14. Seúl: Culturas

28 de diciembre de 2022

Todos esos planes turísticos los hacen por Felix más que por cualquier otro, pero le permiten a Jisung descubrir partes de Seúl que no había visto. Es divertido pasar el día juntos, toman el metro, el tren y el bus. Terminan en el río Han con un montón de bolsas de pollo frito, cervezas frías y una manta que alguien trajo en su mochila.

—El pollo tiene carne, ¿no? —pregunta el rubio, con la boca manchada de salsa. Jisung se estira para limpiarlo con el dedo y después lo chupa. Es inconsciente, ni siquiera está pensando en ello, pero, por supuesto, Changbin y Chan arrullan como idiotas, diciendo lo adorables que son.

—Sí, yo diría que tiene carne —afirma Hyunjin, ignorando a los mayores.

—Se considera carne blanca —explica Seungmin.

—Según la OMS, la mayoría de las aves son carne blanca —añade Jisung, masticando un poco de kimbap—, con algunas excepciones, como la de avestruz, que es carne roja.

—La carne de conejo también es carne blanca —añade Kim.

—¿¡Conejo!? —grita Hyunjin.

—Hay muchos sitios en los que el conejo se considera un manjar —afirma Jisung—, igual que hay sitios en los que se sigue comiendo perro.

—Eres un aguafiestas —se queja Hwang, con cara de asco.

—¿Sabes lo que me contó en nuestra primera cita? —interviene Felix, dejándose caer contra el hombro de Jisung—. Que los koalas tienen clamidia.

—Definitivamente, eres un puto nerd —se burla Changbin, lanzándole una bola de papel.

—¡Pero es verdad! Y... Y es verdad —intenta defenderse.

—Cuando Jisung está nervioso habla sin parar sobre esas cosas que almacena en su memoria —Chan suena contento mientras lo expone—. Ya le dijimos a Felix que es el cerebro del grupo. Changbin es el músculo y yo el encanto.

—Tú eres el que sube la media de edad —se burla Seungmin. Chan lloriquea como un niño. Se convierte en un bebé cuando está con su novio. Todos se ríen porque es mucho más divertido mortificar al alfa que ser el objeto de las mofas.

Felix le da un beso suave en la mejilla y se tensa. Echa un vistazo a todas partes, hay algunos grupos cerca de ellos, cree que unas chicas que están sentadas a unos metros los están mirando. Se endereza, apartándose un poco de Felix.

—¿Qué pasa?

—Nada...

—¿He dicho algo malo? —susurra, mientras el resto sigue cebándose con el pobre Chan.

—No, es solo que... El contacto físico, ya sabes... —trata de explicar, no parece conseguirlo porque Felix se ve muy confuso—. Estamos en Corea... La gente nos mira...

—¿Los conoces? —Niega con la cabeza—. ¿Qué importa que te miren si no te conocen? Además, nadie nos está mirando, todo el mundo está a lo suyo.

—Bien... —suspira, removiéndose incómodamente.

—¿Es porque te besé en la mejilla? ¿Ese es el problema?

—Los omegas no se besan en Corea, Felix —aclara.

El chico se queda callado, tan mortalmente silencioso que tiene que mirarlo de reojo aunque está fingiendo que el pollo que le queda en la cajita es muy interesante. Tiene las cejas fruncidas durante unos segundos, lo observa como si hubiera apaleado a su mascota. No ha dicho ninguna locura, Corea no es Australia, aquí no es legal para dos omegas unirse, no tienen ninguna protección jurídica, no son una pareja reconocida. En este país un omega solo puede aspirar a un alfa, en el peor de los escenarios, según sus padres, a un beta. Nunca jamás a estar con otro omega.

—Felix —llama Seungmin, tiene una sonrisa críptica—, ¿cómo se llamaría en inglés la mezcla entre un tenedor y una cuchara?

De la nada, empieza una discusión acalorada sobre lingüística para la que no estaba preparado. Aún así lo agradece, porque la incomodidad se esfuma de un plumazo. Esa noche, abrazado a Felix en la cama, piensa en lo muchísimo que le hubiera gustado ser tan valiente como para besarlo a orillas del río Han.

29 de diciembre de 2022

Este momento es importante. Tiene la espalda recta, se inclina noventa grados, estrecha las manos que le dan con respeto, controla cada palabra que dice, está bien vestido y se peinó. Changbin se rió de él en cuanto los recogió en su coche para llevarlos hasta su destino. Jisung lo pellizcó lo suficientemente fuerte como para oírlo aullar. Chan los controló antes de que empezaran a pelear.

Le gustaría haber usado bloqueador de olores, pero Felix se negó en rotundo, alegando que no tiene que esconderse detrás de "esas cosas químicas". No sabe cómo explicarle que Corea no es Australia, que aquí hay que respetar unas normas sociales distintas y que no puede presentarle a su familia coreana a un omega que huele a ambos. Podrían haberse quitado las manos de encima por unas horas, pero parece imposible para los dos.

Así que sí, ahí está, en casa de los tíos coreanos de Felix, oliendo a manzana y canela, con una camisa blanca, un jersey de punto azul oscuro y un vaquero. Normal, intrascendente, lo más serio que puede llegar a ser sin llevar uno de los pantalones de vestir que tiene en el armario para sus reuniones con clientes.

Felix no se aparta de su lado, una de sus manos está siempre sobre él: en su hombro, peinándole un mechón rebelde, agarrando sus dedos. Está por todas partes, tan hermoso como el sol a pesar de las miradas mordaces que su familia envía cada vez que están demasiado cerca.

Jisung quiere echar a correr. No pasa por un escrutinio así desde que sus padres conocieron a Chan y Changbin cuando estaba en último año de secundaria. Solo fueron unos minutos, los suficientes para que supieran que eran alfa y beta. Entonces todo fueron sonrisas y amabilidad. Probablemente porque pensaron que acabaría con alguno de los dos (preferentemente Chan). Hasta aceptaron con gusto que se fuera a vivir con ellos cuando entró en la universidad, a pesar de ser tan conservadores.

Para ellos siempre fue mejor imaginar que se acostaría con sus amigos que la alternativa. Prefirieron eso que aceptar el incidente que Jisung tuvo cuando era joven y se enamoró de un omega.

Es curioso que sea precisamente Chan el que le haya presentado al hombre que ahora le acerca una galleta a la boca con un nivel de intimidad demasiado alto. Como por inercia, se aparta, enderezando aún más la espalda.

—¿Hace mucho que sois amigos? —pregunta la tía abuela de Felix. Es una beta de unos 60 años. El australiano le dijo que es la tía de su madre y que, aunque no son muy cercanos, solía pasar algunos meses de verano con ellos para aprender coreano.

—Dos años —contesta Felix, masticando la galleta que era para él—. Y no somos amigos. —Es innecesariamente provocador. El estómago de Jisung se encoge cuando percibe la mirada incómoda de los dos ancianos. Chan carraspea, puede sentir que el ambiente se enturbia un poco.

—¿Compañeros de trabajo? —cuestiona su tío. Se ve grande, un alfa gigantesco, mucho más alto que cualquiera de ellos. Tiene una cara adusta y el pelo salpicado de canas.

—No, somos más que amigos —responde. Jisung quiere que se lo trague la tierra y le permita derretirse en el magma ardiente. Las cejas del alfa mayor se fruncen y su labio se levanta con una mueca de disgusto.

Definitivamente, tiene que aprender a decirle que no a Felix; no estaría pasando por ese momento tan desagradable si llevara bloqueador de olores, o si hubiera dicho que no a ese estúpido plan de ir a conocer a su familia. Nunca ha conocido a la familia de alguien con el que se ha acostado. Changbin dice que lo hace para evitar establecer vínculos duraderos. Jisung lo llama supervivencia y cuando salgan de esa casa le echará en cara al beta que los vínculos duraderos son una mierda cuando te juzgan como si fueras un criminal.

—¿Han vivido en este barrio toda la vida? —Chan interviene, pacificador, salvador y heróico.

—¿Qué locura es esa? —El hombre no parece dispuesto a dejarlo pasar, ni siquiera el encanto natural de los Bang será suficiente para que suelte su presa.

—¿El qué? —Felix se recuesta en la silla, pasando el brazo por el hombro de Jisung, que se tensa como el hilo de pescar.

—¿Un omega? ¿Tus padres saben que andas haciendo estas tonterías?

—Mis padres no se meten en mi vida privada.

—Felix... —susurra Jisung, desesperado por huir de la situación que parece estar escalando. Puede sentir en el aire la incredulidad y el enfado del anciano. También el movimiento protector de Chan a su izquierda. Odia todo lo que está pasando.

—Se hace un poco tarde —interrumpe Seungmin, levantándose de su silla—, Changbin está esperándonos en el coche.

—Sí, deberíamos irnos —asiente Chan, poniéndose de pie y arrastrando a Jisung consigo.

Felix parece muy ocupado en un duelo de miradas con su tío abuelo. La mujer levanta las pupilas hacia ellos y escanea a Han de arriba abajo dos veces. Tiene 15 años otra vez y está ante sus padres, avergonzado por haber besado a Choi Namwoo, un omega de su clase, en el parque cerca de casa. Es la misma confusión mezclada con asco, adivina por la negación de la mujer, exactamente la misma expresión que puso su madre cuando habló con él. Qué bochorno pasó aquel día y qué bochorno está pasando ahora.

—Vámonos —decide Felix, levantándose y haciendo una reverencia solo con la cabeza.

Jisung no puede evitar la necesidad de pedir perdón y se inclina una vez más noventa grados porque él se crió en Seúl, no en Sídney: —Lo siento mucho.

—No has hecho nada —afirma Felix, en voz alta, empujándolo suavemente hacia la puerta. Han se arriesga a echar un último vistazo a la decepción en la cara de los tíos del australiano.

—Le diremos a tus padres que estuviste aquí. —¿Es el único que escucha la amenaza implícita?

—Gracias por su hospitalidad —añade Chan, falso como solo él puede ser en una situación así de desagradable.

Felix no se despide, salen del apartamento en silencio, se suben al ascensor y caminan dos manzanas antes de que Seungmin los detenga para llamar un Uber. Changbin debe estar con Hyunjin, esperándolos en Itaewin, desearía haber ido con ellos. Jisung guarda las manos en los bolsillos del abrigo. Mira al suelo, no quiere levantar los ojos a nadie.

Un par de palmas le presionan las mejillas para que eleve la barbilla. Felix está allí, tan bonito como siempre, pero mucho más determinado que nunca.

—No vuelvas a pedirle perdón a alguien por ser quién eres —susurra, justo antes de besarlo en la boca sin importarle que estén en medio de la calle.

Jisung se deja llevar. Ese espacio que había en el mecanismo de su pecho está lleno de pecas, ojos brillantes y labios rosados. Funciona mejor que nunca, está en hora y no suena como un cacharro viejo. Felix lubrica sus engranajes con su saliva, sus manos cálidas, su olor a canela y las palabras más hermosas que ha escuchado nunca.

No puede discutir porque es incapaz de decirle que no a Lee Yongbok.

30 de diciembre de 2022

La visita de Felix, Chan y Seungmin sigue siendo un éxito. Nadie habla sobre lo que pasó ayer en casa de la familia Lee. Cree que Changbin lo sabe porque está demasiado pendiente de él y eso solo puede significar que está preparando su siguiente intervención. Por supuesto que Chan le contó con todo lujo de detalles el incidente, probablemente exageró un poco porque tiende a hacerlo cuando se trata de Jisung. Por suerte para él, Felix no lo deja ni a sol ni a sombra, se ha instalado en su casa y ya no quiere que se vaya nunca.

Esa cafetería de Gangnam en la que están ahora es cara, Jisung apenas pisa el barrio porque está lleno de sitios como este que inflan el precio del café solo porque la decoración es bonita. Es curioso que hayan sido precisamente Jisung y Hyunjin los que la diseñaron.

—Se terminó a principios de este año —explica Hwang—. Creo que la obra se acabó en marzo, cerca de mi cumpleaños.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El 20 de marzo.

—Lo apuntaré para felicitarte —asegura Felix, sonriendo ampliamente. Todavía siente una pequeña puntadita de celos, pero no lo dirá en voz alta jamás. No quiere avergonzarse.

—¿Sabes que tu cumpleaños y el de Jisung tienen un día de diferencia? —comenta Chan, no sabe por qué saca ese tema. Tampoco es que celebre de forma especial ese día, a veces sale con Changbin y, en la universidad, siempre le traían una tarta de queso y le ponían una velita encima—. Jisung cumple el 14 de septiembre y tú el 15.

—¿¡En serio!? —salta el rubio, emocionado como si realmente fuera su cumpleaños justo hoy—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Podría haberte enviado un regalo!

—No lo sé —contesta, encogiéndose de hombros—. Yo tampoco sabía cuándo era el tuyo...

—Parece cosa del destino —afirma Hyunjin, tiene esa mirada llena de corazones que pone cuando alguien habla de cosas románticas. Es un enamorado del amor, no puede culparlo, es solo que Jisung no lo comparte.

—¡Sí que lo parece! —añade Changbin, por supuesto que secundará cada una de las cosas que diga Hwang, está demasiado obnubilado por el omega como para negarle nada.

—Podríamos celebrar juntos el cumpleaños —ofrece el australiano. ¿Cómo? ¿Con una videollamada?, piensa Jisung, aunque no lo dice. Solo sonríe y le permite apoyarse en su hombro y enredar sus manos juntas. Porque está demasiado obnubilado por el omega como para negarle nada.

La conversación continúa y él se concentra en lo bien que se siente allí, rodeado por sus amigos, disfrutando de un carísimo café en un lugar que diseñó él mismo con la ayuda del que fue su archienemigo durante los primeros meses en su trabajo.

Qué de vueltas da la vida, ahora está en el nirvana y hace un año no sabía ni dónde iba a terminar; hace dos, su vida se había ido por el retrete. Puede considerarse afortunado, decide. Es un omega que sujeta la mano de otro omega y a las personas que más quiere les da igual, de hecho, lo empujan hacia él.

Qué cálido está Felix a su lado, el pelo rubio le recuerda al color del sol, el sonido de su voz grave lo eleva más alto. ¿Está orbitando a su alrededor? Podría ser. Cabe la posibilidad de que Jisung se haya convertido en un planeta y ahora vaya a vivir para siempre dando vueltas en torno a esa estrella que acaricia sus dedos. Lo desea con todas sus fuerzas.

—¿Jisung? —La voz viene de su derecha y la reconoce instantáneamente.

Tiene tanta prisa por apartarse y levantarse que golpea la mesa con las piernas y las tazas tintinean. Espera que no haya ningún accidente, pero no puede mirar, sus ojos están fijos en su hermano mayor. Como un autómata, se inclina noventa grados perfectos ante el hombre y su cuñada. Hay tres segundos de silencio antes de que escuche las sillas arrastrarse. Probablemente los demás estén levantándose para saludar también.

—Oh, hola, Dongsung hyung.—Chan es el primero en hablar, Jisung decide que es el momento de enderezarse.

—¡Chan, cuánto tiempo sin verte! ¿Has vuelto a Corea?

—Solo de vacaciones —responde su amigo—. Hemos venido a visitar a los padres de mi novio... Seungmin, este es Han Dongsung, el hermano de Hannie, y su esposa Cha Hyeri —presenta, Kim le extiende la mano a ambos educadamente.

—Hola, Dongsung hyung. —El tono de Changbin es un poco menos amable, o al menos, se lo parece. Seo Changbin nunca ha tenido en gran estima a la familia de Jisung, eso incluye a su hermano y su cuñada. No puede culparlo, si fuera por él, los llamaría un par de veces al año y evitaría cualquier otra cercanía. En realidad, cree que lleva sin ver a su hermano más de seis meses y no lo ha echado de menos en ningún momento.

—Es bueno verte, Changbin —miente, la animadversión es mutua, Dongsung prefiere a Chan porque es un alfa como él y el compañero adecuado para su hermano omega—. ¿No se suponía que estabas de vacaciones? —Cambia su foco a Jisung, que sigue ahí parado, estúpidamente congelado en el lugar.

—Estoy de vacaciones, hyung —explica.

Eomma creía que estabas fuera de la ciudad. Podrías haber venido a cenar en Nochebuena.

—Tenía planes —Evidentemente, no piensa decirle cómo pasó realmente la Nochebuena, la Navidad o como ha estado pasando el resto de sus vacaciones—. Llamaré eomma para pedirle disculpas por la confusión.

—Me alegro mucho de verte, Jisung —interviene su cuñada, aunque es extraño que hable de forma tan abierta cuando está Dongsung.

Ella lo abraza. Le aterroriza la proximidad; su hermano decide imitarla, para absoluta consternación de Jisung. Dongsung es más alto que él y se percibe minúsculo como un insecto cuando está tan cerca. Está olisqueando a Jisung, un acto, a todas luces, absolutamente maleducado. Por supuesto que no dirá nada porque es su hermano mayor y un alfa, le debe respeto. Las jerarquías existen porque el orden es necesario, dirían sus padres. Cuando el hombre se aparta, tiene esa mirada de juicio que odia. Dos veces en dos días seguidos es demasiado hasta para él, curtido en mil batallas.

—¿No me presentas al resto? —pregunta, mordazmente. Sabe lo que pretende y el niño obediente que vive dentro de Jisung asiente.

—Él es Hwang Hyunjin, nos conocimos en el trabajo.

—¿También eres arquitecto?

—Soy diseñador de interiores, Han Dongsung-ssi.

—Ah, mucho más adecuado —Para un omega, así terminaría la frase, pero no lo hace porque todavía debe quedarle un poco de decencia. El ambiente se enrarece. Chan está controlándolo todo porque Changbin no salta sobre el cuello de su hermano—. ¿Y tú? —El cinismo de su tono lo hace sentir fatal. Su estómago se revuelve y le sudan las manos.

—Yo no soy diseñador de interiores —contesta Felix, dando un paso para ponerse junto a Jisung y extender una sola mano. Dongsung la mira durante unos segundos antes de darle un apretón que no es nada educado para los estándares de Corea—. Me llamo Lee Felix...

—Es un amigo de Chan, de Australia —aclara Jisung, preocupado por contener cualquier cosa que pueda ocurrir a partir de ese momento.

—Habla bien coreano.

—Su familia es coreana, pero lleva muchos años sin venir aquí. Sus abuelos se mudaron a Australia hace cincuenta años —explica nerviosamente. Espera que sea suficiente para que su hermano crea que su mala educación es cosa de su cultura y no de que quiera retarlo.

—Ya entiendo. Entonces, ¿acabáis de conoceros?

—No, nos conocimos hace dos años, cuando Jisung vino a Australia. —Cállate, Felix, cállate, cállate, cállate.

—¿Dos años? —Ahora Dongsung está mirándolo a él y solo a él. Jisung traga saliva, su olor se agria, es incapaz de controlarlo. Felix trata de agarrar su mano, pero la aparta rápidamente. Puede notar la sorpresa en la cara del rubio incluso por el rabillo del ojo.

—Vino a mi casa —Chan interrumpe la posible escalada—, Changbin también vino.

—¿A tu omega le pareció bien?

—Su omega no cree que sea imposible tener amigos de otros subgéneros —Ahí está el estallido de Seo Changbin, que lleva gestándose desde que Dongsung apareció, el que Jisung y Chan han estado evitando. Por supuesto que sería el que detonaría la bomba—. Seungmin es una persona razonable y del siglo XXI. No tiene estúpidas ideas retrógradas envenenando su cabeza. —Para ser psicólogo, Changbin tiene cero unidades de tacto cuando está cabreado.

—Deberíamos irnos, cariño. Nos están esperando. —Hyeri no alza la voz porque nunca se enfrentaría a su hermano directamente, pero todavía sabe que si lo deja hablar, terminarán discutiendo. En su lugar, señala al fondo de la cafetería. Jisung ni siquiera puede mirar a ver si realmente les espera alguien.

—Sí, vámonos —decide Dongsung—. Llamaré a eomma para decirle que estás en la ciudad.

No se despide de nadie más después de esa sentencia. Lo único bueno de todo es que sus padres no saben dónde vive, así que no los tendrá en la puerta esta misma tarde. Lo malo es que todos están tan incómodos que no sabe cómo salir de esa situación.

—Tu hermano sigue siendo un gilipollas —gruñe Changbin, dejándose caer en la silla. El resto se sienta también, Jisung todavía busca a la pareja con la mirada, los ojos de su hermano están en ellos incluso cuando se ha sentado al fondo.

—Changbin, por favor —ruega Chan.

—Es que lo es.

—No ha sido para tanto, Bin, tengamos la fiesta en paz.

—No ha sido para tanto porque a ti te trata con respeto —Está diciendo verdades, pero Jisung no se encuentra en condiciones de seguir la conversación. Felix tira de la manga de su chaqueta y lo aparta, no quiere volver a sentarse a su lado, sobre todo porque Dongsung no deja de observarlos, como un ave rapaz esperando un despiste de su presa—. Debimos darle una paliza como hiciste con aquel alfa...

—Para ya, Changbin —ordena Chan. Suena enfadado, lo suficiente para que su atención se aparte de su hermano y vaya hacia su mesa donde todos lo esperan. Ni siquiera se atreve a mirar a Felix.

—Tiene razón en que ha sido un imbécil —dice el rubio—, los alfas coreanos me caen mal.

—La vida aquí es distinta —defiende el único alfa de la mesa—, esto no es Australia.

—No es razón para tratar así a nadie, ¿me escuchas, Jisung? Estar en Corea no es una excusa para ser un imbécil —Se arriesga a echarle una mirada. Ha separado sus sillas para darle espacio a pesar de su beligerancia. Han se sienta, todavía incómodo—. Por eso dejé de venir a casa de mis tíos —farfulla Felix, cruzando los brazos—. Además, las madres de Seungmin no son así y una de ellas es una alfa.

—Mi madre vivió gran parte de su vida en Estados Unidos. Pero estoy de acuerdo contigo en que los alfas coreanos son gilipollas.

—Sí que lo son —secunda Hyunjin, con la voz pequeña—, los betas no están tan mal —añade, guiñándole un ojo a Changbin. El idiota se derrite, con una sonrisa bobalicona y un arrullo. Parece suficiente para que cambien de tema. Tendrá que darle las gracias a Hwang por su habilidad para calmar a Seo.

A pesar de que intenta seguirles el ritmo, no respira tranquilo hasta que se alejan de Gangnam. Todavía mira hacia atrás de vez en cuando y se mantiene físicamente alejado de Felix toda la tarde. Cuando avisa de que no se encuentra bien, el rubio no lo acompaña a casa. Jisung llora esa noche entre las sábanas que huelen a canela y manzana.

***

¿Se creían que iban a ser todo risas y fiestas? JAJAJAJAJJA 

Les juro que hay final feliz, navegantes (Y QUE TERMINO DE SUBIRLO HOY)

¡Nos vemos en el infierno!

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