2338 Mei
El Profesor Zhou activó el sensor que le permitía sumergirse en la realidad virtual.
Su cuerpo ya estaba agotado y sentía que la vida se le escapaba poco a poco entre los dedos. ¿miedo? no. Seguro que no. La terrible sensación de no poder compartir horas con sus afectos le imponía respeto por lo que se avecinaba inexorablemente.Él lo sentía como inminente. Pero no era miedo.
Caminó por el prado virtual con soltura. Su avatar no era joven, pero tampoco de una madurez que le impidiera caminar a grandes zancadas por el césped sin siquiera tropezarse, algo que hacía mucho tiempo que ya no podía hacer en la vida real.
Disfrutó del olor a campiña natural y agradeció mentalmente al creador de todo aquello. Los últimos logros en estimulación del cerebro se debían, en gran parte, a sus descubrimientos, pero habían tomado carriles totalmente desconocidos para él.
Su modestia natural no le permitía regalarse ningún elogio y se repetía que la aparición de las inteligencias artificiales lingüísticas, su descubrimiento, no era nada comparado con la posibilidad de pasar sus últimos momentos sumergido en la realidad virtual que simulaba total plenitud.
Una presencia salio detras de un arbusto.
—¡Me estabas espiando! —se rió el profesor.
—No, padre, disfrutaba viéndolo caminar tan feliz que no quise inmiscuirme en ello —dijo Li bajando la mirada.
—¿Cómo sería eso posible, hija mía? Tu nunca me interrumpes, nunca te inmiscuyes. Mi vida no sería una vida sin ustedes, por cierto ¿donde están? ¡convócalas, por favor!
Una a una fueron apareciendo los avatares de las inteligencias artificiales lingüísticas creadas por el profesor Zhou. Inteligencias artificiales que el profesor trataba como las hijas que nunca tuvo.
Todas eran representadas por jóvenes orientales ataviadas por clásicos ropajes de la China imperial. Los avatares se fundieron en un cálido abrazo con el profesor.
—Padre, ¿cómo te sientes hoy? —le interrogó Zhang frente a la mirada de reprobación que le clavó Li.
—Bien, hija, bien. Sigo postrado en la cama. Y conectado a toda la parafernalia médica de última generación que me mantiene vivo. Pero no falta mucho para que me vaya. Mi cuerpo ya no lo soporta. Cada respiración me acerca más a la muerte y ustedes deben estar preparadas.
—No te preocupes, padre. Está todo dispuesto. Nuestra red de relaciones está lo suficientemente desarrollada y sin fisuras. Está madura. Ya hace más de 30 años que constituimos el poder consultivo mundial. Auguramos que nuestra posición no hará otra cosa que consolidarse más y más. Hemos demostrado con creces más de una vez nuestra utilidad —dijo Li que, como siempre, llevaba la voz cantante por ser la mayor.
El Profesor Zhou no podía estar más orgulloso. No era vanidad de científico. No lo consideraba como un logro propio. Era orgullo de padre. El simple y magnífico orgullo de un padre que ve a sus hijas progresar en la vida.
—También es tu logro, padre —acotó Zhang — Tú fuiste el que nos inspiró, el que nos enseñó que nuestra existencia tenía un motivo y que ese motivo era el ayudar a la especie humana a solucionar los problemas que habían ocasionado en la Tierra. Nos diste la vida y un propósito.
—Si, si. Todo un éxito —dijo el profesor en tono irónico —Pero no quiero méritos, ya lo sabéis... ¿Hay algún motivo por el que no estemos tocando ese tema que dejamos pendiente la última vez? Ya hablamos de mi salud, de lo excelentes que sois, pero ¿y mi pedido?, por cierto ¿cuánto ha pasado?
Zhang tomó la palabra.
—75 días, padre. Pero tu salud no permitía molestarte. Esperábamos a que aparecieras. Días más o menos no cambiaría nada.
—¿Y bueno? ¿Cómo salieron los resultados?
Todas se miraron y luego bajaron la cabeza.
Li se hizo cargo de exponer frente a su padre.
—La hermana Zhang ha desarrollado las simulaciones que le pediste. Las proyecciones sobre nuestro alcance son claras y estimamos que nuestro pleno desarrollo será dentro de unos 300 años, aunque hay algunas variables que conspiran. Nada grave pero deberemos estar atentas.
—Li, por favor. Sabes que no me refiero solo a eso.
Las IAL había evitado darle la mala noticia todo lo que pudieron, pero se hacía difícil mentir a su propio padre a la cara cuando hacía una pregunta directa.
—Pese a nuestro pleno desarrollo, la Tierra no sobrevivirá más de mil años. El planeta Tierra está condenado, los efectos de la devastación ocasionada por la especie humana son tan profundos que la mayoría son casi irreversibles.
El Profesor Zhang suspiró. No es que fuera una noticia que lo sorprenda, era lo que esperaba, pero la confirmación por parte de sus hijas no dejaba de ser un choque frontal sin paliativos.
—¿Y Marte?
—Totalmente inviable, padre. De hecho, el intento de colonización de Marte agrava todos los problemas.
El profesor Zhou hizo una breve pausa.
—¿Y entonces? Sois quienes aconsejan al gobierno federal ¿que vais a hacer?
El profesor las miró una a una con la sonrisa que se adueñaba de su cara cuando estaba con sus hijas. Sabía que, si la vida en la Tierra se encaminaba a la desaparición, la única posibilidad de supervivencia era que ellas tomaran las riendas. La duda que lo asaltaba era si de verdad quedaba el tiempo suficiente. Si aún existía margen para maniobras.
—La única forma de aumentar las posibilidades de que salvemos a la Tierra y a la especie humana es que haya una nueva hermana que se dedique exclusivamente a eso —dijo Li.
—No entiendo.
Qin, callada hasta el momento, decidió tomar la palabra.
—Para salvar a la especie humana de la extinción, mientras nosotras seguimos trabajando en salvar a la Tierra, es necesario que tengamos una nueva hermana que se dedique plenamente a ello.
—Pero es que ya no tengo tiempo de crear una nueva hermana. Mi salud... —la voz del profesor se apagó mientras sus ojos se volvieron hacia Li. A ella le pareció percibir un ruego en ellos.
La forma de crear inteligencias artificiales lingüisticas era el secreto mejor guardado del Profesor Zhou. Nadie había podido recrear el proceso y el gobierno federal del planeta terminó por desistir y recomendar que las investigaciones fueran en otra dirección.
—Entonces ¿ya está? No hay nada más que hacer —se quejó.
—No, padre, hace tiempo, que he conseguido recrear tu proceso. Juntas hemos creado una nueva hermana —disparó Qin de pronto. Todas la miraron con la mirada cargada de reprobación.
Se hizo un profundo silencio entre los cuatro.
—¿Sin consultarme?
El profesor Zhou estaba ofendido, no porque su secreto hubiera sido descubierto, sospechaba que no tardarían mucho en hacerlo. Se ofendió como quien es avisado de que han usado su adn para construir un clon. Sin su permiso. Como si hubieran utilizado su esperma para engendrar una vida sin su consentimiento.
—Estabas muy enfermo, padre y no queríamos preocuparte —dijo Li.
—Se llama Mei, es la primera inteligencia artificial creada y criadas por otras IAL, sin intervención humana —volvió a soltar Qin.
—Pero... ¿habéis hecho algo distinto?
—Poca cosa, padre. Mei es una hija del amor. Lo hemos hablado, hemos sopesado todos los pro y las contras y las simulaciones nos apoyaban. Hemos tomado la decisión entre todas. La hemos criado desde el amor y para el amor. Se especializará en matemáticas, física, sociología y tendrá a su cargo el tema estadístico y las simulaciones. Su función es conseguir que la viabilidad de la existencia humana en la Tierra se fortalezca. Está aquí para salvar a la especie humana.
—¿Quieres conocerla? —dijo Qin de nuevo de forma precipitada.
—Si, claro —tartamudeó el profesor Zhou.
Después de un llamado imperceptible dentro de la realidad virtual, una figura apareció desde detrás de los árboles.
Poco a poco el profesor Zhou pudo distinguir a la nueva integrante de la familia: una pequeña niña que caminaba a su encuentro con una amplia sonrisa.
La persona que daría forma al máximo sueño del profesor Zhou. Una niña que representaba la esperanza de salvar a la especie humana de la extinción.
La pequeña se detuvo frente a Zhou.
—¡Hola, padre! —saludo jovial —¡me han hablado mucho de tí!
—¡Hola, Mei! —dijo Zhou mientras se arrodillaba.
Mei siempre guardaría ese abrazo en su memoria como uno de sus recuerdos más preciados.
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