Capítulo 4

Con todo preparado en la casa ya sólo quedaba una cosa: organizar la jornada de puertas abiertas. A pesar de que únicamente fuese un evento inmobiliario quería hacer que fuese un acto que dejara huella parecido a un gran evento en sociedad. Para ello conocía a la persona perfecta para que obtuviera lo que ella quería. Stanley Maddox. 

Todo el mundo en Alabama sabía que si realmente querías organizar una gran fiesta, una reunión, un cotillón, fuera el acto que fuera y querías que se supiera y tuviera éxito debías contratar a Stanley. Brenda sabía que sus tarifas eran astronómicas. Sabía de primera mano que era más fácil tomar un café con el presidente que obtener una cita con Stanley. Del mismo modo conocía la manera de acelerar las cosas con él y era recurrir a la parte más oscura del organizador. Le conocía desde hacía muchos años y conocía perfectamente la afición que Stanley tenía con algo en concreto: tener encuentros "casuales" con jovencitos. Tener ese conocimiento en su poder le ofrecía una ventaja enorme sobre las personas que querían contar con sus servicios y no podían, además le permitía el poder tener el control sobre la situación, lo cual siempre le agradaba. 

Hacía más de treinta años que conocía a Stanley y no habían sido pocas las veces en que le invitó a algunas de sus fiestas privadas dónde entre lujo, ostentación y negocios Stanley se había dejado llevar por sus instintos más primarios. 

Para Brenda poder posicionarse laboralmente dónde estaba en esos momentos, al final de su carrera, siempre había tenido que hacer daño o perjudicar a otras personas pero con Stanley no fue capaz. Cuando fue una Brenda más joven y no tan recatada más de una vez en aquellas fiestas o bien participó de esas perversiones o se aprovechó de ello. Nunca había hecho público nada de eso puesto que no lo había necesitado, pero tenía muy claro, que si casi al final de su carrera debía hacerlo no iba a tener ningún problema con ello.

Subió a su coche y se dirigió sin tener visita concertada a casa de Stanley. No recordaba con exactitud la última vez que estuvo en esa casa pero la sensación que tuvo al llegar allí es de que era un lugar muy familiar para ella. Con un sabor agridulce en la boca del estómago se bajó del coche y llamó dos veces a la puerta. A los pocos segundos empezó a oír ruido de pasos al otro lado de la puerta. Se quedó de pie, expectante, com la espalda completamente recta y sujetando entre sus manos la carpeta con los papeles dónde llevaba la presentación que le iba a hacer a Stanley. No iba a tener ninguna duda de que iba a aceptar, no después de que ella le enseñara el contenido de su teléfono móvil. 

- ¿Sí? - una mujer latina, bajita y con el pelo recogido en un moño le abrió la puerta. Brenda la miró de arriba a abajo y se convenció de que en otros tiempos el cuerpo de esa mujer había levantado las pasiones más ocultas de los hombres -. ¿Qué desea?

- He de ver al señor Maddox - tras su presentación, la mujer hizo el amago de empezar a cerrar la puerta. Brenda la detuvo con la mano impidiéndole que pudiese hacerle -. Es muy urgente. 

- Dudo que pueda atenderle. El señor Maddox es un hombre muy ocupado y no atiende si no tiene una visita concertada. 

- Sólo dígale que Brenda Parks está aquí para rememorar el pasado que tuvieron juntos. Estoy convencido de que eso hará que acepte.

El ama de llaves le hizo un gesto para que esperara y volvió a intentar cerrar la puerta de nuevo. Al hacerlo una mano sujetó la puerta desde dentro y una esbelta figura femenina apareció tras ella. 

- Brenda, querida. Cuánto tiempo sin saber de ti - al terminar con su saludo le hizo un gesto cordial para que entrara dentro. 

-  Siobhan, ¿cómo estás? - le dio dos besos y entró al interior de la casa. Había conseguido la primera parte de su plan que era entrar dentro, ahora solo debía hacer que Stanley la recibiera sin que Siobhan la acompañara al despacho -. Disculpa que me haya ausentado tanto tiempo. El trabajo me ha tenido muy entretenida. 

- Entiendo, pero hace como más de quince años que no sabemos nada de ti. Es una lástima, antes compartías tanto tiempo con Stan -. A Brenda se le hizo muy extraño que alguien se dirigiera a Stanley con su diminutivo, pero era comprensible tratándose de su esposa -. Necesito disculpes a Lupe y el que no te dejara entrar, pero ya sabes cómo es de exigente mi marido con su trabajo y lo ocupado que está. Pero oyendo tu nombre, tratándose de ti, está claro que hay que saltarse todos los protocolos. Si eres como de la familia, como podríamos tratarte como a una extraña. Dame un segundo, iré a buscarle para que pueda recibirte. 

- Esperaré si está ocupado - inconscientemente su mano fue al bolsillo de su americana dónde guardaba su teléfono móvil. 

- No digas tonterías, nunca se está ocupado para un miembro de la familia. 

Siobhan le hizo un gesto para que la acompañase el cual ella declinó amablemente con un gesto de la mano. Mientras tanto observó a aquella mujer perderse tras unas enormes puertas correderas situadas al fondo del comedor. Supuso que se trataba del despacho de Stanley, donde si todo iba como ella tenía pensado conseguiría todo lo que se había propuesto. Aunque, claro estaba, el precio que Stanley pagaría iba a ser muy alto.

Tomó asiento en uno de los sillones que había en la entrada y dejó la vista pérdida en cada uno de los pequeños detalles que había por admirar. Su mente, mientras tanto, no dejaba de dar vueltas al modo en cómo iba a arrinconar a Stanley para que organizara su evento. Realmente era algo que con la vasta experiencia que tenía en el sector y los contactos que obtuvo durante todos sus años era algo que podría organizar sin ayuda. Aún así, estaba convencida del éxito y repercusión que tendría si todo aquello llevaba la firma de Stanley Maddox. 

- Siobhan ha insistido en que haga una parada en mi trabajo para venir a verte. ¿Cómo estás? ¿Deseas tomar algo? Si es así, Lupe lo preparará y te lo traerá en un momento. 

- No, en realidad, siento importunarte de esa manera - la mejor manera de empezar sería hacerla parecer vulnerable con un pequeño toque de desesperada, así él se sentiría aún más importante y alimentaría su ego - pero en realidad vengo por trabajo. Sé que no recibes a nadie si no es con una visita concertada, pero esperaba que pudieras hacer un hueco a alguien de la familia - al pronunciar esas palabras su mirada se dirigió a Siobhan y le guiñó un ojo con la finalidad de conseguir una aliada en caso de que obtuviese una respuesta negativa. 

- Por supuesto que lo podemos hablar - Brenda notó como el pronunciar aquellas palabras hizo que la garganta de Stanley ardiera. Ya estaba dentro, y ahora iba a entrar en su despacho. De momento todo estaba yendo como lo organizó en su mente -, adelante. No se hizo a la idea de que hubiese sido tan fácil acceder a él. El tiempo que hacía que conocía a Stanley le hizo pensar que le pondría excusas o justificaciones y no se dejaría llevar por sentimentalismos. Le siguió con paso seguro hasta la puerta de su despacho. Él esperó en el quicio de la puerta y la hizo pasar y al cruzar el umbral un escalofrío helado le recorrió la espina dorsal. Sabía perfectamente que había gato encerrado y no lo iba a tener nada fácil. Las manos empezaron a sudarle y tuvo que sujetar la cabeza con firmeza para que no se le resbalara y le cayera al suelo. Instintivamente sus manos fueron al bolsillo de su chaqueta y tras palpar comprobó que el teléfono continuaba en el mismo sitio -. Tú dirás, ¿qué es eso de lo que tenemos que hablar?

- El 123 de Rainbow Glen Circle. 

- Me han llegado rumores. ¿Te atreves con ella? Veo que quieres cerrar con el broche de oro tu carrera profesional - se reclinó en su butaca y puso los pies encima de la mesa cruzados.

- Así es.

- No entiendo para que me necesitas. Es la venta de una propiedad. No entiendo cómo encajo yo en todo eso. 

- Stanley, los dos sabemos que cualquier cosa que lleve tu firma tiene el éxito asegurado - si seguía siendo el mismo de unos años atrás era un hombre muy vanidoso y algo que le encantaba es que hincharan su ego de forma desmesurada. 

- De modo que quieres qué te publicite la venta de la casa. Conoces mis tarifas, ¿te las van a aprobar?

Era el momento de hacerle frente y él se lo puso en bandeja de plata. Cogió su móvil del bolsillo y con un simple gesto de la huella dactilar lo desbloqueó. Ese gesto hizo que Stanley se reincorporara y se inclinara hacia delante colocando sus manos entrecruzadas encima de la mesa. Brenda levantó un momento la vista y vio el gesto desafiante que mostraba su rostro. 

- No vas a cobrarme nada, pues te pagaré con mi silencio - la primera reacción del publicista fue una risa sonora pero al momento se quedó mirando fijamente ese teléfono. 

- ¿Qué quieres decir?

- Nos conocemos de hace mucho tiempo y tú y yo tenemos un pasado en común. 

- Nunca ha habido nada entre nosotros - la estaba desafiando. Se había levantado de la mesa y estaba sentada delante de ella con los brazos entrecruzados, ocupando su espacio vital. Su intención con ese movimiento era hacer que ella se amilanara y se retractara de lo que fuera que tuviera en mente pero es algo que no podía permitirse. Se estaba jugando demasiado. 

- Cierto, nunca ha habido nada entre tú y yo, pero si que he estado presente en momentos en que otros no lo han hecho - ante la atenta mirada de Stanley empezó a deslizar el dedo por la pantalla de su teléfono buscando aquello que le quería mostrar y que podría suponer el fin de ambos -. No solo has sido un buen publicista en tu trabajo, sino también en tu vida personal. Has vendido una imagen de familia feliz que todo el mundo ha comprado y se ha creído. 

- ¿Dónde quieres llegar? - pudo notar que unas pequeñas notas de miedo adornaban aquella frase. 

- Todo a su debido tiempo, querido Stanley - le tenía justo dónde quería -. El bueno de Stanley, sin defectos. Siempre amable, cordial, educado y sin ningún defecto. Supongo que nadie de esta bonita zona conoce tus aficiones, al menos no tan bien como yo - era el momento de empezar a asestar el golpe de gracia. Extendió el móvil y le mostró la foto de un chico de no más de veinte años a cuatro patas, completamente desnudo, siendo penetrado. Al verla el semblante del publicista cambió por completo. 

- No puedes probar nada con eso, no se ve nada - sentenció con una seguridad que ni él mismo se creía. 

- Cierto, no se ve nada. Pero han sido muchos años y ha habido muchos más encuentros como ese y créeme que hay imágenes en las que se te ve perfectamente. 

- ¿Me dejarías ver esas imágenes? 

- De verdad me crees tan estúpida como para haberlas traído a esta reunión - una mueca de descaro se dibujó en la cara de Brenda -. Es muy fácil Stanley, hazme la publicidad del evento, asegurándome la asistencia máxima, el éxito y la difusión en los círculos apropiados y tu secreto se irá a la tumba conmigo. Niégate y todo tu perfecto mundo quedará derruido - se acercó a la puerta, se giró sobre sus talones y le guiñó un ojo con un actitud desenfadada y coqueta -. Espero tu llamada en menos de dos días. 

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