12. Seúl: Nido 🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

23 de diciembre de 2022

A las cinco de la mañana, se despierta con retortijones y dolores por todo el cuerpo. ¿Le habrá sentado mal la cena? No lo cree, el restaurante tiene muy buenas reseñas, no es posible que se haya intoxicado. Maldice en voz alta, arrastrándose debajo del edredón y la manta porque está tiritando. Debería levantarse y comprobar el termostato, tal vez la calefacción se apagó en medio de la noche. Arrebujado entre las telas, entra en un duermevela incómodo repleto de pesadillas.

Cuando vuelve a despertarse está amaneciendo. Hace mucho calor, suda. Remueve las mantas para colocarlas mejor porque está un poco incómodo. Tiene la boca seca y el pelo pegado a la frente. Sabe que no podrá ir a ninguna parte porque está hecho una mierda.

Eso lo frustra, dice una retahíla de palabrotas alcanzando el teléfono móvil. Decide mandar un mensaje para avisar de que está enfermo y no hará turismo. Quiere llorar, de hecho, sus ojos se llenan de lágrimas en cuanto envía el escueto texto. Maldita sea, ¿por qué tiene que pasarle eso justo ahora? ¿Por qué no se enfermó en cualquier momento del mes anterior? No, porque Jisung no es afortunado y, por supuesto, tiene que ser justo cuando empiezan sus vacaciones.

Las gotas caen contra la almohada, hipa como un bebé, echa mucho de menos a Felix, lleva un año sin verlo, ¿el destino tiene que cebarse siempre con él? Es injusto, él no es malo, a pesar de lo que digan sus padres, sus preferencias no son antinaturales, Chan y Changbin lo aseguran. No merece el castigo de tener que alejarse de Lee Yongbok solo porque es un omega. ¿O sí? ¿Es esta una señal para que deje de obsesionarse con él? ¿Es el universo enviándole un mensaje?

Revuelve las mantas una vez más, pero está tan incómodo que no sabe cómo colocarse. Todo su cuerpo está ardiendo y los dolores de tripa se intensifican. Aturdido, cierra los ojos, necesita dormir un poco más.

Huele a hierba fresca. Reconocería el aroma en cualquier parte y no puede evitar el doloroso gemido que sale de sus labios cuando siente las manos callosas de Changbin en su frente. No le hace falta abrir los párpados para saber que es él. Es la única persona que tiene el código de acceso de su apartamento.

—Oye, deberías comer algo antes de que se ponga peor —aconseja en voz baja. Jisung abre un ojo, confundido.

—¿Crees que se pondrá peor?

—Claro. Te he traído sopa.

—Si como algo igual sí que se pone peor. Creo que me sentó mal la cena...

—Jisung, es tu celo, no una indigestión —aclara el beta.

Abre el otro ojo y lo observa. Está sentado en el borde de la cama. Tarda unos segundos en procesar sus palabras, atontado por el sueño y por el malestar. ¿Su celo? Todavía quedan tres semanas para que llegue; ha seguido con cuidado su ciclo para asegurarse de que no caía justo en sus vacaciones. Y, sin embargo, su cuerpo le demuestra lo contrario retorciendo sus entrañas con un hurgón caliente. Gime, enterrando la cabeza en un puñado que hace con el edredón.

—Pero... —balbucea—, era en enero... No ahora... Tocaba en enero...

—Has estado trabajando mucho últimamente —explica Changbin—, por no hablar del estrés de la visita. Es normal que en el momento que descanses tu cuerpo se vuelva un poco loco.

Odia que tenga razón siempre. Noviembre y diciembre fueron un infierno de cierre de proyectos para asegurarse de que estas dos semanas pudiera estar libre de cualquier carga. Y ahí está, retorciéndose, luchando contra su biología en una incómoda cama que huele muchísimo a sí mismo y nada a canela.

El pensamiento le sorprende, viene de la parte trasera de su cerebro, donde están los instintos animales de su lobo. Aunque, técnicamente, ahora están más en la superficie por su celo. Gruñe con enfado, sintiendo otra vez el llanto en sus párpados. Changbin parece percibirlo porque le acaricia el brazo. Es la única persona que ha podido cuidar de las comidas de Jisung cuando ha tenido su calor. Tiende a olvidarse de alimentarse en esas circunstancias.

—Mierda —solloza, agarrándose la tripa.

—¿Quieres que perfume algo de tu material para anidar? —Está agradecido, de verdad que sí, pero por alguna razón que desconoce (mentira) no quiere su olor en el nido. De hecho, no hay ningún nido, lo cual explicaría por qué percibe la cama tan incómoda. Niega con la cabeza, como un niño con una rabieta—. Te traeré las cosas del armario.

—No. No las toques.

—Está bien, tranquilo —se defiende, extrañado por su respuesta tajante—, pero tienes que comerte la sopa. Siéntate.

Obedece, quejándose de sus músculos acalambrados. Se apoya en el cabecero de la cama cuando Changbin le acerca la bandeja que hay sobre la mesilla. Es solo caldo de carne con jengibre y un poco de tofu, ama a su amigo con todo su corazón porque recuerda siempre lo mal que le cae al estómago la comida fuerte cuando está en celo. Cree que no lo merece, ¿quién merecería a una persona como Seo Changbin? Ni siquiera el perfecto Hwang Hyunjin. Que ahora estará a solas con el perfecto Felix. Y hablarán de danza y tal vez se enamoren. Y el australiano se dará cuenta de que Jisung no vale la pena. Y Han acabará con un alfa al que nunca amará porque es lo que se supone que debe hacer.

—¿Por qué lloras? ¿Te duele? —pregunta Changbin. Él niega con la cabeza, sorbiendo la sopa de la cuchara. Mastica un trocito de tofu blando con las mejillas llenas de lágrimas—. Tengo que traer el material para anidar, no vas a sentirte bien hasta que hagas un nido. Déjame que perfume algunas cosas mientras comes.

—No, no quiero que toques mis cosas —dice, no quiere sonar así de agresivo, pero es que de verdad no quiere que su nido huela a Changbin. Solo hay un olor que necesita tener, el único que puede darle un poco de consuelo en ese momento. Y el beta necesita ir con los demás, necesita estar cerca para que Hyunjin no se olvide de quién es su interés amoroso—. Ya estoy comiendo, puedes irte con los chicos.

—¿No quieres que me quede en casa? Estaré en el salón —ofrece.

Así han funcionado desde la universidad. Cuando Jisung no ha tenido una pareja con la que pasar su celo, Changbin lo ha cuidado como una madre amorosa mientras Chan dormía en un hotel. Lo mismo que en las rutinas del alfa. Ahora su estúpido lobo no quiere más feromonas beta sino un intoxicante olor a canela en cada una de las mantas, camisetas y peluches que guarda en el armario. Y Changbin tiene que irse cuanto antes para separar a Felix de Hyunjin.

—No... —susurra, no tiene ni idea de cómo decírselo sin ofenderlo—. Es que... No quiero... —Deja la sopa a medias sobre la mesilla de noche, gruñendo por el dolor en su vientre. Hay unos segundos de silencio que Jisung aprovecha para respirar hondo y tumbarse, cubriéndose con el nórdico.

—¿Quieres que le diga a alguno de los chicos que perfume algo de ropa? ¿A Felix? —Los ojos del omega se abren de par en par, Changbin tiene una sonrisa pequeñita y conocedora. Lo sabe, claro que lo sabe.

—¿No se ha ido de excursión? —pregunta, con la voz en un hilo y sintiéndose minúsculo como un átomo.

—Todavía está en casa de las madres de Seungmin. Le dije que pasaría a verte, ninguno quiere marcharse sin ti —Está enternecido, tanto que sorbe los mocos y solloza un poquito—. Puedo pedirle que perfume algo de ropa y la traiga. ¿Eso te parecería mejor? —Jisung asiente, tapándose la cara con las sábanas para que no vea que está llorando y avergonzado—. Está bien, descansa un poco más, iré a avisarlo.

Sale de la habitación y Jisung, a pesar de la anticipación y los dolores, se queda dormido.

El clic del picaporte del dormitorio lo despierta, aunque no abre los ojos. Parece que el precalentamiento ha durado apenas unas horas, está muy cerca de su primera oleada. Alguien cerró las cortinas porque está oscuro, bendito Changbin, y huele muchísimo a canela. Es imposible que un par de sudaderas retengan tantas feromonas.

Con los párpados cerrados, busca a tientas la ropa que su amigo debe haber traído. No la encuentra. Un peso desequilibra el colchón a su lado y hay unas manos suaves y frescas sobre sus sienes, apartando los mechones sudados de su piel.

—Hola, Gordito —La voz de Felix envía un rayo de electricidad por todo su cuerpo. Solloza, inclinándose contra las muñecas que están tan cerca de su cara—. Me dijo Changbin que debería perfumar algunas cosas de tu nido.

¿Qué nido? ¿De qué habla? Es imposible que esté en un nido porque esa cama es incómoda como la mierda. Si estuviera en un nido se sentiría cálido, arropado y suave, no áspero e impersonal. Además, él le pidió específicamente al beta que no tocara sus cosas, si lo ha hecho llorará. Si se ha atrevido a rebuscar en su armario le pegará una paliza cuando acabe el celo dentro de tres días.

Felix se aleja, se levanta de la cama y él abre los ojos, aterrorizado porque se marche. Ahí está el ángel de sus sueños, con el pelo suelto y una sudadera blanca. ¡Qué hermoso es, cielo santo!

—¿A dónde vas? —pregunta, haciendo acopio de todas sus dotes interpretativas para no sonar tan desesperado. No lo consigue, nunca ha sido un buen actor.

—Changbin dijo que guardas tu material de anidar en el armario —explica, abriendo las puertas—. ¿Es esto? —Señala a la caja grande en la que tiene sus mantas más suaves, tres peluches y unas cuantas camisetas viejas que están tan lavadas que parecen seda contra su cara.

—Sí...

Felix abre la enorme tapa y saca con cuidado el peluche de koala que le regaló Chan. No puede verlo bien por la penumbra de la habitación, pero parece estar sonriendo. Cuando toma la primera manta, la lleva directamente a su cuello. Su aroma a canela explota en la habitación y Jisung aprieta las piernas con solo pensar en cómo de bien olerá su nido.

Es una tortura, puede certificarlo. El dormitorio huele como si estuviera nadando en una fuente de manzanas asadas y apple pie. Dulce, casi empalagoso. Tarda algunos dolorosísimos minutos en llevar todos los tejidos que perfumó hasta él. No quiere lanzarse tan impacientemente contra la pila de ropa, pero, si alguien pregunta, dirá que fue su instinto y que no estaba consciente. Ya está acostumbrado a esas pequeñas mentiras piadosas.

Felix se levanta y guarda la caja vacía en el armario. Saca también la caja pequeña que hay justo al lado y, a pesar de lo extasiado que está Han por la manta que tiene sobre su cara, se da cuenta de que está a dos segundos de sufrir una humillación más para su lista.

—¡No! —exclama, pero es tarde porque ya quitó la tapa y está observando con los ojos muy abiertos la colección de juguetes para adultos de Jisung.

El dueño de la casa gime, mortificado. Se revuelve en la cama tapándose la cara con todos los tejidos que encuentra. Si fuera un topo, estaría haciendo un agujero en el colchón para desaparecer. Felix sale de la habitación, seguramente igual de avergonzado. Escucha el grifo del baño, ¿tanto asco le dio?

Han está aturdido y abochornado. Intenta distraerse colocando las mantas a su alrededor pero es imposible. El grifo se cierra y, cuando Felix vuelve al dormitorio, él está arrodillado en medio de la cama, con un puchero frustrado y la cara caliente por el rubor y el celo.

—Los he limpiado —dice de pronto—, por si tenían polvo —Lleva en las manos un hatillo hecho con una toalla—. ¿Dónde quieres que los ponga?

Jisung lo mira fijamente porque nada de lo que está pasando es lógico. Está a punto de llegar la primera ola de su celo, toda su habitación huele a canela y manzana, ese hombre al que lleva un año sin ver tiene sus juguetes sexuales en las manos y él no es capaz ni de hacer el nido que claramente necesita.

—¿Te parece bien si los dejo en la mesilla? —¿Por qué no deja de hablar? ¿Acaso no entiende lo que está haciendo su voz con él? Jisung es un desastre húmedo en sus pantalones negros de pijama. De hecho, ni siquiera es un pijama, es un chándal viejo lleno de bolitas. Y es áspero; necesita quitárselo cuanto antes porque le pica—. ¿Me estás escuchando, Gordito? —Se derrite, es un helado al sol, una vela encendida, un charco en medio de las sábanas nuevas que compró por si Felix se quedaba a dormir.

El rubio se acerca, deja el hatillo sobre la mesilla y estira la mano hacia él. Jisung se inclina automáticamente para dejar que le toque la mejilla. Cierra los ojos, oliéndolo. Sus labios rozan la piel de Felix, su lobo interior parece más al cargo de lo que él pensaba. Está bastante seguro de que no se ha portado así con ninguno de los alfas con los que ha pasado el celo antes.

—¿Quieres que me marche? —susurra el australiano. Jisung abre los párpados para mirarlo.

—No —confiesa, agarrando la muñeca que tiene en su boca—, por favor...

—¿Estás seguro?

—Sí, por favor, quédate. —Está al borde de la súplica, pero, ¿qué más da? La alternativa es quedarse solo y estar pensando en él por el resto de su celo, así que llevará su frente al suelo para rogar si es necesario.

Felix sonríe y le peina el pelo con los dedos: —¿Puedo entrar en tu nido?

—¿Qué nido? —pregunta, porque no puede ser que piense que ese despropósito es un nido—. Todavía no está hecho.

—Ah... Perdón... —Es tierna la forma en la que se sonroja.

Ahora tiene prisa, tiene que terminar su nido antes de que Felix pueda entrar. Lo aparta y estira la manta debajo de él, acumula en los laterales las otras frazadas formando un óvalo casi perfecto. Mueve las sábanas de un lado al otro, utiliza el nórdico para la parte inferior. Se concentra en hacerlo todo más cálido, más acogedor y cómodo. Si Felix va a tumbarse allí con él, tiene que ser perfecto.

—Voy a buscar unas botellas de agua a la cocina y algo para que comas.

—No tengo hambre —contesta, sin levantar la vista de las almohadas que está golpeando para ablandarlas.

El chico no contesta, lo escucha irse de la habitación mientras él continúa con su tarea. No sabe cuánto tiempo pasa, pero sí que es una de sus mejores creaciones: todo es confortable y bonito. Changbin dijo una vez que sus nidos parecían una cama para perros gigante. Se ofendió, incluso aunque aclaró que lo decía como un halago. Solo ha dejado que el beta entre a su nido una vez después de eso y fue porque se encontraba muy mal y necesitaba un abrazo.

—¡Qué bonito! —Felix lo sorprende con una cesta llena de botellas de agua, barritas energéticas, chocolates y fruta. No recuerda haber tenido ninguna de esas cosas en casa. La deja en el suelo junto a la mesilla y se queda ahí, mirando la obra de Jisung con los ojos brillantes—. Tu nido es genial, se ve súper cómodo. —El omega en celo se acicala, sonriendo.

—¿Quieres entrar?

—Sí, me gustaría mucho —asegura Felix, suena sincero y parece que no piensa que es una cama de perros gigante, así que se lo permite.

Se arrastra para dejarle sitio y el rubio entra, con pantalón vaquero y sudadera incluídos, ojalá estuviera desnudo. El chico se arrodilla a su lado, pasando las manos por los suaves tejidos que cubren la cama. Es tan guapo que a Jisung le da un calambre en el vientre. Jadea por aire y decide lanzarse directamente contra él. No tiene tiempo que perder, ya está ahí, lleva un año sin probar sus labios y todo es culpa de su celo.

Al besarse, el mecanismo de su pecho se vuelve loco. Su saliva es como un afrodisiaco, sus pantalones se empapan todavía más y está completamente duro. La primera ola lo golpea sin aviso, encendiendo cada terminación de su cuerpo como una hoguera. Trepa por el cuerpo de Felix, subiéndose a su regazo sin dejar de besarlo.

Para su suerte, Felix responde positivamente. Hay un suspiro de placer estrellándose contra la boca de Jisung. Lo sostiene por los muslos antes de subir sus manos a las nalgas. Presiona allí, amasa, toca, aprieta, pellizca; todo mientras sus bocas se enfrentan la una a la otra. La saliva chasquea, crea música junto a los jadeos. Hay algo extraño en el ambiente, sus feromonas se mezclan con las del otro omega en el aire. Es diferente a la última vez que se acostaron, probablemente porque su lobo está más en la superficie y es la primera vez que Jisung pasa el celo con un omega.

¿Echará de menos el nudo? ¿Llamará por un alfa en medio de la vorágine de placer? ¿Felix se asustará por lo terriblemente necesitado que se pone?

Tampoco le da mucho tiempo a pensar: ya está en su oreja, mordiendo el lóbulo y estremeciéndolo con su aliento. La nariz del rubio baja por la columna de su cuello hasta su glándula de olor. Respira allí como si estuviera esnifando su aroma. Sus manos presionan con más fuerza sus nalgas. Parece disfrutar de la forma en la que sus feromonas se han endulzado porque le lame. Jisung gime en voz alta, sus caderas se contorsionan para frotarse contra él. No es suficiente.

Nada parece serlo ahora que su juicio está nublado por la fuerza del celo. Felix lo percibe, arranca la camiseta de Jisung y la deja sobre el nido. Los dedos pequeños recorren su cintura, subiendo por sus costillas hasta sus pezones. Dos pulgares acarician los puntos hasta que están tensos y sensibles. Han tiembla como una hoja, sujetándose de los hombros y el pelo rubio mientras el otro baja por sus pectorales hasta enganchar uno de los nudos de nervios.

Es cruel que sus dientes se sientan tan bien. Envía rayos de placer a todas partes. Jisung tiene que cerrar los ojos para no volverse loco. Echa la cabeza hacia atrás, arqueándose para acercarse a los caninos que tiran de su pezón. Sus pantalones están empapados, seguramente ha llegado a los vaqueros del australiano. Un bocado más, los labios alrededor, sorbiendo como si esperara que saliera algo de allí. Una imagen perturbadora y, al mismo tiempo, terriblemente sexual se dibuja en su mente: ¿cómo se vería Jisung embarazado sobre el regazo de Felix? ¿Cómo se vería Felix embarazado sobre su propio regazo?

El australiano lo empuja, tumbándolo en la cama con poca delicadeza. Se queja por la lejanía, no por ser tratado como un muñeco. Tiene una sonrisa felina, como un gato a punto de comerse un ratoncillo que atrapó. Le arranca los pantalones y la ropa interior y los deja por ahí, sin cuidado. Ahora Han está completamente desnudo y él completamente vestido. ¿Por qué le parece eso tan excitante? Cuando termine su celo va a tener que reflexionar sobre todos esos nuevos kinks que está descubriendo.

—Preséntate, omega —ordena Felix, con su voz más grave que nunca. Su cerebro cortocircuita. Se estremece de la cabeza a los pies como si lo hubiera atacado con un táser. Gime en voz alta y sus piernas se frotan, buscando fricción.

Alguien más está controlando sus músculos, porque se da la vuelta, elevando su trasero ante él. Aplasta la cara contra las mantas que apestan a canela. Las manos de Felix acarician sus muslos y abren sus nalgas. Los pulgares se clavan cerca de su agujero, está mojado por todas partes, goteando hasta su perineo. No le da tiempo a prepararse o a volver en sí después de que su voz lo idiotizara: ya está ocupándose de su ávido agujero.

La lengua de Felix lo acaricia y lo escucha sorber. Agradece no estar viéndolo, porque cree que está a punto de correrse solo con el sonido vulgar, por no hablar de las sensaciones táctiles. El australiano gime como si estuviera comiéndose un postre. Lo lame, lo chupa, empuja su lengua dentro de su cuerpo. Jisung está temblando, con los ojos cerrados y su voz amortiguada por las mantas en las que está enterrado.

Entonces, decide incorporar algunos dedos a la ecuación. Jisung es malísimo en matemáticas, pero sabe que el resultado será una eyaculación descuidada en menos de dos minutos. Su celo parece más intenso que nunca, tal vez sea por el olor de Felix en su nido o por la propia presencia del otro omega. Lo que sí tiene claro es que esos dos dedos que se insertan dentro de él y la lengua que acaricia su orificio lo están volviendo loco.

El calor es tan intenso que suda a pesar de que están en pleno invierno. ¿Dejó la calefacción demasiado alta? El dormitorio es una sauna repleta de esencias de canela y manzana. Más dedos hurgando dentro de él. La primera caricia que le da a su próstata lo hace gemir y tensarse. Está tan cerca del orgasmo que todo parece confuso. Su estómago se aprieta y se acalambra, el dolor del celo se confunde con el placer de la estimulación.

—Fe... Felix, por favor —ruega, como una víctima a su torturador. Solo necesita un poco más, un poco más de fuerza, un pequeño aliciente más para saltar por la borda y lanzarse de cabeza al clímax que se acumula en sus pelotas. El australiano debe sentirse generoso, porque no lo obliga a suplicar antes de clavar sus dedos cortos cerca de su punto P y ordeñar su polla con la mano.

El placer lo golpea como un tren de carga a toda máquina. Solo necesita dos movimientos diestros para correrse entre jadeos, con la boca y la nariz llenas de la manta que huele a canela. Sus piernas tiemblan, su cuerpo tiene espasmos, Felix lo ayuda a bajar, acompañándolo hasta que está desparramado en el nido, fundiéndose como si fuera una de las mantas. Todo está mojado, pero no importa.

Felix se aparta, dándole una ligera nalgada que hace rebotar su carne. Gimotea y el chico se ríe. El peso en la cama cambia y tiene la fuerza suficiente para girarse y mirarlo.

—¿Te vas?

—No, voy a coger una toalla —responde, desapareciendo. Su corazón se acelera; es estúpido, porque escucha el grifo del baño, pero, todavía piensa que podrá abandonarlo y su lobo interior llora como si estuviera perdiendo una extremidad.

Cuando vuelve, tiene una sonrisa tierna en el rostro y las mangas del suéter subidas hasta los codos. Limpia a Jisung con suavidad, primero entre sus nalgas, a pesar de su vergüenza. Después se ocupa de su miembro flácido y pasa la toalla por el charco de la cama, aunque no servirá de nada. Deja la felpa en la mesilla antes de acercarse al nido otra vez.

—Quítate la ropa —dice Jisung, no es una sugerencia, suena como una orden que Felix obedece.

Cree que tiene más músculos de los que vio la última vez. Su piel reluce, recuerda las pecas en sus hombros. Completamente desnudos, se abrazan en el medio del nido. Felix los cubre con la manta mientras Jisung entierra la cara en su cuello. Su pierna sube entre las del australiano y percibe la humedad, el calor y la dureza de su miembro.

—Felix... —susurra, perfumando el cuello del otro a confianza.

Ahora huele a los dos, es mejor así, calma a su lobo interior y le da la sensación de que le pertenece. Quiere morderlo, quiere clavar los dientes en su cuello. No piensa mucho cuando lo escucha gemir y se restriega contra el muslo de Jisung. La voz de Felix sale como un quejido áspero.

—Jisung... —jadea, clavando los dedos en las nalgas de Han.

Di mi nombre otra vez, dilo mil veces, dilo, dilo, dilo, dilo.

Está sobre él, subido a sus caderas, mordisqueando cada pedazo de piel que encuentra, marcando los hombros pecosos, el cuello que huele a canela, el pecho lleno de músculos. Sus ejes se frotan juntos, Jisung vuelve a estar duro y, por cómo gotea, su lubricante está mojando a Felix también. Le importa un carajo, todo lo que necesita lo tiene debajo, es suyo ahora: su amante, su omega.

Está a punto de sentarse en la polla dura del australiano cuando lo detiene. Jisung se queja, revolviéndose para conseguir lo que quiere. No se lo permite, por supuesto. Felix es mucho más fuerte que él y lo empuja hasta que su espalda da en el colchón. Su lobo interno está deshaciéndose como una pastilla efervescente.

—Quería darte un descanso, omega ansioso —Qué malvado es, cuánto le gusta que lo sea—. Pero parece que estás preparado para más.

—Sí... Más... —balbucea, acariciándose a sí mismo.

Felix le da una sonrisa taimada y se estira por el borde de la cama. Rebusca dentro de la caja y lo ve dejar una caja de preservativos en la mesilla, junto al hatillo de sus juguetes sexuales. Cuando se coloca uno de los profilácticos, le sienta perfectamente.

—Eres muy pretencioso trayendo eso —murmura Jisung, masturbándose ante la visión del omega lleno de músculos.

—Son un amuleto.

—¿Un amuleto?

—Si tenía suerte, iba a usarlos —Guiña un ojo con travesura y se cierne de nuevo sobre él—. Parece que dieron resultado, ¿no? —Lame la boca de Jisung y acaricia su pezón—. Date la vuelta y déjame follar ese culito desesperado.

Jisung nota al chorro que sale de él. Se retuerce para estar boca abajo, Felix levanta sus caderas al mismo tiempo que presiona su espalda para que su pecho continúe en la cama. Es más mandón de lo que recordaba pero está bien. Está muy bien, está tan bien que la caricia como una pluma que le da a su agujero lo tiene gimoteando como un perro en celo. Aunque, viéndolo de esa manera, de hecho es un perro en celo ahora mismo.

—Por favor, no me tortures más, lo necesito. —Es posible que esté exagerando un poco el dolor que siente, aunque su vientre está tenso, el orgasmo que acaba de proporcionarle y el olor de Felix son suficientes para calmar los calambres más duros. Pero él no tiene por qué saberlo, puede seguir creyendo que está sediento de su polla si con eso se la da.

No lo hace esperar más, para regocijo de Jisung y de su lobo interno. Lo atraviesa con una estocada lenta, milímetro a milímetro. Es minucioso y cruel, como si estuviera feliz de escucharlo rogar por más, probablemente lo está. Los dedos se clavan en sus caderas y se mueve muy suave, es suficiente para estimularlo, pero no lo suficiente como para llevarlo al borde del dolor y el placer.

—Más fuerte, joder —se queja, agarrando los tejidos al mismo tiempo que se aprieta alrededor de la polla ajena.

El rubio hace un sonido ahogado, respira pesadamente antes de embestir con fuerza contra su trasero. Saca todo el aire de los pulmones de Jisung cuando impacta directamente contra su próstata sensible. Y no le da tregua. Los empujes se hacen brutales, tiene sentido el aguante que tiene y la fuerza de sus caderas porque es bailarín. Le agradece al universo por la profesión de Felix mientras gime abandonado.

Lo empuja contra la cama sin salir de su cuerpo, cierra sus piernas y pasa las suyas alrededor. Está sentado a horcajadas sobre sus muslos mientras lo empala. Está bastante seguro de que la polla de un omega no debería ser tan grande como la de Felix, es un fenómeno de la naturaleza, ¿tendrá un nudo? Le importa una mierda. Le da igual que no lo tenga. La forma en la que lo folla, presionándolo contra la cama, con una mano sobre su omóplato y la otra en su cintura, es suficiente. Su propio miembro se frota contra la tela del nido, todo huele a ellos, su cerebro le envía imágenes de como se verá sobre él, ahora mismo.

No puede hacer nada más que aceptar sus embates con la mente atontada y su animal interior tomando el mando de sus instintos. Quiere que lo embarace, que lo colme hasta el borde con su semen y lo tape para no desperdiciar ni una gota. Sus cachorros serían hermosos, tendrían las mejillas de Jisung y las pecas de Felix. Está a punto de gritarle que lo haga, que se quite el condón que los separa y lo rellene como un pollo en el samgyetang. Sin embargo, no puede hacer nada más que gritar cuando se deja caer sobre su espalda y lo muerde.

Sus dientes se clavan con la misma fuerza que su polla abre su orificio. Su mano tira del pelo de Jisung y hay un gruñido bajo que viene del fondo del pecho del australiano. Jisung cierra los ojos, el placer lo recorre de los pies a la cabeza, nace en el final de su espina dorsal y llega hasta el cuero cabelludo castigado.

—Mi omega... Mío. —No tiene tiempo a contestar, su polla se derrama haciendo un desastre entre su vientre y la manta. Su recto se encoge con espasmos salvajes y Felix no para de moverse, no deja de empujar contra su centro, no suelta el pedazo de carne que tiene en la boca.

Jisung sigue corriéndose, sigue gimiendo, sigue lubricando. Siente como si le hubieran dado la vuelta a su piel y ahora sus terminaciones nerviosas estuvieran al aire. Felix se aparta y le da la vuelta, no tiene tiempo de descansar, de entender lo que está pasando antes de que vuelva a embestir contra su culo. Agarra su polla que no ha tenido tiempo de ablandarse para masturbarlo.

El omega en celo tiembla, clava las uñas en los brazos del rubio y aguanta las lágrimas que se acumulan entre sus pestañas. Está tan sobreestimulado que el dolor y el placer se confunden en cualquier lugar de su mente.

—Felix, Felix, Felix... —suplica, pero no sabe qué está pidiendo.

—Uno más, uno más y te dejaré descansar —promete, agitando el eje que tiene en su mano. Su liberación anterior actúa como una pobre excusa de lubricante.

—Ah... Ah... Ah... —Está jadeando, gimiendo en voz alta, chillando por la liberación o para que lo deje en paz, no tiene ni idea de cuál. Solo sabe que Felix sigue follándolo con fuerza, que se ve imponente así, sudando, desnudo, con ese brillo malvado en los ojos.

—¿Necesitas un nudo? —pregunta de pronto—. ¿Tengo que tener un nudo para hacer que te corras de nuevo, omega?

—No, no, no. —Claro que no. Todo lo que necesita es que raspe su dedo en la punta sensible de su polla de esa forma.

Jisung grita su nombre, es "Felix, Felix, Felix" todo lo que sale de su boca. Su cuerpo se acalambra como lo hacía antes su vientre. Las embestidas del rubio se hacen más cortas, lo escucha gemir con su voz grave y sensual. Se está corriendo, lo sabe por la forma en la que aprieta su cintura con la mano que no sostiene su miembro. No necesita un nudo para correrse, es más que suficiente con verlo llegar a él sin dejar de castigar su cuerpo sobreestimulado. Siente su polla expulsando una liberación que no esperaba, manchando la mano que la aprieta, se corre con un quejido desde el centro de su pecho y cierra los ojos. Detrás de sus párpados ve un millón de puntitos blancos, en una última exhalación, pide clemencia antes de desmayarse.

Jisung despierta y no sabe si es de día o es de noche, Felix duerme a su espalda. Está limpio de semen aunque su trasero está lubricando de nuevo. Gimotea lo suficientemente alto para que la mano que cubre su vientre se apriete.

—¿Otra ronda?

—Por favor —susurra.

Lo siente moverse, probablemente poniéndose un condón, quiere arrancarle el pedazo de látex de las manos y alejarlo de él. Pero sabe que solo son sus instintos encendidos por el olor a sexo, celo, manzana y canela. Aunque sería hermoso, no puede hacerlo.

Felix no lo deja pensar. Sin más preparación que la de su propia biología, se coloca a su espalda y se inserta en su trasero para una nueva sesión de embestidas desesperadas y orgasmos devastadores.    

***

Les dije que era largo, navegantes, pero no les avisé de que era intenso JAJAJAJJAA

Como ven, vale por dos  (indirecta para las que ofrecieron sacrificios por WhatsApp a cambio de cuatro capítulos)

¡Nos vemos en el infierno!

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