7. Bangkok: Sorpresa
27 de diciembre de 2021
—No entiendo por qué no pudimos ir a Australia. Hemos tardado una eternidad en pasar —se queja Jisung, saliendo de la fila del control de pasaporte con un sello nuevo.
—El control de inmigración de Australia es el triple de lento.
—Pero yo quería ir a Australia.
—¿Quién te mandó a venir? ¡Podrías haber ido a Australia! —Changbin parece exasperado mientras se dirigen a la salida del aeropuerto.
—¿Qué pretendías? ¿Que fuera yo solo? ¿Que me perdiera las vacaciones con mis amigos? Por primera vez en mi vida me han dado ocho días sin tener que rogarlos —lloriquea.
—¡Qué ganas tengo de ver a Chan! —rezonga su amigo, dejándolo atrás.
Jisung corre hasta él, arrastrando la misma vieja maleta que ahora tiene una rueda un poco destartalada. No pasa nada. Y aunque le apeteciera muchísimo ir a Australia, se propone a sí mismo intentar disfrutar de estas vacaciones. Le gusta poder formar parte de esta tradición después de tantos años. Changbin siempre ha visitado a Chan en diciembre y debe admitir que se moría de envidia cuando tenía que quedarse en Seúl y abrir una botella de soju en la soledad de su apartamento en Nochevieja.
—¡Hannie, Binnie! —grita el alfa, justo detrás de la barandilla que separa las llegadas del resto del aeropuerto.
El corazón de Jisung trota igual que lo hizo el día que llegó a Sídney. Empuja a su amigo a un lado para echar a correr. Se estrella contra el pecho de Chan y su maleta cae al suelo. No le importa, solo se concentra en lo cálidos y familiares que son los brazos de Chan y cómo se ríe en voz alta cuando Changbin refunfuña a su espalda. Un segundo después, lo siente contra él, aplastándolo como el queso de un sándwich de músculos beta-alfa.
Hoy no tiene ganas de llorar de tristeza, sino de felicidad. Chan huele a menta fresca y hay un ligerísimo resto de limón en su ropa. Lo hace sonreír todavía más. Tonto alfa enamorado, ahora sus camisetas huelen a otra persona.
—¿Cómo fue el vuelo, pequeño gremlin?
—Bien, pero Changbin no me dejó dormir.
—Dormiste cuatro horas, Han Jisung. Y, ¿por qué no me preguntas a mí por el vuelo? ¿Qué clase de discriminación es esta? —se queja.
—Es porque a Hannie no le gustan los aviones.
—A nadie le gustan los aviones. —Parece un niño con un berrinche. Se sueltan del apretado abrazo y dejan respirar a Jisung. Recoge su maleta del suelo sin perder la sonrisa porque de verdad está muy feliz.
—¿Lleváis mucho tiempo esperando? —pregunta, ignorando al beta.
—Una hora, nada grave... Antes de irnos, necesito decirte algo, Hannie...
—Hola, chicos. —Una voz interrumpe al alfa, captando toda la atención de Jisung.
Se le cae el alma a los pies cuando ve que Seungmin no viene solo. Junto al flamante novio de Chan está el dueño de todas las penas que ha pasado este año. Vale, eso no es justo; hubo algunas que no fueron su culpa, como las que le dio ese chico al que conoció en un bar y con el que salió durante un mes hasta que le dijo a Han que era demasiado. Y ese otro con el que se acostó y le dejó dinero en la mesilla de noche. ¡Cómo si Jisung fuera un prostituto! Tiró la toalla con las citas después de eso. No necesita en su vida ningún imbécil que rompa un poco más su corazón, y los juguetes que se compró con su primer sueldo en el trabajo nuevo le ayudan con sus celos, muchas gracias.
Pero ahí está Lee Felix: brillante, con el pelo más gris que amarillo, más largo que el año anterior, y la misma sonrisa que le parte el pecho. ¿Qué demonios hace él aquí? ¿Por qué Chan no le dijo nada? ¿Qué se supone que tiene que hacer Jisung ahora? ¿Darle la mano? ¿Un abrazo? ¿Una reverencia?
Changbin se adelanta, dejándolo con sus pensamientos terribles y abraza a los dos omegas al mismo tiempo. No recordaba lo alto que era Seungmin, pero viéndolo junto al beta, acentúa más su diferencia. Los tres se ríen, celebran la compañía. Jisung está paralizado hasta que Chan le da un empujoncito. Lo mira con odio porque lo engañó, el alfa se encoge de hombros y compone un puchero. Ningún puchero salvará a ese idiota de la bronca que piensa echarle cuando estén solos.
Quiere echar a correr, darse la vuelta, entrar otra vez en cualquier avión y viajar a donde sea. Pero Jisung es un niño grande, él puede hacer cosas de niño grande, así que respira hondo y se acerca tímidamente al trío que sigue parloteando.
—Hola —saluda con un carraspeo nervioso. Todavía no tiene claro si debe extender la mano o darles un abrazo a cada uno.
—Hola, Jisung, ¿fue bien el vuelo? Chan dijo que no te gusta volar. —Seungmin, bendito sea, le pone una mano en el hombro y su expresión es cálida. No puede enfadarse con él por ocultarle lo de Felix, han hablado muchas veces por Kakao, pero no son tan cercanos. El culpable aquí tiene nombre y apellidos y un par de hoyuelos en las mejillas.
—Sí, pero Changbin no me dejó dormir.
—Basta de calumnias —se defiende el beta—, durmió casi todo el vuelo.
—No sé, no me lo creo —contesta Seungmin, picando más a Changbin.
—¡Eso es porque no lo conoces! Jisung es capaz de dormirse en cualquier lado. —Es verdad, pero todavía quiere molestar un poco a Changbin, así que niega con la cabeza y pone un puchero triste hacia Seungmin. Kim le pasa un brazo por los hombros y lo arrastra lejos del beta quejoso.
—¿Has estado alguna vez en Tailandia? —pregunta, llevándoselo hacia las puertas de salida.
—No, ¿tú sí?
—Sí, hace un par de años, antes de mudarme a Sídney. No te sorprendas por el calor. Vamos a pasárnoslo genial.
No confía en su palabra porque le echa una mirada de soslayo al rubio que los sigue. Reza todas las oraciones que conoce para no comportarse todavía más raro de lo que es habitualmente.
—Escúchame, Hannie...
—¡No me llames Hannie!
—¿Cómo quieres que te llame?
—Soy Han Jisung-ssi para ti, traidor. —Cierra la puerta del armario con fuerza, pero, por supuesto, tiene un seguro antigolpes y solo se desliza lentamente hacia su lugar. Aprieta los puños con rabia.
—¿Qué querías que hiciera?
—Contármelo, por ejemplo —chilla.
—Deberías habérselo contado, Chan. Y bajad la voz, no creo que las paredes del apartamento sean tan gruesas —comenta Changbin despreocupado, terminando de colocar una docena de camisetas en el cajón de la cómoda del dormitorio.
—¿Para qué? Se supone que no fue nada, ¿no? —se defiende el alfa—. Solo un apartamento vacacional, exactamente igual que este. Una semana y después todo el mundo a su casa.
—Se supone que no vuelves a los apartamentos vacacionales —gruñe Jisung.
—No llames a Felix así.
—¡Tú acabas de llamarlo así! —exclama indignado.
—Estaba siendo irónico —aclara, pero todavía arruga la cara con confusión—. Hannie, no podía decirle que no.
—No, hermano, no podías decirle que no a Seungmin porque eres incapaz de negarle nada —acusa, está siendo un poco mezquino, pero todavía se siente muy traicionado—. Te conozco desde hace 14 años, deberías haber pensado un poco en cómo iba a tomármelo y no aceptar sin más lo que te dice alguien a quien conociste anteayer.
—Seungmin y yo llevamos juntos ocho meses. Lo sabes. Y Felix es su mejor amigo: este es un viaje de amigos. ¿No crees que sería injusto que nosotros tres estuviéramos ahora mismo así y Minnie estuviera solo en el salón?
—Si fuera un viaje de amigos no hubiera venido ninguno de los dos. Pero eres un calzonazos. —Se arrepiente en cuanto lo dice, sobre todo por la cara que pone su amigo. El alfa se levanta de la cama con las cejas fruncidas.
—Te has pasado, Jisung —interrumpe Changbin—. Y tú, vuelve a sentarte —Chan obedece, tumbándose en la cama con un resoplido de cansancio—. Pídele disculpas. —Lo señala, con la cara de padre que pone siempre que su boca le traiciona diciendo alguna crueldad.
—Lo siento —farfulla Han, cruzándose de brazos.
—Tú también, Chan, pídele disculpas por haberle ocultado que venía.
—Perdón, Hannie. No te lo dije porque sabía que no vendrías y de verdad tenía ganas de verte. Te echo de menos, os echo de menos a los dos todo el tiempo.
Al alfa siempre le ha costado menos pedir perdón que a Jisung. No sabe si es por la propia inseguridad con la que lidia él o porque Chan es mejor persona. Probablemente ambas. Ahora que lo piensa, lo bueno de que sean tres en su grupo es que siempre hay un mediador. Lo malo es que Jisung nunca es el mediador porque siempre es uno de los implicados en la discusión. Se pregunta cómo pueden seguir siendo amigos suyos y también si nunca han discutido entre ellos.
Su corazón endurecido por el enfado se ablanda cuando el australiano vuelve a resoplar, frotándose la cara con frustración. Él también está frustrado, sin embargo, es probable que Chan tenga una úlcera por haber guardado ese secreto. No tardó más de dos días en decirles que había quedado con Seungmin y el día que se besaron la primera vez hizo una videollamada a la una de la mañana para contarlo con todo lujo de detalles.
Changbin hace un movimiento con la cabeza, es sutil y directo al mismo tiempo. Se mueve por inercia, saltando directamente sobre el cuerpo del alfa como un saco de papas. Chan gime de dolor, retorciéndose; un segundo después, lo abraza con fuerza y le olisquea el pelo. Jisung se queda sobre su pecho el tiempo suficiente como para absorber las notas mentoladas de sus feromonas, con cuidado de no dejar ninguna de las propias allí. Él ama a Chan, pero no quiere que Seungmin se sienta desplazado o retado. Sabe lo doloroso que es.
Doscientos kilos de puro músculo con olor a hierba caen sobre su espalda, aplastándolos a los dos contra el colchón. Se quejan y chillan hasta que se desparraman en la cama como una torre de naipes, con la risa tintineante de Changbin borrando de un plumazo todo el mal ambiente que había diez segundos atrás.
—Lo siento, Hannie, lo digo en serio. Pero de verdad creo que esto será bueno, verás que puedes ser amigo de gente con la que te has acostado.
—Yo no me acosté con Felix.
—Ya me entiendes —desecha, revolviéndole el pelo—. Y Seungmin es genial, tiene el sentido del humor más ácido que he visto en mi vida.
—Está bien, pero lo haré por Seungmin. Tú todavía tienes que compensarme por tu traición.
—Pagaré todos tus postres en el viaje.
—¿Todos?
—Absolutamente todos.
—¿Qué hay de mí? —interviene Changbin, apoyando la cabeza en la frente de Jisung—. También me mentiste a mí.
—¡No todo tiene que girar en torno a ti! —vocea el omega, empujándolo para subirse sobre su vientre y sacudirlo contra la cama.
—¡Pero me siento traicionado! —dramatiza—. Y me están intentando matar, ¡haz algo, Chan! ¡Compensa tu felonía salvándome!
—Arregladlo como niños grandes —contesta el alfa, levantándose de la cama para abrir la puerta.
Él se concentra en tratar de estrangular al beta, pero su ventaja dura exactamente treinta segundos, porque Changbin lo tira al colchón y le agarra la cabeza para torturarlo rascando los nudillos contra su coronilla. Le muerde el brazo y el hombre suelta un alarido. Le da la vuelta y se venga de su atrevimiento dándole una nalgada con toda sus fuerzas antes de levantarse de la cama y huir hacia el pasillo del apartamento.
El mango con arroz pegajoso es un manjar de los dioses y cualquiera que diga lo contrario no tiene ni puta idea. Y la leche rosa es deliciosamente empalagosa. El paladar de Jisung está teniendo un orgasmo y su cartera canta de alegría porque le salió gratis. Es lo mejor que ha probado en su vida, lo repite después de cada bocado. El resto de la comida que han consumido en el mercado nocturno de Chatuchak también sabe muy bien, pero ahora mismo solo le interesa su khao niaw mamuang y su nom yen.
—¡Mierda! —Felix maldice, tiene las mejillas rojas, los ojos llenos de lágrimas y la lengua fuera de la boca.
—No pica tanto —afirma Seungmin, llevándose el tenedor de plástico lleno de ensalada de papaya a la boca—. ¿A que no? —Le pregunta a Changbin, porque Chan está bebiéndose una botella de agua de un trago.
—No, está buena —contesta el beta, tomando un poco más del plato de Seungmin.
—Es como si un dragón hubiera vomitado en mi boca —se queja el rubio, sorbiendo de la pajita de su refresco.
—Débiles —suelta con desdén el más alto. Cambia su objetivo y mira a Jisung—. ¿Quieres probar?
—No, gracias; no quiero ningún dragón vomitando en mi boca que pueda estropear el sabor de esta exquisitez.
—Débiles y cobardes —concluye.
—¿Me das un poco de tu leche rosa? Creo que me vendrá bien —ruega Chan, con la nariz enrojecida.
—Cómprate la tuya.
—Te la compré yo.
—Porque me lo debías.
—Te compro dos postres más si me das la leche. —La oferta se acompaña de un billete de mil bahts sobre la mesa.
Jisung sonríe, triunfador, y le pasa la leche rosa al imbécil. Chan saca la tapa y bebe con avidez antes de dársela a Felix, que se la termina. Los dos resoplan. Jisung se levanta de la mesa para buscar algo más que pueda comer con el flamante billete en la mano.
Se da una vuelta por los puestos cercanos hasta que llega a uno pequeño en una esquina. La chica está sentada en una moto modificada mientras golpea un pedazo de masa contra la superficie metálica de cocinado. La pone en una especie de plancha llena de aceite y observa, maravillado, cómo se pone crujiente rápidamente. También le añade una cucharada de Nutella y un chorro de leche condensada que lo tiene salivando.
Se decide a pedir una simple y otra con Nutella y plátano: papá Bang Chan paga, se dice. Le sirve los rotis en dos recipientes de cartón y le pone un pincho a cada uno. Deja una generosa propina de cien bahts que no son suyos.
Cuando se da la vuelta, se encuentra de frente con Felix. Casi se le caen los postres al suelo, pero sus reflejos siguen conociendo sus prioridades gastronómicas. Menos mal.
—Hola, Jisung .—Es la primera vez que se dirige a él desde que se vieron a mediodía en el aeropuerto y hay un montón de cosas en su pecho recolocándose. ¿Habrá traído Changbin unas gafas de aumento de relojero?
—Hola...
—¿Vas a comer de pie o vuelves a la mesa?
—Yo... Vuelvo a la mesa —contesta desconcertado.
—En ese caso, ¿podemos hablar un momento? —Señala a un lado y los dos se apartan del pasillo en el que la gente va y viene. Jisung está nervioso, sus manos empiezan a sudar—. Mira... No quiero que estemos incómodos —Un poco tarde—. Pensé que te dijeron que venía. No hubiera venido de haber sabido que iba a hacer todo esto tan... raro.
—No, no, tranquilo, solo me sorprendió verte —miente.
Está bastante seguro de que los escuchó hablar en la habitación del apartamento. Y, si no, Chan ya se lo habrá contado a Seungmin porque por supuesto que es incapaz de guardar nada en secreto.
—¿De verdad?
—Sí —responde, sonriendo falsamente para elevar un poco su dignidad que vive en el subsuelo desde hace tantos años—. Todo está bien, me alegro de que estés aquí. —Y no es una mentira, se da cuenta. De verdad, cuando quita toda la rabia por haber sido engañado y el shock inicial, le gusta haber podido verlo de nuevo. Aunque el hecho de que esté más guapo aún que el año anterior lo tenga al borde del precipicio de la autocompasión.
—¿En serio? —Su mueca cambia y sonríe enorme. Sus ojos se cierran un poco y sus mejillas llenas de pecas se elevan. Alguien debe haber encendido un foco porque Jisung está a punto de quedarse ciego—. Entonces, ¿estamos bien? ¿Sin incomodidad?
—De verdad, estamos bien, sin incomodidad.
Y lo abraza. Claro que sí. Jisung no puede hacer nada más que abrir los brazos, con sus manos llenas de rotis, como el Cristo Redentor del Corcovado. Las de Felix están alrededor de su cintura y su pelo grisáceo le hace cosquillas en la nariz. Lo escucha suspirar, él también inspira con fuerza. Si se traga un gemido cuando sus feromonas le inundan la nariz es solo entre los dioses y él.
—Me alegro mucho de verte, Jisung.
—¿Quieres un poco de roti? —pregunta, evitando decir alguna estupidez más vergonzosa como "¿Podrías besarme hasta que se me salten los plomos?" o "¿Te importaría no dejar de abrazarme nunca más?".
—¡Claro!
Le da el roti simple: da igual lo muchísimo que le guste ese omega australiano, un roti de Nutella y plátano es sagrado.
28 de diciembre de 2021
—Me gustaría entender por qué nuestro guía tiene que ser un puto dios griego, la verdad —masculla Jisung, en coreano.
—Habla coreano, idiota —se burla Changbin, dándole un codazo.
Por suerte, no cree que lo haya escuchado, está demasiado ocupado parloteando con Felix animadamente mientras se dirigen al primero de los templos que visitarán. Igual que lleva haciendo la última hora de viaje en coche desde Bangkok a Ayutthaya.
—Es amigo de Felix, creo que se conocieron bailando. También fue el que le presentó a Seungmin —se mete Chan, calándose la gorra sobre la cabeza—. Era amigo de Seungmin en Corea pero lleva viviendo aquí algunos años. —Su tono es extraño. Suena casi como el propio Jisung.
—¿No había otro guía?
—A mí no me molesta, me cae bien —dice Changbin, encogiéndose de hombros—. ¿Qué es lo que no os gusta? No ha sido nada más que amable y superdivertido. Incluso nos trajo unos ventiladores portátiles —exclama, mostrando el suyo.
—Es el hombre más guapo del mundo y lo sabe, eso es lo que no me gusta —escupe Jisung.
—No digas calumnias, el hombre más guapo del mundo es Hwang Hyunjin —suspira el beta.
—¿Quién es Hwang Hyunjin? —Seungmin se ha acercado a ellos sigilosamente, como parece hacerlo siempre. Jisung se hace una nota mental de no hablar de nada comprometido si no tiene en su campo de visión al abogado.
—Un compañero de trabajo de Hannie.
—Un grano en el culo.
—No hables así de mi futuro esposo —gruñe Changbin, dándole una colleja. Jisung se queja e intenta arremeter contra él pero Chan lo para.
—Entonces, ¿ya tienes amigos en tu nuevo trabajo? —Seungmin tiene una mueca relajada y amable, Jisung no sabe cómo decirle que es el peor ser humano de la faz de la Tierra haciendo amigos. Y que difícilmente puede llamar amistad a la relación que tiene con Hwang Hyunjin.
—No diría que tanto...
—¿Cómo lo conoce Changbin?
—Primero me etiquetaron en una foto grupal de la empresa y después se dedicó a venir a buscarme todos los viernes durante un mes hasta que coincidió con el. Todo un acosador.
—Desagradecido, encima que te llevo a tu casa en coche... —El beta levanta la barbilla indignado y se acerca a la parejita formada por Felix y Lee Minho, aka el flamante guía.
Chan le pasa una mano por la cintura a Seungmin porque sabe que se vería ridículo si lo hace por los hombros. Armándose de paciencia, Jisung no tiene más remedio que ir también hacia el grupo.
El guía habla, pero como todo un adulto, lo ignora. Los demás sí interactúan con ese desconocido. Se pregunta cuál es su subgénero, parece que lleva bloqueador de olores. Jisung debió ponerse un poco esta mañana antes de salir. Así no estaría tan incómodo al pensar que todo el mundo puede sentir sus feromonas. ¿Sabrán que está teniendo uno de sus berrinches? Puede confirmar que Chan y Changbin lo saben, lo conocen lo suficiente para percibir las señales. Aun así, sigue haciéndoles la ley de hielo, fotografiando con el teléfono cualquier edificio en ruinas que esté a más de cinco metros de ellos.
—¿No quieres salir en la foto? —pregunta Lee Minho, tocándole el hombro y sobresaltándolo. Jisung se aleja un paso—. Disculpa, no quería asustarte.
—Estoy bien —contesta.
—En ese caso, ¿te colocas para la foto? —Sus amigos lo esperan juntos, sentados como niños buenos delante de la cabeza de un buda que sobresale de entre las raíces de un árbol.
Sin mediar palabra, se acerca a ellos y se sienta delante de Changbin. Todavía está enfadado porque el guía sea tan guapo y porque Felix está sentado justo al lado de Changbin y huele muy bien. ¿Desde cuando tiene tan buen olfato? Cuando se levantan, el rubio agradece al fotógrafo y se apoya en su hombro para ver las fotos.
Los coqueteos constantes continúan y Jisung pasa disgustado el resto del día.
*N/A: Este árbol está en uno de los templos de Ayutthaya, la foto la saqué yo :)
—Deberías relajarte —susurra Changbin, cuando los dos están en la cama, listos para dormir.
—Estoy relajado...
—Estás más tenso que el moño de una Barbie —discute, dándose la vuelta para encararlo—. Esto se terminó porque tú quisiste, no sois nada, no os debéis nada —Su voz es baja para no despertar al resto de la casa. Suena demasiado íntima, como si llevara puesta esa lente de aumento y estuviera tratando de diagnosticar qué parte del corazón del omega va mal—. Tienes que pasar página.
—Ya he pasado página —miente vilmente—, pero me molesta que Lee Minho coquetee con todo el mundo. A Chan también le molesta, ¿por qué no le estás dando este sermón a él?
—Porque Seungmin le dará su propio sermón —explica—. ¿Por qué no buscas alguien con quien distraerte? Así dejarás de estar hiperfocalizado en Felix.
—No estoy...
—Sí, lo estás —interrumpe, revolviéndole el pelo—. No pasa nada, sé que te avergüenza, por eso quería hablar contigo antes de que esto se ponga peor. Tiendes a obsesionarte con las cosas y eso te genera más ansiedad. ¿Has hecho tus ejercicios de respiración?
—No necesito una sesión de terapia ahora mismo.
—No, necesitas descargarte Tinder y ligar con algún tailandés guapo.
—No estoy interesado...
—No le fastidies el viaje a Felix con tus malas caras.
—Tengo sueño —gruñe, dándose la vuelta para mirar al armario, lo más lejos de Changbin que puede estar sin salir de la cama. Su amigo resopla, pero no dice nada más.
***
Me pidieron que actualizara y aquí les traigo un capítulo, navegantes.
Aviso de que Tailandia viene fuerte.
Me mandaron esta foto y eso también me empujó a publicar porque son Jisung y Felix en el Marty's (con la orejita de Chan incluida):
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