Capítulo 20

Shannon estaba completamente recogida sobre sí misma y encogida del dolor mientras Brenda se ensañaba con ella. Sabía que aquello solo formaba parte de un teatro y que tenía que ser lo más creíble posible pero aunque fuese podía fingir los golpes contra ella. A ratos levantaba la cabeza para mirar a su amiga con expresión compasiva pero ésta se encontraba completamente en trance, con la mirada perdida, sin ningun atisbo de compasión en su mirada y entregada plenamente a la tarea de hacerle daño. A gritos empezó a suplicar que parase, el dolor la estaba matando y si se concentraba lo suficiente podía notar como cada uno de sus músculos se desgarraba con cada golpe e incluso hubiera jurado que con alguna de las patadas podría haberle roto alguna que otra costilla. 

- Ahora - le ordenó Brenda -, cógeme del tobillo y arrástrame con todas tus fuerzas hacia el suelo. 

Shannon obedeció, agarró con las manos doloridas el tobillo izquierdo de Brenda y tiró con fuerza hacia ella. Durante unos segundos observó como su amiga se desplomaba sobre ella. En un momento en que Brenda intentó hacer la fuerza contraria, perdió el equilibrio por completo y se desplomó hacia el suelo con tan mala suerte que su cabeza dio contra la esquina de la cama. Shanon la observó tumbada en suelo con una enorme brecha en la frente. 

- Lo siento, lo siento, lo siento -cada una de las fibras de su cuerpo se vio invadida por la culpabilidad de haber acatado aquella orden. 

- Calla - Brenda se pusó en la mano en la herida intentando frenar el drenar de la sangre y miró hacia la puerta que empezó a abrirse lentamente - ahora no digas nada, simplemente cuando yo te lo diga corre. 

Los dos gorilas que habían lanzado a Brenda de malas maneras dentro de la habitación entraron con el arma en la mano y apuntándolas directamente. Vieron a las dos mujeres en el suelo, observaron las piernas de Shanon llenas de moratones y cortes producidos por las patadas de Brenda, se acercaron a la mujer y la vieron tumbada, inconsciente con un pequeño charco de sangre a la altura de la sien. 

- ¡Mierda! Se supone que a ninguna de las dos tenía que pasarles nada y las muy idiotas se han matado entre ellas - vociferó uno de los dos. 

- No ha sido culpa nuestra - se excusó el otro bajando un poco el arma. 

- ¿Vas a explicarle tú al jefe que es lo qué ha ocurrido para que sus dos monedas de cambio esten muertas? - a esas alturas de la conversación los dos hombres se encontraban completamente enfrasacados en su conversación, con la guardia baja, y se iban acercando a ellas lentamente con la esperanza de poder arreglar ese embrollo. 

Brenda entreabrió un poco los ojos y observó como uno de los pies del gorila estaba a la misma altura de las piernas de ella, con un suave y discreto movimiento tocó a Shanon el brazo quien reaccionó a las gesticulaciones que hacia con una afirmación leve con la cabeza. Acto seguido, sin pensárselo dos veces y con más fuerza de la que creía que tenía atrapó el pie del hombre y le hizo perder el equilibro corriendo la misma suerte que había corrido ella minutos antes al darse con la esquina de la cama en la cabeza. Se incorporó sobre sus rodillas, inclinó el torso hacia delante y los brazos hacia atrás para darse impulso y al levantarse golpeó con su cabeza el barbilla del otro gorila haciéndole caer de espalda, tal y cómo había pensado el factor sorpresa era el mejor elemento para salir de allí ambas bien paradas. 

- Shanon colocáte sobre éste - dijo señalando al que estaba más cerca de la cama - y busca las llaves de las esposas que te retienen a la cama, yo haré lo mismo con este gilipollas - vociferó acompañando sus palabras de un golpe con su cabeza en la frente del gorila haciendo perder momentaneamente el sentido. 

Presa de los nervios Shanon trató unos segundos en retomar el control de su cuerpo y olvidar lo dolorida que estaba cada una de las esquinas de su fisonomía. Inclinada sobre el hombre, impidiéndole cualquier movimiento rebuscó en los bolsillos de la chaqueta y de los pantalos sin éxito. Levantó la vista buscando a Brenda y vio como ésta le lanzaba las llaves. En pocos segundos se encontraba libre.

- ¡Vámonos! - fue lo único que fue capaz de articular. 

- Espera - arrastró el cuerpo del segundo que había noqueado hasta dejarlo a la misma altura de su otro compañero -, pásame las esposas -. Cogió las esposas pasándolas por debajo de la pata de la cama y esposo a los dos hombres a ésta -. Esto nos dará unos segundos de ventaja -, ayudó a su amiga a incorporarse y la hizo apoyarse en su cuerpo. Salieron con dificultad de la habitación y cerraron tras de sí la puerta de la celda con llave. 

Brenda miró fijamente a las escaleras que conducían al piso superior por las que unas horas antes la habían arrastrado de mala manera por culpa de aquel sinverguenza. Indicó a Shanon que se quitase los tacones y ella hizo lo mismo minimizando así el ruido que harían al desplazarse por la casa hasta la salida. Estaba convencida que podía recordar el camino a la inversa que había hecho cuando entró. De la misma manera intentó recordar cuantos gorilas como los que acababa de noquear se había encontrado en ese camino y tan sólo podía recordar haber visto a dos en la sala dónde les hicieron esperar hasta que llegó el jefe y el de la puerta con el que habló el hombre al entrar. Estaba convencida que si se esforzaba lo suficiente y tomaba las medidas necesarias serian capaces de salir de allí, una vez estuvieran fuera se esconderían por el bosque e irian cruzándolo, intentando no perderse hasta llegar a la carretera principal y pedir auxilio. 

Cada pocos metros se iban parando para poder recuperar un poco la respiración y pensar cuál iba a ser su próximo movimiento, al mismo tiempo que en cada parada se daban la vuelta para comprobar que los dos captores no las seguían. Al marcharse deprisa actuó bien dejándolos esposados pero debería haber comprobado, por si acaso, si llevaban un juego de llaves de más. 

Avanzaron y se fueron deteniendo a cada mínimo movimiento o voz que oían hasta que llegaron al enorme salón presidido por la enorme chimenea de piedra. La sensación de calidez que le dio al entrar ahora hizo que fuera un aura de peligro al acecho en cada una de las esquinas por las que se desplazaban. No había absolutamente nadie y un silencio reinaba en toda la habitación, se desplazaron con una confianza ciega en que nadie las iba a encontrarlas. Se movieron con cautela como si el suelo fuese de cristal y se pudiera romper bajo sus pies, pero al llegar a la altura de la chimenea el silencio se rompió por unos pasos apresurados. Brenda agarró a Shanon del brazo y se agazaparon tras el enorme sillón en el que se sentó el jefe. Contuvieron la respiración y se quedaron completamente inmóviles, volviéndose invisibles para los dos hombres que entraron en la sale. Brenda agudizó el oído intentando captar parte de la conversación que tenían entre ellos. 

A pesar de que su único deseos en ese momento era de marchar de allí su inquietud por saber más detalles sobre su captura o la razón por la traición del hombre que la había llevado hasta allí la impedían moverse de su escondrijo, eso, y que si lo hacía la verían y todo su plan de huida se iría al traste. 

Agazapada tras el enorme sillón que les hacía las funciones de barrera y escondrijo oyeron como entre susurros y con el miedo a ser descubiertos ellas eran conscientes de que sus captores habían sabido de su huida. Al parecer uno de los dos gorilas que estaba en el salón fue a hacer el relevo y no vio a sus compinches y al entrar en la sala los vio aatados a la pata de la cama e inconscientes y ahora, con el máximo sigilo, estaba dando la voz de alarma. Tras unos minutos de conversación Brenda oyó como se alejaban, se asomó por detrás del asiento y vio como bajaban por las escaleras hacia las mazmorras. Sin darle muchas vueltas agarró a Shanon del brazo y salieron a paso ligero hacia la entrada. 

Estando a pocos metros de la puerta de roble que daba al exterior apareció la figura del que les había recibido al entrar. Instintivamente se desplazó hacia la izquierda, ocultándose en las sombras que las columnas de madera formaban el pasillo. Se arrimaron a la pared todo lo que fueron capaces hasta el momento en que la espalda de Shanon tocó con algo que se clavaba en su espalda. Durante unos segundos el sudor frío provocado por la sensación de que las habían encontrado le recorrió toda la espalda. Al girarse se dio cuenta de que era un armario que hacía la función de alacena. Apoyó una mano en la puerta y con la otra giró el pomo con mucho sigilo, evitando hacer el más mínimo ruido, para esconderse dentro de la habitación una vez los goznes de la puerta empezaron a ceder. Dejaron la puerta entreabierta con la ilusión de poder comprobar los movimientos del exterior y poder comprobar sus movimientos. 

Ninguna de las dos hubiera sido capaz de decir cuanto tiempo estuvieron encerradas en ese espacio minúsculo sino que esperaron hasta que de nuevo el silencio se adueñó de todo el espacio, como si el intento de huida hubiera pasado ya a la historia y ellas dos se encontraran lejos no siendo ninguno de ellos conscientes de que en realidad se encontraban a pocos metros de ellos, escondidas entre las sombras. 

Al instante en que parecía que no había nadie abrió la puerta con sigilo, esperando algun sonido o algo que avisara que las habían delatado pero lo único que las dos eran capaces de oir era la respiración de la otra. Acompasada, lenta y molesta hasta un punto inimaginable. Aceleraron el paso y en mucho menos de lo que esperaban, y con mucho menos esfuerzo del que pensaron ambas se encontraban en el exterior. 

El contraste de la oscuridad y penumbra de la casa con la iluminación natural les hizo que tuvieran que esperar unos segundos hasta que sus ojos se adaptaran, pero bajo ningún concepto se detuvieron. Siguieron andando hasta que escondieron sus cuerpos entre los enormes arbustos que rodeaban la casa. 

- ¡Maldita sea, la puerta está abierta! - vociferó uno. 

- Eso solo puede significar que han escapado. Hay que encontrarlas - anunció otro de los compinches. 

- Tú - indicó señalando a uno que estaba a su espalda - cubre el flanco este de la casa y tú - indicó al que había salido gritando el segundo - cubre el flanco oeste de la casa. Esas dos zorritas no pueden haber ido muy lejos. 

Ambas esperaron a que los dos grupos de búsqueda que formaron de manera improvisada se alejara de dónde estaban ellas. Cuando estuvo todo organizado el que había montado los grupos se volvió a meter para dentro. 

Brenda y Shanon aprovecharon ese momento para empezar a avanzar en cuclillas, sin levantarse, por temor a ser vistas. La decisión de haberse librado ambas de los tacones fue lo más acertado que pensaron, pues andar de esas manera con tacones hubiese sido inviable. 

Empezaron a oír el sonido de tráfico, señal de que estaban llegando a la carretera principal, pero aún y así continuaron agazapadas. Lo último que ninguna de las dos deseaba es que las encontraran cuando estaban tan cerca de la libertad. 

A pocos metros de la carretera observaron como dos figuras masculinas pasaban por delante de ellas pero sin percatarse de su presencia. Se detuvieron los dos y quedaron mirando fijamente alrededor. Ellas, igual que lo hicieron en la escalera, no hicieron ni el más mínimo movimiento. Retomaron la marcha cuando ellos marcharon. 

Por fin, llegaron a la carretera y miraron a ambos lados y vieron un coche aparcado a unos metros en una cuneta. Aligeraron el paso y empezaron a hacer aspavientos con los brazos pero sin gritar ni emitir sonido alguno. Un hombre corpulento que estaba apoyado en el capó del coche se girói hacia ellas y se acercó. 

Con todo el cúmulo de sensaciones y emociones que recorría en esos momentos su cuerpo se abalanzaron sobre ese gran cuerpo duro y musculado, abrazaron a su salvador y rompieron en llanto. 

- No deberías fiaros del primer desconocido que os encontráis en medio de una carretera, y menos aquí, en medio de ninguna parte - se anunció una voz detrás de ese armatoste que era su salvador. 

Tras el hombre corpulento apareció una figura más menuda, enclenque y con un movimiento bastante errático. Brenda no asimiló quien era hasta que lo tuve frente a frente, a la distancia suficiente para soltarle un manotazo y que el otro no pudiera esquivarlo. 

- ¡Tú! 

- Sube al coche - le anunció quién la había llevado hasta allí y engañado - y lo hablamos. Ahora debemos irnos de aquí. Los cuatro corremos peligros, como has podido ver, esos - dijo señalñando el camino del que ellas venían - esos no se andan con minucias.


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