4. Sídney: Koalas
28 de diciembre de 2020
Jisung no recuerda haber estado tan nervioso en mucho tiempo. Su estómago sube y baja como si hubiera montado una montaña rusa dentro de su tripa. Le sudan las manos mucho más de lo normal y lleva despierto desde las seis de la mañana. Alguien llama a la puerta de la habitación y él sólo puede gruñir una respuesta.
Por supuesto, Changbin está en la casa y, por tanto, la intimidad no existe.
—Santo infierno, ¿pasó un tifón? —Lo parece, a juzgar por la cantidad de ropa desperdigada en todas las superficies visibles del dormitorio y su maleta completamente vacía tirada en el suelo.
—¿No sabes llamar?
—De hecho, llamé.
—Y yo no te di paso —se queja—, estoy en ropa interior.
—No me asustan tus tetas, Jisung, las he visto mil veces —contesta Changbin, encogiéndose de hombros.
—Idiota —masculla, pero todavía no se viste.
Con los brazos en jarras, da una vuelta sobre sí mismo dándose cuenta de que absolutamente nada de lo que ha traído le parece adecuado para una primera cita con Felix. Demasiado elegante, demasiado poco elegante, demasiado pasado de moda, demasiado llamativo... Nada se ajusta a lo que quiere.
Changbin aparta algunas prendas de la cama y se tumba despreocupadamente sobre otras. Quiere gritar, golpearlo, asaltar su maleta a ver si algo es de su gusto. No hace nada de eso, en su lugar, toma dos pantalones vaqueros y los compara.
—¿Todavía estás desnudo? —pregunta Chan desde la jamba.
—Estoy en ropa interior. Y tú podrías llamar —replica, suena chirriante.
—La puerta estaba abierta —El alfa entra en la habitación, soltando un silbido de sorpresa—, ¿estamos teniendo una crisis?
—¿No ves que sí? —Changbin suena despreocupado—. ¿Cómo demonios metiste tanta ropa en esa maleta?
—Tanta ropa y ninguna es adecuada —se queja Han, lanzando los pantalones a la otomana y frotándose la cara.
—¿Qué tal esto? —El beta musculoso que sigue en la cama levanta una camiseta blanca que, en otras circunstancias, le habría encantado.
—¿Crees que una camiseta que pone "Romance always comes from inefficiency" es la mejor elección para conocer a un chico con el que podría acostarme?
—Bueno, es realista.
—¿Quieres mirar en mi armario, Hannie?
—Eres el primo gymrat de Miércoles Addams, con todos mis respetos, no quiero morir asado hoy. —Sus amigos se ríen de la broma, pero a Jisung se le acaba la paciencia con mucha rapidez.
—Mira, ¿qué tal si te pones una de tus camisetas y una de mis camisas de mangas cortas? Te prometo que tengo algunas de colores claros —apacigua el alfa, tomándolo del brazo para sacarlo de la vorágine de ropa regada por todas partes.
Lo lleva de la mano hasta su habitación, Changbin viene detrás, trae un vaquero claro y una camiseta blanca que deja sobre la colcha perfectamente tendida de Chan. El alfa rebusca entre todo el negro de su armario para sacar una camisa de mangas cortas de color azul celeste. Su posible outfit está estirado allí y no parece tan malo. Es sencillo, pero la camisa azul le da un toque bonito, también coloca un bucket, como si estuviera tratando de convencer a Jisung de que el conjunto tiene sentido. Lo tiene.
—¿Te gusta? —pregunta Chan, pasándole un brazo por los hombros. Asiente, un poco humillado por el berrinche que estaba teniendo hace unos segundos.
—Es mejor ver las cosas en perspectiva —añade Changbin—, te estabas ahogando en el otro dormitorio.
—Ya... Gracias —murmura, poniéndose el pantalón. Se siente mejor. La camiseta es un poco ajustada, pero la camisa de su amigo es lo suficientemente ancha para no hacerlo sentir expuesto.
—¿Ves? Estás genial —insiste Chan, girándolo hacia el espejo.
Ve el reflejo de los tres: el suyo propio, vestido con esa camisa que huele mentolada a pesar de estar recién lavada; el de Chan a su espalda, con su sonrisa de hoyuelos y sus labios que todavía no le ha preguntado si se inyectó; el de Changbin con los pulgares hacia arriba. Esas lágrimas que siguen guardadas bajo llave amenazan con escaparse. Parpadea muchas veces.
Quiere ser egoísta y decirle a Chan que vuelva a Corea, que lo necesita, que necesita que los tres estén otra vez juntos, que no sabe vivir solo y que ni siquiera tendría que estar allí porque no puede permitirse esos gastos. No lo hace, simplemente se queda ahí, conteniendo un puchero y recibiendo sus miradas de orgullo hasta que suena el timbre.
Entonces todo se revoluciona otra vez.
—Debe ser Felix, ¿quieres abrirle tú?
—No —gime, entrando en pánico—, tengo que ir a mi cuarto un momento.
—No te cambies de ropa —advierte Changbin—, estás perfecto.
—No es eso.
—Entonces, baja a abrirle a Felix —invita Chan, un poco más serio.
—No puedo, ábrele tú.
—Hannie, respira hondo. Es simplemente Felix, te prometo que es genial, te hará sentir mejor en cuanto hables con él. Y Changbin tiene razón, estás muy guapo. —Mete sus manos en su pelo para acomodarlo, pero Jisung escapa, no necesita que lo toquen ahora, solo quiere llegar a la habitación.
—Ey, ¿qué pasa? —El beta lo detiene en el pasillo, agarrándolo con fuerza. El timbre vuelve a sonar y también lo hace el teléfono móvil de Jisung, que sigue en su dormitorio.
—No le dije que soy un omega —suelta, como si su boca fuera más rápida que su cerebro. Se avergüenza instantáneamente.
—¿No se supone que hay que ponerlo en Tinder? —pregunta Changbin.
—No es obligatorio, marqué la opción de no mostrarlo. No quería mostrarlo. ¿Qué pasa si se decepciona porque soy un omega? ¿Qué tal si piensa que tenemos algo entre nosotros, como todo el mundo? ¿O si se enfada por haberle mentido? Me dijo que no quería salir en "Catfish".
—¿Qué tonterías dices?
—Hannie, escúchame —Ahí está Chan, tomándolo por las mejillas para que lo mire y salga del bucle—, esto no es Corea. Nadie va a sorprenderse porque seas un omega y porque tus amigos sean un alfa y un beta. No le has mentido, solo has omitido esa parte de ti. Felix es un amor, dale una oportunidad.
—Tengo que ponerme bloqueador de olores. —No hace falta que diga nada más, los dos lo sueltan y lo dejan ir.
Aunque no tiene un gran olfato, todavía puede sentir el descontrol de sus propias feromonas. Entra a la habitación y se echa una cantidad casi indecente de bloqueador en el cuello y las muñecas. Toma un bolso que encuentra tirado en alguna parte y pone el bote dentro. También pone el teléfono móvil y la cartera.
—Vamos, pequeño gremlin, vas a deslumbrar a Felix —arenga Chan, dirigiéndolo escaleras abajo. El timbre vuelve a sonar cuando llegan al último escalón—. ¡Ya voy! —grita. Le da un último abrazo, apretando su cara contra el cuello. Jisung siente el olor de la menta fresca y también la hierba recién cortada de Changbin, no hay ningún otro, eso lo hace respirar con más calma.
—¿No quieres desayunar nada? —pregunta Changbin cuando el alfa lo suelta y se dirige a la puerta de su casa. Él niega con la cabeza, si come algo vomitará.
Se queda parado a cuatro o cinco pasos de la entrada, sosteniendo con fuerza el bíceps gigante del beta mientras Chan agarra el picaporte. El estómago de Jisung se sube otra vez a la montaña rusa y su corazón se desboca. Si no llevara bloqueador, todo apestaría a él y pondría los instintos de sus amigos en guardia. Ha sido una buena elección, la mejor de las elecciones.
La puerta se abre a cámara lenta. Lo primero que ve es la luz entrando, lo segundo es el pelo rubio y largo, lo tercero es la sonrisa más cegadora que ha tenido la suerte de contemplar. Sus dedos se clavan en el brazo del beta cuando los ojos de Felix recorren la estancia para encontrarlo, ignorando a los dos especímenes perfectamente elegibles con los que está. Su sonrisa se hace más grande, brilla como el mismísimo Sol y quiere contestar pero está paralizado.
—Hola, Felix, estos son Changbin y Jisung —presenta Chan—, ¿quieres tomar un café?
—He traído café —dice y su voz suena demasiado grave para una cara tan delicada. Lleva dos contenedores medianos y cuatro vasos de plástico en las manos—, y brownies también. Estos son especiales para Jisung, los demás los podéis comer. —El tono y la mirada hacen cosas con Jisung que nunca confesará. Está seguro de que podría hacerlo arder sólo susurrándole cuatro mierdas al oído. Definitivamente, los bloqueadores fueron la mejor opción.
—Hola, Felix, es un placer conocerte —dice Changbin, en su inglés ortopédico. Se suelta del agarre de Jisung para ir hasta el muchacho. No puede darle un apretón de manos porque las tiene ocupadas, pero todavía le toca el hombro con confianza.
Changbin y Chan son así, divertidos y cercanos. Toman confianza rápidamente y crean siempre el mejor ambiente. Jisung es tímido y las multitudes lo ponen nervioso. Siempre bromean con que es el introvertido adoptado por los extrovertidos. Ahora mismo se siente como cuando tenía 14 años y quedó por primera vez con ellos dos en una tienda de discos de Seúl.
—Dejaré los brownies en la cocina —dice Chan—. Y podemos tomar el café de camino al zoo.
—Traje un batidos para nosotros, recuerdo que dijiste que no tomas café —aclara el rubio.
Changbin toma los vasos en su soporte de cartón y Chan se lleva los contenedores rápidamente. Vuelve en menos de diez segundos, lo cual agradece porque está petrificado como un imbécil en el recibidor de la casa, frente al hombre con el que lleva coqueteando unos días, sin darle ni los malditos buenos días. Ojalá la tierra se abriese y se tragara a Jisung.
Se están poniendo los zapatos para salir, Felix está en el porche, mirándolo sin perder esa inmensa sonrisa y no puede moverse.
—Toma, Hannie. —El alfa pone sus zapatillas más cerca y él se obliga a dar dos pasos para meter los pies dentro.
—Hannie... —Felix paladea el apodo, el vientre de Jisung se aprieta todavía más. No se puede ser tan hermoso, tener una voz tan pecaminosamente grave y guardar debajo de la camiseta un paquete de seis. Debería ser ilegal. Tiene que ser ilegal—. Me alegro mucho de conocerte.
—Perdónalo, todavía no se ha tomado su primer café y durmió mal —inventa Changbin, estirándose para arrastrarlo fuera de la casa.
—Oh, entonces toma. —Felix saca uno de los vasos de americano y se lo tiende. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, se arriesga a alcanzar la bebida. Sus dedos se rozan y la montaña rusa del estómago de Jisung se llena de mariposas.
—Gr... Gracias —tartamudea en coreano—. Perdón, gracias —corrige en inglés.
—Entiendo el coreano —aclara el muchacho, con esa sonrisa de rayo de sol—, no soy el mejor hablándolo, pero puedo tomar el día de hoy como una práctica.
—Eso es genial —exclama Changbin—, me estaba dando dolor de cabeza pensar en inglés, soy malísimo con el idioma.
Todavía no suelta a Jisung, en lugar de eso, le pasa un brazo por los hombros. Está mirando tan fijamente a Felix que no se pierde el ligero tic en la ceja del rubio cuando ve la forma en la que Changbin lo abraza. El muchacho se da la vuelta y baja las escaleras del porche. Chan lo sigue después de cerrar. Se dirigen juntos al coche, están hablando en inglés entre ellos.
—¿Te encuentras bien? —susurra Changbin, dando un sorbo del café que sostiene en su mano libre.
—Sí —contesta, bebiendo del suyo, está perfecto, tal y como le gusta.
—Es guapísimo, buena pieza cazaste.
—Yo creo que él me cazó a mí.
—Entonces lo siento por él. Tú no eres tan buen partido. —Indignado, le da un empujón. El beta se ríe con escándalo y le toca el pelo para molestarlo más.
—¡Déjame! —se queja.
—No puedo, tengo que asegurarme de que mi hijo esté presentable. —El tarado se lame la mano como si fuera a peinar su flequillo y Jisung huye despavorido con un chillido.
—¡Chan! ¡Dile que pare! —grita cuando el imbécil lo persigue. Corre directo para esconderse detrás del alfa.
—¿Podemos comportarnos como adultos? —pregunta, con una mirada que pretende ser severa. La molestia que es Changbin casi lo hizo olvidarse de que Felix está al otro lado del coche, riéndose despreocupadamente del espectáculo.
—Por mí no os cortéis —dice el chico.
—No es por ti, es por mi salud mental —aclara Chan—. Changbin, eres el copiloto.
—¡Sí! —celebra, con un gesto de victoria.
—¿Por qué Changbin siempre va delante? —reclama.
—Porque papá y papi tienen que ir delante y los niños detrás. Y porque soy el mejor DJ.
—Imbécil —farfulla.
Se meten en el coche, en cuanto se cierran las puertas, es capaz de percibir por fin el intensísimo olor a canela. Es rico y dulce, huele como esos bollos que venden en las panaderías lujosas de Seúl. Está claro que Felix no usa bloqueadores de olores, igual que está claro que está interesado en él porque no le quita ojo de encima. Y tiene pecas. Tiene un millón de pequeñas manchitas marrones que no se veían en las fotos y que le quedan extremadamente bien a su cara. Es perfecto, es imposible que exista una persona que se acerque tanto a lo que imagina que sería el hombre ideal. Pero ahí está, con sus notas de canela mezclándose con los olores de sus amigos. Pero no con el suyo, quiere que se mezcle con su propio olor.
Jisung siente que será un viaje muy largo, sobre todo porque su estómago sigue bailando con las mariposas que están dentro. Decide dejar hablar a los demás y evitar a toda costa quedarse mirándolo como un tarado.
—En realidad los ornitorrincos no tienen mamas, aunque son mamíferos. Es como si... sudaran la leche para sus crías —dice, delante del recinto de los ornitorrincos. En el zoo hay tantos animales que nunca ha visto, que se olvidó rápidamente de lo incómodo que se sentía—. Y tienen veneno en sus espolones. Los equidnas también tienen espolones, pero no desarrollan ninguna sustancia tóxica.
—Son rarísimos —afirma Changbin, mirando fijamente el cristal.
—En Australia hay un montón de animales raros por el aislamiento —aclara Jisung—. Bueno, en general los hay en casi todas las islas del mundo. Hay algunas islas en las que los animales normales se hacen gigantes o muy pequeños. Se llama gigantismo y enanismo insular, son respuestas evolutivas.
—Era verdad que sabes un montón de cosas —comenta Felix, suena maravillado, aunque todavía activa las defensas de Jisung esperando una broma cruel que no llega.
—Es el cerebro del grupo —asegura Chan—, Changbin es el músculo y yo el encanto.
—¿Estás insinuando que no tengo cerebro? —cuestiona el beta. Sí lo tiene, es un prodigio en las matemáticas y terminó la carrera de psicología con honores, pero les gusta burlarse de él. Chan se ríe y le pasa el brazo por el hombro, el estómago de Changbin resuena.
—Me llevo al descerebrado a comer. Nos vemos en un rato —dice el alfa directamente, dejándolos sin lugar a réplica mientras se alejan.
Jisung cree que colapsará. Sus manos tiemblan y tiene que meterlas en los bolsillos del pantalón para que no se note. Felix, por contra, parece contento por quedarse a solas con él. ¿No entiende que se aburrirá si no están los chicos? ¿De qué hablarán ahora que se han ido? ¿Podrá Jisung hablar siquiera?
—¿Sabes algo sobre los canguros? —pregunta el chico, echando a andar. Lo sigue porque no quiere quedarse solo y porque el siguiente es el recinto de los canguros rojos y tiene muchas ganas de verlos.
—Hmm... Sí...
—¿Algún dato curioso? Me gustan.
—Yo... Bueno... Hay una leyenda que dice que el nombre "canguro" viene de la frase "kan gu ru", supuestamente, los aborígenes australianos querían decir "no te entiendo". Pero no es verdad, solo salió en una película y la gente creyó que era cierto.
—Oh, ¿entonces esa leyenda no es verdad? ¡Qué desilusión! ¡Llevo engañado toda mi vida! —exclama dramáticamente.
—Vaya, siento haber roto tu delicado corazón. Espero que no explote —arriesga Jisung, sin poder contener la sonrisa.
—Si sigues contándome más de esos datos aleatorios desactivarás la bomba. —Guiña un ojo, es coqueto y hermoso. Han está desesperado por meter las manos en su pelo rubio y enterrar su nariz en ese cuello que huele a canela y que tiene una ligerísima gota de sudor deslizándose hacia la camiseta.
Para distraerse de sus pensamientos indebidos, sigue hablando. Es tímido, pero cuando le dan cuerda, no puede parar. Rellena los silencios con datos de animales, de sus hábitats, de cómo llegaron a ser lo que son. "Los canguros arborícolas de Australia son una respuesta evolutiva a la falta de primates autóctonos", "las jirafas tienen el mismo número de vértebras que los humanos y sí, tienen cuerdas vocales, aunque se creía que no", "los pingüinos les regalan piedras a sus parejas para cortejarlas", "los koalas tienen un altísimo índice de clamidia"...
—Ese último dato no lo necesitaba —comenta Felix, poniendo cara de asco.
—Lo siento —murmura avergonzado.
—No es tu culpa que esos adorables ositos sean los reyes de la clamidia —bromea automáticamente—, ¿quieres un helado? —ofrece, señalando el puesto. Jisung asiente.
Se dirigen juntos al puesto y Felix insiste en pagar los dos conos. No discute mucho, solo toma el helado de sus manos y se sientan juntos en un banco a la sombra. Hay algunos pavos reales alrededor, caminando de aquí para allá. Hace mucho calor y el gélido dulce le sienta bien a Jisung.
—¿Qué me dices de los pavos reales?
—Pues... Son originarios del subcontinente indio y son capaces de matar serpientes venenosas.
—¿En serio? Eso es genial, siempre los vi como un pájaro decorativo.
—Pues ya ves, pueden ser muy útiles. —Sonríe orgulloso, como si él mismo fuera un pavo real.
Felix da una lamida a su helado y la mente de Jisung se descontrola. No sabe si es porque sus últimas relaciones fueron un desastre o porque nunca ha conocido a un chico tan guapo como él, pero no puede evitar tener pensamientos completamente inadecuados para el contexto en que están. Los ojos del muchacho lo encuentran y sus mejillas se ponen tan calientes que podría freír un huevo encima.
—¿Quieres un poco? —pregunta, ofreciendo el helado en que un segundo atrás estaba su lengua.
—Uh... —Jisung es incapaz de decir nada.
—Es de mango —insiste—, está muy rico.
Acerca todavía más el cono a su cara y Han solo abre la boca y se inclina, impelido por el hechizo que la voz grave del chico parece haber hecho con él. Da una probada tentativa, todavía un poco tímido; es refrescante, mucho más que el suyo de vainilla. El muchacho insiste en que tome más, así que chupa de nuevo y cierra los labios sobre la parte superior, dejando una especie de estalagmita puntiaguda. Felix se lo lleva a la boca y aplana el pico que creó Jisung con su lengua.
—¿Me dejas probar el tuyo? —susurra, demasiado íntimo para estar a las 12 del mediodía en un zoológico. Por supuesto que obedece.
Parte del helado cae en gotas blancas hasta los dedos de Han. No se había dado cuenta antes porque estaba demasiado distraído soñando con todas las guarradas que podría hacer la boca del rubio. De la absoluta nada, Felix lo agarra por la muñeca y Jisung contiene el sobresalto. La lengua sale de la boca rosada para recoger uno de los rastros que se derriten. Roza sus dedos y los dos saben que es deliberado, porque ninguno se aparta. Los labios se cierran también sobre la punta de su bola de vainilla y se aparta con un gemido, como si fuera lo mejor que ha probado nunca.
Jisung está húmedo y endureciéndose, al borde de la implosión.
—¡Aquí estáis! —Changbin lo salva de la humillación de excitarse y agradece una vez más a su previsión de usar bloqueador de olores esa mañana. Felix le guiña un ojo antes de reunirse con el alfa y el beta.
Felix:
Me lo pasé genial hoy
Tus amigos son increíbles
y amé todos esos datos de animales
Te lo pasaste bien también?
Fue un día genial, hacía años que no iba al zoo
Lo único terrible fue lo de la clamidia de los koalas
Pero el helado lo arregló
el helado siempre lo arregla todo
no crees?
Bueno, ya me cuentas
Me alegro mucho de haberte conocido, Han
Eres mucho más guapo en persona
probaste los brownies?
espero que sean de tu gusto
Qué planes tienes para los próximos días?
Bueno
lo que quiero decir
es que me gustaría volver a verte
Si te parece bien, obvio
Si no, también está bien
Han:
Hola, me lo pasé muy bien. Yo también hacía años que no iba al zoo y aquí hay un montón de animales que nunca había visto. Ahora mismo estoy comiéndome un trozo de brownie, está espectacular. Changbin dice que si haces envíos a Seúl, no cree que pueda vivir sin ellos nunca más.
Felix:
Solo Changbin?
Tú no quieres que te los envíe?
Jisung aprieta los dientes; es un alquiler vacacional, no puede pensar en lo que pasará después porque se obsesionará todavía más. Decide que es el mejor momento para hablar del tema, siempre es más valiente por mensaje que en persona. Es más fácil si no tiene delante a alguien a quien le está diciendo que no, que no quiere sus brownies en Corea, no quiere pensar en él cuando esté en su minúsculo apartamento, en el metro repleto de gente o comiendo kimchi jjigae en el restaurante que hay cerca de su casa
Han:
Respecto a lo de volver a vernos, me gustaría. Pero creo que debería dejar claro algo. No estoy buscando una relación a largo plazo, estoy de vacaciones. Me gustas y me lo pasé bien contigo, pero no quiero que ninguno de los dos salga mal parado de aquí. Supongo que es mejor decirlo ahora que esperar a cuando tenga que marcharme. Siento si esto no es lo que tú estás buscando o si te hice pensar distinto...
Su terapeuta estaría orgulloso de que esté mostrando esa asertividad, de que no se deje llevar hacia el agujero como hace siempre y acabe con el corazón roto. Hay silencio al otro lado, aunque lo ha leído. Se pone un poco nervioso, así que vuelve a escribir.
Han:
Me gustaría tener algo más que ofrecer, pero tiendo a obsesionarme con la gente. Changbin dice que tengo apego ansioso. Bueno, lo que quiero decir es que lo siento. Sí, me gustaría verte de nuevo antes de marcharme, pero no quiero que tengamos expectativas entre nosotros que no estoy preparado para cumplir.
Lo siento mucho
De verdad
Felix:
Tranquilo, te entiendo
Estás de vacaciones, tu vida está en Seúl
Lo sé, lo comprendo
No pasa nada, Han
podemos volver a vernos, sin expectativas
simplemente, como amigos?
Estaría bien con eso también
Jisung quiere decir que no lo ve como un amigo porque no se excita cuando Changbin se come un helado y le da asco que Chan sude a su alrededor incluso cuando no huele a sudor. Pero, evidentemente, no va a decirle eso al hombre al que acaba de poner límites duros. En su lugar, acepta la oferta.
Han:
Está bien, eso me gustaría. Si te sientes bien con ello, yo también.
Felix:
Genial
entonces te aviso para quedar
Mañana no puedo porque tengo el día ocupadísimo
que tal pasado mañan?
mañana*
Han:
Está bien, nos vemos pasado mañana entonces.
Felix:
Voy a dejarte ahora
me llama mi hermana
la pingüina
Crees que le dará piedras a las personas con las que coquetea?
Han:
JAJAJAJAJA podrías preguntárselo. Dime luego qué cara pone. Descansa, hablamos mañana, Felix. Ha sido un placer conocerte hoy. Y gracias por ser tan comprensivo.
Felix:
No hay de qué
Hasta mañana, Han
29 de diciembre de 2020
Felix no ha escrito. Sabe que dijo que estaría ocupado, pero no puede evitar pensar que la conversación que tuvieron es la culpable del silencio. Tampoco es que lleve todo el día callado, solo son las cuatro de la tarde, pero aún así, es extraño. No hubo "wakey, wakey" esa mañana y lo echa de menos.
Y esa es exactamente la razón por la que no debería haber descargado Tinder desde el principio.
—Tengo hambre. —Changbin se queja desde el asiento trasero del coche.
—¿Quieres ir a cenar a algún sitio o prefieres que pidamos?
—¿Podemos pedir? —interviene Jisung—. Estoy cansado —Los días de playa siempre lo dejan exhausto—. Y tengo que darme una ducha, tengo arena en todas partes.
—Primero la manguera.
Lloriquean porque les parece vergonzoso, pero aún así dejan que Chan los moje en el patio trasero como si fueran un par de perros callejeros. Luego se vengan, empapándolo igual a él. Se ríen en voz alta. Después de unos cuantos ajustes y discusiones para ver quién se ducha primero, Chan le cede la bañera y lo deja relajarse después de que ellos dos se hayan limpiado.
El tiempo en el agua le hace pensar en el minúsculo baño de su apartamento. La ducha es solo una alcachofa pegada en la pared y tiene que usarla encima del váter. Tiene unas chanclas para el baño que siempre están heladas. Aquí hace el calor de Venus y en Seúl está nevando. Querría controlar el tiempo como su hermano le prometió que podía hacer y regular la temperatura de los dos sitios. No tiene nada que ver con el clima y lo sabe, es la situación, su vida. Eso es lo importante, lo que está mal, lo que le gustaría poder controlar.
Termina su baño y baja las escaleras llevando solo un pantalón corto. Chan y Changbin están la ele del sofá, pidiendo comida vietnamita. Se tumba al otro lado con la intención de que no lo acosen por el obvio olor que delata el estado de ánimo. No sirve de nada, por supuesto, porque en el momento en el que se deja caer en los cojines esperando que el aire acondicionado lo refresque, Changbin está agarrando su cabeza para que se apoye en su regazo. El alfa llega justo después, sentándose en el suelo y tomando a Jisung de la mano con una delicadeza que contrasta con sus brazos musculosos.
No cree que esa presa malograda que ha contenido a duras penas el llanto desde que llegó a Australia pueda aguantar más. Los dedos de Changbin le acarician el pelo, rascando suavemente. Chan, casi sin darse cuenta, se lleva la mano de Jisung al cuello y lo perfuma. Es cosa de la naturaleza. De la misma forma que no pueden estar demasiado cerca el uno del otro cuando están en celo y rutina; la biología de los tres está hecha para cuidarse mutuamente. No hay otra razón para que lo hubieran protegido bajo sus alas hasta que él mismo aprendió a volar. No había manera de que no sea la propia evolución uniéndolos.
Entonces, ¿por qué sigue rompiendo cada relación que empezaba con un alfa o un beta? ¿Por qué no sienta cabeza, como exigen sus padres? ¿Por qué sigue manteniendo en secreto que las únicas veces que es feliz es cuando los "alquileres vacacionales" tienen aromas dulzones y celos cada tres meses y no con las personas como Changbin y Chan?
—Hannie, ¿necesitas dinero para tu apartamento?
—¡¿Qué?! —Está sorprendido porque no sabe de dónde viene eso.
—Te dije que lo tratáramos con un poco más de tacto, Chan —resopla Changbin
—¿De qué demonios estáis hablando?
—Sabemos que te despidieron. —Genial, un clavo más para el ataúd de su vergüenza.
—¿Cómo lo sabéis?
—Tengo mis fuentes —contesta críptico el beta—, de todas formas, no estarías aquí si no te hubieran despedido, no te han dado vacaciones en Navidad jamás.
Es cierto. Ha tenido un total de 30 días de vacaciones en los últimos cinco años. Por supuesto que no hubiera podido ir, igual que no lo ha hecho todas las veces que Changbin ha visitado a Chan. Cierra los párpados, frotándolos con la mano libre.
—Hannie, si necesitas dinero podemos echarte una mano. Puedo prestarte dinero sin problemas —insiste Chan, pasando la muñeca de Han por su cuello. La menta inunda sus sentidos.
Se echa a llorar. Ya no aguanta más. Todo es demasiado: las feromonas preocupadas y calmantes de un beta y un alfa perfectos; su vida que es un desastre; sus gustos que están fuera de la normalidad que exige la sociedad; su situación financiera; su relación con sus padres y, por qué no decirlo, también el silencio de Felix.
—Jisung, encontrarás un trabajo pronto, eres un buen profesional. Puedo preguntarle a mi padre si conoce algún estudio que esté contratando. —dice Changbin. Llora más porque siempre tienen que salvarlo. Sabe que encontrará un trabajo pronto, solo hace un mes que lo despidieron y ha sido lo suficientemente frugal como para tener un pequeño colchón económico que le permita sobrevivir unos meses. Pero todavía hay tantas cosas amarradas en su pecho, estrujando su corazón, que cree que no son lágrimas sino sangre lo que sale de sus ojos.
—Te haré una transferencia ahora mismo —avisa Chan, levantándose del suelo para ir a por su teléfono.
—No, no, espera. No es eso. Tengo ahorros, puedo sobrevivir unos meses —aclara, hipando como un niño—. Puedo encontrar un trabajo. Encontraré un trabajo.
Changbin lo incorpora y el centro de gravedad de Jisung se tambalea. Está sentado en su regazo y él nunca es tan abiertamente cariñoso. Se siente un poco extraño, pero todavía acepta que lo empuje contra su cuello. Feromonas beta.
Cuando estudió biología en secundaria, hablaron de los roles establecidos de cada género de acuerdo a sus atributos. Los alfas son dominantes, protectores y territoriales. Sus feromonas pueden afectar a los omegas y alfas pero no funcionan con los betas. Las feromonas omega funcionan con los alfas y omegas, pero no con los betas. Sin embargo, el aroma de la gente como Changbin es capaz de calmar peleas violentas, llantos desconsolados y un montón de otras emociones. "Son balanceadores, el género secundario del equilibrio".
Por supuesto, es solo biología, no tiene nada que ver con la personalidad o el carácter. Jisung no es un cuidador nato a pesar de su naturaleza. Chan, en cambio, sí lo es. No solo proveedor como un alfa, sino cuidador como una niñera amorosa. Changbin, sin embargo, es mordaz y explosivo, nada que ver con esas feromonas beta que están viniéndole tan bien a Jisung en ese momento.
—¿Qué más está pasando? —pregunta, con su voz de psicólogo activada. Tiene que contarles, tampoco importará mucho ya. Ambos lo vieron con Felix, ya no hay secretos que guardar.
—Salía con un chico... Y ya no —murmura. Chan se sube al sillón y pone sus piernas sobre su regazo, masajeándole las rodillas.
—¿Una larga estancia?
—Creía que sería propietario —aclara. Los oye suspirar.
—¿Qué pasó?
—Mis padres lo sospechaban y me presionaron tanto que me puse paranoico. Y me dejó. Dijo que no quiere vivir escondido.
—Tienes que deshacerte de eso que tienes en la cabeza —aconseja Changbin—. No hay nada malo en salir con alguien de tu mismo subgénero. Dos omegas pueden tener una vida completa y normal juntos. ¿Has hablado de esto con tu terapeuta? —Le sorprende que sea tan perspicaz, pero todavía más el hecho de que su respuesta no sea de rechazo.
—Yo... fue algo...
—No fue algo puntual, sabemos perfectamente que prefieres a los omegas —interrumpe—. No pasa nada, no cambia la forma en la que te vemos. No lo ha hecho nunca.
—Si no me hubiera presentado como un omega no tendría todos estos problemas.
—Eso es algo que no puedes cambiar —A pesar de las caricias suaves y de que sigue con la cara enterrada en su cuello, Changbin es directo y casi duro—. Tampoco puedes cambiar que te gusten los omegas. Tus padres tampoco podrán cambiar eso. Tienes 27 años, es hora de que entiendas que no hay ningún fallo en ti. ¿Juzgarías a Chan si estuviera con un alfa?
—No, pero a Chan no le gustan los alfas...
—Eso no importa, lo que importa es que no nos juzgarías a nosotros por tener una pareja para la que no estamos biológicamente designados. Creo que necesitas alejarte un poco de la influencia de tus padres.
—Hannie, ¿quieres pasar aquí una temporada? Puedo ayudarte a pedir una visa de trabajo, puedes quedarte conmigo. Te vendría bien cambiar de aires —interviene el alfa. Jisung llora todavía más.
Lo abrazan, lo consuelan, lo arropan. Nadie dice nada más y solo lo dejan derramarse por completo, sangrar por todas las heridas que están mal curadas. Huele a menta, a hierba fresca y a manzanas podridas. Es como en la universidad, como en los tiempos en los que era feliz porque estaban juntos. Pero Jisung es un niño grande y los niños grandes tienen que hacerse cargo de sus vidas.
Suspira sonoramente, alejándose del cuello de Changbin por primera vez. Chan le da una caja de pañuelos que no sabe de dónde ha salido. Se suena los mocos y se seca las lágrimas, también limpia los restos que ha dejado en el beta.
—Inténtalo con Felix —dice, levantándolo de su regazo cuando suena el timbre de la puerta. Chan se aleja para abrir.
—Anoche le dije que no podíamos tener nada serio y hoy no me ha mandado ni un mensaje —explica, porque ya no quiere seguir guardándose esa mierda dentro.
—¿Te dijo que no estaba de acuerdo? —Niega con la cabeza.
—Dijo que le parecía bien.
—Entonces, escríbele tú. —Tan fácil. Parece la cosa más sencilla del mundo y ni siquiera había pensado en ello.
Chan vuelve con las bolsas de la comida y coloca los recipientes en la mesita del salón. Los tres se sientan en el suelo. Comen en silencio y es un poco incómodo, así que decide cambiar de tema.
—¿Qué haremos en Nochevieja?
—Vamos a una fiesta —comenta Chan—. La organizan en el pub que está a diez minutos de casa. No tendremos que coger el coche así que podremos emborracharnos y celebrar que hemos sobrevivido un año más y seguimos juntos.
—Gracias —susurra, con el corazón henchido de amor—, por no juzgarme.
—Siempre lo hemos sabido, Hannie. Lo único que me molesta es que trajeras a esos imbéciles alfas a casa. Era horrible.
—Cierto —confirma Changbin—, todavía quiero matar al gilipollas que casi te muerde el cuello.
—Creo que le diste suficiente como para que no vuelva a intentarlo.
—Nunca son suficientes golpes para reprender a un alfa malcriado —gruñe Changbin, con enfado más o menos fingido.
—¿Me pegarás a mí también? —pregunta Chan, con carita de cordero degollado.
—No si te portas bien... Aunque lo mismo te gusta ese rollo. ¿Te pone que te azoten?
Los tres estallan en risas escandalosas. Han siente que las cuerdas que rodean su corazón se han aflojado, ya no sangra, no llora. Es un hombre adulto, puede hacerse cargo de su vida.
Esa noche, en la cama, se arriesga a tomar el toro por los cuernos.
Han:
Hola, Felix. ¿Cómo fue tu día? Yo fui a tres playas diferentes con Changbin y Chan y cenamos comida vietnamita. ¿Sigue en pie lo de quedar mañana?
Felix:
Claro que sí
Tengo el plan perfecto
haremos un picnic
Pasaré a buscarte por casa de Chris a las 11
Nos vemos mañana 🙂
Han:
Sí, eso está genial, nos vemos mañana.
Jisung duerme mejor esa noche que en muchísimo tiempo.
***
Quienes me hayan leído antes, saben que soy incapaz de hacer una historia sin poner un poco de drama. Aquí tenemos el principal de esta historia navideña.
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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