Reventar

Tom me sirve más champagne. Las velas iluminan con su luz tenue. La comida emite un aroma delicioso, la música suena despacio. Es un momento único e íntimo. Me llevo un trozo de pavo a la boca, con un poco de espárragos salteados. Mi boca siente una explosión de sabores.

—¿Te gusta? —pregunta Tom, toma su copa. Yo sonrío.

—Está exquisito. Supongo que Sam te ha ayudado.

—Por supuesto —ríe él. Eleva su copa—. Felices seis meses.

Levanto mi copa y choco con suavidad la suya.

—Felices seis meses —sonrío.

Seis meses en nuestra burbuja. Seis meses de felicidad. Seis meses de casados. Era difícil creerlo. No por nuestra relación, sino difícil creer lo felices que nos sentíamos. Todo era una locura, y lo habíamos logrado complementar a la perfección. Nuestros trabajos, nuestros eventos. Todo.

—A mamá no le gusto que no pudiésemos ir a Londres para navidad —comenta Tom. Hago una mueca.

—Me imagino. Pero tal vez podamos el próximo mes, si tu película lo permite —replico. Tom asiente.

—¿Qué tal tu día en el hospital? —pregunta. Mi sonrisa se desvanece.

—Hay un paciente. Lo vi hace unos meses, es un pequeño de siete, se llama Tristan —comienzo a decir—. Es una copia de Martin. Tiene su mismo cabello, sus mismos ojos. Hasta se ríe como él.

Tom toma mi mano sobre la mesa. Lo miro y sonrío con tristeza.

—Tiene un linfoma —prosigo—. Hoy llego a urgencias porque ha presentado fiebre, esta con quimio, ya ha perdido su cabello. Y es peligroso que tenga fiebre porque con sus defensas bajas puede enfermar gravemente.

Agacho la cabeza. Odiaba ver esos casos. El cáncer es una mierda.

—Hablemos de otra cosa —digo, sacudiendo la cabeza.

—Claro —sonríe Tom—. ¿Cómo vas con el libro?

—Bien. He avanzado bastante este último mes. La que se exaspera es mi editora, Adriana. Me manda ideas de portadas increíbles y yo no sé cuál elegir porque todas son hermosas, y me dice "debes elegir una". Simplemente no puedo.

—Tal vez podría ayudarte —sugiere. Sonrío.

—Suena bien.

—¿Mañana sales temprano? Quería que fuéramos a la playa.

—No. —Hago una mueca—. Tengo turno, salgo tarde. Pero pasado... oh, no. tampoco puedo.

—¿Por qué? Pensé que tenías libre los jueves —replica.

—Sí, pero debo ir a la ginecóloga. El dispositivo funciona por unos años ¿recuerdas? tengo que sacármelo y hacerme exámenes. Así que tendrás que comprar preservativos —explico.

Tom me queda mirando. Frunzo el ceño.

—¿Qué pasa?

Tom tomo una gran bocanada de aire.

—Tal vez... sea tiempo de hablar —dice. Arqueo una ceja.

—¿Hablar de qué? —pregunto confundida. Tom me mira algo incómodo.

—De... nosotros. Nuestra familia —replica. Mi semblante cambia completamente—. Estaba pensando... en nuestros hijos.

Se me corta la respiración. Suelto su mano y miro el suelo. No. Es lo único que puedo pensar. No, no y no.

—No digo que ahora, por supuesto. En un futuro. Deberíamos hablarlo ¿no? de cuando queremos tenerlos —explica.

Trago saliva. Soy incapaz de decir una sola palabra. Tom frunce el ceño.

—¿________? —pregunta.

Cierro los ojos y suspiro. Tengo que se honesta.

—No estoy... preparada para ser madre —digo. Abro los ojos y lo miro. Él sonríe.

—Por supuesto que no ahora. Tenemos mucho tiempo por delante.

Niego con la cabeza.

—No estás entendiendo, Tom —susurro—. Creo... que no quiero tener hijos.

Su sonrisa se desvanece. Muerdo mi labio y miro el plato de comida a medio comer.

—No... no lo entiendo —susurra Tom. Lo miro, me observa con la frente surcada por arrugas que muestran su confusión—. Cuando alguna vez lo hablamos, decías que querías. Antes, cuando planeábamos el futuro...

—Y entonces mi padre murió —le interrumpo. Los ojos se me humedecen al recordarlo—. Y Martin.

—¿Qué tiene que ver eso?

Inspiro hondo y sacudo la cabeza.

—Eso... me cambió Tom. No puedo... explicar cómo, simplemente me cambió. Y me aterra pensar en tener un bebé a mi cargo. No puedo... simplemente no puedo.

—¿No crees que deberías habérmelo dicho antes de casarnos? —pregunta, ligeramente molesto.

—Los dos deberíamos haber hablado de esto antes —corrijo.

—Tú fuiste la que cambió de opinión, no yo.

—Ni siquiera lo pensé, Tom. Honestamente. Hasta hace unos meses, no se me había pasado por la cabeza el tema —le aclaro.

—¿Entonces qué? ¿Esperabas no hablar del asunto?

—Pensaba hablarlo más adelante, cuando surgiera —replico, algo molesta con su actitud.

—Pues ahora surgió.

Lo miro. Luce molesto y decepcionado.

—¿Por qué? —pregunta—. ¿Por qué no quieres?

—Ya te lo dije, mi padre...

—La muerte es algo natural —me interrumpe. Me levanto de la silla.

—No se siente natural cuando le dices adiós a la persona que amas —espeto molesta. Él también se levanta.

—No, pero tampoco puedes pasarte la vida teniendo miedo de que alguien vaya a morir, le puede pasar a cualquiera, incluso a nosotros. Lo que le paso a tu padre fue por su enfermedad —replica.

—¡Ese es el punto! —grito exasperada. Me mira confundido. Tomo una bocanada de aire y comienzo a hablar—: La enfermedad de mi padre... mi enfermedad. Es genética. No quiero que nadie sufra por lo que yo, no podría ver a un hijo mío sufriendo por ello y saber que es mi culpa. Mis genes. No puedo. —Comienzo a llorar—. ¿Qué pasa si es severo? ¿Si necesita cirugía? No puedo ser responsable de eso. Yo...

Soy un mar de lágrimas. Mis palabras son acalladas por mis sollozos. Me afirmo en la mesa. Tom se acerca y me abraza. Me hundo en su pecho, aferrándome a su camiseta. Dejo salir el dolor. Por mi padre, por Martin, por mi estúpido y enfermo corazón. Porque tal vez nunca pueda tener un hijo, no si eso implica que pueda traspasarle mi enfermedad.

Eso era lo que la muerte de mi padre había dejado en mí: el miedo. Vi a mi padre sufrir con su enfermedad, sufrir porque me la heredó, por sentirse responsable de aquello. Y aunque yo no culpo a mi padre de ninguna manera, sé que aun así lo sentía. Y yo no puedo cargar con más culpa.

Y la burbuja reventó. Entre lágrimas y sollozos. La realidad nos golpeó como un tsunami, sin piedad.

Yo tenía una maldición, y no podía soportar la idea de que algún hijo o hija mía la tuviera. Si eso significaba que nunca pudiese tener hijos, ni modo. Hay otras opciones, no es el fin del mundo. Pero definitivamente no iba a arriesgarme a sufrir lo que mi padre.

***

Ufff, que dificil ¿no? ¿Qué opinan?

Por cierto, necesito que me digan ¿qué nivel de drama creen que tiene este capítulo? Vamos a ajustar mi dramamometro.

Les leo, lectores insaciables <3

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