Valiosos segundos
Mi corazón se acelera, son solo segundos en los que puedo actuar. Me lanzo hacia la derecha, entre los coches estacionados, milisegundos antes de que aquel coche se estrelle contra estos, en el lugar en el que estaba hacia nada.
El sonido metálico resuena en todo el recinto, el sonido de las bocinas y los vidrios explotando me aturden. Caigo de rodillas al suelo, y con mis manos evito golpearme en la cabeza. Puedo sentir los vidrios enterrándose en mi piel.
Ese coche podría haberme aplastado, hacerme añicos.
Levanto la cabeza, mi corazón latiendo, queriendo salir de mi pecho, la adrenalina corriendo por mis venas, cada pensamiento cada posibilidad pasando por mi mente cada milisegundo. Estoy bien, solo unos pocos vidrios hiriéndome, nada que me impida caminar. Nada que me impida correr, arrancar y escapar del peligro inminente. Esto no puede ser casualidad.
El coche a mi derecha tiene el parabrisas y las luces destrozadas, junto con la carrocería delantera. Del motor veo salir humo, y un líquido cae por abajo. Sin embargo, más me preocupa el coche que está impactado en este. Las luces altas que antes me encandilaban, ahora solo funciona una. Pero quien sea que esté manejando, quiere mantenerse incognito, ya que la patente está tapada completamente con cinta negra. A pesar del daño en la carrocería, no parece estar sufriendo mayor daño. No logro ver a quien conduce a través del parabrisas polarizado.
En este momento, estoy completamente vulnerable, pero me sorprende que no esté intentando aplastarme nuevamente, estoy completamente aturdida y soy un blanco fácil. Comienza a caer agua desde el techo, miro arriba, el rociador anti-incendios esta encendido. Entonces reparo en las luces y la alarma contra incendio que están encendidas en todo el aparcamiento, además de las bocinas de los coches. Es por eso. Es porque, de hacer algo ahora, sería descubierto, o descubierta.
Me levanto con cuidado del suelo, ignorando el dolor de mis brazos y piernas. Me apoyo en el coche a mi izquierda, retrocediendo ligeramente, intentando divisar a quien ha intentado atacarme. El motor ruge, pego un brinco hacia atrás, miro a mi alrededor, buscando donde escapar, donde pedir ayuda. El motor vuelve a rugir. Vuelco mi atención al coche. Doy un paso lentamente hacia atrás. Tal vez lo más seguro sería correr entre las dos filas de coches, aunque de chocar a uno con la suficiente fuerza, podría aplastar mis piernas y atraparme. Si salgo hacia el otro lado, de seguro da la vuelta lo suficientemente rápido para alcanzarme, y no sé si pueda volver a tener la misma suerte que esta vez.
Sin embargo, todos mis pensamientos se esfuman cuando veo que retrocede. Me alejo un par de pasos hacia la fila de atrás, temiendo que pueda volver a arremeter, atrapándome entre los coches. Hace rugir el motor dos veces, amenazando con volver a arremeter, pero finalmente desiste y, a toda velocidad, sale del aparcamiento, perdiéndose por la salida. Justo en el momento en que está dando la vuelta, veo a Emery correr tras este con un arma en su mano. Observo como se rinde al perderlo de vista. No había forma de que pudiese atraparlo.
Vuelve su camino hasta encontrarme. Su mirada lo dice todo: "te lo dije". En este momento me arrepiento demasiado de no haberlo esperado, aunque tal vez le hubiese pasado algo de haber estado conmigo, y no podría vivir con la culpa si algo le pasara, aunque sea su trabajo.
—Estás sangrando, será mejor que te lleve al hospital —dice, acercándose a mí y observando mis heridas con delicadeza. No rechisto, esto si requiere que vaya a ser revisada por un doctor.
—Si —asiento—, llama a Aidan por favor, y luego a Tom.
Aidan me ha suturado antes, supongo que esto no le será una sorpresa. Camino protegida por Emery hasta el coche. Me abre la puerta y subo. No tiene caso intentar quitarme los vidrios acá, además, el hospital queda cerca, en cuestión de cinco minutos estaré siendo atendida.
—¿Lograste reconocer a alguien? —pregunta Emery mientras conduce.
—No —niego con la cabeza.
—Vi el ataque, tenías visión perfecta de la patente.
Volteo a mirarlo, sorprendida.
—¿Cómo pudiste ver el ataque? —pregunto. Me mira de reojo, luego vuelve a fijar su vista hacia delante.
—No creíste que no tendría todo el perímetro vigilado, con acceso a las cámaras de seguridad —replica sin inmolarse. Abro los ojos, anonadada.
—¿Tienes vigilada la editorial? —pregunto incrédula. El asiente una vez. Gruño—. ¿Qué más? ¿La sala de urgencias? —Emery se mantiene en silencio, frunzo el ceño—. ¡¿Es una broma?!
—Todo el hospital —admite. Resoplo frustrada.
—No puedo creerlo —susurro, sacudiendo la cabeza.
—Mi trabajo es protegerte, de una amenaza real. Han intentado asesinarte, por si no te has dado cuenta —sentencia.
—Es una...
—¿Exageración? —me interrumpe. Detiene el coche en el estacionamiento de urgencias, voltea a mirarme—. Yo creo que no.
Desvío la mirada, molesta. No puedo negarlo, tiene razón. Mi amenaza es real, más real de lo que creí. Una cosa era enviar amenazas, otra muy distinta cumplirla.
Al llegar a urgencias, todos se sorprenden un poco de verme en ese estado. Aidan llega pronto y, con paciencia, se dedica a quitar cada trozo de vidrio y suturar la herida si es necesario. Sara también llega, en pánico, con las lágrimas aun empapando sus mejillas.
Tom y Harrison llegan una hora después, estaban ocupados en una grabación. Hablan con Emery, mientras yo entrego mi declaración a la policía, una y otra y otra vez.
"No, no vi quien era"
"No, la patente estaba cubierta"
"Un coche negro de marca BMW, grande, luces led"
"No, nunca lo había visto"
Repito esas frases unas ochocientas veces. Cuando por fin todo ese calvario se acaba y me dejan marchar, me doy cuenta que me he equivocado. El verdadero calvario lo viviré aquí, con Tom. Luce molesto, preocupado. Probablemente Emery le dijo que bajé sin él, y ahora vamos a discutir.
—________... —comienza a decir.
—Lo sé, créeme que lo sé. No debí bajar sin Emery —le interrumpo. Suspira y se cruza de brazos. Quisiera hacer lo mismo, pero están casi completamente vendados, sobretodo mi codo derecho que recibió el mayor impacto de mi caída.
—Es que no entiendo por qué no me haces caso —replica.
—No creí que fuera a pasarme algo. Ha pasado tiempo. Siempre viene cuando... cuando bajo la guardia. Es como si me estuviese vigilando —explico. Arquea una ceja.
—Obviamente. ¿Cómo crees sino que ha logrado vulnerar las medidas de Emery?
—Lo siento. No quise que nada de esto pasara, prometo que esta vez me tomare en serio mi seguridad —digo con sinceridad. Hace una mueca.
Estira su brazo y acaricia mi mejilla no magullada.
—Si te pasara algo...
Puedo ver en sus ojos a que se refiere. A aquel recuerdo cuatro años atrás, cuando el puto virus que se llevó a mi padre y a Martin estuvo a punto de llevarme a mi también.
—No vas a perderme —me acerco a él, tomando su rostro entre mis manos—, todo estará bien.
Sonríe con amargura.
—Sabes que no puedes prometer eso —susurra, se acerca y besa mi frente.
Aquel tono fatalista hace que me duela el corazón. ¿En qué momento toda nuestra vida se transformó en esta mierda?
***
Ya ven, ya ven... no soy tan mala ¿o sí?
Les leo, lectores insaciables <3
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