Capítulo 4

De la misma manera en la que no todos los humanos son iguales, no todos los demonios somos idénticos. Nos consideran a todos criaturas burdas, monstruos, y se refieren a nosotros con los mismos términos, sin tener en cuenta la gran cantidad de rasgos que nos diferencian los unos de los otros.

Para nosotros, sin embargo, no es lo mismo un demonio menor que uno mayor. Los primeros son criaturas sin razón, guiados al completo por instintos. Los segundos, por otro lado, sí que tenemos conciencia propia. Es como comparar los animales con los humanos. Los etherias no somos demonios comunes, y por eso siempre hemos aspirado a más.

Diario anónimo. Año 800.





Su mano la saludaba como una ilusión. Su piel, pálida y suave, se calentaba con la luz del mediodía. Los rayos de sol inundaban el claro; Mira tuvo que entrecerrar los ojos cuando levantó sus cinco dedos hacia el cielo. Eran humanos, todos ellos, y se rió como una idiota cuando se contempló a sí misma moverlos.

El viento agitaba las copas de los árboles y jugaba con su pelo. Mirajane utilizó esa misma mano para desenredar algunos mechones. De nuevo, el tacto de su pelo contra su piel le parecía algo sacado de otra realidad.

Había perdido la noción del tiempo. No sabía cuánto llevaba en el claro, pero tampoco le importaba. Aquella mañana había conseguido hacer retroceder por sí misma las escamas de su brazo hasta la altura de la muñeca. Estaba extasiada, y era incapaz de dejar de mirar su mano, mucho menos de creer que era suya.

Desde aquella tarde, Natsu la había ayudado en sus ratos libres a que controlara su magia. No siempre estaba presente, yendo cada dos por tres a misiones que lo alejaban de la ciudad por días. Sin embargo, cuando regresaba, siempre encontraba un hueco para ella.

Mira no sabía qué pensar al respecto.

Una mariposa blanca revoloteó a su lado, agitando sus alas con nerviosismo en su indecisión por posarse sobre una brizna de hierba. La observó conteniendo el aliento, feliz por primera vez en meses. La alegría burbujeaba en su pecho con la energía de esa misma mariposa; inquieta, incapaz de permanecer retenida en un solo lugar por más de un par de segundos. Volvió a contemplarse la mano desnuda y se echó a reír de nuevo.

Su voz se alzó entre los árboles, uniéndose al trinar de pájaros y al propio viento. Una presencia surgió entonces a su espalda y una sombra se ciñó sobre ella. El picante olor a humo y madera quemada que había comenzado a reconocer por instinto le hizo ampliar la sonrisa.

—Cada vez se te da mejor.

Por encima de su cabeza, ocultándola de la luz del sol, Natsu la observaba. No sonreía, no del todo, pero sus ojos eran amables y la comisura de sus labios se curvaba de forma genuina hacia arriba. Mirajane, como una niña pequeña que presume de un nuevo dibujo, alzó sus dedos y los movió en el aire.

—¡He conseguido los cinco!

—Ya veo. —La respuesta de Natsu fue tranquila, pero cierto deje satisfecho teñía sus palabras. Sin hacer el más mínimo ruido, se sentó junto a ella, tan cerca que sus brazos parecían tocarse con cada respiración. La observó de reojo—. A este ritmo, pronto podrás transformar tus dos manos a la vez.

Si alguien le hubiese dicho hacía un par de semanas aquello, Mira habría pensado que se estaban burlando de ella de la manera más cruel posible. Ahora, sin embargo, se trataba de una promesa, un objetivo que ella aspiraba alcanzar cuanto antes. Y todo se lo debía a ese chico que se sentaba junto a ella en el bosque.

—Gracias —dijo entonces, y un ligero rubor tiñó sus pálidas mejillas cuando se volvió hacia él—. Eres el primero que me ha dado esperanzas de poder ser normal.

Tal vez fuese su imaginación, pero durante un instante, una oscura emoción parpadeó en su mirada. Luego, la paciencia se apoderó de su semblante y le vio levantar el rostro hacia el cielo, apoyándose en sus codos sobre la hierba. La mariposa revoloteó sobre sus rasgos antes de alejarse y perderse entre la espesura. Parecía estar tan en sintonía con la naturaleza que a Mira se le cortó el aliento.

—La descripción de "normal" es demasiado subjetiva como para ser real —estaba diciendo él, ajeno al alborotado latido del corazón de ella—. El concepto de normalidad lo crea uno mismo y es diferente para cada cual.

Con un suspiro, cerró los ojos y se terminó por tumbar en el suelo, con las manos entrelazadas bajo la cabeza y la tranquilidad de quien tiene todo el tiempo del mundo al alcance. Era curioso cómo, pese a tener tan solo catorce años, Natsu emitía a veces el aura de un sabio.

-De todos modos -añadió, y abrió un ojo por un instante para anclar una pupila verde y cristalina en ella-, en lo que a mí respecta, siempre intentaré ayudar.

No era la primera vez que decía aquello y, como cada vez que Natsu desvelaba alguno de sus pensamientos, Mira sospechaba que había mucho más en el tintero, muchísimo más. Sin embargo, y pese a que la curiosidad la carcomía por dentro, no insistió en descubrir sus secretos. Le sabía mal presionar a la única persona que le había brindado verdadera ayuda en su vida y, por extraño que sonara, un extraño instinto le susurraba que, si era paciente, acabaría descubriendo todo con el tiempo.

—¿Eso es lo que haces en tus misiones? —preguntó ella entonces. No apartaba sus ojos de sus propios dedos, un milagro en sí mismo que todavía asimilaba, pero estaba pendiente de cada reacción de Natsu—. ¿Buscas a más como... como yo?

Como era habitual, no obtuvo una respuesta inmediata. Sintió cómo Natsu meditaba su curiosidad y consideraba qué decir y qué no. Al final, lo primero que hizo fue respirar hondo.

—Podría decirse —reconoció, habiendo concluido que era absurdo obviar un hecho que para los dos era evidente—. No me gusta saber que alguien es juzgado por algo de lo que no tiene la culpa, y considero que soy responsable de actuar en consecuencia si está en mi mano hacerlo. Hacer la vista gorda solo me convertiría en cómplice.

—¿Y no se te hace difícil? —murmuró ella. Natsu le lanzó una mirada confundida—. Estar siempre viajando, quiero decir. Sé lo que es estar vagando por caminos y no hay cosa que odie más que eso.

Porque supone falta de hogar, de pertenencia y de identidad. Porque significa que no eres nadie y que tampoco tienes a dónde regresar.

—Cuando tienes un objetivo en mente, una meta, todo lo demás es secundario. —La respuesta de Natsu se alzó solemne con el viento, y Mira se quedó atrapada en su expresión melancólica y en el tono de promesa de su voz—. Lo que importa es el fin, no el medio.

De alguna manera, aquello se escuchó como un juramento. Se preguntó cuál era la aspiración de Natsu, pero no tuvo valor suficiente para interrogarlo. Simplemente se quedó allí, plantada a su lado e intentando descubrir, sin éxito, cuáles eran sus propias ambiciones más allá de sobrevivir.











Por primera vez desde que Mirajane llegó a Fairy Tail junto a sus hermanos, pudo presenciar a Natsu siendo atrapado por los miembros del gremio y arrastrado sin remedio a una de sus incontables fiestas post-comida nada más atravesar las puertas del edificio. Tuvo que contenerse de no reír al ver su cara de hastío máximo cuando Wakaba —absolutamente borracho y surgido de quién sabe dónde— le rodeó los hombros con un brazo y le plantó delante de las narices una jarra rebosante de cerveza espumosa.

—¡Anima esa cara y bebe un poco, mocoso! ¡Disfruta de la vida!

Natsu, sin impresionarse en lo más mínimo y con el tono de voz más plano que una tabla de madera, contestó:

—Tú lo has dicho, soy un mocoso. No bebo.

La respuesta de Wakaba fue soltar una carcajada que escupió gotas de cerveza. De no haber sido por el firme apoyo que era Natsu, habría caído hacia delante.

—Oh, por favor —estaba diciendo él—, vas a más misiones que nadie y todos tenemos la teoría de que tu precisión con la magia rivaliza con la de Gildarts. No vengas con la excusa de que no eres adulto. Si tienes edad suficiente para ir a misiones solo, tienes edad para beber.

—¡Eso, eso! —El mencionado Gildarts, un hombre pelirrojo, que no aparentaba tener más de treinta y de aspecto desaliñado, alzó su propia bebida desde la esquina opuesta. Era la primera vez que Mira lo veía en el gremio—. ¡Deja de tener un palo metido en el culo y diviértete con nosotros por una vez!

Más gritos parecidos secundaron su, eh, poco adulta declaración. Mira se preguntó por un instante si se daban cuenta de que no daban para nada un buen ejemplo de madurez. Era obvio que no, si los rostros sonrojados y los pasos torpes eran una indicación. De hecho, era sorprendente cómo conseguían hilar más de dos palabras seguidas sin balbucear. Y eso que todavía era de día.

Vio que Natsu no hacía ningún esfuerzo por evitar que Wakaba lo llevara hacia la barra, pero tampoco daba señales de tener intención alguna en volverse parte de la desastrosa fiesta que se había montado de un momento a otro. No entendía qué estaban celebrando, aunque bien podría ser que no tuviesen motivo alguno. Vivir, tal vez.

En el tiempo que llevaba ahí, Mira había comprendido que Fairy Tail no necesitaba demasiadas razones para hacer lo que hacía. Era libre, de una manera ruidosa, atolondrada y hasta destructiva, pero no veías a un solo miembro con miradas largas o triste demasiado tiempo. Cada uno de sus integrantes parecía disfrutar por el sencillo hecho de existir y el de tenerse los unos a los otros, y puede que por eso mismo celebraran a cada oportunidad que se les presentaba. No buscaban razones complicadas para declarar que estaban satisfechos y felices con sus vidas. De hecho, lo gritaban a los cuatro vientos hasta que te dejaban sordo. Eran hasta repugnantes.

Mira les tenía envidia.

Descubrió que Natsu había cedido a las insistencias del corrillo que se había formado a su alrededor y le estaba dando un largo trago a la cerveza que le habían puesto en la mano. Los demás gritaban ovaciones satisfechas y alegres, y cuando bajó la jarra, Natsu les dedicó una mirada desagradable a todos.

—Un vaso —espetó, tal vez recordándoles una promesa que ella no había oído—. ¿Contentos?

La respuesta que recibió fue una enorme ovación, aplausos, empujones acompañados de risas y luego, sin venir a cuento, muchos de ellos se pusieron a bailar y a cantar y se olvidaron del adolescente al segundo siguiente. Lis y Elfman, a pocas mesas de ahí, reían encantados por todo aquel ridículo. Fue tranquilizador ver que en sus manos tenían vasos con zumo, y Mira se preguntó, no por primera vez, si los únicos bichos raros entre tantos bichos raros eran ella y Natsu.

Como si lo hubiese invocado, el joven apareció a su lado con una mueca de disgusto demasiado exagerada como para ser real. Mira sintió que sus labios formaban una sonrisa divertida en contra de su voluntad.

—Tienes espuma todavía, justo ahí.

Todavía con sus manos con aspecto orgullosamente humano, le señaló una zona bajo la nariz que estaba adornada con un gracioso bigote blanco. Tuvo que contener la risa al verlo limpiarse con el dorso de la maño con el ceño fruncido más teatral que le había visto componer nunca.

—Son todos unos críos. No tienen remedio.

Ahora sí, Mira se rió a gusto.

—Y lo dice el adolescente.

Natsu le dedicó una mirada poco impresionada, aunque sus labios se torcieron hacia arriba de manera traicionera.

—Créeme, que tengo más madurez que todos sus cerebros juntos.

Mirajane volvió a reír, asintiendo sin comprometerse a creer su dramático orgullo herido, y Natsu a cambio le regaló por fin una sonrisa sincera. El estómago de Mira dio un vuelco extraño. Con un gesto, le indicó que lo siguiera y la guió hacia uno de los laterales de la sala de mesas, lejos del bullicio y las accidentales salpicaduras de bebida. Alguien, Mira no distinguía quién, había sacado una flauta y animaba todavía más el ambiente con sus notas vivaces. La alegría era algo que podía respirarse físicamente dentro de aquel edificio.

—¿Crees que algún día podré ser como ellos?

La pregunta había surgido por sí sola; ni siquiera la había pensado. Presenciar las risas, la música, el alcohol y la comida convertía el momento en un caleidoscopio de emociones a las que Mira no conseguía ponerle nombre. Observó a sus hermanos unirse al caos como si siempre hubiesen pertenecido a aquel sitio. Comprendió que la palabra que buscaba era "libre".

—Espero que seas mejor. —La voz de Natsu le llegó amortiguada por el ruido y casi pasó por alto su respuesta. Sin embargo, consiguió escucharla, y de nuevo su corazón latió con ese ritmo extraño que no sabía interpretar.

Había algo en Natsu, un magnetismo incomprensible, que la obligaba a absorber cada palabra suya como una firme promesa de que vendrían tiempos mejores. No es que en esos momentos se quejara de su vida —era mejor de lo que podría haber soñado nunca—, pero Natsu le hacía creer que ahí fuera le esperaban más cosas, fortaleza, poder, libertad.

No se dio cuenta de que se había quedado inmóvil contemplando al adolescente, absorbida por aquellos profundos ojos verdes, hasta que él no rompió el contacto visual.

—Me iré mañana —anunció entonces.

—Oh. —No supo qué contestar. La noticia la había pillado desprevenida, y una sensación de soledad inminente la inundó de cabeza a los pies. Le hubiese gustado disfrutar de su compañía más que unas esporádicas horas por una vez.

—Al parecer una plaga de vulcanos ha invadido las montañas Hakobe —explicó, y la poco estudiada geografía de Mira le recordó que eso estaba bastante cerca de Fiore—. Uno de los miembros salió de misión por la zona y no ha vuelto. Ya que voy, Makarov me ha pedido que investigue su paradero.

Aquello tenía muchísimo sentido, y Mirajane supo que no podía sentirse mal por que Natsu se marchara si era por una razón como aquella. Se preguntó si él solo sería suficiente para eliminar una plaga de criaturas violentas como los vulcanos.

—¿Te gustaría venir conmigo?

Mira levantó tan rápido la vista que el vértigo le sacudió el cerebro. Incrédula, contempló a Natsu como si de pronto fuese un espejismo.

—¿En serio?

Él, para su eterna sorpresa, asintió.

—No es una misión complicada, y creo que la experiencia te vendría bien para controlar mejor tus poderes. Y si te preocupa salir herida, te prometo que conmigo no correrás peligro algun...

—Iré. —Apenas fue consciente de que no le había dejado terminar la frase. Una poderosa emoción y expectación la recorría de arriba abajo—. Quiero aprender. Iré contigo.

Natsu la estudió con atención por un instante, buscando en su mirada algo que solo él comprendía. Mirajane se sintió expuesta, consciente de pronto de lo rídicula y fuera de lugar que se veía con su inseparable capa sobre los hombros, con los brazos llenos de escamas impenetrables y afiladas y unos rasgos blanquecinos y casi mortecinos.

Sin embargo, no retrocedió ante el escrutinio. Estaba decidida a cambiar su vida, a tomar las riendas y a dejar la vergüenza y el miedo de lado de una vez por todas. Estaba harta de huir, de esconderse, y aunque todavía no tenía la confianza en sí misma que le gustaría, estaba dispuesta a empezar a recorrer ese camino.

Quería encontrar su propia definición de "normal", tal y como le había dicho Natsu. Quería ser capaz de mirarse en el espejo sin acobardarse al segundo siguiente.

Quería vivir su vida como le viniera en gana.

Quería ser libre de sí misma.

En los ojos de Natsu relució la satisfacción.

—Saldremos cuando cante el primer gallo. —Hizo una pausa y, como una ocurrencia tardía, añadió—: Te aconsejo que consigas ropa de invierno.





*****

Dios mío, que alguien me explique cuándo ha pasado casi un año desde que actualicé esta historia. Os prometo que en ningún momento he querido que se hiciera tan larga la espera y no estoy aquí para contaros mi vida (trabajar y sacar adelante un máster es más difícil de lo que yo pensaba).

Espero que la próxima actualización no tarde tanto en llegar, pero desisto en comprometerme porque visto está que la vida real me absorbe demasiado fácil.

Dicho esto, cosas: Sí, este es un capítulo bastante más corto de lo que suelen ser mis publicaciones y sí, es más bien un interludio de lo que está por venir. Agarraos que vienen curvas.

Y como el que avisa no es traidor, me tomo la licencia (como siempre) de retorcer hechos y datos canónicos. En esta historia muchos de los acontecimientos canon transcurrirán con Natsu y compañía siendo tiernos adolescentes. No os preocupéis que ya crecerán. Pero necesito cumplir una tabla de edades que me llevó horas crear o esta historia no tendrá ni pies ni cabeza.

Me despido pues esperando que hayáis disfrutado de mi regreso, si es que todavía hay gente por aquí a la que le interese lo que tengo que contar. A los que seguís por estos lares, os adoro, que lo sepáis.

Atte: Magic.

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