Capítulo 13
Era la primera vez en toda su vida que debía reconocer que el miedo la tenía completamente paralizada. A pesar de haber oído la voz de Shanon, y si no estaba bien, por lo menos estaba viva debería haberle aportado cierta calma o sosiego, pero no era así. Si antes tenía preocupaciones, en aquellos momentos su cabeza era un hervidero de malos pensamientos y fatídicos finales para la que durante muchos años había sido una gran cllaboradora. A pesar de que Brenda no tenía a ninguna persona a la que poder llamar amiga, Shanon si que era una de aquellas personas en las que podía confiar ciegamente, y así se lo demostró con los años. Viendo como se desarrollaban los hechos se daba cuenta de la forma tan estúpida en que se había comportado. ¿Por qué? ¿Por finalizar su carrera con un gran éxito empresarial? Conforme más lo pensaba más arrepentida estaba de las decisiones que tomó hasta el momento, pero si había algo de lo que se arrepentía con todas sus fuerzas era de haber entomado el proyecto del 123 de Rainbow Glen Circle.
Subió a su coche y de forma instintiva condujo hasta la única persona que tenía en mente y que de alguna manera la podria ayudar. Si bien no eran las autoridades era una persona con el suficiente juicio para saber que debería guardar silencio de todo lo que se hablara. En el pasado ya tuvo que contar una vez con sus servicios en un asunto familiar que de haber actuado de otra forma le hubiera traído muchos dolores de cabeza. Mientras que con una mano sujetaba el volante en la otra sostenía el teléfono con la duda de si avisarle de su llegada o sorprenderle. No era fácil encontrarle pues siempre fue una persona esquiva que había estado viviendo a la sombra de la sociedad, pero si uno deseaba encontrarle y le conocía lo suficiente, él siempre se dejaría ver.
Aparcó a las afueras de Dothan, población de Alabama donde las personas que vivian las personas que se encontraban por debajo del umbral de la pobreza. Su población se componía básicamente de familias con trabajos precarios, gente mayor que en cierta manera había sido abandonada a su suerte y una pequeña parte de población inmigrante que vivía de los trabajos en negro. Se habían conformado como una unidad a parte alejada del resto de la sociedad y abandonados a su suerte por el Estado. Aparcó el coche en una de las calles con más luz que había en la zona y puso el seguro al coche. A pesar de conocer muy bien la zona, sus prejuicios le impedían ir con una fe ciega en las personas que allí vivían. Aferró el bolso contra su pecho con tal fuerza que notaba como todos los músculos del cuerpo se le agarrotaban y le dificultaban cada vez más el paso.
Su mente volvió años atras, a la última vez que se había dirigido a aquellos suburbios. No fue sola y era mucho más joven e inocente. Acompañada de la persona a la que más respeto tenía pero que al mismo tiempo le causaba un tremendo miedo, su madre. Si una palabra definía muy bien a Suzanne Parks era pérfida. Criada en la alta sociedad sureña su vida siempre se vio representada por reuniones en la alta sociedad, concursos de belleza y buenas formas. Las historias que las amistades de su madre y ella misma le contaban insistían en que cuando fue joven fue la mujer más hermosa y deseada de Birmingham. Aún y con el paso de los años todavía quedaban rastros de aquella belleza ahora olvidada por las personas que la idolatraron. Su porte de distinción y altanería seguían muy afianzadas en ella, en sus movimientos, sus modales, su forma de hablar. Toda ella era un recuerdo constante de la vida que mucho tiempo atrás dejó por lo que ella había creído que era amor.
Todo aquella vida de lujo y vitores tuvo su principio y su fin por un hombre, Miller Parks. A Brenda no le gustaba recordar cómo era que se habían conocido, enamorado y terminado juntos. Cada vez que pensaba en ellos y en la que había sido su vida familiar lo relacionaba con tres cosas: gritos, alcohol y moratones. Al principio, todo empezaba por pequeñas riñas y malentendidos pero con el paso de los años, las riñas se convirtieron en verdaderas discusiones y los malentendidos terminaron derivando en invenciones que la mente alcoholizada de Miller elucubraba sin razón de ser influenciada por el consumo desmesurado de alcohol y por los problemas que estaba teniendo, cada vez mayores, con sus campos de algodón.
De cara al mundo y a la sociedad su padre era un deshecho de virtudes, ilustre empresario, amado padre y esposo, gran amante y una alma filantrópica que no dudaba en ayudar a los más necesitados dando trabajo a los más necesitados y ofreciéndoles un techo dónde dormir y alimentarse dentro de sus plantaciones. Pero dentro de su casa, entre las cuatro paredes de una de las grandes mansiones de la zona de Birmingham la situación era muy diferente. Todo lo que sabía era Brenda era por lo que le contaba la lengua envenenada de su madre ya que ella nuna llegó a presenciar nada. A la mínima ocasión que el ambiente se enturbiaba y podía ver cómo se iban a desarrollar los acontecimientos, ella corría a refugiarse en su cuarto. Una vez cerraba la puerta de su cuarto siempre se desarrollaba todo en el mismo orden. Un portazo, la voz fuerte y grave de su padre lanzando impropieros a su madre y al voz de ella, acorbadada, justificándose inecesariamente antes de recibir palizas que cada vez aumentaban de duración e intensidad. Después toda la casa quedaba envuelta en un horrible silencio roto por los tenues llantos de Suzanne. Iba todas las noches hasta la habitación de su hija, y sin decirle nada, la envolvía entre sus brazos, se tumbaba con ella y sollazaba hasta quedarse dormida. Brenda por su parte, pasaba la noche en vela, abrazada a su madre diciéndole la misma frase, todas las noches, intentando consolarla.
- Todo pasará, mamá.
Durante años se repitió siempre la misma escena y Brenda no dejaba de imaginar en su subconsciente que quedaban libres de aquel horror. Aunque solo quedaba en eso, simples imaginaciones de una niña que soñaba con una vida mejor. Una noche, su madre entró en la habitación de Brenda agarrándose el estómago y con las manos empapadas en sangre. Ese día no se tumbó con ella, ni siquiera la abrazó, se arrodilló hasta quedar sus ojos a la altura de los de su hija, la sujetó por los hombros y le sonrió.
- Mañana irás con mamá a un sitio, pero nunca nadie puede saber que hemos estado allí.
Esa misma noche Suzanne Parks recibió las atenciones necesarias para curarse las heridas que de otra manera le habrían llevado a su muerte. Brenda se quedó junto a ella, no podía abandonarla en aquellos momentos, pero cada vez que la miraba no conseguía encontrar a su madre. Era como si aquella mujer hubiera abandonado su humanidad.
Al día siguiente aunque aún convalenciente de sus heridas de la noche anterior, despertó a Brenda y con mucho sigilo ambas salieron de casa en completo silencio. A pesar de ser pequeña eran muchas las preguntas que fueron viniendo a la mente de Brenda, pero en ningún momento tuvo el valor necesario para formularlas. Su madre, por su parte, estuvo ausente y no dijo nada en ningún momento. Condujo como una autómata hasta sin pronunciar palabra, solamente cuando llegaron a su destino le pidió a Brenda que la acompañara ya que no quería dejarla sola en el coche por aquella zona.
- No te separes de mí en ningún momento y no hables con nadie.
- ¿Adónde vamos? - fue lo único capaz de pronunciar.
- Vamos a ver a un viejo amigo de mamá para pedirle un favor.
Su mente volvió al momento presente e hizo el mismo camino que hizo años antes. Conforme se iba acercando a su destino, a su memoria iban viniendo fogonazos de recuerdos de lo que pasó la última vez que visitó aquella zona de la ciudad y de cómo se habían desarrollado los acontecimientos que después, en menor o mayor medida, cambiaron su vida.
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