ÚLTIMO VUELO
Jason despertaba poco a poco en el avión. Había dormido, ¿por cuánto tiempo? No lo sabía. Sintió que durmió durante mil años, mejor que nunca. Se removió despacio en el asiento, el cuerpo parecía apagado, apenas reconocía el movimiento de sus piernas, brazos, manos y pies, como si fuese la primera vez que movía su cuerpo, como algo nuevo jamás hecho. Pensó en los pacientes en coma cuando despiertan luego de tanto tiempo, pero sin haberles hecho un riguroso tratamiento de ejercicio para que los músculos no se acorten. Pero Jason no era un paciente en coma y tampoco un pasajero más, él era el piloto de aquel avión en ese momento.
Al darse cuenta de que estaba en la cabina de mando, sus dedos se aferraron al asiento, hundiendo las uñas y sus ojos se abrieron con brusquedad.
Gran error.
Se tapó la cara cuando la intensa luz lo cegó momentáneamente. Cuando pudo adaptar su visión al interior de la cabina de mando, apartó la mano que tapaba su rostro, posando en el cielo nocturno una vez más para entender lo que había visto.
Seguía sobrevolando el cielo, quizá sobrevolando el mar. Su viaje era de Estados Unidos a Italia, a Venecia exactamente. El avión, parecía volar por sí solo o tuviese el piloto automático encendido. Sin embargo, él reconocía algo importante, que el control de mando estaba apagado, como si todo estuviese descompuesto.
Aquello no era lo importante, sino el cielo totalmente diferente. Veía la luna llena, con un fulgor severamente intenso, al igual que las miles de estrellas. Nada común, el cielo nocturno estaba bañado en luz, más que las veces que miraba la ciudad desde arriba.
Intentó comunicarse por radio, nadie le respondió.
Al voltear al asiento de al lado, se percató que su compañero, Ken, no estaba. Luego recordó que le había dicho que iba al baño.
Jason pudo mover las piernas con más control. Se quitó el cinturón de seguridad y sosteniéndose de su silla, se levantó con esfuerzo y cautela. Jadeaba, la boca la tenía con un sabor amargo, como si no tuviese higiene bucal. Por suerte se adaptó rápido a volver a andar. Salió de la cabina de mando, abriendo la puerta, para echar un vistazo a la cabina de pasajeros... sus ojos se abrieron por completo.
Todos los pasajeros dormían en sus respectivos asientos. Los vio con detenimiento, ellos tenían las bocas abiertas, los ojos entrecerrados y otros que estaban cerca de caer por un lado. Al fondo, vio a dos de las azafatas arrimadas a la pared. Los pasajeros se veían como si estuvieran muertos.
Era una idea descabellada, pero la descartó.
De repente, escuchó que alguien había suspirado. Posó la mirada en un hombre trajeado, palpándose el estómago, sonriente. Su traje era negro, con una corbata roja, su cabello parecía recién cortado con la barba cubriendo su mentón y alrededor de la boca. Parecía ser un hombre de negocios. Estaba mirando a Jason y se levantó. No lo saludó.
—Supongo que esto será suficiente para soportar unos años.
—¿Qué? —inquirió Jason. La frase del hombre trajeado, no lo comprendió—. Oiga, ¿qué ha pasado aquí?
Sí, claro, ese hombre se lo podía decir con toda explicación lo que estaba pasando. Jason pensaba que era evidente que no le respondería, pero el hombre trajeado en lugar de sentirse extrañado, seguía sonriendo. Se veía satisfecho y Jason no lo notaba aún.
—¿Se encuentra bien, señor? —preguntó Jason luego de una pausa. Miró a los demás pasajeros esperando que despierten.
—Sí.
—No sé qué sucede pero creo que únicamente usted y yo estamos despiertos—Ojeó a los pasajeros de nuevo, inseguro. Tenían un aspecto pálido—. Los demás tal vez... puedan despertar luego.
El hombre avanzó unos pasos y se detuvo a dos metros de Jason.
—Eso no sucederá—dijo él a Jason.
—Sí, yo creo que sí, señor—empezó a decir Jason—, pienso que si los dos...
—Usted piensa erróneamente—dijo el hombre trajeado, cortando las palabras del piloto. Colocó un codo sobre el respaldo de un asiento—. Cuando uno tiene miedo ante lo irreal, trata de aferrarse a lo real para encontrarle una explicación. Dígame, ¿ha descifrado la escena irreal en la que se encuentra?
Jason se quedó callado, analizando con más cuidado lo que había visto y lo que estaba viendo. Lo pensó mucho.
—Por la cabina de mando vi que las estrellas y la luna llena brillaban más de lo habitual...
—Aja, ¿qué más?
—Los pasajeros... están durmiendo—dijo Jason con cuidado. Examinaba que tan cierto era lo que dijo, tenía miedo de equivocarse.
—¿Por qué piensa eso?
Jason tardó unos segundos más en responder.
—Porque... porque yo desperté hace unos minutos, pienso que ellos harán lo mismo.
—Una respuesta muy lógica pero incorrecta—asintió lentamente el hombre trajeado, no borraba su sonrisa—. Aunque no ha respondido a mi pregunta, sólo me ha descrito la escena, pero no la ha descifrado. Déjeme explicarle, para que se ponga en situación.
Jason asintió.
—Ellos están muertos—soltó el hombre trajeado.
Jason sintió como si lo hubiesen empujado, la respuesta lo abrumó.
—No, eso no puede ser posible, señor, yo pienso...
—Usted piensa en lo equivocado—susurró el hombre a Jason e hizo una pausa, pensando en sus palabras—. El miedo es una emoción que bloquea a cualquiera y logra desesperar, muy pocos logran mantener el control. Tiene tanto miedo que sólo considera la sandez más segura que saca de tu cabeza. Y en esta situación, no será así—movió la cabeza hacia las ventanillas del avión—. ¿Qué me puede decir de lo que hay afuera?
Jason tragó saliva, pudo ver por un pequeño instante la luna llena y las miles de estrellas en el cielo. Era como si no existiera la contaminación lumínica, ¿qué tan distinguibles eran las estrellas hace décadas?
—Todo brilla mucho.
—No está analizando con prudencia, parece que nunca lo ha hecho, o ¿acaso el miedo lo bloquea desmesuradamente?
Jason frunció la mandíbula ante la ofensa. Pensó un poco más.
—Siento que no estoy en la Tierra.
El hombre trajeado soltó una carcajada, negando la cabeza.
—Seguimos en ella, por mucho que lo sorprenda. Pero estamos en un lugar diferente, que, muy seguramente, jamás la hubiesen pisado—se calló unos segundos y se corrigió—. O quizá sobrevolando el mar.
—¿Dónde estamos, señor? —ese hombre tenía razón con respecto al miedo y sólo lo estaba intensificando. Jason trataba de mantener distancia y tener cuidado con cada palabra, el hombre intentaba dominarlo con cierta diplomacia que desconocía.
—¿Eso importa? Mire por la ventanilla de nuevo.
Jason volvió a hacerlo nuevamente, percatándose de que ahora ya no veía un cielo estrellado, ahora veía algo diferente, opaco, brumoso y blanco; el cielo volvía a tener cierta claridad y... también espesura. ¿Acaso era niebla? Jason observó con más atención, de un instante a otro el aspecto del cielo sí era diferente. Tenía el presentimiento de que estaba envuelto en niebla.
—¿Le gusta lo que ve? —preguntó el hombre trajeado—. El panorama ha cambiado, quizá resulte más agradable para usted.
—¿Dónde estamos? ¿Qué le pasó a esta gente?—dijo Jason, más asustado y luego formuló la pregunta que debió haber hecho desde un principio—: ¿Quién es usted?
—¿Eso importa? —repitió el hombre trajeado, le quitaba valor a las preguntas que formuló el piloto, no llegaba a nada. Jason creyó distinguir un resplandor rojizo en los ojos del hombre—. A usted no le incumbe, si se lo dijera, su pavor sería mayor e intentaría atacarme—acortó la distancia con Jason un metro—, pero no lograría hacerme daño, no lo lograría aunque quiera usar una de esas bombas nucleares.
Jason retrocedió, aquel hombre aumentaba su pánico. En la academia de aviación nunca lo instruyeron para enfrentarse a hombres que lo atemorizaban, eso era algo que debía aprender a lo largo de su vida. Nunca lo hizo.
Jason estaba tan callado que el silencio se rompió cuando el hombre trajeado volvió a hablar.
—Yo los maté—susurró él, ensanchando su sonrisa y mirando de soslayo a los pasajeros—. Los maté tan rápido que no sintieron. Tan sólo tuvieron que parpadear para morir, fue sencillo pero me tomo energía—miró fijamente a los ojos de Jason—. Si a ellos los maté, ¿por qué a usted no? ¿Usted se cree especial por eso?
Jason no supo que responder, estaba absorto. Cada palabra de él era un bombardeo de pensamientos en la cabeza del piloto.
—No lo sé... yo pienso que...—comenzó a decir Jason y se calló, no había una verdadera respuesta.
El hombre trajeado soltó una risita, se burlaba más de lo incrédulo que podía llegar a ser Jason.
—Me encanta la crueldad y soy fanático de un sufrimiento paulatino—dijo el hombre trajeado. Jason notaba que la formalidad y sutileza que provenía de aquel hombre desconocido lo hacía más atemorizante, ¿por qué? Jason no encontraba esa respuesta—. Pero ser paulatino con el asesinato no es mi verdadero fuerte, casi siempre suelo optar por algo más... instantáneo, para no mancharme las manos, aunque usted no lo entendería—soltó un suspiro—. A usted no lo maté, porque quería ver las reacciones de todo lo que ha sucedido aquí. Y los resultados que vi son los que anticipé. Usted es mi sujeto de prueba, la parte experimental que necesito para tener información, ya he hecho bastantes pruebas y he aprendido más para lo que haré en unos años.
—¿De qué está hablando? —preguntó Jason, sintió que el corazón le oprimía el pecho como un disparo.
—Que aquellos que pasan por mis manos, viven como mis experimentos o mueren. Es algo común, algo que me ha tomado mucho tiempo y eso no se lo podría imaginar.
Jason tragó saliva. ¿Qué tanto decía ese hombre? Hablaba tanto, pero no parecía explicar nada, era casi idéntico como el ejemplo que él le propuso a Jason: sólo había descrito pero no descifrado. Pero en este caso sería distinto, el hombre había respondido, pero las respuestas no eran las esperadas o no eran las que explicasen coherencia.
—Moverse en la Realidad no es algo sencillo y por eso... —dijo el hombre trajeado y volvió a mirar a los pasajeros muertos. Jason no recordaba si él había aflojado la sonrisa—, necesitaba tener una carga para lo que me queda del camino y unos años.
—¿También va a matarme... igual que a ellos?
—Ellos tuvieron un destino muy simple—respondió él. Jason podía jurar que había visto el fugaz tono rojizo en los ojos del hombre—. Usted tendrá uno diferente; también es otra razón del por qué estoy aquí y aún sigue vivo.
Jason negó con la cabeza, su muerte era inevitable, ¿qué era lo que le esperaba?
—El destino de los pasajeros fue rápido y usted tendrá el suyo. Veo que... —bajó la mirada unos segundos hacia algo... Jason no había notado que el hombre trajeado tenía una cadena colgando de su cuello, aunque no podía ver el dije que llevaba porque la corbata lo ocultaba—, usted irá exactamente a donde lo quiero enviar.
—¿A dónde? —interrogó Jason, exasperado e inmóvil. Su sangre se había congelado mientras le recorría por sus venas.
—Eso lo va a averiguar en unos segundos—dijo el hombre trajeado e hizo una pausa—. Irá a un lugar donde la muerte no es el cielo, ni el infierno. Me ha tomado tiempo encontrar las puertas o entradas a estos lugares y no son permanentes, siempre están rotando el mundo, pero ahora, nos dirigimos a un lugar en concreto, sólo que yo me habré ido y usted se quedará aquí.
—No, no lo haga...
—Fue un placer charlar con usted—levantó una mano para despedirse—. Cuando usted muera y llegue allá, deles un saludo de mi parte... los veré en algún momento, tal vez pronto.
Jason parpadeó y lo hizo más rápido cuando el hombre que estaba frente a él, desapareció tan de repente.
Al voltear la mirada a las ventanillas, su temor se había intensificado. Pudo ver que estaba bajo el océano, el avión se estaba hundiendo del mismo modo que el Titanic. Y antes de que Jason pudiera moverse hacia la puerta del avión, vio que una de las ventanillas se había desprendido del marco y el agua empezó a inundar el interior del avión. Después siguió una y otra ventanilla más.
El agua entraba a montones y en menos de lo que Jason esperaba, sentía el agua hasta las rodillas y después, hasta la cintura. Entraba rápido, como si el avión fuese una persona que toma toda una cerveza de un buen sorbo. Su respiración se volvió agitada cuando le llegó el agua a la medida del pecho, trataba de elevarse para tomar lo poco de aire que quedaba en ese estrecho espacio.
Respiró lo más que pudo, teniendo los ojos abiertos. Los pasajeros estaban elevándose al igual que él. El avión seguía hundiéndose, por las ventanillas se pudo dar cuenta que el mar se volvía más oscuro.
El hombre trajeado lo había dejado caer en un punto profundo, nadie los encontraría aunque buscasen durante siglos. Jason no aguantó más la respiración, el agua entró por sus pulmones, él se puso la mano en el pecho. Escupía burbujas de aire, era lo poco que le quedaba como para asimilar un grito de... ¿ayuda, pánico, furia?
Ya no importaba.
Jamás pensó que de ese modo llegaría a morir, ajeno al sentido común con la llegada de ese desconocido. Había sido el último vuelo de Jason.
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