrimas no pararían de salir. Pero Matt no estuvo llorando, su semblante se mostraba rígido.

―Tiempo después ya tenía un trabajo que nos mantenía estables. Rose vivía conmigo y la cuidaba. Ella le gustaba leer, y entonces me dijo que debía leer esto y aquello―Matt soltó una risita forzada y se relamió los labios―. Le hice caso, fue por ella que le tomé gusto y aprecio a la lectura. Luego descubrí a Stephen King y me volví un fanático de sus libros.

» Por esa razón aproveché pidiendo libros de él. Aunque... pedir esos libros me ponía muy bien, pero a quien más extraño es a mi hermana. No pude ponerme el brazalete rojo que hizo para mí antes de la muerte de Wallace. Siempre me lo quitaba para ir a la ducha. Había olvidado ponérmelo antes de...

Y enmudeció. No quiso decir nada más, Matt pasó el dorso de la mano por sus ojos, no quería seguir. Steve ayudó con la parte restante:

―Antes de que te trajeran aquí―dijo y se encogió de hombros―. Ahora entiendo porque no querías hablar sobre ellos.

―Eres la única persona con la que he hablado de esto, Steve.

―Me siento honrado―dijo Steve y Matt se rió un poco―. Pero escucha, estoy seguro de que podemos hacer algo, de que podemos escapar.

―Aún sigues soñando con eso, ¿no? ―dijo Matt ladeando la cabeza para mirar su cara.

―No es un sueño, puede ser una realidad. He estado observando cada cosa aquí...

―Sí, yo también lo he hecho.

―... por lo que he estado haciendo ciertas comprobaciones para saber si funcionan. Tú y yo saldremos de aquí.

Matt lo miró fijamente, entrecerrando los ojos. Bufando y negando con la cabeza.

―Estás loco, Steve, ¿te lo han dicho? ¿Acaso en tu tiempo te convirtieron en alguien tan confiado y seguro de ti mismo como para salir de este lugar?

―Demasiado diría yo―respondió Steve y entrelazó sus dedos para hablarle de forma más directa de todo lo que ha estado pasando en los cuatro meses que lleva allí.

No se la pasaba leyendo, pidiendo comida de su tiempo y charlando con los demás. No, Steve había estado reuniendo la suficiente información como para tener un plan. Examinó cada ángulo de lo que iba aprendiendo de ese espacio limitado antes de trazarlo y lo tenía, por lo que se lo comentó a Matt.

Los guardias tenían la macana, pero también más armas. Por detrás de la cintura había una pistolera escondida. Steve había pensado que aquello que los guardias tenían en su pecho, eran medallas o algo parecido, ya que tenían un pequeño listín y una estrella de ocho puntas, pero en realidad eran bombas pequeñas. Los mismos guardias las usaban cuando había algún desperfecto en la celda de alguien. La explosión era pequeña, y Steve lo consideró bastante.

La entrada a los Desinformados era por una puerta corrediza en una esquina. No la había visto al principio, logró verla cuando habían trascurrido dos meses. De allí venían los nuevos individuos que eran llevados de un tiempo a otro. El ángulo de visión de Steve era poco para ver algo, sólo veía unos diez centímetros de esa puerta cuando vio a un hombre de cincuenta años entrar.

Algo que Matt le había comentado, es que antes traían variaciones de personas y no de las buenas, sino de las peores. Hubo casos en el año pasado, de psicópatas que mataron a puños a una mujer, otra de una esquizofrénica que asustaba a todos y un caso de un pirómano del que no saben cómo quemó su propia celda. Los tres causaron desastres y la muerte fue lo que recibieron. Entonces tuvieron más cuidado de a quién traían. También le comentó que la palabra Desinformado era solo para aquellos que llegaban a despertar en la cárcel. Otras personas despertaron fuera de aquellas paredes de vidrio y le comentaron sobre lo que estaba pasando y el por qué lo estaban haciendo. Pero aquello era en un porcentaje mínimo. Steve dialogó con todos y sólo dos personas sabían de la verdad de ese Zoológico Humano en el que varios se hallaban atrapados.

El hombre de cincuenta años le contó más sobre lo que estaba fuera del edificio. Y la mayoría eran cosas que a Steve ya le habían contado. Pero lo que le pareció nuevo, fue que el hombre estuvo cerca de la máquina del tiempo que traía a la gente que querían.

―¿De verdad le has creído a este sujeto del 2153? ―preguntó Matt.

―Sí, le he creído.

―En parte puede tener razón, porque los prisioneros vienen de aquella esquina que él te mencionó.

―Es porque tiene la razón―afirmó Steve.

Algo más que pudo darse cuenta, fue que los guardias no sabían del lenguaje de señas. Pudo distraer por unos segundos a los dos que lo escoltan a la sala de tiempo libre. Les estuvo pidiendo cosas.

«―Perdón, señores. Lo que quiero pedirles es que me den una revista porno, un par de calcetines, una gorra que tenga el rostro de sus madres en ella y el último celular que salió antes de que me trajeran a este lugar.»

Lo que había pedido era algo arriesgado si es que se llegaban a dar cuenta. Las cejas enarcadas daban a entender de que no entendían nada. Sólo veían movimiento de manos, pero no el significado de ellas, los demás ya habían avanzado hacia la sala, pero sólo se estaban quedando Steve y los otros dos que lo escoltaban. Steve apuntó eso mentalmente.

―Puedes usar tu boca, ¿quieres? ―se quejó el guardia aquel día.

Steve se encogió de hombros y pidió disculpas. Eso lo había hecho el hace dos meses y aún le hacía gracia.

Los guardias sólo salían para mover a los reos hacia la sala de tiempo libre y volvían para regresarlos a las cárceles. Y, en casos anteriores, habían salido en otras tres ocasiones cuando había sido emergencia, cuando la persona de la celda era peligrosa. El psicópata, la esquizofrénica y el pirómano.

Steve había mirado el techo, no tenían cámaras. Aquello hizo que Steve sonriera de oreja a oreja, tecnología o no, pensaban que todos estarían bien vigilados.

―¿Seguro que no te llamas Houdini? ―preguntó Matt, había estado escuchando con atención a cada observación de Steve―. No puedo creer que hayas llegado a saber todo eso en menos de un año, ¡yo llevo aquí desde inicios del 2618 y no he considerado nada de lo que has estado diciéndome!

―No eres ningún tonto, Matt. Tú tienes tu manera de observar y yo tengo la mía.

―Eres de observación aguda―dijo Matt y se inclinó un poco hacia Steve―. Lo que no entiendo, es por qué sólo nos vamos a escapar tú y yo. ¿Qué hay de los demás?

―No es cosa fácil―explicó Steve, encogiéndose de hombros y frunciendo la mandíbula―. Podemos hacer que salgan todos, pero el tiempo para sacarlos puede ser demasiado. Y aquí hay más de setenta personas, ¿no?

―Ochenta y siete―dijo Matt con exactitud.

―Vale, ochenta y siete. No podemos con todos, Matt, y el tiempo que les puede tomar a los guardias para correr hacia la habitación de la esquina no les tomará mucho, y tengo que añadir que hacer el intento con ellos sólo puede causarles problemas en caso de que algo salga mal. Además, el plan parece algo de un solo intento. No habrá posibilidad de error y repetir, no existe un «Por favor, vuelva de nuevo». No, sólo hay una única oportunidad y debe salirnos bien.

Matt estuvo examinando cada palabra de Steve. ¿De verdad le creía capaz de que siguiera la corriente hasta el final y llegar a una especie de máquina que los sacara?

―Eres un maldito loco, ¿ya te lo he dicho?

Steve soltó una carcajada. No recordaba la última vez que se había reído mucho.

―Entonces dime, ¿quieres intentarlo? ―preguntó Steve luego de quitarse una lágrima de un ojo. Matt frunció la mandíbula, pensándolo―. Recuerda que podrás volver con tu hermana.

Matt lo miró a los ojos cuando él dijo eso. No había nada que le importara más que regresar con su hermana, la única persona buena que le quedaba antes de ser arrastrado a otro tiempo.

―¿Qué es lo que vamos a hacer? ―preguntó Matt, seriamente dispuesto a escuchar a Steve.

***

Luego de que la alarma sonara, el público que veía fascinado a las personas del Zoológico Humano salieron de inmediato y luego siguió la aparición de los guardias. Cada persona fue saliendo de su celda y entonces, Matt y Steve se miraron de reojo. Ambos en realidad fingieron estar dormidos y se levantaron con toda la lentitud posible para dejar que el tiempo pase. Los guardias que los estaban escoltando ya estaban a la espera de que Steve saliera. Siempre eran los mismos. Y estaban un tanto impacientes a que ambos reos salieran, no se estaban dando prisa.

Con disimulo, Steve movió las manos para decirle a Matt algo:

«―Lo estás haciendo bien, sólo un poco más de tiempo.»

Trataban de verse como si hubieran estado durmiendo por más de diez horas y que les costaba despertar. Les estaba saliendo bien, ya casi la mayoría de gente se trasladaba a la sala de tiempo libre y ellos aún seguían quitándose la pereza.

Un minuto, dos minutos.

―¿Quieres darte prisa? ―preguntó uno de los guardias.

―Sí, sí, ya voy―dijo Steve disimulando un bostezo―. Perdón, señores, he estado durmiendo mucho y me cuesta estirar las piernas para salir.

Algo de lo que Matt y Steve eran conscientes, era que los guardias no podían meterse a la celda para sacarlo a la fuerza. Hacerlo en vano, implicaría sentir la fuerte descarga eléctrica de la antena que estaba arriba.

―Que sea rápido―le apresuró el guardia.

―Ya casi―dijo Steve.

Se levantó casi al mismo tiempo que Matt. Ambos miraron los pasillos y se percataron de que eran los únicos que quedaban allí. Era momento de actuar.

«Los dos mantienen la guardia baja, no están preparados para lo que vamos a hacer.»

Steve pensaba eso mientras caminaba despacio, poniendo cara de dormido. Antes de que pasara fuera del umbral de su celda, Steve agarró del pecho a un guardia y con su fuerza lo movió de tal manera que pudo hacerlo pasar al interior. El guardia, al no pertenecer con cosas del año 2019, recibió una fuerte descarga eléctrica de la antena. Steve había tomado algo que se escondía en la espalda del guardia: la pistola. La había desenfundado, pero se le había resbalado, cayendo por el suelo.

Steve miró de soslayo que Matt había hecho lo mismo. Sin embargo, la concentración de Steve estaba en el otro guardia, que había preparado la macana, arrojando su primer golpe en un largo arco hacia Steve. Steve logró agarrarla con la mano, el dolor del golpe lo había ignorado y entonces lanzó un puñetazo al rostro del guardia, directamente en la nariz. Este retrocedió dando unos pasos hacia atrás hasta caer al suelo. Steve se abalanzó sobre el guardia y dio más golpes. Los nudillos cambiaron a un color más violáceo y se le hincharon, el rostro del tipo era como de piedra. Dejó de atizarlo a golpes, el tipo ya no se movía, pero aquello no le importaba, muerto o no, había sido uno de los que lo mantuvo allí encerrado.

Por otro lado, Matt había logrado tomar la pistola y antes de que el guardia se dispusiera a atacar, logró apretar el gatillo dos veces. El hombre cayó de bruces contra el suelo, la sangre manaba del vientre y lo único que hacía era quejarse del dolor.

―Maldición, Steve, las pistolas hacen que te tiemblen hasta el brazo.

Después de ese comentario de Matt, Steve tomó la pistola del otro guardia y la observó detenidamente. La forma de la pistola seguía siendo la misma, aunque el modelo era de aspecto futurista, como sacada de un videojuego de su tiempo.

―Bien, vamos antes de que...

Matt y Steve escucharon otra puerta corrediza de algún lado, le siguieron unas pisotadas al estilo militar que a ambos hizo que sintieran la piel de gallina, estaban saliendo más guardias. Las pisadas se escuchaban más cerca.

―Por aquí, vamos―susurró Steve y guio a Matt hacia la esquina de la sección del Zoológico Humano―. ¿Lograste agarras las bombas?

Matt asintió con la cabeza, en serio lo había conseguido. Por tal razón Steve agarró del pecho al primer guardia, donde él puso la mano estaba la estrella de ocho puntas. Mientras corrían, Steve miró la estrella, de las veces que vio a los guardias al momento de usarlas, vio que ponían el dedo pulgar por cuatro segundos en un botón que estaba en el centro. Cuando pasaban esos segundos, el botón del centro titilaba de rojo un poco hasta que se volvía un titileo desenfrenado para luego ocasionar la pequeña explosión. Cada guardia tenía dos bombas.

Al llegar a la esquina, vieron la puerta doble. A un lado, estaba algo como una especie de ranura para una tarjeta y un lector de huellas.

―Mierda, no tenemos nada para pasar―dijo Matt, a punto de maldecir a todo, empezando por Steve, que lo había llevado hasta ese punto.

―Cruza los dedos―advirtió Steve, que ya tenía el pulgar sobre el centro de la estrella―. Esperemos que esto funcione.

Puso la estrella en medio del lector de huellas y la ranura de la tarjeta. Hizo que Matt retrocediera y luego sonó la pequeña explosión. Steve sabía que el ruido los delataría su verdadera posición. El sonido de los pasos se había acallado unos segundos, Matt creyó que debieron detenerse en los cuatro guardias inmovilizados. Luego de la explosión, debieron seguir avanzando hacia ellos.

El lector de huellas y la ranura se rompieron y suspendieron de unos cables de la pared. Ambos usaron las puntas de los dedos para abrir ambas puertas. Les costó a ambos al inicio, pero con la fuerza y adrenalina del momento hicieron que pudieran separar una puerta de la otra. Se metieron y vieron lo que había allí.

La habitación era sencilla, aunque esperaban que fuera algo más. Frente a la puerta doble estaba una mesa que tenía un teclado muy delgado como si fuese una hoja de pael. Matt al verlo, pensó que se trataba del holograma de un teclado muy avanzado. Aunque Steve veía algunos teclados así en películas de su tiempo. A su izquierda, estaba un cuartucho pequeño con paredes negras y líneas celestes titilando cada cierto tiempo. Ésa era la entrada que el hombre de cincuenta años le había dicho que vio al llegar. Ésa, era la máquina del tiempo, aunque el aspecto parecía más a la entrada de un ascensor sin puertas. Se acercaron a la mesa.

En el teclado había un cuadro con números y nombres.

―Oye, ¡esto tiene el registro de cada uno! ―exclamó Matt.

Steve vio una larga cantidad de nombres. Las personas que estaban en la sala de tiempo libre se veían allí. Steve encontró el suyo, tan solo había que escribir el número del año y en el recuadro salía toda la información, año de nacimiento y captura, peso, modo de alimentación, horas de sueño regulares y otras cosas más. Se sintió desnudo por un momento.

Debajo del cuadro había una línea con dos opciones:

AÑADIR INFORMACIÓN BORRAR INFORMACIÓN

Steve colocó el dedo en Borrar información. Matt levantó la mirada, perplejo.

―¿Por qué?

―Así no nos volverán a buscar, no van a saber a dónde iremos―dijo Steve rápidamente y luego procedió a buscar la información de Matt para luego borrarla―. ¿Has usado un teclado antes?

―Sí, en un trabajo hice de secretario en una oficina.

―Estupendo―comentó Steve, sonriendo. Empezaba a teclear números y palabras: 25 de agosto del 2019. También señalaba una hora que podían fijar, Steve puso a media noche. No recordaba bien la hora de su captura, había sido por la noche, pero no sabía en qué instante. También había que añadir la dirección, Steve escribió el país, ciudad y número de calle.

Después de colocar la fecha y hora, un botón naranja se encendió. Arriba del botón en el teclado mostraba un contador de diez segundos. El contador no seguía, Steve se dio cuenta que había que presionarlo, luego de esos el tiempo correría y se metería en la máquina del tiempo.

―Vale, vas a presionar este botón cuando hayas puesto el tiempo de tu fecha y hora, tal y como me viste hacerlo. Al presionarlo te metes a la máquina del tiempo y lograrás irte a tu tiempo.

―De acuerdo, no se ve tan difícil.

Steve presionó el botón anaranjado y se metió rápidamente con largas zancadas en la máquina, tardó un poco más mientras una voz hablaba del teclado.

―10 segundos para el viaje―dijo una voz femenina. El conteo, por el modo en que sonaba la voz, sería algo lenta.

Miró a Matt de reojo, él estaba esperando a que el conteo terminara para luego escapar.

―Diez.

―Oye, Steve, no pudimos planear algo...―dijo Matt.

―Nueve.

―¿Qué cosa? ―preguntó Steve.

―Ocho.

―Nuestra despedida, amigo―gritó Matt.

Y aquello era cierto, estuvieron ansiosos de efectuar el plan que no se tomaron el tiempo para decir unas últimas palabras.

―Siete.

Steve estuvo a punto de decir algo, pero entonces, la puerta doble se había abierto, era difícil moverlas, pero dos guardias estaban separándolas.

―¡Mierda, Steve, están aquí! ―vociferó Matt, sosteniendo la pistola, disparándole a uno de los guardias.

Steve vio que una mano más estaba allí, una mano que sostenía una pistola. Entonces la persona soltó un disparo, seguido de otro fogonazo más. Matt se envió bruscamente hacia atrás por el impacto de las balas.

―Seis.

Steve se apresuró con su pistola y a pesar de que nunca había usado una, soltó disparos, sólo dos de los cinco que hizo llegaron a los guardias, haciendo que retrocedan y la puerta volviera a cerrarse.

―Cinco―la voz femenina no se detenía y empezó a estresar a ambos.

Steve salió de la máquina y corrió hacia Matt, que se hallaba tumbado al lado de la mesa. El disparo le había dado en un pulmón y un riñón.

―¡Levántate, Matt, vámonos de aquí!

―Cuatro.

―¡No, tú vas a irte de aquí, Steve, yo no pertenezco al 2019!

Esa era la idea de Steve, quería llevarlo a su tiempo sin importar nada más.

―Puedes ver a tu hermana en mi tiempo, podemos irnos y te llevaré con ella, ¡vámonos!

―Tres

―Estás diciendo locuras, mi hermana se espantaría si me ve así. ¡Sólo lárgate!

―Dos.

―Pero...

―¡Hazlo, maldición! ―Matt vio que la puerta estaba intentando ser abierta de nuevo. Algo que no le enseñó y que, de haberlo hecho, sólo habría atrasado a Steve. Matt había preparado una estrella de ocho puntas, había quitado el pulgar y colocar la mano en la mesa con el teclado futurista.

―Uno.

Steve se levantó, Matt no se dejaría ayudar. Casi tropezó al correr, pero pudo mantener el equilibrio. Steve dio un salto hacia la máquina del tiempo.

―Cero―finalizó la voz femenina en el conteo.

Las luces celestes que estaban en el interior se encontraban parpadeando más rápido y pasaron a desprender una luz intensa, Steve había logrado meterse antes de que la voz dijera cero. De un segundo a otro, Steve había desaparecido y el cuartucho volvía a estar como cuando los dos llegaron.

Cuando los guardias lograron abrir la puerta, escucharon muy tarde el desenfrenado sonido del tintineo de la bomba pegada a la mesa. El resultado, fue el que Matt había deseado.

Una gran explosión resonó en la esquina del Zoológico Humano.

***

Steve Howard abrió los ojos repentinamente. Miró todo a su alrededor. Todo estaba oscuro, pero lo que sus manos sentían, eran sumamente familiares que le provocaron un respingo. Las sábanas estaban algo movidas luego de haber caído en su cama, había sido como caer de un piso alto hacia una gran colchoneta. Steve se bajó de la cama y, sin olvidar nada a pesar de ser capturado hacia otro tiempo, fue hacia el interruptor de su habitación y la encendió. El cuarto se iluminó por completo, era de noche y las cosas seguían tal y como las había dejado.

―He vuelto...

Lo dijo sin creérselo. Se sentía extraño. Por un instante pensó que era un sueño, que nada de lo que pasó en el Zoológico Humano había sido cierto, que sólo hubiese sido parte de un mal sueño. Pero en el suelo vio la estrella de ocho puntas y la pistola que había disparado en aquel año. Con eso era más que suficiente como para creer que todo había sido verdad.

Pero entonces, Steve cayó de espaldas contra la puerta de su habitación. No se debía a la agitación y cansancio de lo que acababa de hacer, sino que Matt se había quedado, eso sólo provocó que empezara a llorar.

Aunque Steve no sabía que había pasado después, fue mejor para él pensar que Matt había muerto desangrado por los dos tiros que le dieron, que la muerte por la explosión que ocurrió tres segundos después de que la máquina lo regresara al año 2019. Era bueno que no supiera eso.

Había vuelto, lo había logrado. Pero tardó mucho tiempo en serenarse luego de haber puesto la vida de un buen amigo en peligro.

***

Para que Steve pudiera tener más información de un tal Matt Davis había que estar en Illinois. Matt le había contado un poco de donde vivía y en qué lugar, a pesar de que Steve nunca había puesto un pie en aquel lugar. Steve buscó información de Matt en internet y se sorprendió al ver que había un artículo de un periódico en línea que había allí. El artículo ponía la foto de Matt Davis como desaparecido, eso había sido redactado una semana después de que no se supo nada más de él.

«Está en un lugar que nunca creerían.»

Nadie creería lo del año 2618. Y mucho menos del escape de Steve hacia su tiempo verdadero. Regresar a su época se sentía un tanto raro, ajeno a lo que estuvo acostumbrado por más de cuatro meses. Había que regresar a tantas cosas que había dejado de hacer.

Steve vio que la hermana de Matt, Rose Davis, había dado por muerto a su hermano en el 2005. El artículo decía las desesperanzas de la mujer por encontrarlo, por lo que lo dio por muerto.

Como si la tierra se lo hubiera tragado.

Steve investigó un poco sobre la hermana, utilizaba redes sociales, pero de su caso apenas se conocía. En Illinois se mencionó mucho sobre la desaparición de su hermano, y como toda noticia vieja, había quedado en el olvido. Ella mencionó que enterraron un ataúd vacío, como los que solían hacerlo para aquellos que perdían a sus seres amados en el mar y sus cuerpos no eran encontrados.

En la foto del artículo veía a una Rose más joven. Aunque era obvio que los años se encargarían de cambiar su apariencia.

Steve fue a ese cementerio mencionado en el artículo. No quiso ir directamente a preguntar a la hermana sobre Matt, podría asustarla y prefirió no hacerlo. Al llegar al cementerio, lo único que hizo fue buscar la lápida que ponía el nombre de Matt Davis. Steve llevaba una rosa roja en sus manos.

No servía de nada preguntar a los encargados del cementerio, ellos hacían los cuidados, pero no sabían el lugar exacto de cada difunto. El cementerio no era pequeño y fue al tercer día de revisar cada lápida con nombre y fecha para llegar a la que estaba buscando.

―Al fin, amigo, al fin―dijo Steve, conteniendo su emoción. Miró la lápida, la parte que ponía la fecha de muerte fue del único día que Rose lo había visto: 21 de julio de 1999―. Tal vez llegué algo tarde, no me fue fácil venir. Pero...

Se arrodilló y dejó la única rosa que traía en las manos. Tanto Steve como Matt, habrían entendido lo que significaba la rosa, representaba algo que ambos sabían y que habían leído en la saga de La Torre Oscura.

―... pero al final pude venir―Steve soltó un suspiro―. He visto a tu hermana, Matt. Se ha casado y tiene un hijo. Eso es lo que vi al investigarla por las redes sociales que ella maneja. No las usa mucho, pero actualiza con alguna que otra cosa de vez en cuando.

Miró el nombre en la lápida por unos segundos más.

―Gracias por todo, Matt. Y debí haberte dicho lo mucho que te agradezco por ser mi amigo en aquel Zoológico―frunció la mandíbula, los ojos se le pusieron llorosos―. Perdón si no pude despedirme de ti, a veces deseo volver a ese instante para que pudieras irte a donde perteneces, con las personas que amas.

Tragó saliva.

―Bueno, no creo que pueda agregar algo más―se relamió los labios con la lengua. La boca sentía un sabor un tanto amargo―. Adiós, Matt. Espero que estés en un mejor lugar.

Steve dio la vuelta y antes de que pudiera continuar, miró por encima del hombro la lápida de Matt Davis con la rosa roja al lado, una última vez.

El hombre que fue raptado como un animal para un Zoológico Humano, que había aprendido de lo que pasaba después, que había sido encerrado por meses, exhibido como una criatura extraña y que había logrado salir, se marchaba del cementerio con brío.

Había vuelto a su tiempo, y lo único que quería, era que el sacrificio de Matt no hubiese sido en vano.

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