«Con qué te peleaste con Inko...

¿Puedo saber que pasó? Ah, ella no quiere que te presentes al examen de admisión de la UA para el departamento de héroes.

Uff, en sí, entiendo un poco a Inko. Ella tiene miedo de que algo malo te pase, pero, creo que exagera un poco.

Créeme, vas a hacer cosas estúpidas y dolorosas en un futuro que cuando Inko se entere, le provocarás diez mini infartos por minuto.

No, no, no es pura habladuría, ¡ni es mi imaginación! Serás el mejor héroe de la historia y nadie va a detenerte.

Solo mírate, te has vuelto alto y un poco más fuerte, con solo correr has mejorado tu físico. No quiero imaginar como serás cuando tengas Quirk. Tal vez seas el segundo o tercero más fuerte de todos las líneas temporales.

Oh, ¿te reíste? ¿Qué es lo gracioso? No entiendo, solo digo la verdad...

¡Te estás burlando de mí! Eres muy malo, Deku-kun.»

El pecoso había peleado con su madre; arrepentido por sus palabras, escapó de casa. Tenía ganas de llorar, dijo cosas hirientes y no tenía el valor de verla a la cara de nuevo.

Un refugio halló en los brazos de Uraraka. Recurrir a ella cuando estaba mal, hablar sobre un futuro surrealista y hacer que crea en sí mismo, son cosas que Ochako usaba como método para animarlo.

Ante la magnitud de su accionar, Izuku sentía que, poco a poco, ya no podía vivir sin ella.