1. Sídney: Tinder

23 de diciembre de 2020

Jisung vibra de emoción. Con la mochila sobre un hombro y la maleta de ruedas vieja intentando seguirle el ritmo, esquiva a los cientos de transeúntes que deambulaban por la sala de recogida de equipajes como si el tiempo estuviera esperándolos a ellos. ¿Esa gente no entiende que a él sí lo esperan detrás de las puertas automáticas?

Cuando las cruza, mira a todas partes, ansioso como un cachorro que espera a su dueño en casa a que vuelva del trabajo. Ahí está, el idiota con los hoyuelos más bonitos del mundo, con un puñado de globos de colores y un cartel de bienvenida en coreano. Jisung está a punto de llorar, no puede prometer no hacerlo en los próximos treinta segundos, que es lo que tarda en librarse de toda la marabunta de pasajeros para lanzarse como una bola de demolición contra su amigo.

Chan ríe en voz alta, tintineante, muy adecuado para la época del año. Su olora menta fresca lo envuelve antes de que el tonto pueda abrazarlo también. Todas las cosas que duelen en el pecho de Han se relajan. Es la primera vez que lo hacen desde hace mucho. La ansiedad que lo hace temblar desde que tomó el avión en Incheon también se calma.

Gracias, no es capaz de decirlo porque Chan maldice.

—Mierda, Jisung —se queja, apartándolo—. Se me escaparon los globos. —Tiene un puchero en sus labios carnosos. Parecen más lujosos que nunca, se pregunta si tal vez se ha inyectado ácido hialurónico.

En lugar de seguir mirando el tonto puchero, sigue la dirección de sus pupilas. Las esferas de colores suben inexorablemente hasta el techo de la terminal, instalándose entre las vigas. Le importa un pimiento. Agradece el gesto, pero no es lo suficientemente significativo como para dejar de abrazarlo, así que vuelve a apretujar su cuerpo duro entre sus brazos.

Chan suspira con cansancio, como si se rindiera, dejándolo hacer. Jisung está feliz por eso y porque le acaricia el pelo como cuando era un adolescente que no se había presentado, con acné y un terrible control de las emociones. No se ha parado a pensar hasta ese momento en lo muchísimo que lo echaba de menos. Es mejor así, si Han piensa demasiado en algo, se convierte en una obsesión insana. Y nunca ha sido demasiado bueno con las despedidas.

—Gracias por invitarme a venir —consigue decir, en un inglés atropellado.

—Estoy muy feliz de que estés aquí, soy yo quien tiene que agradecerte por aceptar por fin mi invitación. —No es verdad, no tiene que agradecerlo, Chan no necesita a Jisung de la misma forma que Jisung ha necesitado a Chan, especialmente en los últimos tiempos en los que su vida ha estado un poco torcida.

Bang Chan (Christopher Bang, en Australia) ha sido siempre autosuficiente y triunfador. Helo aquí, con un cartel en coreano, unos globos que escaparon y una camiseta de Celine que probablemente cueste la mitad del alquiler del apartamento de Jisung. Es él y solo él quien debe sentirse agradecido. Lo hace, lo ha hecho desde siempre, lo hará para siempre.

—De verdad, muchísimas gracias —repite, inhalando una última vez su esencia alfa que despertó hace tantos años.

Se separa de él componiendo una sonrisa, evitando esas estúpidas lágrimas que se instalaron en la línea de sus pestañas cuando lo vio dos minutos atrás. Las mismas que llevan amenazando con asomarse desde que le ofreció pasar las fiestas con él. ¡Qué afortunado es, maldita sea! A pesar de toda la mierda del último año, es un cabrón con suerte por poder colgarse del brazo de su amigo y salir del aeropuerto con pasos alegres que parecen casi cabriolas.

El calor es sofocante y el sol brilla con una fuerza que no parece natural.

—¿Estamos en Venus? —gime en cuanto sale del coche deportivo que conduce Chan.

—Bienvenido a la Navidad australiana —bromea Chan, con un codazo.

Su mochila se resbala de su hombro, pero la sostiene a tiempo. Su amigo carga en una mano la maleta destartalada, lo hace sentir mal porque parece que lleva tres kilos y no los buenos 15 que la auxiliar de tierra había pesado en Incheon.

La casa de Chan es bonita, ni muy grande ni muy pequeña. Está en un suburbio de Sídney, con muchas otras casas igual de bonitas alrededor. Parece una película de Hollywood aunque están prácticamente en las antípodas. ¿O era de Europa? Sí, eso es, Australia son las antípodas de Europa. Igualmente, están demasiado lejos de Estados Unidos para que el vecindario se parezca tantísimo a una película americana.

El jardín tiene algunos arbustos y un césped verde que no parece muy adecuado para el sol infernal que azota la nuca de Jisung en ese momento. Suben al porche, una brisa caliente remueve la campana japonesa colgada sobre una de las vigas. Está maravillado porque la recuerda.

—¿Sigues teniéndola?

—Claro, ¿tú no tienes la tuya? —pregunta, abriendo la puerta y dándole paso.

—La perdí en una mudanza —confiesa, acongojado.

Se quitan los zapatos en el rellano, Chan no dice nada sobre su campana perdida. La compraron juntos, en su primer viaje a Japón con Changbin. Se lo había pasado tan bien allí que, a veces, se plantea mudarse. Sabe que no tiene sentido, que unas vacaciones con amigos no son la vida real, aunque le gustaría que lo fuesen.

Sus calcetines sudados dejan huellas en el suelo de madera. A Chan le va bien, su trabajo como productor musical ha dado frutos desde que eran jóvenes. Sin embargo, su amigo tiende a ser frugal y se nota en el mobiliario: un gran sillón en ele, perfecto para traer a mucha gente; una mesita de café, un televisor grande y unas cuantas estanterías llenas de libros y discos. No hay nada más en el salón.

—Aquí hay un aseo —comenta, abriendo una puerta debajo de las escaleras—, en tu habitación tienes un baño completo.

—¿Tendré mi propia habitación? Creí que dormiríamos en literas —comenta, jocoso. Chan se ríe negando con la cabeza, como un padre amoroso y cansado.

Suben a la planta superior; hay tres dormitorios, explica antes de mostrarle el principal. Hay unas cortinas pesadas y negras corridas a los lados. Parece que sigue teniendo los mismos problemas de siempre para dormir, tiene sentido porque en ocasiones hablan hasta horas intempestivas por Kakao.

El cuarto que le presta a Jisung mide lo mismo que el salón de su apartamento de Seúl; definitivamente, la vida en Australia es distinta. Tiene miedo de preguntar cuánto le habrá costado esa casa, porque tiene claro que no podría pagarla ni en siete vidas como la que está viviendo.

Por otro lado, preferiría no tener siete vidas más como la actual. Muchas gracias.

Deja la maleta en una otomana y sonríe con todos esos dientes blancos, esos labios rosados que probablemente se haya inyectado y el par de hoyuelos hundiéndole las mejillas. Jisung quiere abrazarlo una vez más. Para evitar parecer lo pegajoso que se siente, deja sobre la cama su mochila y se quita la sudadera que se arrepiente de haberse dejado puesta.

—¿Te gusta tu habitación?

—¿Me puedo quedar a vivir aquí? No soy nada molesto, me quedaré en mi cuarto todo el tiempo.

—Eres muy molesto —asegura, con ese cariño que siempre impregna su voz cuando habla con él o con Changbin—. Pero puedes quedarte todo el tiempo que quieras.

Algo vuelve a apretarse en su pecho, esa cosa fea que parecía haberse esfumado cuando lo encontró en el aeropuerto. Es Chan quien lo abraza, seguramente porque la expresión de Jisung cayó como un Jenga del que sacaron una ficha mal. Claro que quiere quedarse, pero sabe que no puede huir de sus problemas para siempre, ¿no? Porque mudarse a Australia sería una huída en toda regla. Santo Cristo, estaría cambiando de hemisferio. Por supuesto que sería una escapada.

A Chan no le importa lo que esté pensando, solo lo abraza, lo arropa, lo protege. Estaría dispuesto a darle esa cama para siempre sin exigirle que moviera ni un dedo para merecérsela. Porque Chan es así, siempre tan dispuesto, siempre preparado para salvarlos a él o al idiota de Binnie. Por cierto, ese imbécil debería estar ahí ya y no en Seúl haciendo lo que sea que esté haciendo a esa hora. Está seguro de que no podrá aguantar las lágrimas ni un segundo más cuando suena un portazo en la entrada.

—¡Chris! —Alguien grita en inglés desde abajo.

—¡Ya bajo! —contesta, agarrándolo de las mejillas para bajar la voz—. ¿Estás preparado para el caos?

—¿Qué caos?

El caos son tres coreanos-australianos con una tarta pavlova recién hecha en las manos. La madre de Chan se llama Melissa Bang y tiene la piel más tersa que la de Jisung. Huele a algodón limpio, mucho más suave que cualquiera de los otros por su naturaleza beta. Su padre, John, le da un apretón de manos y un abrazo con un par de golpes en la espalda, todo lo que se espera de un alfa. Definitivamente, Chan heredó su complexión del hombre y puede que su olor también porque hay algo mentolado en él. Conoció a Hannah hace mil años, fue a Corea una vez cuando su hermano vivía allí, aunque no se había presentado todavía. Ahora es una alfa de su altura, aunque huele a algún tipo de hierba aromática que no es capaz de identificar, Jisung nunca ha sido muy bueno con los olores.

—Estás muy guapo, oppa —dice Hannah en coreano, abrazándolo—. ¿Llevas bloqueadores de olores? —Jisung se sonroja por el cumplido y por la pregunta indiscreta mientras Chan gruñe apartándola de él.

—Deja en paz a mi amigo —reclama. Lo agradece porque es un poco invasiva. Parece que ha provocado una pelea de hermanos alfa con gruñidos incluidos (espera que sean fingidos).

—Tendrán sesenta años y seguirán portándose como cachorros —suspira la señora Bang, tirando de la mano de Jisung hasta la cocina que no vio cuando llegaron.

Es bonita y funcional y parece que la mujer sabe donde está todo porque saca un plato y un tenedor y corta directamente un pedazo de pavlova, sirviéndoselo. Jisung se sienta en la mesa de la cocina a comérsela, no tiene mucha hambre, pero nadie lo ha visto jamás rechazar un dulce y este no será el primer día.

Charla con ella tranquilamente sobre el vuelo. "Fue bien", dice, también que hace mucho calor aunque, por suerte, tiene la maleta llena de ropa veraniega. Se asegura de elogiar profusamente el merengue con los carrillos llenos de frutos rojos. La beta brilla con los cumplidos y procede a explicar por qué la textura del merengue es lo más importante de la pavlova.

—Mañana es Nochebuena, cenaremos en casa de mis padres —cuenta Chan, entrando a la cocina con el pelo revuelto y una sonrisa—. Y en Navidad nos iremos a Bondi y pasaremos el día en la playa.

—¿Has ido alguna vez a la playa en Navidad, oppa? —Hannah usa el inglés, pero mantiene el título en coreano. Jisung niega con la cabeza—. Es una tradición aquí.

—Llevamos gorros de Papá Noel y hacemos un árbol —continúa su amigo, tomando una cucharada de pavlova directamente del recipiente.

—Sírvete un trozo, no seas salvaje —reprende su hermana.

—Será mejor que no abrumemos a Jisung, lo mismo tiene jet lag. —John parece la voz de la razón o, tal vez, el único con ganas de imponerse, porque Melissa está mirando, cansada, a sus dos hijos que vuelven a discutir.

—No se preocupe, señor Bang...

—Descansa un poco, solo queríamos darte la bienvenida y traerte la tarta —interviene la beta, con una sonrisa conciliadora—. Nos veremos mañana para la cena de Nochebuena.

24 de diciembre de 2020

La cena de Nochebuena es divertida, están los abuelos de Chan, sus hermanos y sus padres. Mike, el más joven de los Bang, parece un poco más tímido que el resto de la familia. Aún así, le cuenta que está estudiando un posgrado en Estados Unidos. La comida es buena, la carne en Australia sabe distinta, definitivamente. Todavía hay un montón de aperitivos coreanos y los abuelos de Chan usan el idioma mejor que el inglés. Se siente como debería sentirse un hogar cuando a uno lo quieren. Se pregunta si se sentirían igual de bien si conocieran las particularidades de Jisung. Está seguro de que no.

—Entonces, conocí a esta chica en Tinder, es genial —murmura Hannah, hablando con Chan mientras los tres toman una copa en el porche trasero de la casa después de la cena. Le sorprende que se lo cuente, él nunca ha sido tan cercano con su hermano pero, una vez más, puede que sea algo del aire australiano que hace a la gente más sincera.

—¿Tinder funciona? —Por supuesto que Chan no usa Tinder, no tiene tiempo para dormir, como para plantearse tener citas.

—Sí, tiene unas cuantas funcionalidades nuevas. Puedes filtrar por el género, subgénero, intereses, ¿sabes? Está genial porque solo te aparece la gente con la que coincides. Se ahorra mucho tiempo.

—No sé, parece impersonal —comenta Chan, pero no es malicioso. De hecho, está echando un vistazo por encima del hombro de su hermana mientras le muestra el teléfono—. Oh, es muy guapa.

Jisung tiene curiosidad, así que se acerca, subiéndose al brazo del banco, se apoya en Chan para mirar también. Sí que es guapa, tiene una sonrisa enorme, los ojos azules y la piel besada por el sol. En el perfil pone que es beta, que le gusta patinar y que tiene 25 años.

—¿Buscaste una beta específicamente? —pregunta Jisung, esperando no sonar impertinente. Percibe una mirada de Chan que no quiere descifrar.

Hannah no se molesta, al contrario, le explica a Jisung todos los pormenores de las aplicaciones de citas y como ella está abierta a cualquier género. Le sorprende y le hace sonrojarse a partes iguales. Igual es cosa de alfas, los alfas siempre pueden obtener lo que quieran, así funciona el mundo. Nadie mirará raro a Hannah si se une a un alfa, un beta o un omega. Tal vez es cosa de Australia.

—Déjame que te cree un perfil, oppa. —Está a punto de negarse cuando piensa ¿qué demonios? No tiene nada que perder, tomará un avión de vuelta a Corea el 2 de enero, cualquier match quedará entre él, su teléfono y Chan, si se lo cuenta.

Se lo contará si ocurre. Sería incapaz de no hacerlo.

Hannah crea un perfil para él, selecciona de su galería las fotos que más le gustan. Sigue desplazándose por las fotos más antiguas y ve pasar algunas de personas que ya no forman parte de su vida. Gente con la que creyó que esa vez sí era la definitiva. Gente que se fue y Jisung no persiguió porque se obsesiona demasiado rápido y es muy malo con las despedidas. No piensa más en ellos y la alfa no hace preguntas sobre ninguno. Chan sigue en silencio, con los ojos clavados en su cara como si esperara un momento en el que volviera a desparramarse en el suelo como un vaso volcado.

—¿Qué te gusta? —Es inocente, espera, porque no sabe nada sobre su vida, pero aún así genera en Jisung unas cuantas cosas desagradables que su amigo debe percibir.

—Tengo sueño —dice Chan, bostezando—, ¿podemos irnos a casa ya, Hannie? —¿Desde cuándo tiene él el poder para decidir eso? A pesar de la duda, asiente.

Le quita el teléfono a su hermana con un tirón y se lo guarda en el bolsillo. Jisung agradece que lo salve. No le devuelve el aparato hasta que se acuerda, cuando ambos dejan los zapatos en la entrada de la casa de Chan. Enciende el aire acondicionado y hablan de esto y aquello en el salón durante, al menos, una hora más. Recuerdan batallitas de juventud, Chan le da golpecitos con los pies en los muslos, porque está tumbado. No sacan ningún otro tema incómodo, el cerebro de Jisung se relaja hasta la somnolencia.

—A la cama, pequeño gremlin —ordena su amigo, tirando de su brazo para subir las escaleras. Le da un abrazo más antes de empujarlo hacia su habitación—. Feliz Navidad, Hannie, me alegro de que estés aquí.

—Feliz Navidad, Channie —contesta, con una sonrisa genuina.

Si esa noche rellena y activa su perfil de Tinder con el ligero mareo del alcohol y el sueño, es solo entre él y Dios.

25 de diciembre de 2020

Entre todas las cosas extrañas que Jisung había hecho en su vida, ir a la playa llevando un gorro de Papá Noel en la mañana de Navidad no estaba entre ellas. Se arrepentía un poco de no haber venido a Australia antes, pero siempre era caro, siempre había mucho trabajo, nunca tenía tiempo. ¿Cuánto hacía que Chan se volvió a su país natal? ¿Cinco años? ¿Cuatro? Recordaba que acababa de terminar la universidad y le surgió una oferta laboral, así que lo natural fue volver a Sídney y construir su vida aquí.

Changbin y Jisung se quedaron en Corea, cada uno haciendo lo suyo, pero todavía encontrándose una vez al mes. Sobre todo porque Changbin venía a su casa de sorpresa para ver si estaba vivo e invitarlo a comer. Lo agradecía, aunque tenía otros amigos, Changbin y Chan siempre iban a ser sus favoritos, se conocían desde hacía demasiado tiempo para no serlo.

—¡Oppa! —Hannah chilla desde la arena, junto a un par de enormes sombrillas. Lleva un bikini rojo y blanco de ¿Mamá Noel? Parece popular, porque muchas otras personas llevan trajes de baño con motivos navideños. Le hace sonreír.

—¡Hola, Hannah! —saluda, arrastrado por la emoción vibrante del mar y la música de la gente alrededor.

Deja atrás a Chan, que carga con todo, para llegar hasta la familia Bang. Mike está sentado en una hamaca con un libro, los padres han dispuesto un picnic con un montón de fruta picada. El estómago de Jisung gruñe casi tan alto como el retumbar de las olas.

—Hola, Jisung —saluda Melissa—, ¿quieres sandía? —Asiente, llevándose a la boca dos pedazos directamente

—¿Mi hermano no te ha dado de desayunar?

—No nos dio tiempo —se excusa el alfa, colocando una tercera sombrilla junto a ellos.

—Es el peor anfitrión. Puedes venir a dormir a mi casa si quieres —invita la chica, echándole una mano por el hombro—. Oh, me gusta tu olor —No cree que esté coqueteando pero en Corea se considera absolutamente descortés hablar del aroma de otra persona de esa forma. Puedes decirle a un desconocido que está gordo, pero jamás referirte a sus feromonas. Irónico.

—Hannah, es de mala educación decir algo así —reprende su madre.

—No he dicho nada malo. Jisung huele bien, me alegro de que no esté usando bloqueadores hoy.

—Es un poco feo hablar de los olores ajenos en Corea —interviene Jisung—, pero no me he ofendido, no te preocupes. Y los usé en el avión, no es obligatorio, pero se considera cortés hacerlo, para no molestar a los demás.

—Y para que no te molesten a ti, supongo —añade ella, frunciendo el ceño—, los alfas son un dolor en el culo a veces.

—Eres una alfa, Hannah Bang —gruñe Chan, quitándose la camiseta después de que preparó todo el hueco para ellos mientras Jisung no movía un dedo—. Y yo también.

—Precisamente, un dolor en el culo, ¿verdad, oppa? —Le guiña un ojo, Jisung muerde el cebo.

—Un poco sí, la verdad.

—¡Hannie, no te pongas de su parte!

—Jisung oppa está de parte de la razón.

—Deja de llamarlo "oppa", suena extraño si lo mezclas con el inglés. Pareces una de esas fanáticas de los "k-dramas".

—Es que es mi oppa —insiste, abrazando a Jisung con más fuerza. Sabe que solo está molestando a su hermano y se siente de mejor humor después de dormir diez horas, así que lo sigue.

—Puedes llamarme oppa cuando uses cualquier idioma, Hannah.

Chan parece consternado, con una mano en su amplio y musculado pecho. A pesar de tener un color un poco más saludable, sigue siendo más pálido que la piel natural de Jisung. ¿Estará moreno cuando vuelva a Corea? Espera estarlo, cuando le pregunten, dirá que pasó la Navidad en el mar.

—Entonces tendrás que llamarme hyung en todos los idiomas —replica, vengativo, tomándolo del brazo para apartarlo de su hermana.

—No te llamaré hyung ni en coreano —promete, intentando librarse de su agarre.

Es una empresa imposible, el alfa consigue quitarle la camiseta por la cabeza y le baja los pantalones. Jisung chilla, removiéndose como una culebra para huir de sus atenciones. Tampoco lo logra. Ahora está en bañador, en el hombro del estúpido alfa de hoyuelos que corre hacia la orilla como un poseso. No puede evitar echarse a reír, golpeándole las nalgas con fuerza. Chan maldice y lo lanza al mar. Está frío como el demonio, pero es mucho mejor que el sol venusiano que estaba golpeándole la cabeza unos segundos antes.

Emerge justo cuando una ola los hace rodar a los dos como muñecos de trapo. Cuando vuelve a salir a la superficie, Chan parece un perro mojado, con todo el pelo pegado a su cara. Se rie de él mientras trata de subir el bañador que se le cae. Su amigo también ríe, acercándolo para atar con más fuerza el cordón de su pantalón corto negro.

Son las cinco de la tarde y acaba de darse un baño con agua tibia en el baño de su habitación después de que Chan lo regara con la manguera en el porche trasero para evitar la mayor parte de la arena. Se tumba en el sofá con la cabeza apoyada sobre un cojín. Tiene la batería social prácticamente agotada; para ser honestos, ya está aguantando mucho más de lo que aguantaría en cualquier plan en Seúl.

Agarra el teléfono móvil del bolso para ver si Changbin ha dicho algo en su chat grupal. Una pequeña llamita en la parte superior de la barra de notificaciones capta su atención. Abre Tinder directamente cuando lee que tiene nuevos matches.

Oh, cielos. Eso es mucha gente. Hay uno, dos, tres, cuatros... Siete personas que están interesadas en él. Bien, es posible que él hubiera estado interesado primero en esas personas teniendo en cuenta que se quedó un rato deslizando el dedo hacia la derecha la noche anterioranoche. Lo que no esperaba era tener ese éxito. Su estómago burbujea con la emoción de la conquista, de sentirse un poco más guapo que de costumbre. Alimenta su ego. La gente con la que ha conectado es guapa, pero, de nuevo, es normal que se lo parezca porque él mismo estuvo interesado primero.

Haengbok:

Rápido

dime cuál es tu película de Ghibli favorita

es cuestión de vida o muerte

Jisung se ríe sin darse cuenta, mirando la conversación que acaba de abrir. El mensaje llegó hace unas horas, el chico es bonito, rubio, con una enorme sonrisa llena de dientes blancos y los ojos rasgados.

Han:

Mi película favorita es "El castillo ambulante", sé que llega un poco tarde, solo espero que no estés muerto. Sería muy triste.

Haengbok:

Mi vida pesará sobre tu conciencia

Estabas viendo toda la filmografía de Ghibli para contestar?

Eres un fakefan?

Si es así dímelo ya y no me hagas sufrir

No debemos seguir hablando si eres un posser

Imagínate que me gustas

seguimos conociéndonos

quiero verte en persona

Y de repente resulta que acabo saliendo en "Catfish"

Han:

No, no, te lo juro. Nunca engañaría a nadie con Ghibli, es sagrado. Mi película favorita de Ghibli es "El castillo ambulante", la veo una vez cada dos meses, si quieres puedo pedirle a Netflix que me pase las estadísticas de las veces que la he visto

Haengbok:

Eso estaría bien

Sería una buena prueba de que no saldré en "Catfish"

En cualquier caso

Es una película genial, es posible que también sea mi favorita

Aunque tendré que verlas otra vez

Han:

¿Entonces el posser eres tú? ¿Seré yo quien salga en "Catfish"? Apenas acabo de descargarme Tinder y no me gustaría que el primer tipo con el que hablo sea un fake fan de Ghibli

Haengbok:

Eres tú quien tardó horas en responder a mi mensaje

Por lo tanto

tú eres el fakefan

Soy el primero?

En tu perfil dices que eres de Corea

Te acabas de mudar?

Estás de vacaciones?

Fuiste a Bondi hoy?

Han:

Haengbok:

Sí a qué?

Han:

¡Escribes muy rápido y el inglés no es mi lengua materna!

Haengbok:

Estás usando Google translate?

JAJAJAJJAa

Qué adorable

Han:

No te rías, trato de mantener una conversación contigo, pero vas demasiado rápido

Haengbok:

Si te gusta lento solo tienes que pedirlo, cariño😉​​

Han se ríe en voz alta y sus mejillas se calientan como un colegial.

—¿Changbin ha dicho algo? —Chan está ahí, sin camiseta, tirado en el sofá y mirándolo con sospecha. Ni siquiera lo escuchó llegar, lo cual lo hace avergonzarse un poco más. Tiene varias opciones, decirle la verdad y confesar que está hablando con un chico de Tinder o mentirle. Ahora mismo no le apetece dar explicaciones, así que prefiere guardar esa información para otro momento en el que sea más verbal y menos chateador.

—Vi un meme de un gatito —miente. Ahora que lo piensa, el chico rubio de Tinder se parece a un gatito, así que tampoco es tan mentira.

—¿Quieres cenar algo?

—No creo que pueda comer nunca más, tus padres saben cómo agasajar a un invitado —contesta, frotándose la barriga. Chan se ríe y enciende la tele.

—Yo tampoco tengo hambre, la verdad. Pregunté para ser un buen anfitrión, como mis padres. —Hay retintín, Jisung le lanza un cojín.

—Eres el mejor anfitrión del mundo porque sabes cuando tengo la batería social agotada. —El alfa sonríe con orgullo y no dice nada más, entendiendo perfectamente que no quiere seguir conversando. Enciende la televisión para darles algo de ruido de fondo.

Haengbok:

Si te gusta lento solo tienes que pedirlo, cariño😉

Ey

Oye, lo siento si me pasé

Estaba bromeando​​

Bueno, está bien

Puedo aceptar un ghosting

del chico más bonito que he visto en esta app en siglos

pero me dolerá

(mi disculpa iba en serio, si me pasé, dímelo)

Siente las orejas calientes, no es normal la cantidad de sonrojo que es capaz de provocar ese idiota de Tinder cuando apenas llevan hablando media hora. Le parece adorablemente intenso, casi como puede llegar a ser él mismo en determinadas circunstancias. Decide contestar quitándole hierro, no quiere hacer tropezar algo que ha empezado con tan buen pie.

Han:

Estaba hablando con mi amigo, perdona. Me preguntó si quería cenar pero estoy tan lleno que creo que explotaré y dejaré sus paredes llenas de vísceras y restos de comida. Puede que también haya arena, hoy tragué un poco en la playa. (Todo está bien, no me ofendiste y no te pasaste)

Haengbok:

Entonces fuiste a Bondi!

Yo fui a Tamarama

Mi hermana quería hacer surf

se cree Kelly Slater

pero parece un pingüino de "Surf's Up"

Habías estado antes en Bondi?

Han:

No entendí ninguna de las referencias. Y no, no había estado en Bondi, es la primera vez que estoy en Australia, llegué anteayer.

Haengbok:

Cómo que no entendiste las referencias?

Kelly Slater es un surfero

Pero

tienes que saber qué es

Surf's Up

La mejor película de surf jamás estrenada

Han:

Siento decepcionarte pero... no

Haengbok:

Santo cielo

Primero eres un fakefan de Ghibli

y ahora esto

no creo que mi corazón pueda aguantar mucho más

casi preferiría el ghosting

Han:

Todavía puedo hacerte ghosting si quieres

Le está costando, pero está entrando al juego. El chico es genial y no puede parar de reír en voz alta. Sabe que Chan se ha dado cuenta porque le lanza miradas de soslayo. Por suerte, era verdad eso de que es el mejor anfitrión, porque no hace ni una sola pregunta al respecto.

Haengbok:

Claro que no!

Ya te dije que me dolería

Mi corazón es delicado, Han

Trátalo con cuidado

Han:

¿Delicado como una flor? No te haré ghosting, no quiero sentirme culpable por el estado de tu sensible corazón

Haengbok:

Más bien delicado como una bomba

O eso dice mi hermana mayor

La pingüina surfera es la pequeña

Tienes hermanos?

Nosotros somos tres y soy el del medio

Dijiste que estabas hablando con un amigo

Viniste con tus amigos a pasar las vacaciones?

Qué te parece este calor infernal

comparado con la blanca Navidad coreana?

Han:

Tengo un hermano mayor. Estoy quedándome en casa de mi amigo, pero vine solo. Y, por ahora, está bien, el calor es un poco insoportable, pero el ambiente es genial.

Haengbok:

Mejor que Corea?

Han:

Todavía no tengo una opinión totalmente formada.

Haengbok:

Ya has hecho turismo por Sídney?

Puedo enseñarte algunos sitios geniales

haré que tus navidades veraniegas

le den mil vueltas a las navidades nevadas de Corea

Han:

¿Has estado en Corea alguna vez?

Haengbok:

Decenas de veces

Mi abuelo nació allí

tengo algunos tíos que viven en Seúl

Por eso te digo que haré de esta

la mejor Navidad de tu vida

Han:

Estás muy confiado para ser alguien a quien acabo de conocer, ¿no te preocupaba lo del "Catfish"?

Haengbok:

Es que he decidido en este rato

que eres muy guapo

así que me arriesgaré

a que me hagas un "Catfish"

a que rompas mi frágil corazón porque no sabes de buen cine

Y hasta a que me mandes a terapia, eventualmente

Tú serás mi evento canónico

Ahora tengo que irme

Voy a cenar con mi hermana

la pingüina

Hablamos pronto, Han

No me hagas ghosting

Han:

Tranquilo, no lo haré

Para ser justos, Jisung no sabe a cual de todas las afirmaciones acaba de responder. O eso se dice cuando se siente un poco culpable.

***

Les doy la bienvenida, navegantes, a esta aventura "corta" que empieza hoy. 

En esta época de fiestas y felicidad, he querido hacer algo divertido, un poco picante, con una pizca de dramita y mucho mucho de Jilix. 

Está completa, como siempre, y estaré subiendo capítulos hasta Nochevieja.

¡Nos vemos en el infierno!

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