Tercera taza




—Hubieras ido con nosotros ayer, amanecí sintiéndome de la mierda pero realmente lo valió. ¿Recuerdas a Joanne? La alta de cabello rizado que tiene una cicatriz en la ceja derecha—el chico señaló la suya—: Está demente; organizó una recreación de una cruzada usando todos los tacos de billar del papá de Rooney, no sé cómo logró que treinta personas le obedecieran pero como sea, fue divertido. Casi pierdo un ojo y mordí tobillo de alguien, pero fue estupendo.

Fred miró fijamente a su amigo quien había llegado con una sonrisa que no quedaba con las ojeras debajo de sus ojos ni ese gesto de dolor por la resaca que la borrachera de anoche seguro le causó. Con una voz enérgica y bastante animada, su amigo Oliver había pedido un expreso aprovechando que recién eran las ocho de la mañana de un domingo y casi no había clientes ni nada más interesante que él.

Eso después de la distinguida chica de cabello corto que estaba sentada en la mesa de siempre; a solas, degustando su café y escribiendo en su computadora portátil.

Fred no dejaba de verla ni de ignorar el parloteo de su amigo; ella nunca iba los domingos y ya estaba ahí cuando él llegó a trabajar puesto que se le había hecho tarde.

—¿Por qué estás aquí tan temprano? —preguntó con curiosidad.

Oliver vivía un poco lejos y, de acuerdo a lo que le contaba de la fiesta a la que él faltó, era bastante raro que estuviese ahí a esas horas. Con su cabello castaño todavía húmedo de su ducha matutina, sus ojos oscuros hundidos y si típica sonrisa perversa. Era el hiperactivo compañero de clase de Wesley que amaba usar camisas con frases.

"I'd rather be sleeping " decía con letras mayúsculas en el pecho.

—Wesley me citó aquí porque tenemos un proyecto—sonrió y tomó la pequeña taza que seguía en el mostrador ya que él no se había movido de lugar desde que llegó, se sentía con libertad de hacer lo que quisiera en ese lugar—. Aunque no lo creas, yo si cumplo con mis deberes—se burló.

—Te odio, si tuviese a Wes en mis clases tampoco reprobaría como tú.

—Odiarme no hará que tus notas suban—soltó después de beber y bostezó—. Esto no está funcionando—le habló al café.

—¿Podrías hacerme un favor? —cambió el tema.

—Depende, ¿tengo que moverme?

—Si.

—Nah.

—Te doy una rebanada de pastel gratis.

—¿Qué tengo que hacer?

—¿Ves a la chica de allá? —señaló con su cabeza con una sonrisa pícara. Oliver volteó de inmediato sin ser cuidados y entrecerró los ojos.

—¿La morena del flequillo gracioso? —mordió su labio inferior como si dudara al observarla.

—Ajá. Sabes actuar, ¿no?

—Tuve el papel de árbol número tres en el colegio, pero soy bueno mintiendo.

—Con eso basta. ¿Puedes ir y coquetearle un poco?

Oliver frunció sus cejas y miró al rubio con bastante recelo.

—¿Por qué?

—Solo hazlo, al menos hasta que consigas su nombre o, en el mejor de los casos, su número—sonrió incitándolo. Sabía que si lo retaba, Oliver lo haría sin pensarlo.

—¿Si me lo da me lo puedo quedar?

—Claro—encogió sus hombros. La verdad era que no.

—Okay—le dio otro pequeño trago a su pequeña taza e hizo un gesto de disgusto inmediato—. ¿Cómo quieres que sea? ¿Debería ser coqueto como si quisiera solo llevarla a la cama? ¿O un poco nervioso como si de pronto tuviese esperanzas de que es el amor de mi vida?

—No importa, solo ve.

—Bien—fingió ofenderse. Respiró hondo y aclaró su garganta justo antes de caminar lentamente hacia ella; al parecer había optado por actuar como un chico tímido.

Fred observaba con curiosidad la escena, pensaba ver la reacción de la chica pero el tonto de Oliver se había quedado parado justo donde la tapaba completamente.

Maldijo en voz baja y vio como la puerta se abría gracias a que un chico alto con cabello largo y bastante desordenado estaba entrando. Wesley tenía una expresión de pocos amigos, así como todas las mañanas. Con un enorme bostezo en su boca y manteniendo su mochila en su hombro, caminó hasta el mostrador.

—¿No has visto a Oliver por aquí? —preguntó sin saludar. Vivían en el mismo lugar y se veían todos los días, no sentían mucha necesidad.

—Allá está—susurró y señaló al chico delgado que rascaba su cabeza mientras hablaba con ella.

—¿En serio esto va a continuar?

—Ayer no vino, Wes. Y hoy es domingo, ella nunca viene los domingos, lo sabría.

—¿No crees que estás exagerando?

—No estoy exagerando.

—¿Quieres que te recuerde todas tus exageraciones?

Wesley arqueó sus cejas esperando y Fred solo frunció sus labios como si dudara, discutir con Wesley nunca salía bien puesto que la mayoría de las veces su mejor amigo terminaba ganando y dándole un golpe en la consciencia. No sabía cómo, pero de alguna forma u otro lo lograba.

—Fue una experiencia bastante rara—murmuró Oliver llegando justo al lado de Wesley, sin mirarles y solo buscando su café.

—¿Qué te dijo? —susurró Fred.

—Susurra más alto, no te escuchan en Sri Lanka—le dijo Wes y el rubio solo le miró de mala gana.

—Nada—el chico de ojos oscuros habló como si no creyera eso, frunció sus cejas pensando y le dio un sorbo pequeño a su bebida—. La saludé amablemente, me presenté y comencé diciendo que tenía rato mirándola y que quería saber si aceptaba que le invitara un café.

—¿Y...?—Wes intervino.

—Nada, solo se rió y dijo que ya tenía un café pero que lo agradecía. Después solo regresó a escribir en su computadora como si esperara a que me fuera. Nunca me había sentido tan rechazado en mi vida.

—¿Te dijo su nombre? —cuestionó Fred con un poco de desesperación.

—Dijo Amanda—respondió.

—Wes, ¿hay alguna canción que se llame Amanda?

—Eh...—dudó—. Boston tiene una canción que se llama Amanda—soltó no muy convencido de lo que su amigo tenía en mente.

—Eso es cierto, mi papá quería llamarme Amanda por esa canción—comentó Oliver.

—¿Por qué? —Wesley frunció sus cejas.

—Creían que era niña los primeros siete meses de embarazo. Como sea, ¿eso que tiene que ver? No entiendo mucho—miró a Fred buscando alguna explicación.

—Solo... olvídalo—rodó los ojos y se alejó de ellos.

—¿Qué? —escuchó como Oliver le preguntaba a Wes.

—Es mejor que no sepas nada—le respondió éste. Wesley se fue del mostrador dispuesto a tomar una mesa para poder comenzar con su trabajo y un muy confundido Oliver le siguió con dificultad al tomar su café,

Fred llegó a la mesa donde estaban las máquinas de café y sacó una hoja de papel, había cambiado lo que había escrito en la servilleta a una hoja de cuaderno mediano. Tomó el bolígrafo que tenía en su oreja como costumbre y escribió.

Sábado 21 de enero – Pennny Lane

Domingo 29 de enero - Amanda








¡Gracias por sus votos! (:

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