FIN DEL MONÓLOGO
―Es triste seguir vivo cuando uno pierde todo, ¿no lo crees? ―dijo Louis al psicólogo, se acomodó en el viejo sillón, soltando un suspiro―. Hace ya varias semanas desde el asesinato de mi esposa Margaret y mi hijo Alex. Aquello me ha estado trayendo algunas pesadillas que me despiertan a media noche, como demonios o fantasmas que interrumpen el sueño. Verlos a ellos en mis sueños hacen que llore en las mañanas, lamentándome no haberle dado un fuerte abrazo a cada uno de ellos antes de ir a mi trabajo, decirle a mi hijo de doce años que me siento orgulloso de él y que llegaría lejos, y a mi esposa deseaba decirle que los te amo que siempre le decía no serían suficientes para trasmitir lo mucho que agradezco que haya llegado a mi vida―ladeó la cabeza―, mejoró mi vida desde su llegada. He estado muy mal, severamente mal. Mis amigos me miran y dicen ver a un completo extraño sin luz y, maldición, tienen toda la razón. Fueron semanas difíciles y lo único que estuve esperando es que los detectives que tomaron mi declaración hubiesen encontrado al asesino.
» A veces los llamaba esperando que me dieran una respuesta buena, que me reconfortara. La casa se ha vuelto sombría y toda esa alegría que mi familia le daba a ese lugar que llamo mi hogar se ha ido y quisiera que todo estuviera de regreso, pero estoy pidiendo mucho, estoy pidiendo imposibles. Un deseo así no sucedería así de la nada. Pero, por favor, lo que pido es razonable, son sólo dos personas que quiero conmigo de nuevo porque me las arrebataron de forma injusta, sólo tendrías que ver cómo quedó la casa. Al entrar sentirías esa energía negativa que yo he puesto desde que ellos dejaron de estar a mi lado.
Louis hizo una pausa, formando la idea en su cabeza.
―Antes de que la casa estuviera así, el dolor del inicio había sido la peor parte―Soltó una risita forzada―. Ver las patrullas en mi casa cuando uno vuelve del trabajo hace que todo se te olvide, es algo nuevo, nunca antes experimentado, al igual que el dolor de ese día. Los detectives me impidieron el paso, cuando les pregunté el por qué, la explicación había sido un tipo de derrumbe caótico que te cubre por completo, como nieve de una avalancha. Lo único que hice cuando me dijeron la verdad, fue quedarme callado, caer de rodillas y mirar la casa. Las luces rojas y azules me golpeaban la cara, la humedad de mis ojos caían como gotas en un parabrisas y mis nudillos se tornaron blancos por la furia de mis manos. Veía esas cintas amarillas en la puerta y deseaba quitarlas para ver lo que había sucedido.
» No me permitieron entrar―cruzó sus dedos con impaciencia―. Tuve que quedarme afuera unos minutos y luego me llevaron unos detectives para interrogación. Me hicieron miles de preguntas y comprobaron mi coartada, porque yo sí estuve trabajando. Después me contaron con más detalle lo ocurrido, Margaret yacía muerta en un charco de su propia sangre, violada y con varias puñaladas en su cuerpo y mi pequeño Alex había sufrido casi el mismo número de cuchillazos, la cifra era lo que me asustaba―Louis miró al psicólogo, sus ojos volvían a estar llorosos y algo furiosos―. Treinta para ella, veintisiete para él―tragó saliva y acercó un vaso con agua para beberlo, dejó el vaso y soltó un suspiro más largo―. Esa cifra fue algo contundente.
» Lo que me pregunté muchas veces, es qué estaría haciendo Margaret y Alex antes de ser asesinados. Quizá mi esposa estuviera leyendo en la sala o en la cocina preparando la cena, mientras que Alex estaría jugando sus videojuegos. Es un...―se relamió los labios con la lengua. Louis se calló para corregirse―, digo, fue un muchacho muy inteligente, el primero de su salón. ¡Concursó en ortografía y ganó contra años superiores! Fue un gran chico, la verdad, pero muy cerrado ante los demás, no era muy sociable y eso nos había preocupaba a Margaret y a mí. Pero habíamos pensado que un psicólogo sería de gran ayuda y entonces lo enviamos a uno.
» Alex asistió a la terapia regularmente, y notaba cambios y avances estupendos. Lo único que deseaba en mi hijo es que fuera feliz sin tener que ocultar aquella sonrisa que tenía―volvió a dar un sorbo del vaso con agua―. Y cuando había llegado a un gran avance, fue el instante en el que me lo despojaron de mi vida.
Louis se enjugó las lágrimas con su propia camisa.
―Estuve esperando semanas a que los detectives que tomaron mi declaración hicieran algo al respecto. Pero no hallaban evidencia alguna. Verificaron las cámaras que hay en la calle y vieron entrar y salir a un hombre, pero el ángulo de las cámaras no había captado el rostro del tipo y los que viven por esa calle no se encontraban en casa. En frente de mi casa hay una pequeña gasolinera, el dependiente declaró no haber visto a nadie entrar y salir de la casa, afirmó que las cosas debieron ocurrir en el momento en que limpiaba la tienda de la gasolinera y estuviera haciendo sus necesidades en el baño. Afirmó nunca haber visto nada.
» Sin el hombre que los asesinó, jamás se daría la justicia para mi familia. ¿Cómo crees que me puso eso? ¡Jodido, terrible, devastado! Esa casa en la que vivo no será la misma sin Margaret y Alex―se apartó otras lágrimas que caían por su mejilla―. Esa casa se había vuelta sombría por una razón: por mi culpa. El hogar no tendrá una familia, pero la esencia que alguien trasmite es lo que puede decir mucho, si es un buen o mal lugar. Mientras los días pasaban, yo cambiaba, me sentía diferente. Era toda esa furia acumulada que he estado conteniendo por la pérdida de ellos. Los detectives me parecieron incompetentes, ineptos. Sabía que, si dejaba descubrir al asesino en sus manos, no llegaría a pasar, tendría que hacerlo yo mismo.
» Empecé preguntando a los que viven en mi manzana, suponiendo que alguna de ellas me diría algún indicio. Pero fueron las mismas respuestas que les dieron a los detectives. Traté de conseguir una verdad y aunque pregunté y pregunté a cada persona, ninguna pudo aclarar la situación. El asesino había sido tan astuto para que nadie encontrara una evidencia en la escena del crimen. No había nada que dejara una pista, ni una sola huella, debió estar estudiando mucho los movimientos de mi familia. No cometió ninguna falla al momento de asesinarlos, pero hubo un detalle que me llevó a él por un error en el proceso previo a ir por ellos.
» Al dependiente de la gasolinera, fue la última persona a la que fui a interrogar. Debió ser la primera persona, pero bueno, cuando le pregunté me respondió que no había visto a nadie el día del asesinato, pero entonces... lo hice hablar de otra manera. Saqué algunos billetes y con eso bastó para que me dijera la verdad. Me comentó que algunas veces entraba a la tienda un hombre con un comportamiento extraño que estaba más tiempo de lo usual sólo para comprar algo que costaba barato, o sólo agarraba una revista y él se percataba de que apenas veía las páginas, se concentraba en algo diferente. Cuando sucedió el asesinato dejó ir a la tienda―Louis tamborileó los dedos en sus piernas, cerró los ojos unos segundos y volvió a abrirlos―. Entonces saqué más dinero para que me enseñara la grabación de las cámaras de las ocasiones que veía al hombre, porque había un horario en específico que siempre llegaba; finalmente había podido verlo―soltó una risita, se inclinó y acomodó los codos en sus rodillas―. Los manipuladores suelen usar el dolor y la fluidez en las palabras para sacar la verdad a la gente, pero otros son tan sencillos y prácticos que un par de papelitos verdes con buenas cifras hacen sacar hasta confesiones personales. No me enojé mucho con el dependiente porque lo que yo he estado deseando es venganza, era algo muy personal con lo que se metió el asesino. El dependiente ocultó la información a los detectives, es un delito muy grave. Pero pude cerrarle la boca con más dinero. Esos mil dólares me aseguraron un rostro al cual llegar, no me tomó mucho tiempo hacerlo, sabía a donde ir. Me había vuelto tan diferente, muy diferente a lo que antes era. Una parte tan oscura de mí que desconocí al principio, se volvió más familiar y aceptable, como un mejor amigo al que le puedes confiar todo. Esa parte tan oscura de mí, deseaba lo peor para ese asesino. Así que empecé a seguirlo, saber todo de él como si hubiera estado en su vida en cada momento. Descubrir el modo de raptarlo fue una estrategia de la que necesitaba todo mi ingenio, no había sido sencillo, pero el plan que tenía en mente valía la pena.
» Después de saber la verdad, había recordado una vieja cabaña que estaba abandonada desde algún tiempo remoto, así que preparé lo necesario para él. Y al final... lo pude llevar a la cabaña.
Louis se cruzó de brazos, el suspiro se convirtió en una risa desagradable para el psicólogo, que luego pasó a convertirse en una carcajada malévola.
―Fin del monólogo, querido asesino.
El psicólogo seguía moviéndose en la cama, implorando por su vida. No podía hablar, estaba amordazado. Estaba fuertemente atado con varias cuerdas alrededor de su cuerpo. Pero él apenas podía moverse, aparte de las cuerdas, estaba envuelto en una gruesa sabana azul. Hacer aquello para Louis no había sido fácil, tardó mucho tiempo, pero la droga que había usado para el asesino era tan fuerte como para dejarlo dormido. Aunque no tanto para que pudiera seguir con vida el tiempo suficiente y despertara. La habitación se encontraba iluminada por un par de linternas, era de noche y a Louis no le parecía suficiente la luz de la luna llena que entraba por la ventana. Solo había penumbra antes de que pusiera las linternas.
―Te llevé a mi hijo para que lo atendieras―dijo Louis, poniéndose de pie―, lo cual hiciste bien, pero, ¿acosar a mi esposa? Eres un maldito psicólogo, te creía cuerdo como los demás, bastardo de mierda. ¿Lo disfrutaste?, ¿pensaste que había sido una maravilla? Jamás lo habría creído de ti, incluso los policías se comieron tu sucia mentira cuando te preguntaron si sabías algo de ellos―hizo una pausa, apretando el puño―, incluso yo.
» Tardé meses. Pero al final pude dar contigo. ¿Crees que esos detectives que juraron buscarte te darían un buen castigo? Encerrado en una maldita celda no lo es. ¿Eso sería una buena justicia?, tú te habrías ido con dos asesinatos felizmente a pesar de estar encerrado―sus nudillos estaban casi blancos como el papel―. Para mí, la venganza se convirtió en un sinónimo de justicia. Claro que la religión es contradictoria ante este tipo de ideas, pero eso no importa ahora. Lo que sí importa, es el daño que te haré por haberme quitado a las dos personas que más amaba, me las arrebataste como si no valieran nada―Louis se quitó unas lágrimas con el dorso de su mano―. Has arruinado mi vida por completo, pero bueno... necesitaba desahogarme y tú, siendo psicólogo, entenderás que no es bueno cargar con tantas palabras en la cabeza―metió una mano en sus bolsillos y sacó algo, enseñándolo al psicólogo, el objeto brillaba con la luz de una linterna―. No tienes tapada la nariz, pero estoy seguro de que reconoces aquel olor que abunda en ti desde el momento en que despertaste.
El psicólogo había sido mojado de pies a cabeza con un galón completo de gasolina. Imploraba que se detuviera, quería pedir perdón. Pero era inútil, Louis preparó el encendedor.
―He investigado―dijo Louis al psicólogo, quitó las linternas y fue retrocediendo por la puerta―. Y dicen por ahí... que el fuego es el dolor más horrendo que puede haber. Igual como el infierno al que te irás.
Louis arrojó el encendedor y casi al instante, el cuerpo que se encontraba en la cama atado, se consumió en fuego con rapidez. La cama ardía en llamas, y el psicólogo, a pesar de estar con una mordaza en la boca, gritaba exasperado. El fuego se desplazó por el resto de la cabaña, la madera comenzó a arder y lo demás siguió consumiéndose por las llamas, no fue mucho tiempo para que el psicólogo muriera, pero el dolor antes de su muerte había sido descomunal.
La cabaña era un lugar muy apartado, abandonado.
Y nunca se enterarían de quién la incendió, como tampoco nadie sabría del coche que se alejó del lugar segundos después de que todo se prendió fuego.
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