Capítulo Dos



   2.



15 de agosto de 1986




A April Moon no le gustaba calificarse de quisquilloso. Sin embargo, su tolerancia a ciertas cosas estaba muy por debajo de lo usual. Por ello, con frecuencia se le complicaba encontrar un lugar tranquilo para estudiar, porque siempre encontraba algo que lo incomodaba.

En la cafetería había demasiado ruido, pero la quietud de la biblioteca le resultaba abrumadora. En el auditorio no había un lugar adecuado para escribir y le dolía la espalda por estudiar en el piso. Las gradas estaban sucias, los escritorios de los salones eran muy pequeños y ni hablar de los murmullos en el baño, en fin, podría seguir por horas enumerando todo lo que representaba una molestia para él pero eso no cambiaba nada. 

Claro que ir a estudiar a su casa era una opción, pero siempre terminaba distrayéndose. Dada su situación escolar actual, no podía darse el lujo de hacerlo.

Pero hoy estaba de suerte, en esas épocas del año, el clima era tan bueno como para que estar en las mesas del exterior de la escuela fuera agradable para alguien que odia el calor, además, justo a esa hora de la tarde, la sombra de los árboles cubría todo el área haciéndolo el lugar ideal para pasar el rato.

April se había sentado en una de ellas para estudiar un poco disfrutando del silencio y la privacidad de ese lugar. Abrió su libro de economía y, tras leer los primeros párrafos del tema comenzó a agobiarse; aún cansado, sacó una hoja de su mochila para obligarse a comenzar su tarea, escribió un par de palabras, pero aún había algo que lo molestaba.

Agitó la cabeza. Tenía muchas ideas últimamente y no sabía cómo desarrollarlas. Vio la hoja en blanco y se mordió la lengua, este era el momento perfecto para tener un golpe de inspiración.

Entonces, borró el título de su hoja y comenzó de nuevo:


"Un ángel en el pueblo"

¿Parte 1?

"En algún lugar de la tierra, más allá de los valles conocidos y reclamados como propios por los hombres, los sobrevivientes de la guerra por el control de las costas vagaban heridos a merced de la naturaleza, en espera de su muerte.

Kenzie Kharis, el último en pie de la familia Kharis, cansado de ver morir a su gente, se aventuró solo a recorrer el mundo para encontrar un lugar en el que pudieran sanar.

Tras largas noches de desconcierto, finalmente dio con una cascada en la cual bañarse y estando ahí, descubrió que la caída de agua ocultaba una cueva que era la entrada a todo un prado, cuya hierba era tan verde que parecía brillar bajo el sol.

Era un lugar bendito, donde los dioses le dieron la oportunidad de salvar a su pueblo.

Así, niños y ancianos caminaron esperanzados hasta su nuevo hogar, y ocultos de cualquier peligro, proclamaron a esas llanuras como el reino de Kharis. Fueron décadas lo que tomó establecerse como pueblo. Y del último Kharis, surgió una familia cuyos dones eran venerados por todo el pueblo.

El hijo mayor de la tercera generación, Tanato Kharis, sería el próximo rey. No solo por su sangre sino porque Dios mismo lo había elegido.

Se coreaba su nombre en las calles del pueblo y es que era él, quien desde su nacimiento se sabía que los mismos Ángeles se habían acercado a su cuna para saludarlo. Cuando la casa de los Kharis resplandecía era porque, seguramente, estaba charlando con alguno de ellos. Él era un ser divino rodeado de luz cuya benevolencia llenaba de paz la vida de sus súbditos.

"¡Salve la casa de los Kharis y las bendiciones de las que proveen a su pueblo!"

Cantaban en la plaza todos los habitantes del reino como cada atardecer, su clamor era como el de un hambriento que ruega por un poco de pan, anhelando ver a su rey acercarse a la ventana.

Todos; excepto por el agricultor huraño que se cruzó de brazos cuando su comprador le dejó con unos repollos en la mano por correr hacia donde la multitud se encontraba.

Allium Cepa, no tenía un buen nombre, ni sabía si tuvo alguna vez un apellido. Tampoco familia.

Los años en que podía vivir al cuidado de las devotas en la iglesia se habían terminado hacía mucho. Había aprendido un oficio y ya no había para él más que los campos que se dedicaba a arar, era esa tierra para él tan sagrada como su propia vida. Desde la siembra hasta la cosecha, habría de mantenerse firme en su labor, después de todo, el pueblo entero dependía de sus sembradíos.

Se había asentado en un pequeño granero no muy lejos, del otro lado del risco que protegía el reino, en donde el sol era más fuerte y la tierra siempre fértil.

Aun así, no le gustaba bajar al mercado o al centro. Había mucho bullicio y ese vitoreo incesante le parecía por completo indecoroso. Él solía rogarle a Dios por lluvia, pero agradecer al Rey Kharis por ella no resultaba coherente.

Por ello solo bajaba una vez al mes a vender sus cultivos, para evitar las miradas confusas al ser el único en no postrarse ante su señor y terminar haciéndolo cuando los guardias blandían "amablemente" los sables cerca de su espalda con una ligera, casi nula, para nada amenaza de cárcel.

La gloria no se alcanza por la paz, eso era claro para Allium, pero ese día no importó que no se arrodillara, los guardias reales pasaron de él cuando atravesaron veloces el mercado. Comenzaron a escucharse voces y animales en medio del disturbio que la caballería había causado.

Por un lado, había un fuerte coro de fieles que cantaban gloria al Rey y por el otro, el montón de mercaderes gritando angustiados; temerosos de la abrupta intromisión entre los puestos de madera. Alzó la vista y alcanzó a ver un gran resplandor que avanzaba en tanto los guardias lo hacían, pero intentaba alejarse, los guardias querían atraparle.

Mayor fue su sorpresa cuando esa luz llegó al borde de lo conocido por el pueblo y atravesó la cueva que era la única puerta a todo un mundo del que temían; ellos temían; porque Allium llevaba mucho tiempo recorriendo los valles ajenos.

El risco que protegía el reino no era más que una gran fachada. La barrera de árboles no era interminable como su señor decía, advirtiendo que cualquiera que entrase perdería su alma entre las ramas de los sauces conscientes, que los pocos hombres que lo habían atravesado perdieron la cordura antes de lograr atacarlos.

De ser así, Allium se habría sumido en la locura desde niño. Aunque la posibilidad de que así fuera no estaba del todo descartada. Aun si era mentira, pensar que eran intocables mantenía la tranquilidad de sus habitantes, incluso Allium siendo un escéptico era incapaz de hacerlos ver la realidad.

Así es que corrió hacia la arboleda, tirando de su carreta de hortalizas para intentar salir por uno de los tantos extravíos que conocía. Y ese resplandor, que se hizo más intenso cuando la noche terminó de caer, le hipnotizó cual bella visión".

—Juro que si tengo que graficar un solo problema más me haré seppuku con mi propia regla.

Taylor Kim era una molestia.

Se acercó a la mesa donde April "estudiaba" y dejó caer su mochila cerca de sus cuadernos, antes de sentarse en la banca del otro lado de la mesa. April suspiró cuando esa intromisión le hizo dejar de escribir, pero le restó importancia, borrando con su lápiz la última palabra de su párrafo anterior.

"...Y ese resplandor, que se hizo más intenso cuando la noche terminó de caer, le hipnotizó cual bella aparición".

—¿Hice algo para que pienses que puedes sentarte aquí? —dijo April sin levantar la vista.

—Veo que alguien amaneció de buen humor.

—Qué bueno que lo notas.

—¿Mucha tarea? —preguntó, April solo asintió con la cabeza.

—No jodas, Taylor.

"El galope de los caballos se escuchaba a la distancia; su respiración se pausó cuando logró alcanzar la luz detrás de su granero, pero sus piernas flaquearon al igual que su espalda al encontrar acorralado a un ser como ese. En especial cuando tenía grilletes en los tobillos y una cadena con el último eslabón partido enredada en el cuello".

Su rostro parecía de vidrio soplado. Uno que ardía.

"Espléndido ser" pensó Allium. Y volvió su vista hacia donde los guardias se escuchaban. Sus ojos eran de carbón encendido y sus pies— si es que los tenía— no tocaban el suelo. Sintió su pecho estremecer y apenas consiguió abrir la boca para decir:

—Corred a los campos, les prenderé en fuego para cubrir vuestra luz.

No había nada tan sagrado como la familiaridad que encontraba en la cosecha, esa que debía recoger al amanecer; antes bien, corrió hacia sus sembrados y tomó lo que tenía de pedernal. Golpeó las rocas para que las chispas cayeran sobre la yesca de ramas y, poco a poco, su amado campo se prendió como un manto viejo.

La luz era intensa. Lo suficiente como para cubrir el resplandor del Ángel que se posó detrás de él".

Taylor alzó una ceja; el libro de economía de April estaba abierto en la que era —probablemente—su tarea, tenía una calculadora y unos lápices, además de unas hojas de papel arrugadas. Pero el sonido del grafito contra la hoja que no tenía nada de respaldo era curioso, escribía muy rápido y jadeaba.

"Era un ángel real, cuya forma no era otra que la de la perfección en persona. Allium se arrodilló con lentitud, tentado a tocarle cuando ese ser retrocedió. Con profunda calma se quedó quieto y musitó..."

—Habrás de arrepentirte cuando amanezca. Ese al que llamas "mi señor" es mi captor.

—Pero qué... —April levantó la cabeza de golpe, frunciendo el ceño ante la intromisión de su amigo cuando su personaje resonó en su cabeza con la voz de Taylor—. ¡Oye! ¿Qué te pasa?

—¿Qué haces? Te quedaste "sin señal" por un momento.

—Por si no era obvio, te estaba ignorando adrede. —April le vio con molestia, entonces juntó todas sus hojas e intentó cubrirlas con sus manos, pero Taylor no se movió, sino estiró un poco el cuello para intentar leer mejor—. No andes de metiche.

—No parece un ensayo. ¿Estudias prosa?

—Taylor, te juro que estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mandarte a la mierda.

—Lo siento, lo siento. Me gustó lo que leí. Pensé que podía ayudar. —Se mordió la lengua—. Olvídalo.

Taylor no suspiraba. Solo le dio una mirada cansada y le quitó la atención, acomodándose correctamente en la banca. Esa pose que adoptaba era un "finge que no estoy aquí" muy bien logrado. Sus gestos de inconformidad eran extraños, no eran hirientes ni muy notorios. Le vio tomar una bolsa de papel de su mochila y sacar su sándwich de ella para comenzar a comer. Parecía herido de alguna forma, pero, aun así, estaba callado y tranquilo.

El chico no era malo, lo que complicaba todo. ¿Por qué es tan difícil ser cruel con alguien que es amable? Responder la crueldad con indiferencia resultaba natural, tanto que un poco de interés parecía irreal.

No podía estar a la defensiva siempre. ¿Cierto?

¿Cierto? April suspiró.

—No "estudio prosa", solo la practico descaradamente.

Taylor sonrió cuando los hombros de April se relajaron. Alzó la vista y lo vio ordenando ahora sus hojas con tranquilidad.

—¿Y cómo es eso?

—Escribo cosas. Muchas, si te soy honesto, todo lo que se me viene a la mente, aunque no siempre es bueno. Creo que... casi nunca es bueno —esbozó una pequeña sonrisa—, pero me gusta.

Oh... ¿Cosas como historias? —April asintió—. Vaya, creí que no era algo que les interesara a otras personas del pueblo.

"Otras".

—¿Te gusta escribir?

—Algo. Soy más del tipo ensayo. Artículos o reseñas. El año pasado hice un artículo acerca de la distribución de energía eléctrica del Condado y lo incluyeron en el boletín semanal del MIT. Pero nunca he logrado escribir poesía o historias. Al menos no alguna decente.

La sonrisa de Taylor se sentía suave. Era amplia por naturaleza, dejaba un poco al descubierto sus caninos, aunque el de la izquierda parecía menos afilado. Tal vez se lo había fracturado, pero era tan acorde a él que quedaría bien en un retrato.

—Ya veo —rio por lo bajo—, eres un extrovertido de letras, uno "sabelotodo", en todo, al parecer.

—¡Pero! —Taylor intentó excusarse—, ¿qué tiene eso de extrovertido?

—Un ensayo tiene mucho de análisis y opinión propios. Es como un "lo que tengo que decir de esto o aquello".

—También una historia.

—No es lo mismo.

—Claro que sí.

—Lo más importante de los ensayos y los artículos es la validación que consigue el tema a través de ellos. Y el reconocimiento que le da a su autor. Si yo publicara ese mismo ensayo en el periódico local no sería ni la mitad de relevante de lo que es habiendo salido del MIT weekly ni tendría la suficiente veracidad sin tener todos tus méritos.

—Le quitas objetividad al asunto.

—Ese es el punto. Una novela no puede ser del todo objetiva, Taylor —dijo con suave voz—. Y sobre quien la crea, es más fácil para el escritor esconderse en una historia. No busca siempre reconocimiento. Peor aún, en algún punto el escritor pierde el control del mundo que ha creado. Incluso en contra de su voluntad, los personajes hablan y opinan por sí mismos. Un cuento, un guion, una novela... es la voz del escritor, pero nadie la escucha.

—Vale, entonces ¿Dices que Verne se escondió detrás del profesor Lidenbrock?

—Claro —April no dudaba en ningún momento, parecía incluso haber captado en el aire el libro al que se refería—, y resultó hasta pedagógico, dijo todo lo que quería decir de ciencia sin que fuera un ensayo aburrido —sonrió—. Sin ofender, claro.

—No te gustó el libro. ¿Cierto? —se burló, un poco sorprendido de la forma en que modulaba su voz para que sus palabras no sonaran tan pesadas.

—No lo odié... Me gusta casi todo del romanticismo, pero soy de libros con dilemas morales más fuertes.

—Entiendo, eres de los que llora con los amores trágicos.

—¿Tú no? Taylor, Taylor, esa es la mejor parte. Un texto académico te da mucho conocimiento, sí, pero sentir que te ahogas en sentimientos que no son tuyos, eso, eso es mágico.

Taylor se quedó callado, como asimilando una forma diferente de algo que, según él, entendía —como todo lo demás— excepcionalmente.

—Nunca te vi en el avanzado de literatura. Debí chocarte antes en algún periodo.

—¿Yo? ¿Inscribirme a avanzado de literatura? Pfff. Ni en un millón de años, niño.

—¿Por qué? De lo poco que noto, pareces tener mayor entendimiento que la mitad de mi salón. Te iría muy bien.

—Uhm...—April vaciló, pasándose una mano por el cuello—, no lo sé. No quiero sentir que es una obligación. Además, estoy vetado del programa de excelencia.

—¿Por?

—Hice el de suficiencia universitaria hace un año. La rompí en inglés y lectura. Matemática y ciencia, me rompieron a mí.

—¿Por qué hacerlo un año antes si nunca llevaste avanzados?

April se mordió la lengua.

—El caso es que aun con mi puntaje promediado entre las cuatro, no fue suficiente para pasar. Imagínate lo tonto que me vería presumiendo de llevar avanzado de letras cuando doy asco en los numéricos. No está permitido, además, así que...

—Clases regulares forcivoluntarias. ¿Eh? —Taylor sonrió—. Vele el lado bueno, al menos no te mandaron a tutorías.

—Sí... No lo hicieron...

El último timbre sonó, no era el timbre del final de clases, sino del final del día. Ese que terminaba con las actividades extracurriculares dentro de la escuela. Las personas que comenzaron a salir de las entradas laterales llamaron su atención.

April llevó la vista al reloj en su muñeca, las tres en punto que marcaba le recordaron que, en algún otro tiempo, este sería el momento exacto en el que se sentaría en las gradas de la entrada de la escuela.

Un grupo de chicas de secundaria se había sentado en su lugar, es decir, el que solía ser su lugar y observaban, emocionadas, a los jugadores cuya práctica había comenzado.

Se puso de pie mientras guardaba sus cosas. Si regresaba muy tarde su abuela enloquecería. Bueno, solo si se daba cuenta. En general a su familia no le gustaba verlo vagabundeando por ahí, pero cuando anochecía el conflicto (que de todas formas habría) se hacía más grande.

—Kim, qué bueno que te alcanzo —dijo una voz suave detrás de Taylor que le hizo voltearse, y a April alzar la cabeza.

Era una chica no más alta que April, de complexión delgada y piel pálida. Sus ojos eran grandes y oscuros, al igual que su cabello, que era tan largo que incluso sujetado en una coleta escondía las puntas detrás de su espalda.

—Lee SunHee —Tenía el rostro redondo. Hizo una pequeña reverencia que Taylor imitó, pero lo que terminó de captar la atención de April fue que se había puesto nervioso, lo veía en sus manos y ese repentino cambio de postura que tuvo.

—Te has olvidado de esto. —Ella hablaba con un inglés demasiado formal, extendió hacia Taylor una pequeña libreta marrón de cuero que Taylor sonrió al ver—. Y esto, otra vez —además de una bata de laboratorio que descolgó del tirante de su bolso. Él los tomó, apenado.

—Gracias...

—Perderías la cabeza si no la tuvieras unida al cuello. —SunHee volteó a ver a April con una ligera sonrisa que lo obligó a devolvérsela los segundos que Taylor se quedó callado, ensimismado—. Bueno, te veré mañana.

SunHee retrocedió un poco antes de despedirse. Taylor reaccionó moviéndose hacia atrás y riendo nervioso, como avergonzado.

—Sí, yo, te veo después —alcanzó a decir antes de que ella comenzara a caminar.

"Cárdigan beige y falda lápiz de lino, chica con clase..." Pensó April viéndola caminar de espaldas. "Bueno, chica con dinero".

Taylor dio un resoplido y April negó con la cabeza.

—No quería preguntar, pero... ¿Y eso qué fue?

—¿Qué fue de qué? —Taylor se levantó, tomando sus cosas; pero su rostro y sus acciones eran evasivas.

—Nada, nada. Se me olvidaba que eres "serio y misterioso". Por eso te quedas mudo. —Qué divertido, el chico sí tenía sentimientos y poco temple con las chicas.

—¿El punto es?

—¿No vas a presentarme a tu amiga? Es bonita. ¿Hay algo entre ustedes o solo en tu imaginación?

April rodeó la mesa, cargando con sus cosas para llegar al lado del chico.

—No te importa.

—Uy... Calmado, tigre. Solo me da curiosidad, en realidad nunca me había fijado en tus amigos. Debí suponer que eran del grupito de los sabiondos, ja.

Taylor lo meditó en silencio cuando se levantó para seguirlo. Comenzaron a caminar buscando el frente de la escuela por un costado del edificio, por donde la malla metálica delimita el terreno.

—Eres alguien muy prejuicioso, ¿te lo han dicho?

—¿¡Yo!?

—Asumes muchas cosas de mí. No creo que sea algo personal. Sino algo que haces con todo mundo.

—Deja de analizarme. Me siento desnudo —April lo vio de reojo. Se burlaba, pero en el fondo sabía que Taylor tenía razón. Era inteligente el metido este—. Ya no preguntaré sobre tus amigas — dijo y luego susurró—: porque eres un envidioso.

—SunHee no es mi amiga, bueno, sí, eso creo. No sé. Es mi superior de química, me ganó en el de aptitud. Está en el programa de excelencia y es la única coreana que entró al intercambio este año.

—Uy, y Taylor Kim es su traductor personal. Qué Don Juan. —Le dio dos pequeños codazos para molestarlo.

—Ya, no pienses mal. Se sienta conmigo en los otros cursos, en la mayoría de nuestras asignaturas hay solo hombres y los chicos de acá son un asco. Y sí, le he ayudado un poco con su inglés, nada más.

—Vale, vale. Te creo y además de SunHee, ¿no hablas con nadie más? Uhm. Por ejemplo, ¿con quién te sientas en la cafetería?

—Uhm, no me gusta ir a a la cafetería. Nada está limpio y ya que me llevo bien con Doris de dirección, me hace un lugar en su oficina. Antes solía almorzar con la enfermera, pero creo que tiene una clase de platónico conmigo y yo no quiero problemas con su esposo.

—¿La enfermera no tenía como cincuenta?

—No aparenta, ¿cierto? Bueno, el caso es que no soy alguien de muchos amigos.

—¿No tienes alguno al que puedas ir a molestar en vez de a mí? —Taylor estuvo por hablar—. Tu hermano no cuenta. —Se quedó callado de nuevo.

Llegaron hasta la acera principal, Taylor caminó por inercia en dirección hacía al estacionamiento donde dejaba su bicicleta. Estuvo por despedirse agitando la mano, pero April se detuvo al ver que ya no estaba a su lado.

Sí, lo trataba mal; pero no sabía cómo tratarlo bien. Solo podía tratarlo un poco mejor, este era April siendo amable.

—Oye, ¿a dónde vas? —dijo April—. ¿No caminas por la calle principal?

¿Caminar por kilómetros o decirle a su nuevo amigo que podía llevarlo hasta su casa en la bicicleta? La respuesta era clara.

—Sí, sí. Voy contigo.

La respuesta era clara, pero Taylor no veía bien.

Carraspeó con la garganta, volviendo sobre sus pasos se reincorporó en la misma dirección que April.

—Date prisa, entonces, tú llegas en dos pasos de aquí al centro y tengo muchísima tarea que hacer.

—¿No adelantaste nada las últimas dos horas?

—Kim, estaba ocupado escribiendo mi historia inútil. ¿Qué te hace pensar que hice algo de tarea?

—¿Acaba de comenzar el semestre y ya debes asignaturas?

—No tan así, me faltan unas hojas de trabajo de economía y contabilidad. Y física... Y álgebra. Creo que de biología también, aunque no he revisado mi cuaderno de notas. Pero lo más urgente es de economía.

Taylor negó con la cabeza.

—¿Qué tema es?

—Son casos de Producto Interno Bruto, como putas seis hojas de eso.

—¿Per cápita?

April lo vio con molestia. ¿Tenía cara de saber qué era eso? Bueno. Igual y, si lo explicaron en clase, estaba muy (muy) jodido.

—No te soporto, en serio.

Lo mejor del condado era lo marcado de sus estaciones. El regreso a casa era largo, pero se sentía tranquilo y despejado desde la zona comercial hasta la carretera que llevaba a su pequeña localidad. Agosto era el mes más cálido del año, el verano apenas terminaba y de a poco se sentían los primeros vientos frescos del otoño.

Taylor Kim solía bajar en bicicleta por las afueras del condado para llegar a la escuela. Desde que entró a la secundaria había comenzado a volver a casa por su cuenta y, en general, estaba muy acostumbrado a estar solo, tanto, que coincidir con Sean en la salida y volver juntos se sentía como una ocasión especial.

El último verano habían cambiado muchas cosas en la vida de Taylor y, mientras más pasaban los días, parecía que su vida entera cambiaba, lo que había comenzado a sorprenderle.

Por primera vez había salido del pueblo y sus expectativas sobre lo que podría lograr habían crecido más de la cuenta, llevándolo a finalmente aceptar apresurar su graduación de preparatoria.

Le habían propuesto saltarse de año un par de veces antes, por ahí a los nueve cuando según podría pasar directo a secundaria, o cuando una escuela privada de San Francisco le hizo invitación sin admisión para comenzar la preparatoria en agosto del año en que cumplió catorce.

En ambos casos tenía demasiadas dudas, los maestros decían cosas impresionantes de él y no podía hacer más que sonreír, agradecer y rechazar cada oportunidad. Sus padres no hablaban del todo inglés y tener que explicarles que Taylor podría irse del pueblo y dejarlos era difícil de afrontar para un niño, en especial, cuando Taylor era el traductor de esa casa, el que revisaba los documentos del banco, los contratos de trabajo de sus padres, sus informes médicos y los de su hermano.

¿Cómo pensar en irse? No tenían los recursos necesarios para siquiera intentarlo.

Pero el verano pasado, se había ganado una pasantía que aceptó solo para no quedar mal con el director de la escuela y regresó convencido de que, a lo mejor, se estaba negando a tener una vida que parecía el destino había creado específicamente para él.

Volvió a mediados de julio solo para pedirle el examen de suficiencia y rogarle al director que convenciera a sus padres. Pero ¿qué recibió? Solo un montón de reproches sobre que quería abandonarlos y que era un niño que no sabía nada.

Nunca le hicieron esa clase de desplante a su hermano mayor. Era como si las expectativas que tuvo que llenar y los títulos por los que sufrió toda una vida solo valían la pena cuando estaban al servicio de la familia.

Incluso Sean Grace se lo dijo; intentó interceder por él, pero su apoyo sonaba más a un "no estás listo para eso", aun cuando Taylor se la pasaba falsificando la firma de sus padres en todos los reportes académicos de su hermano para que sus malas calificaciones no le impidieran jugar.

Pudo haber falsificado la firma de sus padres en su propia solicitud y adelantarse él mismo de grado, pero era algo demasiado trascendental como para hacerlo. Al final, sus padres le pidieron que se quedara un año más en el pueblo y terminó siendo compañero de último año de Sean.

"Aprende a relacionarte como tu hermano" era un solapado "sé igual a él, no lo superes para que no se sienta mal".

A sus padres no les importaba. Hirieron un poco sus sentimientos, pero era lo de menos. La tensión había crecido en casa de los Kim por su culpa, lo que era malo, para comenzar: ¿desde cuándo había tensión? Quizá siempre la hubo y decidían ignorarla por el bien común.

Nunca quiso mostrarse engreído en casa. Pero eso de que lo asignaran a cursos avanzados y a Sean a tutorías no le hizo gracia ni a su hermano ni a sus padres, que quedaran en grupos separados tampoco. No había notado su inconformidad hasta que los comentarios agresivos disfrazados de preocupación en la cena fueron menos disimulados. Eso, sumado a que había un montón de idiotas que le decían cosas solo por existir con el mismo apellido no le estaba haciendo pasar un buen momento a Taylor.

Era algo muy personal, en lo que al director concierne llegó con la hoja firmada al día siguiente y listo, se inscribió a último año.

Lo que llevaba de ciclo escolar le encantaba porque él no debería estar más en la escuela y sentía que estaba jugando en el modo fácil del videojuego; pero se aburría y optaba por hacer cuánto crédito pudiera, era casi un pasatiempo. Por eso no se llevaba bien con sus propios compañeros, la mitad de ellos venían de intercambio y todo lo que querían era conocer las calles de ese pueblo que Taylor se sabía de memoria.

Pero lejos de eso, sus padres sí tenían razón en algo: ¿cómo pretendía atravesar el país solo si no hablaba con nadie? ¿Cómo? si lo que hizo los últimos quince años fue esconderse detrás del hablador de su hermano. Tras analizarlo, eso le dejaba una brecha de capacidad que necesitaba cerrar.

Era una cuestión actitudinal y la forma más lógica era conseguirse un amigo o al menos un conocido recurrente con quien pudiera hacer cosas cotidianas. Y aunque tal vez parecía una elección cuestionable, le resultaba muy fácil conversar con Augustus Moon.

Estaba en el rango de edad adecuado, no era escandaloso y era muy elocuente, lo que le gustaba mucho. Tenía algo de ingenio que era fácil de percibir y entre más hablaba, más aumentaba la curiosidad de Taylor por saber de dónde venían sus ideales. Si es que los tenía. También lo conocía desde niño, al menos estaba seguro de que no le robaría nada.

Además, no le preguntó qué hacía fuera de casa a media tormenta la noche que lo encontró y su silencio era agradecido.

Afortunadamente no lo hizo, de lo contrario, Taylor habría tenido que explicar que era (solo un poco) conspiranoico y casi lo mata un rayo por andar buscando monstruos en el bosque. (Porque estaba seguro de que los había, pero ese era otro tema).

Le dolían un poco las piernas y pasado el primer kilómetro asimiló que fue mala idea dejar la bicicleta en la escuela. No había forma de retractarse o quedaría como imbécil. Así que siguió caminando, arrepentido de su decisión mientras su nuevo posible amigo se quejaba y se quejaba.

—Solo pregunté —lo interrumpió—. ¿Qué tiene de malo eso?

—Todo de malo. Todo porque te encanta restregarme tu cerebro en la cara.

¿Este era el tipo gruñón que lo miraba feo cuando eran niños? Dios Santo. Resultaba gracioso. Lo recordaba como un hermano mayor y ahora se veía pequeño a su lado.

Llegaron a la zona residencial y Taylor suspiró por lo bajo. Bueno, no había salido tan mal, solo le faltaban unas diez u once cuadras hasta su calle.

Suspiró más fuerte.

—Si ya terminaste de llorar, lo que intentaba saber era si se trataba del libro que creo. Porque si es así, en alguna parte de mi casa debo tener esos ejercicios ya resueltos. Por si te interesa, claro. Podría darte ese y varios libros que puedan servirte.

—¿Estás ofreciéndome copiar?

—Sí, da igual, copiando no aprenderás nada. También podría tomarme el tiempo de explicarte, pero como no me soportas... —dijo alzando las cejas.

—Quieres que me humille, ¿cierto?

—Sí, eso me complacería mucho.

April negó con la cabeza y sonrió apenas. El chico Kim era más odioso de lo que esperaba.

—Querido y finísimo Taylor, tengo seis horas para terminar la tarea de una semana, así que te suplico tu apoyo.

—No escuché el "por favor".

—¡Pero te dije que suplicaba!

—Eres tan sufrido, dios...

—Vete a la mierda, Taylor —dijo pasando a su lado; pero Taylor lo tomó del brazo, sin llegar a tirar de este, sino haciéndole retroceder un par de pasos para verlo.

April alzó la cabeza, con la mirada cansada; pero solo se topó con una sonrisa burlona por la que no pudo mantener el ceño fruncido por mucho tiempo.

—¿A dónde vas? Nuestra calle está por el otro lado. No gruñas. Vamos a mi casa. —"Que no he caminado todo este tramo para volver solo" pensó Taylor.

—Me sueltas, sí, ¿por fa?

—Ya... No te enojes. Venga, te ayudaré. —April lo vio molesto—. No me hagas esa cara. Es más, te ayudaré a cargar tus cosas también.

—¿Qué te hace pensar que quiero que cargues mis cosas?

—Vienes sacando la lengua desde hace dos kilómetros, Augustus. Crees que no se nota, pero respiras como un bulldog francés subiendo las escaleras.

April abrió la boca, ofendido, y la volvió a cerrar cuando no encontró nada para objetar. Entonces se quitó la mochila y se la lanzó al insolente ofrecido, es decir, a Taylor.

También arrugó el ceño porque el rechazo a su nombre era más fuerte que el sentimentalismo por su apodo.

—Para ya con el "Augustus", ¿quieres? —se quejó—. Te dije antes que me llamaras Haru.

Taylor se colgó el tirante cruzado de la mochila del chico mientras se burlaba.

—No solías hacer esta ruta, ¿cierto?

—Uhm, no. Mi abuelo solía llevarme a la escuela y también iba por mí a la salida. Pero creo que comenzaré a usar la patineta.

Uh, mierda. Tema sensible tocado por accidente. Acción evasiva.

—Oye, puedo preguntar. ¿Por qué "Haru"? ¿Es diminutivo de algo?

—De Haruka, era el nombre de mi madre. Luego mi abuelo comenzó a llamarme así y se quedó.

Doble mierda. No había forma de evadir el tema, ¿cierto?

—Lo siento, no quise incomodar. —Taylor carraspeó con la garganta, pero April sonrió.

—Nah, da igual. ¿Sabes? Me hace gracia, de hecho, mis padres se le adelantaron a mi abuelo en el registro civil —soltó una pequeña risa que contagió a Taylor, ganándose la confianza del chico que se relajó un poco—. ¡No te rías! Lo digo en serio. Mi abuelo quería que me llamara Jihoon, porque mi padre y él se llaman así, ambos. Pero cuando mi familia entró a este país, mis padres tuvieron muchos problemas por sus nombres, así que querían algo más "americano", algo más "profundo" para mí que "Jihoon tercero".

—Augustus Moon suena importante.

—Fue Agustus y luego August. Al final, quedó Augustus. Aunque les tomó un tiempo ponerse de acuerdo.

—¿Y estás seguro de que lo hicieron?

—Sí, ya fui a preguntar al registro civil. Soy Augustus —se burló de sí mismo—. Dicen que mi abuelo se molestó mucho cuando vio mi acta de nacimiento, pero se le pasó rápido. Mi padre y mi abuela estaban durmiendo en la sala de espera, y las enfermeras le dijeron que podía pasar a verme. Recién amanecía y él dijo que el sol nunca había brillado tanto como el día en el que nací.

—Qué tierno... "Haru" significa día en coreano. Tiene mucho sentido ahora.

—¿En serio? —Taylor asintió—. Es muy lindo saberlo. Yo nunca aprendí a hablar coreano. Ni japonés, mi mamá lo hablaba bien porque sus cuidadoras le enseñaron. Entonces Haru era una forma más aceptable de llamarme, que mi primer nombre, creo. "El que nace en primavera" ...

Taylor entrecerró los ojos.

—¿Tienes otro nombre? ¿Además de los otros cincuenta?

—Ya, mucha charla.

—No se vale, no puedes cambiar de tema así de fácil.

—¿¡Por qué eres tan metiche!? Si crees que Augustus es malo, el otro es peor. Dejémoslo así.

—Mi primer nombre es "Finnian". ¿Qué tan malo puede ser el tuyo?

Taylor le dio un pequeño empujón a April que no se esperaba. Era amistoso y eso le sorprendió mucho, tanto como para llevar la vista hacia un lado ante el toque. Lo hizo suspirar cansadamente cuando se rindió. ¿Qué importaba? ¿A quién le diría el bobalicón ese? ¿A la otra enfermera?

—Si te lo digo, ¿prometes no llamarme así nunca?

—¡Lo prometo!

Sí... él era una molestia, con su mirada inocente y sus buenas intenciones.

—Mi nombre completo es April Augustus Moon.

—¿"April" no es nombre de niña?

—Taylor hablando de eso...

—Ya, ya, yo me la busqué. —Arrugó la nariz—. Suena bonito de todas formas. Además, agosto es el mes de la recolección de la cosecha, y Augustus viene de ahí, te queda bien. Ja, en serio queda mejor de lo que parece.

—¿Sabes cuál es el colmo? —Taylor negó—: nací en marzo.

Taylor sonreía mucho. Mucho más de lo que le había visto sonreír en los últimos diez años en los que creía conocerlo. Esta era una persona ajena a los Kim y, la singularidad que en él veía, era algo tan difícil de encontrar que intrigó a April en sobremanera.

—Sé que me estoy riendo, pero me hace más sentido que gracia. Dios. No puedes ir por el mundo con un nombre como ese y no amarlo.

—Claro, como no es a ti a quien confunden con una quinceañera.

—Me han llamado Tyson, Tyler, Trevor, Tina toda mi vida. Es más, mi padre no sabe pronunciar mi primer nombre

—¿Cómo que no?

—Mi hermano y yo solo tenemos los nombres que mamá eligió. Creo que tuve un nombre legal hasta llegar aquí. En Corea la familia de mi padre nos llamaba "Honhyeol", cero nombres. Esto de ser "mixto" es un problema acá y en todos lados.

—Tus rasgos son más asiáticos que los de tu hermano, siempre lo pensé. Racistas de mierda, se parecen a los estúpidos de aquí, la gente no pregunta por tu pasaporte cuando van a tirar.

—¿Sabías que mis padres no se entendían entre ellos los primeros años de pareja?

—¿Y cómo los dejaron casarse?

—Fue culpa de Sean Grace, supongo. Un día eres una enfermera que quiere ayudar a los heridos de guerra y al otro tienes un hijo que tu familia no quiere y la familia de su padre tampoco porque no es lo suficiente "puro" en ninguna cultura.

—¿Tan así? Tu madre... Es australiana, ¿no? Recuerdo que eran una novedad, los veían como una cosa rara cuando llegaron.

—Francesa —corrigió Taylor—, y sí... Afortunadamente ya no recuerdo mucho esos días. Solo que antes de venir aquí mi abuelo me dijo que no me olvidara de mi país como ella del suyo. Creo que él era el único que me consideraba "un ciudadano coreano".

No es secreto que las parejas interraciales no eran bien vistas, en especial, Taylor llevaba tiempo asimilando que pareciera que los extranjeros debían pedir perdón por existir en lugares donde no esperarían encontrarlos. Si fuesen de los que llegan y toman, serían temidos, hasta venerados. Pero si fueran como él, de los que se ocultan y buscan paz, acorralados y ajenos por siempre.

La familia Kim había llegado a California cuando Taylor tenía poco más que cinco años. Les tomó mucho establecerse como ciudadanos y su situación legal fue incierta por algún tiempo.

Taylor Kim estaba muy acostumbrado a sentir que no encajaba. Su apellido era común en su antiguo país, pero no bien aceptado en el nuevo. Y era irónico pensar que, en su rostro tenía el efecto contrario.

April, por su parte, sí recordaba a su abuelo llenando papeles de Sean con los señores Kim en la mesa de su cocina y a Taylor coloreando junto al sofá. ¿Taylor recordaría eso también? Por momentos, podía verlos a los cuatro durmiendo en el sótano de su casa mientras su abuela lo enviaba a traer más sopa.

Llegaron a su calle, mientras más hablaba con el chico, sentía como si una parte de sus vivencias se coloreara poco a poco dentro de su memoria.

Que si Taylor lloraba mucho y no lo dejaba dormir, que si su abuela le dio su uniforme viejo cuando lo enviaron a la escuela, que lo peinaban hacia atrás con mucho gel y el disfraz de León que no se quitó como por dos semanas.

Pero lo peor de todo es que aun cuando Taylor siempre estuvo ahí, no lo conocía nada, en su lugar, sabía que Sean no mencionaba su país porque hacerlo le causaba problemas, que cuando el padre de los Kim comenzó a remodelar en la casa (dos casas más lejos) lloró abrazado a su amigo porque no quería que se fuera.

Recordó de golpe que Sean Grace solo hablaba en coreano para decir cosas que jamás se atrevería a decir en inglés. Y eso le quemó un poco.

Seguía avanzando, su cuerpo se movía en automático, supo que estaba divagando cuando lo tomaron del hombro, volteó a ver de reojo a Taylor y lo encontró hablando, sin escucharlo realmente.

—Perdona, ¿qué? —dijo, reaccionando y tratando de volver a enfocarse en la conversación.

—Nada, solo que entremos por la puerta de atrás, no tengo ni idea de dónde dejé la llave. La habré dejado tirada por ahí.

Su casa... April tomó un gran suspiro cuando rodearon el terreno para entrar por la puerta trasera, no tenía el picaporte en buen estado, aunque era la primera vez que lo notaba. Esta daba directamente a la cocina y pasar por ahí le hizo encogerse un poco de hombros cuando al entrar se toparon con la madre de Taylor.

Aunque algo apurada, los saludó apenas cuando se movió con unas mantas hacia afuera. Se veía más cansada de lo que él recordaba, o tal vez solo era idea suya. No le dio importancia a su presencia, no así Taylor, que pareció inconforme con la evasión de su madre.

Pasaron por el comedor hasta las escaleras y se decidió a preguntar cuando llegaron al segundo piso:

—¿Tu madre está molesta o algo?

—Me tiene sentenciado porque cree que exploté la caja de fusibles el otro día.

—¿Y lo hiciste? —cuestionó, divertido con la posible respuesta cuando lo siguió hasta su habitación.

—¡Es que, a nadie le importaba ese sonido raro que hacía! Sonaba a que haría corto en cualquier momento, solo me adelanté a lo inevitable.

—¿Y eso cuándo fue? ¿El del bajón de energía de hace unos días fue tu culpa?

Taylor carraspeó y se movió a buscar los libros que su amigo necesitaba en la repisa.

—Este... No.

—¡Fuiste tú! Ah idiota, un día nos vas a dejar a todos sin electricidad.

April podía ser una persona muy recatada, pero también estaba la parte de sí que no era fan de la actividad física. En cuanto vio la cama de Taylor, tan suave y cómoda, no dudó ni un segundo en sentarse en ella.

Taylor, que sí era muy reservado con su espacio personal, volteó a verlo con cierta molestia.

—Sí, claro. Adelante, acuéstate si quieres —dijo tomando un viejo cuaderno de apuntes.

April le sonrió burlonamente y se dejó caer de espaldas en su cama, mientras lo veía poner su cara seria.

—Sé que estas jodiéndome, pero estoy muy cómodo aquí, gracias. Es más, mientras buscas las cosas tomaré una pequeña siesta.

Había un par de suéteres en la cama que olían a cedro y cálamo, justo de la misma forma que el suéter de Taylor que tenía secuestrado en su armario. Tal vez debía robarse uno. (Otro)

Le gustaba mucho ese olor, le recordaba a las tardes en el antiguo aserradero de su familia, en donde amaba pasar el tiempo, pero que ahora no era más que una bodega vieja en medio del bosque.

La habitación de Taylor estaba decorada con casetes y posters de bandas antiguas, además de láminas informativas y varios mapas. ¿Por qué querría un mapa de África todo lleno de rayones en una pared? No lo sabía, pero de seguro era algo muy extraño. Se notaba que había comenzado a pintar estrellas en una parte del techo y se había desanimado a mitad del camino.

April observaba todo, aún con los ojos entrecerrados; Taylor, por su parte, se sentía inquieto ante la idea de alguien más en su cama. No podía decir que le molestaba, solo era nuevo para él. Le causó una sensación extraña cuando volteó a verlo y el chico le sonrió un poco, haciendo que volviera su vista de inmediato al librero.

"Vale, si vas a tener amigos, debes acostumbrarte a que estén cerca", se dijo así mismo Taylor.

Suspiró. Se había sonrojado ligeramente sin motivo. Entonces, uno de sus libros antiguos llamó su atención y sacudió cualquier sentimiento incómodo en el que se haya ocultado por un momento.

—Oye, si quieres continuar con el legado de nombres icónicos, cuando tengas un hijo deberías llamarlo "Blue".

April, que ya se estaba quedando dormido abrió los ojos y bostezó un poco, mientras intentaba darle sentido a sus palabras.

—¿Blue Moon? ¿Como la canción?

—Como el fenómeno astronómico...

—Nene, es evidente que hablamos dos idiomas distintos.

Taylor tenía muchos libros. En la mesa de noche, en el escritorio, algunos ordenados en su librera y repisas, otros tirados bajo la cama. Algunas portadas llamaron la atención de April, que observó con cautela y eligió no emitir ningún comentario al notar varias novelas muy sentimentales pasar desapercibidas entre el montón de títulos complicados.

—Le llaman "Blue Moon" a la segunda de dos lunas llenas en el mismo mes del calendario gregoriano, o sea, el nuestro. Si tienes dos hijos, el pequeño debería llamarse Blue.

—Te causa satisfacción que encaje hasta con el orden de nacimiento, ¿verdad? —April se burló, Taylor asintió con una sonrisa mientras terminaba de juntar los libros que le daría.

—Tengo un problema, ya sé. No me hagas caso. —Se quedó callado por un segundo, pero no lo resistió—: imagínate que además tenga ojos azules. No, yo mismo te obligo a ir al registro civil.

—De acuerdo, para tu tranquilidad, te nombraré padrino de Blue Moon desde este instante.

Taylor se sentó a su lado en la cama, dejando con cuidado los libros cerca de su cabeza. April lo veía desde abajo, ¿su expresión era menos seria? Tragó en seco. No negaría que se escandalizó a medias cuando el chico le imitó y se dejó caer de espaldas al colchón.

—Vale, estoy satisfecho. —Su risa era ronca cual su voz, verlo de perfil mientras veía al techo le agitó un poco la respiración a April, en especial cuando volteó su cabeza hacia él diciendo—: sobre la canción...

April carraspeó con la garganta; qué problema con este tipo tan inculto y lo curioso que era el color de sus ojos.

—Es una falta de respeto que no conozcas esa canción. Es un clásico. Hay decenas de versiones, si no es la original, habrás oído la de Sinatra o la de Elvis que creo que son las más famosas. Es más, salió hace un par de años en esa película de Travolta donde baila.

—Fingiré que no sabía que Travolta tenía otras películas además de "Cowboy de ciudad".

—¿Cómo no sabes? Es buenísima. Estuvo en cartelera por semanas en el cine. Incluso conseguí la cinta y se arruinó de tantas veces que la reproduje. Todos la... —April se congeló por un momento—vimos —murmuró.

«¿Y ese corte de Danny Zuko incluye los pasos de baile también? Iré por la cámara por si empiezas a cantar.

—¿Celoso de que me veo mejor que tú? April, hermano, no seas tan evidente.

—No me fastidies, Sean, búscate otro amigo»

¡Ya sé cuál es! Es la del musical, donde tiene un romance de verano —dijo Taylor, sacando a April de sus pensamientos de forma abrupta, lo que le hizo recomponerse sobre la cama—. ¿Haru?

—Sí... Esa. —Vio los libros que necesitaba y su primer impulso fue tomarlos mientras se ponía de pie—. Se hace tarde, mi abuela debe estarme esperando.

«Ya, dramático. You're the one that I want. You are the one I want. Ooh, ooh, ooh, April»

—¿Todo en orden? —Taylor se sentó en la cama viéndolo, con preocupación, buscar sus cosas por el piso e intentar meter sin éxito todos los libros a su mochila.

—Sí, sí. Es... solo que —(me recuerdas a tu hermano)— si no empiezo a copiar pronto no podré dormir.

—Oye, despacio. Son muchos, deja te ayudo con...

—¡No! —Taylor lo miró desconcertado—. No, no. Yo puedo, gracias.

Se colgó con dificultad el tirante de su mochila mal cerrada y tomó un par de libros en manos. Dio algunos pasos de espaldas, chocando con el escritorio por poco haciendo caer la lámpara de noche. Taylor era muy noble, tanto que no entendería si se lo explicara.

Giró a tientas el pomo de la puerta para abrirlo y salir rápido de la habitación. Pero estaba nervioso y sus pasos apurados sobre el pasillo le hicieron confundir izquierda y derecha cuando intentó bajar las escaleras. Su mente había encapsulado y aislado esos recuerdos, hacerse cargo de ellos tan de repente lo estaba mareando.

«Cantar para alegrarme no funcionará esta vez.

—Eres un pesado. Te aprovechas de tus privilegios conmigo.

—¿Tengo privilegios?

—Al igual que Travolta en la película, yo canto solo frente ti.»

La puerta de la habitación contigua se abrió cuando sus pies se enredaron entre ellos y, por evitar rodar por las escaleras, terminó soltando los libros en el suelo.

—¿Moon? —le llamaron y se le heló la sangre. No había cruzado más que miradas incómodas con Sean en el último año y sus tenis sucios en su campo de visión resultaron tan inquietantes como escucharle llamándolo por su apellido—. Esto de colarte en mi casa, se te ha vuelto costumbre, ¿no?

Es decir, no es como si esperara que lo tratara como antes. La cotidianidad ya no existía y habría sido raro que simplemente le llamara "April". Lo esperaba, pero ¿por qué lo esperaba?

—Ya me iba —respondió, arrodillándose a recogerlos sin levantar la cabeza y medio tomando sus cosas. En cualquier otra circunstancia le habría respondido de mala gana; pero este era su territorio, no supo reaccionar.

La sombra detrás de él en el pasillo no se hizo esperar cuando Taylor salió de su habitación.

—Haru, ¿estás bien? —dijo y se acercó para ayudarlo. Taylor llevaba varias cosas, no obstante, podía sostenerlas bien con una sola mano—. Sean, estorbas —bramó contra su hermano cuando pasó de él para hacer que retrocediera.

April se levantó; se colocó correctamente su mochila y arregló su camisa. La tensión extraña que sintió le hizo incapaz de bajar más que el primer escalón.

—¿Tus visitas entran por la puerta principal ahora? —pareció un reproche de Sean a su hermano.

—¿Tendremos esta conversación de nuevo? —dijo Taylor, con un tono de voz áspero y, April podría jurar, que cansado—. No voy a disculparme por algo que tú haces desde siempre.

—No me jodas, Taylor. No te mandas so...—Intentó objetar, pero Taylor interrumpió.

—Ya. Hablamos de eso luego. —Lo cortó alzando la mano levemente—. Tú mismo lo dijiste, hay visitas. compórtate, ¿quieres?

Si había algo que Sean Grace detestaba más que la altanería de su hermano, era que la propia lo hacía exponerse demasiado. Taylor siempre era el más sensato y maduro de ambos, claro que lo hacía quedar como un imbécil con su actitud tan serena.

—La cena está lista. Apresúrate —dijo Sean.

Dio una mirada rápida a ambos y luego solo negó con la cabeza pasando al lado de ellos, casi empujando a April cuando bajó por las escaleras; esa acción causó dos reacciones muy contrarias, la de Taylor, cuyo nivel de tolerancia hacia su hermano parecía a ver subido un par de gotas y la de April, cuya mirada de molestia no le hirió en lo absoluto.

¿Cómo podría afectarle? Si antes de llegar a él había recaído sobre Taylor, quien no sentía ninguna clase de aversión por su hermano. Respeto, sin duda alguna, pero temor... no, Taylor no le temía a Sean. Eso alegró a April más de lo que debería.

A diferencia de a él, que la imagen de Sean le resultaba abrumadora, para Taylor era un fastidio constante al que en realidad no le daba importancia. Lo que era extraño, hasta donde April recordaba, Taylor idolatraba a su hermano. Taylor nunca fue el hijo más obediente, pero el hermano más leal... Puede que sí.

¿La pubertad de su súbdito convirtió a Sean en un martes por la tarde para él? Le hizo gracia.

—Lo siento por eso —dijo Taylor a April—. Te vio salir por la ventana el otro día y está un poco raro desde entonces.

—¿Te regañó por mi culpa? —preguntó con las cejas alzadas, como quien estaba genuinamente preocupado y no quería información.

—Uhm... Solo, bueno, un poco. Pero fue más una cosa de que trepar es peligroso y que podrías romperte una pierna si te caías. Nada grave.

—Oh... Pensé que yo no le agradaba o algo así... —Se rascó un poco el cuello, mientras comenzaba a bajar las escaleras seguido de Taylor.

—¿A Sean? —Taylor rio—. Eran cercanos antes así que no creo, a lo mejor y está celoso —bromeó, aunque sus palabras hicieron eco en la cabeza de April—. No le gusta que me acerque a sus amigos.

Había muchas cosas que le hacían ruido en realidad. De ser posible, amarraría a Sean al sillón de su casa para interrogarlo sobre "qué tanto le había dicho al niño", porque, en cierta medida, eso era Taylor para él. Aunque solo se llevaban un año y un par de meses de diferencia, y su espalda era casi del doble del tamaño que la suya.

Bueno, tal vez estaba exagerando con eso último, pero casi. Taylor no parecía ser la criatura indefensa que apartaron todos estos años.

Bajaron al primer nivel de la casa, pasando de largo por la sala para salir por la puerta de enfrente, siendo interceptado por Seokwoo, el padre de Taylor, cuando lo reconoció en la sala.

—Oh, pero si es la imagen de Haruka en persona —dijo el hombre, hablando en coreano y extendiendo su mano hacia April para saludarlo—. Sí que has crecido, hombre, si es que ya no te dejas ver. Apenas pude saludarte la otra noche en el funeral.

April sonrió sin entender nada de lo que decía y estrechó su mano, volteó hacia Taylor en busca de ayuda.

—Que te pareces a tu madre y que has crecido mucho —aclaró Taylor—. Ah y que hace tiempo no te ve.

—Ya no vienes mucho por acá, ¿cómo está tu abuela? Hace unos días la vi en el supermercado. Sí que tiene fuerza en los pulmones para hablar esa mujer, la llevé hasta la estación de autobús el otro día y no dejó de hablar en todo el camino. Me alegra que se haya repuesto desde... bueno, ya sabes.

Sí. Tal vez debió poner más atención a las conversaciones en su familia, pero en su defensa, a ellos les convenía que el pequeño April no entendiera nada y lo obligaron a enfocarse más a aprender el idioma local.

Asintió de nuevo con la cabeza y Taylor negó con una sonrisa.

—Papá, práctica tu inglés, lo estás mareando.

El hombre refunfuñó hacia su hijo. Sean salió de la cocina con un par de platos mientras ponía la mesa y se quedó quieto ante la curiosa escena.

—Hace tiempo no sabemos de tu familia —dijo el Señor Kim a April—. ¿Te quedas a cenar?

—Oh... Yo... agradezco la invitación, pero no quiero molestar.

—No, no. No molestas. Quédate y llévale un poco de comida a tu abuela.

—Sí, quédate —animó Taylor a su lado.

Taylor sonrió y Sean frunció el ceño. Qué triste...

Casi pudo escuchar la voz de Sean dentro de su cabeza diciéndole que se fuera, pero si Taylor no tenía nada que temer, ¿por qué habría de temer April? Los Kim solo estaban siendo amables, después de todo, esa familia tenía una deuda de honor con su apellido.

—Me encantaría —dijo April.

Sí. Taylor Kim era una molestia con una sonrisa muy bonita. 

✿ ✿ ✿


Me quedé pensando que Blue Moon es el hermanito no nacido de Dominic (quien tampoco nació en esta línea) XD

Tengo varios caps sin corregir de esta historia y me muero por mostrarles la fase "lover" de estos dos.

Recuerden, si tienen  un amigo que es fan del BL angst, mándenle esta historia. ;))))  

Manténganse con vida. J.S.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top