UNA CASA EMBRUJADA (PARTE 1)
Marie detuvo el coche frente a la casa. Chad estaba empuñando dos linternas con pilas recién compradas en la tienda que tenía frente a casa. Marie lo miró de reojo, sonriendo al ver que Chad no parecía tener ningún miedo a adentrarse a una casa que, según los rumores que iban y venían de las bocas de los pueblerinos, estaba embrujada. Y cualquiera que entre ahí no salía jamás.
Marie volteó la mirada para ver a Cassey y a Louis, que llevaban cámaras digitales con visión nocturna. Dos linternas y dos cámaras parecían ser suficientes para adentrarse a la casa.
Louis estaba limpiando sus anteojos con la sudadera que trajo. Aquel gesto de Louis era innecesario en sus anteojos, ¿por qué habría que hacerlo?, lleva haciéndolo durante todo el viaje. Marie suponía que era algo que Louis hacía estando nervioso.
Hace como seis horas, Marie, no creía estar aparcando frente a esa casa de aspecto polvoriento y tétrico. Sus planes de estar viendo películas de terror en casa de Cassey por la noche, fueron reemplazados por la idea de Chad.
Vamos, chicas, ¿prefieren terror cinematográfico en lugar de uno más auténtico?
Marie estuvo tentada a la idea y le preguntó cuál era el plan. Chad mencionó la casa embrujada. Marie reconocía el sitio y la mala fama de la cual se había envuelto dicha casa. No sabía que tan cierto era el rumor de aquel lugar, pero quería saberlo.
Cassey no quería apuntarse.
¿Por qué no vas solo?, inquirió Cassey a Chad.
Porque sería aburrido, contestó él. Cassey, no seas una llorona, he invitado a Louis y a pesar de que tiene mucho más pavor de tú ante mi invitación, se nota que tiene bien puestas las pelotas. Miedo o no, va a ir.
Y luego de diez minutos de garla (a través del gran convencimiento de Marie), fue suficiente para convencer a Cassey. Marie pudo mentirle a sus padres que iría a casa de Cassey en el auto, y Cassey, en su casa, diría que iba a quedarse en casa con Marie. Chad le pidió permiso a la madre de Louis para salir. Y Chad se había salido de casa.
Ahora ellos cuatro estaban cerrando las puertas del auto de Marie y se encaminaron a la casa. Su aspecto era muy desvencijado, las ventanas rotas, la puerta con tres grietas corriendo en zigzag. Los chicos, que aún no pasaban de los diecinueve años, se taparon la boca con el olor de algún animal muerto, eses y otro hedor podrido que no sabían si era del interior o exterior. La casa era de un único piso, pero que el interior debía de ser muy estrecho porque no era demasiado ancho. La pintura quizá era de otro color en tiempos de antaño, ahora estaba reemplazada por un tono amarillento y algo verduzco en algunas raeduras. Estaban bañados por la luz de la luna llena.
―¿Qué hora es, Marie? ―preguntó Louis con un ligero titubeo.
Ella sacó el móvil y verificó la hora.
―Ya es más de medianoche. La 01:15―dijo Marie y miró al cielo, deteniendo su mirada en la luna llena, que resplandecía con un fulgor intenso.
Marie sintió un escalofrío y no por la ausencia de calor y silencio que había frente a la casa, sino que pensó en que la luna le comunicó una alerta: Si entran, esa casa será su tumba.
―¿Entramos o qué? ―Preguntó Chad, mirando a las chicas, ni siquiera cruzó la mirada con Louis―. Hace mucho frío.
―¿Adentro quieres encender un leño de la chimenea? ―preguntó Cassey.
―No, para nada.
Y Chad se abstuvo de decir algo que haría enojar no solo a Cassey, sino que a Marie también.
No encenderé un leño, quizá ya no haya ninguno. Eso es una lástima, ¿qué se le puede hacer? Al fin y al cabo, somos dos chicos y dos chicas. Hay otras maneras de trasmitir calor...
Chad siguió avanzando, la casa era de los lugares más apartadas del pueblo y no había otras alrededor de esta. Marie siguió a Chad y tras ella iban Cassey y Louis.
―Les apuesto que en esta sucia casa encontraremos algo―dijo Chad, que se detuvo frente a la puerta.
Sin embargo, se detuvo unos dos segundos al abrirla. Tanto él como los demás sintieron que la temperatura bajaba unos grados. Cassey se aferró al brazo de Louis, necesitaba un poco de calor.
Chad, abrió la puerta y todo el interior era completa oscuridad, como si fuese la entrada al mismísimo inframundo, solo que el fuego y los alaridos de los condenados no estaban. Marie se puso a su lado y recibió una linterna eléctrica. Después de un doble chasquido, las linternas estaban iluminando el interior. Chad y Marie entraron y tras ellos iban Cassey y Louis con las cámaras encendidas con la visión nocturna.
¿Qué esperaban encontrar? Fantasmas, eso esperaban ellos. Pues no se sabe mucho de la casa, solo que hace como cincuenta años que la familia que antes vivía, gritaron desesperadamente y luego de varios segundos de silencio, los oyentes concluyeron que eso había sido todo. Algunos se adentraron en la casa y jamás regresaron. Desde entonces dijeron que en aquella casa había algo paranormal, diabólico, alienígena o de algún ritual indio ya olvidado que se apoderó por completo. Sea lo que sea, algo había. Muchos aseguran que ahí está Satanás y que se lleva las almas de los curiosos. O podía tratarse de él.
O tal vez eran puros cuentos.
Nadie lo sabía, pero era mejor mantenerse al margen que a ser curioso tanteando al lugar al que solo podría significar la muerte.
Aunque eso había sido hace muchas décadas. Después de esas últimas personas que no retornaron, dejaron de ir. Y decirle a los policías tampoco había sido suficiente. No obstante, algunos pensaban que los desaparecidos del pueblo habían ido la casa embrujada.
Cassey dejó la puerta abierta, usando de apoyo un pequeño ladrillo que encontró gracias a Marie. Louis volvió a quitarse los lentes y limpiarlos.
―Listo, ya entramos, ¿ahora qué, morir de frío?
―Echaremos un vistazo―dijo Chad―. Y más te vale que tengas esa cámara en alto, encontremos algo interesante―reprochó Chad. Si había algún indicio que explicase lo que sucedió en la casa y salen después, podrían ganar dinero. De algún modo, eso pensaba Chad. Un poco de fama o reconocimiento no vendría mal.
No era muy grande, al menos tenía tres pasillos cortos y un par de puertas que al abrirlas, solo saltaba alguna familia de ratas. Aún seguían con la boca tapada, el hedor se había intensificado.
―¿Cuántas ratas murieron aquí? ―dijo Marie, moviendo la linterna por el suelo.
Los tres chicos tuvieron un respingo al escuchar un grito ahogado de Louis.
―Chad, Marie, ¡que alguien venga, pisé algo!
Los dos voltearon hacia Louis y sus pies. Louis retrocedió unos pasos para ver qué había pisado.
―¿Son huesos? ―dijo Marie, inclinándose para ver mejor.
―Pero de una maldita rata―murmuró Chad, resoplando. Se dio la vuelta y palpó el hombro a Cassey para que lo siga.
Marie se quedó al lado de Louis, esperando a que se sosegara.
―Tranquilo, Louis, aquí no hay nada. Solo había sido los restos de una rata, nada que temer.
―Las ratas me asquean y creo que he escuchado una o dos moverse por el suelo―confesó Louis. Estaba disminuyendo su intranquilidad―. No debí venir, en serio este sitio me está dando mala espina.
―¿Quieres que te acompañe afuera?
Y cuando Louis levantó la mirada, tapando con su mano la luz de la linterna de Marie, ella pudo ver que la expresión de su amigo se tornó enrojecida y con el ceño arrugado. ¿El comentario había sido adecuado? Marie lo creyó así, quería acompañarlo pero Louis no debió gustarle mucho que después de un cadáver de una rata no pueda salir por su cuenta.
―No te preocupes, iré al auto y los espero.
―Vale. Ve por este lado y...
―Sí, ya sé por dónde ir―interrumpió Louis y se dio la vuelta, marchándose.
Marie fue con sus amigos. Y vio a Chad molesto tomando una escoba vieja y arrojándola al suelo y con tanta sencillez se partió en dos partes. El frío parecía disminuir más grados. Raramente parecía que la casa se había oscurecido un poco más, eso había considerado Marie.
―¡No estoy para juegos, debe haber algo en esta casa que pueda explicar lo de hace cincuenta putos años!―gritó Chad. Desquitarse con la escoba no era la mejor opción.
―Ya, cálmate, ¿quieres? ―dijo Cassey, poniendo una mano en el hombro de él―. Estás haciendo tanto escándalo por nada.
Chad apartó de un manotazo la mano de su amiga y luego vio a Marie.
―Louis se quedará en el auto―anunció Marie.
―Es mejor. No quiero comprarle pañuelos para que se quite las lágrimas cuando volvamos a casa, ya es mucho que él no...
―¡Chicos, vengan de inmediato! ―vociferó Louis, llamándolos de nuevo.
Chad se irritó. Cassey y Marie se miraron, esperando a que una dijera que iba a verlo.
―¡Vengan los tres, dense prisa! ―dijo Louis, su voz sonaba más aterrada.
Ellos intercambiaron miradas y fueron a buscar a Louis. Louis está palpando una pared y Chad asió de su brazo para que lo viera a los ojos.
―¿Qué pasa, qué te está asustando ahora? ―Chad lo sostenía fuerte de los hombros.
―Chad, no le grites así, está asustado...―dijo Marie.
Chad volvió la vista a Marie, arrugando las cejas.
―Me importa un carajo―volvió a ver a Louis, zarandeándolo hasta que responda―. ¿Qué es lo que pasa?
Louis lo apartó empujándolo. Estaban con miedo, pero Chad estaba más nervioso por los gritos de Louis. Louis jadeaba.
―¡La puta puerta no está! ―gritó Louis a Chad y después repitió el grito a las chicas.
Todos posaron la mirada en la pared lisa del mismo color y aspecto que tenía a la que vieron fuera. Los cuatro tenían los ojos muy abiertos al darse cuenta de que entrar a esa casa, fue el error más grande que cometieron en sus vidas. Y será el último error que cometerán.
La puerta había sido reemplazada por una pared. Las demás ventanas ya no estaban, pero el aire para ellos aún pasaba por algún sitio (a menos que las paredes sean las que den oxígeno). Los únicos caminos disponibles se habían sellado, eran presa de una casa embrujada. A fin de cuentas, decían que aquellos que entraban nunca salían.
Las reacciones de los chicos fueron de absoluto pavor. Exasperados, recorrieron de nuevo los pasillos, tanteando por las paredes y el suelo en caso de encontrar alguna anilla o trampilla de la cual pudieran tirar para salir. Chad estuvo iluminando el techo para buscar algún cordón, tampoco pudo encontrar nada. Luego de varios minutos, Cassey empezó a llorar, seguido de ella fue Louis y finalmente Marie. Chad estaba asustado y quería ser el único que no se dejase llevar por el miedo y mucho menos del de sus amigos. Aun así sentía la misma necesidad de llorar, pero debía controlarse, porque sabía que saldrían de la maldita casa aunque deban derribarla a golpes.
No creí que esto llegaría a pasar, pensó Chad, apretando su mandíbula. Vio a sus amigos al borde de la desesperación máxima. Él fue el de la idea, tendría que calmarlos.
―Escuchen... tranquilos, vamos a salir de aquí...
―¡Cierra tu asquerosa boca! ―Gritó Cassey, golpeando el pecho de Chad, entre gritos y gimoteos―. ¡Nos condenaste, nos mataste a todos, hijo de perra! ¡No hay salida, moriremos y todo por tu culpa!
Los golpes hacia a Chad disminuyeron y se volvieron más tenues. Cassey se desmoronaba, cayendo de rodillas ante Chad, sollozando y diciéndose como pudo ser tan estúpida al venir a este sitio. Marie y Louis están abrazados. Trataban de mantener la calma entre ambos y también por mantener un nivel regular de calor. La temperatura iba reduciendo unos números y Chad apenas la había notado. Se inclinó, abrazó a Cassey y notó que estaba temblando.
Chad siguió mirando cada centímetro de la casa, esperando ver algo que los saque de aquella jaula de paredes. Iluminó una esquina con la linterna y pudo distinguir algo café.
―¿Eso estaba ahí? ―preguntó Chad. Sus amigos se dieron la vuelta al sitio que estaba apuntando con la luz.
―No, no estaba allí...―juro Marie. Apuntando con su linterna. Cassey y Louis dejaron las cámaras apagadas.
En una esquina la cual sí habían visto, se hallaba una puerta del mismo aspecto de la que vieron al entrar. Chad fue el primero en acercarse, luego Marie y los demás.
―Apareció de la nada―musitó Marie, asombrada. Se quitaba las lágrimas y vio a Chad―. ¿Crees que sea la salida?
Chad no contestó, ¿cómo iba a saberlo? Una puerta aparece mágicamente (que puede ser la "puerta trasera"), ¿qué esperaba ver? Tenía miedo, pero sabía que tras esa puerta no había salida alguna. Tragó saliva y acercó la mano al pomo, girándola lentamente. El chasquido del cerrojo hizo que todos sintieran una oleada de frío y nervios.
Chad abrió la puerta y al mirar al otro lado, solo vio unas escaleras que llevaban hacia...
―¿El sótano? ―preguntó Marie, usando su linterna para mirar abajo. La luz no llegaba más allá por lo que había que bajar. Cassey y Louis se acercaron para ver las escaleras. Louis estaba limpiando sus lentes nuevamente.
Chad miró a sus dos amigos por encima de su hombro.
―Vale, vamos a bajar y ustedes deben estar muy apegados a nosotros.
―¿Estás loco? ―Preguntó Cassey retrocediendo unos pasos―. Yo no iré.
Chad se dio la vuelta y miró a Cassey con frialdad.
―Si quieres quedarte, hazlo, pero si esa bajada es la única salida...―hizo una pausa para encontrar sus ojos, usando la linterna apuntando hacia el techo y así verla―, tú sabrás que haces si mueres aquí.
Cassey retrocedió un paso más. Chad jamás le había hablado de esa forma antes. Él lo hizo por el bien de Cassey, no era momento para echarse atrás por el miedo y la desesperación. En esas situaciones creía que debía hacer entrar en razón aunque deba ser de la forma más fría.
Ella solo bajo la cabeza y se puso al lado de Marie.
―Iré―dijo ella. Fue lo único que pudo decir.
Chad asintió y se puso en el umbral de la puerta. Se volvió a Louis.
―Amigo, vamos a bajar, pero debes poner tu mano en mi hombro. Usaré la linterna para iluminar las escaleras―suspiró y miró a los ojos a su amigo―. No sé lo que hay abajo, pero... ¿en caso de ser así podrías usar la cámara? ―Louis asintió rápidamente, ahora veía a Chad, más como guía, su líder y salvador. Acataría cada orden―. ¿Estás listo?
Luego de que volvió a asentir, fueron bajando. Las chicas les siguieron el paso.
***
¿Cuánto llevaban descendiendo? ¿Cinco o seis minutos?
No lo sabían. Cassey había sacado el móvil y para su sorpresa y desconcierto, la batería se había acabado. Marie sacó el suyo y también se sorprendió al ver que la batería había disminuido tan rápido. Lo tenía al 100% cuando salió de casa y ahora tiene 44%. El reloj de su móvil se modificaba solo, pudo ver distintas horas:
21:23
17:27
14:30
12:32
04:40
Apagó el móvil, esperando que la batería no disminuya tan rápido. ¿De qué le serviría? La posibilidad de una llamada se esfumó desde que entraron a la casa, ya que la cobertura se mostraba como bloqueada.
―Esperen―advirtió Chad, que se había detenido.
―¿Qué pasa?―preguntó Marie, intentando mirar pero sus amigos la cubrían.
―Hemos llegado al final―contestó Louis. Se había quitado los anteojos de nuevo y al limpiarlo lo hizo con más rapidez.
―¿Qué hay? ―dijo Cassey. Estaba al final de la fila.
Chad volvió a suspirar (parecía que llevaba haciéndolo en todo el descenso).
―Otra puerta.
Frente a él vio la misma puerta, ¿qué significaba eso? Chad no quería averiguarlo, su curiosidad había muerto por el terror. Sin embargo, tenía que hacerlo, sin importar lo que vea al otro lado. Quizá una puerta a más escaleras o la salida.
Se arrepintió de ser la cabeza de la fila.
―Que sea la salida, por Dios―susurró Chad. Sus amigos no lo escucharon.
Abrió la puerta y esta vez, lo que vio lo reconfortó un poco. No era la salida, solo otro pasillo que a unos metros torcía a la derecha. Las paredes, el techo y el suelo no eran del mismo aspecto que aquellas que vieron arriba. Se veían limpias, modernas. A excepción de aquellas palabras, símbolos o figuras (¿Son palabras?, pensaron los cuatro) pintadas de rojo en las paredes, techo y suelo blanco.
Cuando Cassey pasó del umbral, la puerta se cerró por sí sola y golpeó la espalda y culo de Cassey. Le dolió pero su atención estaba fija en las paredes.
―¿Entienden algo? ―preguntó Louis, encendiendo la cámara. Le hizo un ademán a Cassey para que ella también la usara.
Apuntaron a las paredes, tratando de captar en vídeo todas las palabras pintarrajeadas de rojo. Un rojo muy similar a la sangre.
―Ni idea―contestó Chad, mirando las paredes.
Eran muchos dibujos que no significaban nada, algunas parecían palabras de un idioma diferente y que debía ser olvidada hace siglos, quizá. Cuando salieran buscarían toda la información que encontrasen.
―¡Oigan, esto de aquí está en español! ―gritó Marie a los demás.
Chad y Louis se dieron la vuelta, mirando lo que Marie iluminaba. Se trataba de una sola palabra:
PIRÁMIDE
Chad volvió a ojear cada centímetro. El primer pensamiento de la palabra fue una pirámide en Egipto, aparte de que vio tres triángulos (podían haber más) dibujados entre las múltiples figuras. También vio unos círculos, pero no le llamó la atención a nadie.
―Quizá tenga que ver algo con todo este revoltijo―dijo Chad, mirando los extraños dibujos―. Quizá esté en algún idioma egipcio.
―No, no lo creo―replicó Louis―, ellos no tenían esta escritura.
―Tal vez no, pero es lo único que se me ocurre.
―O tal vez no signifique nada―terció Marie, posando la linterna en el sitio en el que debían torcer a la derecha―. Deberíamos seguir.
Caminaron doblando el pasillo, esperando encontrarse con algo más. Sin embargo, lo único que había, aparte de las miles de letras y símbolos inentendibles, fue una mesa y una pintura con su respectivo cuadro, pegados a la pared. El final del pasillo, no había otra puerta.
Era una pintura en blanco y negro, parecía ser la de un hombre, por el traje elegante. No obstante, la parte del rostro del hombre había sido arrancada. En la mesa, había algo dorado que brilló con la luz de las linternas.
―¿Qué es eso? ―dijo Chad, mientras se acercaba con sus amigos.
En la mesa, no había nada más que un simple adorno que decoraba lo poco de aquel lugar. Se trataba de una pirámide dorada, de unos tres centímetros de largo y ancho. Chad y Louis no pudieron contar cuantas caras tenía el adorno, parecía que estaban más de cuatro. Chad se volvió a las chicas, ellas también miraban con extrañeza la pirámide.
―¿Eso es todo? ―Preguntó Cassey, su voz sonaba a queja. Tanto susto por nada―. ¿Nos encerramos por un adorno de oro?
―Eso parece―dijo Chad luego de suspirar―. Sólo mira lo que hemos encontrado―miró de nuevo las paredes y el techo―. Este sitio es como si lo hubiesen arrancado de una casa lujosa.
―¿Qué me dices de todas estas cosas? ―Inquirió Marie, enfocando con la luz en las figuras de rojo―. Tiene aspecto macabro.
Y lo tenía, mirar esas figuras la estaba erizando los bellos de la nuca.
―Podríamos llevárnoslo―dijo Louis, tomando la pirámide con la mano libre.
―Buena idea―farfulló Chad, volviendo a mirar a sus amigas de nuevo―. ¿Ustedes creen que podamos volver por donde vini...?
Los tres se estremecieron y soltaron un gemido cuando Louis gritó tan repentinamente. La pirámide pequeña estaba ardiendo de luz y Louis gritaba sin parar, no podía despegar la vista de la pirámide. Sea lo que sea, ese adorno provoca sus gritos.
―¡Suéltalo, Louis! ―gritaron los tres al mismo tiempo.
Él no podía, sus dedos parecían formar parte de la pirámide. Chad se abalanzó a un brazo de su amigo y lo ayudó para que la soltara. Agitó el brazo tantas veces y eso hizo que Louis dejase caer el adorno, aunque eso no impidió que dejase de gritar.
Chad intentaba calmarlo y que volviera a estar en silencio. ¿Qué es lo que le había pasado? Chad le dio una bofetada a Louis y pareció recobrar cierta compostura, aún seguía con la respiración agitada y se había callado. Se arrimó a la pared, intercambiando la mirada con sus amigos como si él fuese un animal indefenso y ellos los depredadores.
No se trataba de lo que le hizo la pirámide, sino de aquello que vio al tenerla entre sus dedos.
―¿Qué te sucedió, Louis? ―vociferó Chad. Posó la mirada en el adorno, que habría perdido su resplandor. Miró a las chicas―. No se acerquen a esa cosa, ¿quedó claro?
Cassey y Marie asintieron, con ese espectáculo de gritos no era necesario dar la advertencia. Incluso un niño de siete años lo entendería. Louis puso las manos en la cabeza.
―Lo he visto todo, definitivamente lo he visto todo... tarde o temprano llegará esa nueva versión el mundo―susurró Louis entre jadeos. La mirada estaba posicionada en el suelo y la subió lentamente para ver a sus amigos. Su expresión se volvió pétrea, como si el rostro se hubiera congelado, tras los anteojos sus propios ojos se hallaban perdidos en algún lugar. Sus manos cayeron y se balancearon un poco a los lados; comenzó a hablar―: Todos estamos condenados a la muerte, hay caos y destrucción por donde quiera que veamos. Hay un objetivo fijo para el hombre del traje: extinción y control. Usará a quién desee para sus fines personales; habrá sangre derramada, todos encaminados hacia una muerte segura. Su poder será colosal, pero limitado en cierto aspecto, aunque eso no será un impedimento hasta cumplir su propósito más relevante.
Louis se quedó callado por varios segundos. Sus amigos quedaron horrorizados ante el monologo que apuntaba a ser un Apocalipsis. Chad y Marie estaban temblando demasiado. Louis, fue posando la mirada uno por uno hasta detenerse en Marie, dijo una última frase:
―Nadie va a sobrevivir.
Chad, se acercó a él y le dio otra bofetada, zarandeando la cabeza y moviendo los anteojos de lugar. Aquello fue suficiente para traer a Louis de vuelta a la normalidad. Louis se colocó los lentes adecuadamente y meneó la cabeza, le dolía un poco la mejilla que estaba al rojo vivo con la marca de una de las manos de su amigo.
―¿Por qué me miran así? ―dijo Louis, como si todo lo que dijo jamás hubiera sucedido. Lo que vio al sostener la pirámide, debió borrarse de su memoria.
―¿Qué pasa contigo, idiota? ―dijo Chad, quiso propinarle una bofetada más por el susto, pero se calmó. Antes de que su amigo alzó la mano para interrumpirlo―. No digas nada, mejor volvamos por donde vinimos. Luego hablamos de esto.
Se dieron la vuelta para regresar, ya creyeron haber visto demasiado, Marie y Chad iban al frente, Cassey atrás y al final estaba Louis. Marie iluminó de nuevo las paredes y distinguió algo diferente.
―Un momento, ¿las figuras estaban brillando así?
Chad frunció el ceño y volvió a mirar a su alrededor. Sin duda, las figuras y símbolos tenían un brillo escarlata cuando la apuntaban con la linterna.
―No que yo recuerde―dijo lentamente Chad.
Tras de ellos, escucharon algo. Parecía el sonido de una liga elástica al soltarla contra la piel y un extraño chasquido que se asemejaba a una cerradura.
―¿Qué es ese sonido? ―murmuró Chad, mirando hacia tras con la linterna. Cassey y Louis se pusieron al lado de la pared para que Chad iluminara bien.
Abrieron los ojos de par en par al ver que una especie de cuerda roja brotaba de una figura que conectaba con otra. Un chasquido elástico, pensó Chad. Después una figura del techo sacaba otra cuerda roja, conectando con una figura diferente de la pared. Una unión de extremo con extremo. No obstante, seguían saliendo más y más, en un proceso lento pero que iba acelerando poco a poco.
Tras de Louis, parecía una telaraña roja mal elaborada, cruzando cuerdas que conectaban entre sí sin ningún orden aparente.
―Maldita sea... ¡muévanse!―gritó Chad y corrieron de vuelta a la puerta.
Las cuerdas seguían manando tras su persecución, solo que salían mucho más rápido. El pasillo parecía haberse alargado unos metros, la salida estaba menos próxima de lo que recordaban. Marie miró por encima del hombro, las cuerdas estaban tan cerca de atrapar a Louis. Chad llegó a la puerta y la abrió, pero ya no había escaleras, en su lugar había un cuarto vacío. No importaba, solo tenían que llegar a un espacio seguro.
Marie fue la siguiente en entrar.
―¡Dense prisa! ―vociferó Marie, estiró la mano para ayudar a Cassey.
La tomó por la muñeca y la hizo entrar. Louis, estaba a seis metros de llegar.
―¡Corre más rápido, Louis, no dejes que te atrape! ―Chad tenía los ojos más abiertos que sus amigas.
Cuando Louis avanzó dos metros... y los demás se quedaron congelados e inertes.
Vieron cómo demasiadas cuerdas atravesaron a Louis, deteniendo su corrida. El pasillo era la boca y las cuerdas que enredaron a través de su cuerpo eran los dientes. La postura de él era deforme, tenía los brazos pegados a la cintura, las piernas separadas y la cabeza inclinada hacia adelante. La cámara estaba destruida.
Las cuerdas rojas penetraron a Louis en todas partes y de diferentes formas. Tenía muchos órganos afectados, se desangraba demasiado y solo sería cuestión de segundos para que muriera. Seguía vivo, pero como una le había pasado por el cuello, apenas podía hablar.
―A... ayud... Ch...
―No, no puede...―murmuró Chad, viendo como su amigo moría lentamente.
Para acabar con el sufrimiento, una figura del techo desprendió otra cuerda y conectó en línea vertical con otra que se encontraba en el piso. Ésa última penetró la cabeza y salió por debajo del mentón.
―¡Louis, no! ―Chad golpeó la puerta con los nudillos―. ¡Maldita sea, no!
Las figuras volvieron a brotar sus miles de cuerdas.
―¡Chad, cierra la puerta! ―gritó Marie.
No fue necesario que lo hiciera, la puerta se cerró por si sola.
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