15. Seúl: Nieve

31 de diciembre de 2022

No debería haber aceptado ir a comer a casa de sus padres. Jisung sigue teniendo esa debilidad de querer congratularse con ellos y no pudo rechazarlo cuando su madre llamó con ese tono autoritario al que lo tiene acostumbrado. Por eso no habla con ellos más a menudo, por eso no los visita.

Cuando está lejos, puede ser feliz y tener conversaciones hasta la una de la mañana con cierto omega rubio que vive en Australia. Eso también tiene que agradecérselo a Chan y Changbin: durante sus años universitarios, lo convencieron de que no los necesitaba tanto. También es cierto que ellos lo dejaron en paz porque de verdad creían que Bang sería su alfa.

Ahora se han dado cuenta de que no es así, su hermano tiene que haberles dicho que su cuello olía a canela y que tenía un chupetón mal disimulado sobre su glándula de olor.

—Jisung, ¿es porque Chan tiene su propio omega? —pregunta su padre. Parece preocupado, no como su madre, que lo juzga.

No es la primera vez que tienen una conversación de este tipo, pero sí hace casi quince años que no lo hablan. Y, por supuesto, nunca había sido en esos términos. Sus padres nunca han insinuado que la razón por la que a Jisung le gustan los omegas es porque quien ellos suponen que es su alfa tiene pareja. Eso es una estupidez. Todo en su vida parece una telenovela mal escrita por guionistas ansiosos de drama.

—No sé de qué me hablas, appa —responde, dejando a un lado el té que le ofrecieron—. Tengo que irme a casa para cambiarme, voy a pasar la Nochevieja con Changbin.

—¿Por qué no lo intentas con él? Es un beta, pero tiene un buen trabajo —insiste el hombre.

—Changbin es mi amigo —aclara, con las manos apretando sus propias rodillas.

—No puedes tener una relación con otro omega, Jisung, eso no es natural, no está bien —exclama su madre—. Tu hermano dice que estabas acurrucado en una cafetería. ¿No te da vergüenza?

—Felix también es mi amigo. —La mentira le pica en la lengua, le duele tanto decir esa mierda en voz alta que algo traquetea entre sus costillas. El collar que cuelga bajo su camisa parece quemarle la piel, como si estuviera castigándolo por no darle al omega el lugar que se merece.

—Dongsung dijo que olías a él —expone la mujer, avergonzándolo—, a plena luz del día, Jisung, en una cafetería. ¿No han servido para nada todos estos años? ¿Por qué no puedes elegir a un alfa y asentarte de una vez? Ya no eres un niño, vas a cumplir 30 años. Estaba bien cuando tenías 15, ahora ya no. —Eso también es una mentira, no estuvo bien que besara a Namwoo cuando tenía 15 y no está bien que huela a Felix a los 29. Nunca ha estado bien ser él, aparentemente.

—Me voy a marchar —avisa, levantándose de la silla para salir del comedor.

Sus padres lo siguen, se presentan como un frente unido para evitar el descarrilamiento de su hijo menor. Está bastante seguro de que conocer a Chan y Changbin lo salvó del control férreo de la pareja tradicional de alfa y omega durante estos quince años. Ahora que Chan tiene a Seungmin, ese equilibrio falso se tambalea para ellos. Jisung se balancea en un alambre sin red.

—Prepararé algunas citas para cuando empiece el año —avisa su madre, aprovechando que Jisung se detuvo a atarse los cordones de las zapatillas—. Tu padre tiene muchos amigos en el trabajo con hijos alfas solteros. —Quiere discutir, quiere gritarle que no le apetece conocer a ningún alfa porque resulta que no le gustan los alfas. La mirada severa que le dan se lo impide. Jisung siempre ha sido un cobarde.

—Lo que creas conveniente, eomma. Feliz año nuevo —concluye, saliendo de la casa con un suspiro cansado.

Estuvo a punto de no ir a la fiesta. No le gustan las multitudes, sus padres quieren buscarle un novio alfa y quedan dos días para que Chan, Seungmin y Felix se marchen a Australia. Esa última es precisamente la razón por la que se puso un traje negro, su mejor abrigo de paño y se plantó en el local donde celebrarán la cuenta atrás.

Está bebiéndose un cóctel y la música suena alta. El DJ es amigo de Changbin, Jisung cree que lo conoció una vez, pero no es capaz de recordar su nombre. Nunca va cuando el beta lo invita a salir con sus otros amigos. Han es malísimo haciendo nuevos amigos.

Todo el mundo se divierte y dentro de su cabeza hay nubes de tormenta. La televisión dijo que no nevaría esta noche, pero hace frío fuera. Hay gente bailando, empujándolo a un rincón entre la pared y la mesa alta donde reposa su copa. ¿Qué demonios está haciendo aquí? Ah, sí, observar como el hermoso Felix se desmelena en medio de la pista. Verlo brillar como un bote de purpurina entre las luces estroboscópicas. Observarlo de lejos, a través de su propia copa, distorsionado por el vidrio y el color de la bebida.

—¿Estás solo? —pregunta alguien, levanta los ojos lo suficiente para verlo. Es un chico guapo, huele a alfa sin necesidad de que se acerque.

—No. Mis amigos están ahí. —Señala con la cabeza al grupo que sigue bailando.

—¿Puedo invitarte a una copa? —replica, rascándose la nuca con vergüenza. Se acerca un poco más y alza mucho la voz.

—Puedo pagarme mis propias copas, gracias. —Jisung no acostumbra a ser tan directo o tan antipático. Tal vez todos los enfados de los últimos días han colmado su paciencia y ahora no se acuerda de lo tímido que es. Quizá el hecho de que esté solo y arrinconado en esa esquina también influya.

—Bueno, pero siempre es mejor una gratis, ¿no? —El chico es guapo, educado y está intentando muy fuerte acercarse. En otro momento de su vida, lo consideraría. Lo convertiría en el siguiente proyecto de larga estancia y lidiaría con Changbin juzgándolo y Chan amenazando con tomar un vuelo a Corea cada vez que hiciera algo malo. Pero ese Jisung se quedó en la cama de un apartamento vacacional en Tailandia. Ya no existe. Aunque sus padres quisieran que existiese.

—Muchas gracias, pero no.

—¿Qué tal un baile?

—¿No entiendes lo que es un no? —La voz de Felix se eleva por encima de la música alta y el alfa se da la vuelta para mirarlo. Es gracioso verlo así de enfadado, sobre todo porque el muchacho da un paso atrás automáticamente y levanta las manos.

—Lo siento, solo intentaba bailar con tu amigo... Estaba tan solo...

—Es que va a bailar conmigo y no es mi amigo, es mi novio. Vamos, Jisung, a bailar —Han y el alfa tienen la misma cara de estupefacción, pero Felix no le da tiempo a hacer nada más que abandonar el resto de su cóctel y seguirlo a la pista. Lo agarra por la cintura y lo acerca a su cuerpo—. Le he pedido a Wooyoung hyung una canción.

—¿Quién es Wooyoung?

—El DJ, es amigo de Changbin hyung —Así que ese era el nombre del chico, seguramente lo olvidará de nuevo. Los brazos del rubio están alrededor de su cintura, las manos por todas partes de su espalda. Su olor llega a su nariz, dulce y rico, tan adictivo que Jisung lo considera una droga—. Ahí está...

Suenan los primeros acordes de la canción y es imposible no reconocerla. El sintetizador los empuja a moverse juntos, deslizándose sin moverse del sitio, todo lo que Jisung ve son las pecas y los ojos de Felix, todo lo que puede hacer es enrollarse en sus hombros y acariciar su pelo. No se acuerda de que están en Corea, en realidad esto es Bangkok y hace calor, los fuegos artificiales estallan en todos lados y sus labios se unen en la parte trasera de un tuktuk.

I don't eat, I don't sleep, I do nothing but think of you.

—Sigues teniéndome bajo tu hechizo —susurra Felix en coreano, muy cerca de su boca.

Quiere besarlo tanto como respirar. En su lugar, baila con él, lo deja llevarlo, se mueven al son de Desire, cantan en voz baja como si solo existieran ellos. Hay cientos de personas a su alrededor que los empujan más juntos. Se fusionarán como uno solo, Jisung vivirá en el cuerpo de Felix, será parte de él para siempre.

Do you think this feeling could last forever? —pregunta Han, cerrando los ojos al colorido fulgor de las luces sobre las pecas del australiano.

Sure, forever ever —Quiere creerle, aunque no puede. El día 2 de enero tomará un vuelo con destino a Sídney y estarán un año más el uno lejos del otro. Su madre le conseguirá un alfa adecuado, lo aceptará porque es un cobarde y porque Felix nunca será un apartamento de larga estancia.

Felix lo besa en medio de la pista. Borra de un plumazo todos los pensamientos y los dolores de corazón. Pone a punto los engranajes de su pecho sin tener que usar las técnicas de Changbin. ¿Es acaso un relojero? Tal vez es otro de sus superpoderes, que nunca envejecerá y que arregla relojes sin usar gafas ni herramientas.

—Queda un minuto para la cuenta atrás —grita el DJ. La canción se ha cambiado pero Desire sigue sonando en su cerebro.

—Vamos fuera —avisa Felix, tirando de él para sacarlo del gentío hasta la puerta.

Ni siquiera agarran los abrigos y están tiritando en cuanto ponen un pie en la calle. No hay una terraza para huir, sólo un callejón oscuro al que lo empuja para besarlo con más ansia.

¿Cómo se libra uno del hechizo de esos labios? ¿Sabrá Changbin cómo hacerlo? Jisung odia las despedidas y se ha obsesionado con una persona de la que se tiene que despedir cada vez que la ve. Jisung odia las confrontaciones y parece que no obtendrá más que eso si sigue tirando de ese hilo que los une.

Estalla el primer fuego artificial, sorprendiéndolo. Se aparta de los labios de Felix y mira al cielo, los colores de la pólvora iluminan las pequeñas motas que caen del cielo.

—Está nevando —dice, como un idiota.

—Es un mal momento para usar tus poderes, Gordito, moriremos de frío —se queja, apoyándose en su pecho para observar los cohetes pintando las nubes.

—Tal vez lo hice aposta, para que tengas que abrazarme así de fuerte —susurra, no sabe de dónde sale. Felix se ríe, dándole un beso en la mejilla.

—Esta es la primera nevada que veo en muchísimos años...

—Dejan de ser bonitas cuando el suelo se embarra —bromea, calentándole la espalda al rubio.

Suenan cinco o seis explosiones más. Bum, bum, bum, bum, sus corazones están latiendo al unísono, pegados como si fueran uno; la cabeza del australiano descansa en su hombro, el pelo le hace cosquillas en la mejilla. La nieve sigue cayendo. Sigo estando bajo tu hechizo.

—Pediré un deseo para este año —comenta, cerrando los ojos, Jisung no puede evitar mirarlo. Pide también uno: que sea la primera y la última persona que lo bese en 2023—. Felix año nuevo, Jisung. —Cumple la primera parte uniendo sus labios.

—Feliz año nuevo, Felix —responde contra su boca.

1 de enero de 2023

Está desnudo, enredado en su cuerpo, saciado de sexo, besos y una comida digna de reyes. Felix dibuja formas aleatorias en su pecho. Sus dedos recorren la piel expuesta con dedicación, como si se ocupara de dejar una marca palpable en cada centímetro para que no lo olvide. ¿Cómo va a olvidarse de él? Está bastante seguro de que nunca se lo sacará de la mente.

—El vuelo sale a las cuatro de la mañana —recuerda.

—Deberías dormir en casa de Seungmin hoy... Para hacer la maleta.

—¿Quieres que me marche?

—No, por mí, podrías quedarte a vivir aquí. —Espera que no haya consecuencias para esas palabras tan serias. Le encantaría que lo hiciera, que permaneciera para siempre en su cama, pero no es posible. Se va de madrugada a Australia y Jisung tendrá que enfrentarse a su vida. Otra vez. Otra despedida.

—Gracias por la oferta, pero me gustan demasiado los koalas.

—¿Incluso con clamidia? —bromea.

—Incluso con clamidia son adorables —responde. Duele en el pecho de Jisung, aunque no debería—. Tal vez podrías apreciarlos un poco más si pasas un tiempo con ellos.

—Iré al zoo a verlos —afirma, sin entender muy bien.

—En Australia hay zonas donde viven en libertad, podría llevarte... Podría enseñarte un montón de cosas... Podrías hacer que nevara en Sídney alguna vez, solo para divertirnos por las reacciones de la prensa.

—Sería el caos mundial, no puedo hacer eso.

—Bueno, entonces no tienes que usar tus poderes, solo... Venir, quedarte...

No se miran, hablan bajito porque las cosas importantes siempre se dicen susurrando, en una cama deshecha, con las persianas bajadas y la calefacción a 27 grados centígrados. La mano de Felix acaricia el colgante antes de posarse donde su corazón late desacompasado por las implicaciones de sus palabras. Es posible que esas sí tengan consecuencias porque Felix las dice de verdad. Quiere, de corazón, que Jisung deje todo lo que tiene y viaje al hemisferio contrario para establecerse en un país que no conoce.

Es aterrador y atractivo a partes iguales. Otro deseo de año nuevo que no se cumplirá.

Su teléfono suena, aprovecha para salir de ese agujero en el que está hundiéndose. Se revuelve en la cama para alcanzar el aparato de la mesilla. Responde sin mirar el identificador, de espaldas a un hombre que acaba de ofrecerle una huída que no puede efectuar.

Feliz año nuevo, Jisung.

—Feliz año nuevo, eomma —suspira, sujetándose las sienes con su mano libre. Nota la mano de Felix sobre su pecho otra vez y la aparta con toda la delicadeza que puede, como si la mujer estuviera viéndolos a través de la línea.

¿Estás libre mañana?

—¿Para qué?

He concertado una cita con el hijo de la secretaria de tu padre. Se llama Woo Doojin y tiene 31 años. Le enseñé tu foto y le gustaste. —Se tensa, sabe que Felix puede escuchar la conversación porque está muy cerca y la habitación está en silencio. Se tapa los ojos y frota con fuerza para evitar echarse a llorar.

—Ahora no es un buen momento, eomma...

¿No estás solo?

—Sí, estoy solo, pero tengo resaca —miente. Su madre se mantiene callada unos segundos, seguramente sabe que está engañándola.

Vas a cumplir 30 años, Jisung. Ya está bien de juegos. Te enviaré todos los datos de la cita por mensaje.

—Adiós, eomma. —Cuelga la llamada y deja caer el teléfono en la cama. Se muerde el labio inferior, quiere llorar hasta deshidratarse.

Percibe el movimiento en la habitación. Se arriesga a mirar a Felix, está vistiéndose. Se sienta, tirando del edredón para cubrir su propia desnudez. El rubio guarda en un bolso las prendas que encuentra, Jisung no tiene valor para decir ni una palabra mientras lo observa recoger cada pedazo de su identidad que hay en el dormitorio. No sabe cómo pedirle que se quede cuando es consciente de que escuchó la conversación que tuvo con su madre.

Termina demasiado rápido y él está demasiado asustado.

—Que tengas un buen año, Han Jisung —sentencia, saliendo.

Escucha la puerta de su apartamento cerrarse tras él, ni siquiera da un portazo. No queda en la casa nada más que su olor en las sábanas, los mordiscos repartidos por el cuerpo de Jisung y el collar que cuelga de su cuello.

No contesta al teléfono ni una sola vez esa tarde, aunque Changbin y Chan parecen querer quemarlo. No sale de la cama, no come, no se ducha. Se abandona a sí mismo enrollado en el capullo del nido que no desmontó después de su celo.

Han Jisung le dice adiós al apartamento vacacional que quería convertir en una hipoteca para toda la vida con un fuego artificial de plata dentro de su mano.            

***

¿Cuántas nocheviejas quedan?

¡Nos vemos en el infierno!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top