Capítulo 6

De acuerdo a las presentes leyes del Reino Fiore, y según se establece en el presente Artículo 7:56.712 de la Ley Reguladora de Organizaciones Públicas, queda registrada la organización de "Gremio Mágico" en Fiore.

Asimismo, se reconoce la figura de "Maestro" como líder de dicha organización. Se establece que a su cargo tendrá magos profesionales y registrados en el Ayuntamiento correspondiente a su sede. La responsabilidad directa de las acciones del "Gremio", así como de los miembros que lo conforman, pertenece al "Maestro" en todos los aspectos legales que se estipulan en el presente documento.

[...]

El "Maestro" acepta someterse él, y todos los integrantes del "Gremio" a inspecciones rutinarias y de un mínimo de una vez al año. Acepta, asimismo, ser juzgado, si las circunstancias lo ameritan, bajo las leyes jurídicas del Reino Fiore y responder ante el llamado "Consejo Mágico", el Gobierno y el Rey.

Fragmento del Artículo 7:56.712 de la Ley ROP.

Primer registro de Gremio Mágico de Fiore.

Año 712.




El sonido del corte de las tijeras invitaba a quedarse en trance a medida que mechones de pelo blanco iban cayendo al suelo. A través del espejo que tenían en el cuarto que compartían en el gremio, Mirajane observaba a su hermana arreglarle el desastre de cabellera que le había dejado el vulcan. Solo habían pasado dos días desde que habían vuelto de la misión y todavía le dolía el cuero cabelludo.

El hombro se lo había recolocado Natsu en la propia cueva, en una maniobra de primeros auxilios que le arrancó un grito que la dejó afónica y a punto de desmayarse. No recordaba mucho de cómo se lo había vendado, pues el dolor primaba sobre todo lo demás. Era un sentimiento tan impotente, que se juró que nunca más se quedaría tan indefensa como en ese momento.

Cuando se recuperó lo suficiente como para ser capaz de volver a pensar, Natsu le explicó que al parecer también habían recuperado a Macao. El vulcan contra el cual se había enfrentado había poseído el cuerpo del mago y al dejarlo inconsciente, su control sobre él había desaparecido. No quiso decirle qué había pasado con los vulcan contra los que él había luchado y Mira, por su propia cordura, prefirió no insistir por detalles. Se conformó con saber que las otras posesiones habían sucedido hacía tanto tiempo que ya no tenían retorno.

Regresaron a Magnolia a un ritmo mucho más lento que con el que partieron, con ella herida y con un hombre moribundo a cuestas. Dicho hombre ahora se recuperaba en la enfermería, Natsu había vuelto a desaparecer y ella, por fin, se había reunido con sus hermanos. Era la primera vez que estaba tantos días separada de ellos y no sabía lo mucho que los necesitaba a su lado hasta que estos corrieron a abrazarla, preguntando histéricos de preocupación qué le había pasado y si se encontraba bien.

Ahora, tras un día entero de descanso y una visita a la enfermería donde le limpiaron y vendaron todas las heridas, se habían refugiado en su pequeña habitación. Como apenas podía levantar el brazo izquierdo, Lisanna la ayudó a asearse y se ofreció a cortarle el pelo. Elfman, por su parte, se adjudicó él mismo arreglar los destrozos de su abrigo y capa. Mira pensó que podría llorar de agradecimiento por tenerlos a su lado.

—Sabes, ¿Mira-nee? —Lisanna hizo contacto directo con los ojos de su reflejo mientras sonreía—. ¡He descubierto que yo también tengo magia!

Mirajane tuvo que hacer una doble toma de contacto. ¿Había escuchado bien?

—¿Qué?

—¡Sí! —Su hermana pequeña apenas cabía en sí del entusiasmo—. Pasó justo después de que te fueras. Elf-nii y yo estábamos paseando por el jardín y nos cruzamos con un pajarito que se había caído del nido. Lo ayudamos a regresar y luego pensé que sería genial poder tener alas para poder volar y, adivina, ¡me salieron plumas en los brazos! Se cayeron poco después, pero Makarov-san dice que es una magia llamada Take Over y que permite transformarse en otros seres vivos. ¿A que es genial? ¡Ahora me parezco más a ti, Mira-nee!

La abrazó desde atrás con alegría y Mira no supo hacer otra cosa más que quedarse inmóvil. ¿Genial? No era genial en absoluto.

¿Plumas en los brazos? ¿No era eso demasiado semejante a su propia condena? Como si estuviera viviendo una pesadilla, Mira rememoró todas las persecuciones a las que había sobrevivido, el odio que había soportado. La imagen de Lisanna sustituyó su propia figura, y de pronto era capaz de ver con demasiada nitidez cómo su hermana salía corriendo de cada pueblo por el que pasaba, con alas en lugar de brazos y cortes y heridas por todas partes. ¿Cómo podía ser eso genial? ¿Quién, en su sano juicio, querría parecerse a ella?

—¿Quién más lo sabe? —preguntó, con el miedo por su familia espesando su sangre y el pánico comprimiendo sus costillas.

Estaba bien que la gente no la quisiera a ella, al fin y al cabo, estaba acostumbrada. Pero no Lisanna, que no había hecho nada malo en su vida. No Elfman, que no era capaz de dañar ni a una hormiga. Sus hermanos se merecían vivir como les diera en gana, libres de prejuicios y odio. Ella se encargaría de conseguirlo.

—Mmm... —Pensativa, Lisanna se incorporó y se golpeó los labios con los dedos, todavía con las tijeras en la mano—. Makarov-san y dos miembros más del gremio. No los había visto antes. Estaban volviendo de una misión y me vieron. ¡Me asusté al principio! No estaba preparada para ver plumas en mis brazos. —Se rio, despreocupada por lo que aquello de verdad implicaba—. Fueron ellos los que nos llevaron con Makarov-san. Se llaman Erza y Gray. Creo que tienen tu edad, Mira-nee.

Parte de la preocupación de Mirajane disminuyó al descubrir que no había pasado nada malo. Supuso que tener plumas era muy diferente a tener garras y escamas. Lo suyo era grotesco, crudo y horrible de ver. Personificar a un pájaro, en cambio... A lo mejor Lisanna todavía tenía esperanzas de poder vivir con normalidad.

No les había dicho que alguno de sus antepasados era un demonio, ni pensaba hacerlo nunca. Tenía claro que ese iba a ser un secreto que iría con ella a la tumba. Sus hermanos no tenían por qué sufrir con esa información. Cuanto más humanos y normales se supieran, mejor.

—¿Y Makarov? ¿Dijo que tu magia se llamaba Take Over?

—¡Sí! Al parecer hay pocos usuarios, pero es una magia de transformación. Si lo controlo bien, ¡puedo hasta convertirme por completo en un animal!

A su hermana todo aquello parecía divertirla de lo lindo y Mira sintió algo de envidia por no poder disfrutar tanto como ella de su condición mágica. No era justo. Transformarse en un pájaro era mucho más inofensivo que un monstruo. De pronto se preguntó si ella también sería capaz de transformarse por completo en un demonio. Apartó ese pensamiento al instante, asqueada por la propia idea. La sensación de tener gusanos bajo la piel apareció de golpe. Se frotó el brazo lesionado, refugiándose en el dolor para deshacerse del malestar.

—Makarov-san nos preguntó si queríamos unirnos al gremio —intervino Elfman entonces. No apartó la mirada de las puntadas que estaba dando en el dobladillo de su capa, pero su voz era suave y hasta tímida. De alguna manera, parecía intuir que a Mira no le hacía tanta ilusión como a Lisanna lo de sus nuevos poderes.

Aquello le dio un nuevo giro a los pensamientos de Mira, arrancándola de la vorágine desconsoladora y depresiva en la que se estaba hundiendo.

—¿De verdad?

Elfman asintió y ella tuvo que reconocer que estaba sorprendida. En todo aquel tiempo se había esperado que, cuando el anciano considerara que ya habían permanecido lo suficiente en el gremio, les pediría que se marcharan. A excepción de ese primer día en el que se asomó por un instante una de sus garras, Mira estaba segura de que Makarov no había visto sus brazos. Sin embargo, como líder de un gremio de magos, dudaba mucho que el hombre no se hubiese dado cuenta de qué es lo que estaba escondiendo.

Mirajane estaría eternamente agradecida por haberles dado un techo bajo el que hospedarse, pero siempre había sentido que se estaban quedando bajo la influencia de una cuenta atrás oculta. El que Makarov les haya propuesto a sus hermanos quedarse, significaba mucho. Ellos, al menos, tendrían un hogar donde quedarse de ahí en adelante.

—Por supuesto, dijimos que solo lo haríamos si tú también te unías.

La inocente ilusión de Lisanna cambió por una determinación que brillaba en sus ojos, firme en su promesa de seguir los tres juntos pasara lo que pasara. Mira se vio envuelta en una repentina oleada de cariño que no sentía desde hacía tiempo. Había estado tan preocupada por las consecuencias de su existencia y aspecto, que se había olvidado de que no estaba sola. Sus hermanos dependían de ella tanto como Mirajane dependía de ellos. Eran los hermanos Strauss contra el mundo, y haría bien en no olvidarlo nunca.





Era la primera vez que Mirajane salía de su habitación sin su capa y, aunque sabía que no era así, se sentía desnuda mientras atravesaba la sala común del gremio y subía las escaleras hasta el primer piso. Era como si todo el mundo la estuviera mirando, pendiente de sus movimientos y juzgando su aspecto.

Hubiese preferido mil veces esperar a que Elfman terminara de arreglarla, pero se dijo que no podía ser tan complaciente. Se juró a sí misma que no volvería a ser una indefensa que se limitaba a esconderse y estaba decidida a cumplirlo. Por supuesto, eso no evitaba que llamara a la puerta del despacho de Makarov sudando y deseando entrar cuanto antes para desaparecer de la vista de los demás. Al menos, se dijo, los nervios no le impedían que el control sobre su magia se deshiciese y sus brazos seguían siendo humanos.

Un logro por vez, se dijo. Un logro por vez.

Por fin, tras lo que a ella le pareció una eternidad, escuchó un amortiguado "adelante" que la invitaba a pasar. Dentro, descubrió que el despacho consistía en una simple habitación con un escritorio repleto de papeles y dos sillas acolchadas justo delante. A un lado había una estantería con libros sobre leyes, magia e historia (si los títulos que podía leer eran algo por lo que apostar) y en la pared contraria colgaba un cuadro inmenso con el mapa de Fiore. Encontró a Makarov sentado tras su mesa, con la luz de la tarde haciéndole sombra a sus espaldas. Cuando la vio cruzar la puerta, sonrió.

—Oh, Mirajane, bienvenida. Me alegra verte mejor, ¿cómo te encuentras?

—B-Bien, gracias. —Odió escucharse tartamudear, pero no sabía cómo abordar al hombre que tenía delante. Era tan pequeño... Y poderoso. Sus instintos eran incapaces de ignorar el aura que exudaba—. Quería hablar con usted...

—¿De verdad? —Pese a su tono, su gesto no transmitía sorpresa alguna—. En ese caso toma asiento y dime qué te preocupa, mocosa.

Mirajane llevaba el tiempo suficiente en el gremio para saber que Makarov no empleaba ese apelativo de manera despectiva, por lo que se aseguró de sonreír y se sentó en una de las sillas. Con las manos en el regazo, y apretando los dedos para asegurarse de que ninguna garra se escapaba de su control, decidió ir al grano y no perder más el tiempo, ni el valor:

—Mis hermanos me han dicho que les ha ofrecido formar parte del gremio.

—Así es. Y recibí una respuesta interesante. —Pese a su pequeño tamaño y su ridículo atuendo de bufón, la mirada de Makarov era intensa e indescifrable—. ¿Cuál es la tuya?

El maestro del gremio no era estúpido; sabía que sus hermanos habían hablado con ella, por eso estaba ahí. El problema era que Mirajane todavía no sabía qué pensar al respecto. Tenía demasiadas dudas, demasiadas preguntas que todavía necesitaban respuesta. Confiar en los demás era complicado, más aún si la seguridad de sus hermanos dependía de ello.

—Yo... no lo sé —reconoció. Mentir no tenía sentido; sentía que estaba siendo leída como un libro abierto—. Agradezco muchísimo la oportunidad que les ha dado a mis hermanos pero... No estoy segura de que sea buena idea que yo me quede.

—¿Por qué dices eso?

El interés relució en los ojos de Makarov y, aunque Mira estaba segura de que tenía sus propias teorías, la estaba dejando a ella que se expusiera a sí misma. Tragó saliva con esfuerzo. Esa estaba siendo la conversación más complicada que había tenido en toda su vida.

—Tengo... Tengo miedo de mí misma —admitió, sudando a mares y con la ansiedad paseándose por su estómago—. Yo... Acabaré creando problemas, lo sé.

Para su sorpresa, Makarov se echó a reír.

—Mocosa, veo que todavía no conoces de verdad Fairy Tail. —No había regaño en su tono, ni preocupación alguna. La sensación de poder que emitía quedó opacada por su imagen de abuelo afable—. Dime, ¿sabes si las hadas tienen cola?

—¿Las hadas?

De pronto, Mirajane perdió el sentido de lo que estaban hablando. ¿Qué tenían que ver las hadas en todo aquello? Makarov, por su parte, asintió.

—No se sabe si existen de verdad, y menos si tienen cola o no pero, ¿no es ahí donde reside lo maravilloso de la magia? —Con una expresión amable, sonrió en su dirección—. Creer que lo imposible es posible, ¿no es eso emocionante? ¿No te llama a la aventura, no te dan ganas de seguir intentándolo?

Mirajane no estaba entendiendo nada; la conversación se había desviado de un momento a otro hacia temas demasiado fantasiosos y poco realistas. ¿Emoción? ¿Aventura? En su vida no había cabida para algo así, no siendo como era, no teniendo dos hermanos pequeños de los que cuidar. La determinación acudió a ella de pronto. Dejó de temblar.

—Con todo el respeto, Makarov-san, no busco aventuras. —Habló seria, responsable y sin fantasías absurdas sobre hadas en la cabeza—. Lo que necesito es un lugar donde poder vivir sin miedo, donde mis hermanos puedan estar tranquilos y sin tener que cuidarnos las espaldas.

Respiró hondo y, rogando por estar haciendo lo correcto, dejó libre su magia. Las escamas rompieron su piel en su habitual tono granate, y sus dedos se curvaron en afiladas garras capaces de arrasar con cualquier cosa. Sintió la mirada de Makarov deslizándose sobre sus brazos, viendo la criatura que era de verdad. Pensó en Lisanna y sus palabras. Pensó en Natsu, en cómo los había llevado hasta ahí pese a saber lo que era. Inspiró hondo. Esperaba no equivocarse.

—¿Puede ofrecernos eso, Makarov-san? ¿Puedo confiar en usted? —Sintió que se le comprimía el pecho y se obligó a respirar. Clavó su mirada en sus ojos—. ¿O tendré que salir corriendo de aquí también?

Por un instante, no hubo respuesta, solo un silencio que se hacía más pesado con cada segundo transcurrido. La expresión de Makarov era ilegible, un gesto serio y ojos penetrantes que parecían ser capaces de atraversarle el alma.

—Me recuerdas a otro mocoso que conocí hace tiempo —dijo entonces, voz suave y sin rastro de odio o desagrado en ella—. Le pregunté lo mismo que a ti. ¿Sabes lo que me respondió? Que las hadas se habían extinguido.

Hizo una pausa, en la que la contempló un largo segundo, a ella y a sus horrendos brazos. Después, se bajó del asiento y su menudo figura quedó oculta por el escritorio, al menos hasta que se acercó a ella. Con manos gentiles, arrugadas y llenas de afecto, tocó sus garras sin miedo alguno. A Mira el corazón le dio un vuelco y se le cortó la respiración.

—Veo en ti la misma soledad que vi en él, por lo que te contaré qué le dije: Que no hayas visto algo, no significa que no exista. La esperanza es lo último que debe perderse, mocosa. ¿Que me darás problemas? ¡Ja! —Makarov se rio, divertido por una broma que solo él entendía. No soltó sus garras en ningún momento—. Mocosa, vivo rodeado de problemas. Fairy Tail está lleno de ellos. Y créeme, nadie de aquí te odiará por tu poder. Somos una familia, ruidosa y que no genera más que dolores de cabeza, pero siempre nos aseguramos de cuidar a los nuestros. Déjanos cuidar de ti y de tus hermanos, te prometo que bajo este techo estaréis a salvo.

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